Traducido al román paladino: sí, se pudo. Necesitábamos dos milagros este
fin de semana y los dos se han producido. Por los pelos, pero se han dado. Y no
tengan ninguna duda de que ha sido cosa de San Benitiño de Lérez. En este blog
ya habíamos probado una eficacia notable al contribuir a la salvación de
nuestra Teresiña de Becerreá, gravemente enferma de ébola. Ahora no me lo
pueden negar: si no llega a ser por nuestra invocación a San Benitiño, en este
momento tendríamos al Dépor en Segunda y a Esperanza bailando el chotis con
mantilla y teja. ¡¡¡¡Loor a San Benitiño, Aleluya, Evohé, Evohé!!!!
Lo malo es que le hemos pedido
tanto trabajo y desvelos que se ha quedado agotado y no le ha llegado la mano
para que pillemos la
Comunidad de Madrid. Aunque todavía hay chances, si los de Ciudadanos se enrollan y le aplican a la señora
Cifuentes la misma medicina que a Susana Díaz. Sería una muestra de coherencia.
Lo que pasa es que, si le exigen que elimine de su lista a los corruptos, a lo
mejor hasta lo agradece y todo, que doña Esperanza aprovechó la lista de Cifuentes
para colarle a toda la purrela que no
quería en la suya. (DRAE: purrela: lo que queda, una vez seleccionado y
separado lo bueno y aprovechable). Veremos. Y ojo con la señora Aguirre, que
puede que ande maquinando algún tamayazo. Esperemos que Carmena y Carmona
controlen sus cotarros respectivos.
Pero vayamos por partes. Mi
advocación a San Benitiño de Lérez se produjo en el Post #376, publicado el 6 de mayo. Tras ese día, el Dépor jugó tres partidos y ya desde el
primero se empezaron a producir cosas raras que nadie entendió, excepto yo (por
mi confianza en San Benitiño). El primer partido fue en San Mamés, contra el
Athletic Club de Bilbao, que se jugaba su presencia en competición europea para el año
que viene. Ya hemos dicho que el Dépor de este año es un equipo muy malo, sólo superior
al Córdoba. Por cierto, el Córdoba, que ha batido records negativos en nuestra
Liga, ha perdido al menos uno de los dos partidos que ha tenido que jugar con todos y cada uno de sus rivales de la Liga. ¿Con todos? No. Hay un
equipo que no le pudo ganar. El único. Ya se imaginan quien fue. El Dépor empató
a cero en Córdoba y a uno en Riazor. Iba perdiendo 0-1 y a punto de que le
metieran cuatro, cuando uno del Córdoba se metió un autogol con el culo, hecho debidamente comentado en el blog.
Con estos antecedentes, el
Athletic salió a San Mamés dispuesto a solventar el asunto por la vía rápida. Muy
pronto metieron el primer gol: 1-0. Entonces el Dépor pasó a dominar el
partido. ¿Cómo es posible? Pues es una cuestión psicológica. Estamos a final de
temporada, los futbolistas están muy cascados y tienen ya unas ganas enormes de
irse a la playa. Los del Athletic empezaron a dejar hacer al Dépor, convencidos
de que unos tipos tan mantas serían incapaces de meter un gol. Aquí vino la
primera cosa rara. Al borde del descanso, el Dépor metió un gol legal. Bergantiños
le ganó la posición a Mikel Rico y remató de cabeza. Pero el árbitro lo anuló.
Nadie sabe por qué. El propio Mikel Rico confesó que a él no le había empujado
nadie. Todo el mundo estaba perplejo: el público, los del Athletic y los del Dépor,
indignadísimos de que, con lo que les cuesta meter un gol, encima se lo anulen.
¿Qué extraño barrunto pasó por la
cabeza del árbitro, para que anulara ese gol? Yo tengo la respuesta: esta fue la primera intervención de
San Benitiño. Si los equipos se llegan a ir al descanso con resultado de 1-1,
el Athletic se hubiera puesto las pilas en la segunda parte y el partido habría
acabado 4-1. Como el marcador se mantuvo en 1-0, los vascos siguieron vagueando
y pensando en la playa. Aún así, tiraron a puerta varias veces, pero allí
estaba San Fabricio, que completa el santoral del club. Y eso llevó al último
segundo del descuento: en ese instante mágico, Lopo cabeceó a puerta y marcó. Era
el guión previsto por San Benitiño: el Athletic ya no tenía tiempo material para
volver a marcar.
Una semana después, el Depor ganó cómodamente en su casa al Levante, que no se jugaba nada y tenía ya al personal
pensando en qué sombrillas comprarse. Si se hubieran dado otros resultados, el Dépor se
habría salvado en esa jornada, pero San Benitiño quería dar emoción hasta el último
aliento. La capacidad como guionista de este nuestro santo milagreiro es digna
de Scorsese. Y así llegó la jornada de este sábado. El desafío era descomunal.
El Dépor debía sacar al menos un punto, en su enfrentamiento con el mejor
equipo de España, y quizá del mundo (el Barça). A menos que el Eibar fuese incapaz
de ganar al peor equipo de España, y quizá de Europa (el Córdoba). Pero aquí había
intervenido ya por segunda vez San Benitiño.
Porque una semana antes, el Barça
se había proclamado campeón de Liga. En su partido con el At. Madrid, la dinámica
del juego llevaba a un empate a cero, cuando San Benitiño se encarnó en el
cuerpo de Messi para marcar el gol que les hacía campeones, también sobre la
bocina. Eso nos abría una puerta a la esperanza: el Barça, ya campeón, tal vez
sacase frente al Dépor a los juveniles, reservando a sus estrellas para las dos
finales que ha de jugar en estos días. Pero la posibilidad de un biscotto se evaporó rápido. Javier
Manjarín, ex jugador asturiano del Dépor y colega del actual entrenador, hizo
llegar al club un mensaje. Luis Enrique, entrenador asturiano del Barça y amigo
suyo de la infancia, es impermeable a sentimentalismos y mamoneos. Él iba a
hacer lo que más le conviniera a su club, es decir, reservar a jugadores, sí,
pero sacar un equipo capaz de ganarle al Dépor sin despeinarse (algo no muy difícil).
La alineación del Barça confirmó
este presagio. Con Messi y Neymar, era suficiente para meternos unos cuantos goles.
El resto del equipo, compuesto por suplentes habituales, bastaría para contener
los ridículos embates del Dépor, fruto más de su corazón que de su calidad. Así
que sólo quedaba encomendarse a que el Córdoba se liara la manta a la cabeza y
plantase cara al Eibar. Pero nada más empezar los dos partidos (se jugaban a la
vez), marcó el Barça y marcó el Éibar. El Dépor estaba en segunda. Al descanso,
el Eibar ya ganaba 3-0, así que esa línea había que darla por perdida. El Dépor
seguía perdiendo sólo por 1-0, gracias a San Fabricio, pero se iba al descanso
sin haber tirado una sola vez a puerta.
La tónica siguió en la segunda
parte. Ni un acercamiento del Dépor. Machaque continuo del Barça, paradas de
San Fabricio y tiros fuera o al poste. Entonces llegó el segundo gol del Barça,
algo que caía por su propio peso. Confieso que en ese momento mi esperanza se
convirtió en Aguirre, por usar un chascarrillo ya repetido en este Blog. Pero,
entonces, el Barça entendió que el trabajo ya estaba hecho, que los mataos que tenía
enfrente eran incapaces de revertir la situación y que ya podían empezar a
pensar en sus finales. Luis Enrique sacó a calentar a Iniesta, relevo natural
de Xavi, que se despedía, para que el público lo ovacionara en su último
partido. Fiesta completa. Pero Luis Enrique no contaba con un detalle. En el Dépor no jugaban 11, sino 12. El santo de Lérez preparaba su truco final, digno de un Óscar
de Hollywood al guión más endiablado.
El Dépor se fue arriba con fe y
corazón y por allí apareció por fin Lucas, el Ulises regresado a su tierra del
que hablamos en el Post #296.
Con toda su rabia vio llegar el balón, se dio media vuelta y la enchufó a la escuadra. 2-1 y los
deportivistas recuperando el ánimo, arengados por Lucas brazos arriba. El fútbol
es algo muy psicológico, como ya se ha dicho. El equipo que marca un gol tiene unas
descargas de adrenalina, que hacen que se venga arriba. Y el que lo recibe, se
queda unos minutos como grogui. En esos minutos extraños, intervino por última
vez San Benitiño, para producir una falta a favor del Dépor al borde del área y
generar una situación en la que los nuestros tiraban, pegaba en la barrera y
les volvía. Y volvían a tirar y volvían a pillar el rechace. Hasta que entró. 2-2.
La locura.
El trabajo del santo estaba hecho,
y había que dejarle que reservara fuerzas para empujar a la señora Carmena. El
resto de la hazaña hay que atribuírselo a los jugadores del Dépor. Quedaban 15
minutos. Se metieron atrás y tuvieron unos cuantos bis-a-bis en susurros con
sus contrarios. Los futbolistas son compañeros de profesión y saben cómo
manejar estas situaciones. Lopo habló con Xavi (presumiblemente en catalán).
Fabricio con su paisano isleño Pedro. Sydney, con su compatriota Neymar. No es
difícil imaginar lo que se dijeron. Tíos, dejadlo ya, ya habéis ganado la Liga , ya habéis demostrado
que nos podéis ganar con facilidad, ahora relajaros y celebrad vuestra fiesta. Lo
cierto es que la imagen de los del Dépor tirados en el campo llorando el
descenso, hubiera quedado muy antiestética en la fiesta del Barça.
Los del Dépor empezaron entonces
a sufrir súbitas lesiones al menor contacto, para perder tiempo. Y los del
Barça no volvieron a tirar a puerta con peligro. Luis Enrique lo entendió y dio
por fin la orden de que Iniesta entrara por Xavi, quien tardó una hora en
retirarse, saludando a todos entre la estruendosa ovación del público. Eso ayudó a perder aún más tiempo. Al
final, Luis Enrique declaró que él es un profesional, que había sacado un equipo
capacitado para ganar de calle, pero que el fútbol tiene estas cosas. Y que de
diez veces que se hubiera jugado ese mismo partido, el Barça hubiera ganado
nueve. Cierto. Pero en este blog habíamos invocado al santo mais milagreiro. Y el santo intervino: en todo el partido el Dépor tiró entre los tres palos dos
veces y marcó las dos. Hubo un tercer tiro al palo entre los dos goles. Eso no
es algo que suceda normalmente.
Y llegó el éxtasis. La fiesta del
Barça, con sus fuegos artificiales y su megafonía, estaba preparada, pero se retrasó todavía un
tiempo. Hubo que esperar a que se fueran del campo los del Dépor, que estaban
como locos en el centro dando saltos de los llamados de pinchacarneiro y llorando, pero de alegría. Y toda Coruña
salió a la calle a celebrar la hazaña. La gente lo había pasado fatal. Con el
2-0 daban al equipo por muerto. Pero, como decimos por allí, non ‘taba morto, que andaba de carallada.
En uno de los chats del Dépor colgaron una canción de Peret de mensaje
similar. Se la dejo de regalo. De Carmena y Carmona ya tendremos tiempo de
hablar. El futuro ha llegado. Hay que estar atentos, que vienen tiempos difíciles
y apasionantes. A San Benitiño de Lerez ya lo hemos dejado exhausto, pero aún
tenemos a San Benitiño de Rabiño que, según apunta mi amigo Paco Couto, es ainda mais milajreiro. ¡Arre coño! Disfruten del gran Peret.
Un poco rollo para los que no somos forofos del fútbol. Lo que más me ha gustado es eso de Evohé-evohé. El caso es que me suena, pero no sé de qué. ¿Es una reminiscencia de los romanos, o de los egipcios? ¿O tal vez un exvoto hawayano como Aloha-aloha?
ResponderEliminarLo cierto es que lo escuché el otro día en la representación de Antígona en La Abadía y se me quedó. Al parecer es el grito que daban las bacantes en la antigua Grecia, mientras danzaban en las bacanales. Bacante y bacanal son dos términos derivados del Dios Baco, es decir, tienen que ver con el vino y las borracheras. Puede que estuviera yo algo borracho cuando escribí este texto, tras celebrar la permanencia del Dépor en Primera. Digamos que es una exclamación exaltativa y orgiástica, como Aleluya. O como el ¡Nfounfa, Nfounfa! que utilizaba Tristan Tzara en sus poemas dadaistas.
EliminarAloha es el saludo corriente de los hawayanos.