La semana pasada asistí en la
Casa de Galicia a la presentación de la segunda novela que publica mi paisano y
buen amigo Jesús Arsenio Díaz, arquitecto tránsfuga como yo, que encuentra más
placer en la pluma que en el rotring, por lo que, desde hace ya unos cuantos
años, se dedica en exclusiva a la literatura. La novela se llama El contubernio de Lisboa, título
atractivo y sugerente que remite a los tiempos de la posguerra y transcurre al
parecer por territorios fronterizos, llenos de espías, guardias civiles,
estraperlistas, falangistas, inventores, fotógrafos aficionados y poetas
arruinados. Jesús narra la peripecia coral de este grupo, con una prosa que revive estilos
decimonónicos y aun anteriores, recobrando incluso la costumbre cervantina de
los epígrafes, pequeños guiones en cursiva sobre el contenido del capítulo al
que anteceden (De cómo el joven Fulanito
se fue a la guerra y previamente fue casado con su prima, etc. etc.)
La Casa de Galicia es una institución
cuya sede nunca había visitado, localizada al socaire de Los Jerónimos, entre
el Museo del Prado y el Retiro. La Casa ocupa un palacete en esquina,
construido en los años 20 para el noble riojano Agustín González de Amezúa, de estilo
clásico con elementos historicistas regionales, nada gallegos por supuesto.
Asistimos a la presentación dos bloques diferenciados de público, de un lado
los familiares y amigos del autor, y de otro una fauna tirando a jurásica, al parecer asidua a todos los
actos que se montan en el lugar, bien pertrechados por increíbles abrigos de pieles las
señoras y gabanes de buen corte los caballeros. Antiguamente, este rancio personal
se tragaba los actos más variopintos, sin otro interés que el de zamparse el
piscolabis posterior, bien regado con caldos de la tierra, para volver a casa
cenados y sin merma de su efectivo de bolsillo.
Ahora, la crisis ha suprimido el
tentempié, pero estas gentes reinciden por costumbre, aunque, en cuanto termina
el acto, salen despendolados. Libres de la ganga de este público postizo, los allegados
del artista fuimos generosamente invitados en un bar cercano, en donde
estuvimos largo rato comentando cosas de mi tierra, a la que tan abandonada
tengo últimamente. Me enteré así de que uno de los actos más sobresalientes
celebrados recientemente en la Casa de Galicia fue la presentación del libro
sobre Cristobal Colón, escrito por Alfonso Philippot Abeledo. Este señor es un
octogenario de Vigo, que ha dedicado media vida a indagar en torno a la figura
de Colón, de quien estuvo siempre convencido de que era gallego.
El resultado de sus
investigaciones se recoge en el ensayo La
identidad de Cristobal Colón (Editorial Autor-Editor, 1994), que va ya por
la 5ª edición. En el libro, Philippot no sólo confirma que Colón era
gallego, sino que llega a la conclusión de que se trata de la misma persona que
don Pedro Álvarez de Sotomayor, noble pontevedrés contemporáneo, bregado en las
luchas feudales, en las que acostumbraba a iniciar las batallas muy temprano
para sorprender al enemigo, lo que le valió el apodo con el que pasó a la
historia: Pedro Madruga. Philippot está seguro de que Colón era Pedro Madruga y sustenta su tesis en 25 coincidencias, para
él irrebatibles. Esta historia rememora un chascarrillo bíblico que se contaba cuando yo era pequeño, que comenzaba cuando Abraham, cuchillo en mano, se dispone a matar
a su hijo Isaac, momento en que retumba en el aire una voz cavernosa que dice: “Abraham,
no mate lo neno”, demostración evidente de que Dios también era gallego.
Cuando yo me fui de La Coruña,
mediado el año 68, la ciudad tenía una actividad cultural escasa, decadente y
elitista, propia de las capitales de provincia en los tiempos grises de finales del franquismo. Una situación que nada tiene que ver con la actual. Desde que
Galicia es una región autónoma, sus ciudades han experimentado un impulso
notable y continuado, que hace que la vida sea allí tranquila y agradable, pero rica culturalmente y muy entretenida. Como muestra, este botón. El pasado 19 de febrero, día del Año
Nuevo chino, se inauguró en el Museo de Bellas Artes de La Coruña la exposición
El primer Picasso, dedicada a los
años que el pintor vivió en la ciudad. Porque, aunque ustedes no lo sepan,
Picasso vivió en La Coruña entre 1891 y 1895, los años en que su padre ejerció de
profesor de la Escuela de Bellas Artes. Picasso había pintado algunos cuadros y
dibujos antes, en Málaga, pero fue en La Coruña donde explotó su talento.
Picasso estudió esos años en las
Escuelas Eusebio da Guarda, que estaban muy cerca de mi casa. Este Eusebio da
Guarda fue un prócer local, hijo de un zapatero portugués, que hizo fortuna
como marino mercante, fortuna que legó a la ciudad para la construcción, además
de las citadas Escuelas, del Instituto de Enseñanza Secundaria, la iglesia de
San Andrés y el primer Mercado de la Plaza de Lugo, plaza en la que yo nací,
frente a los puestos de las famosas pescaderas que en cada partido importante
del Dépor se visten de blanquiazul y salen en los telediarios nacionales. La
ciudad, agradecida, le erigió la estatua que les muestro más abajo, frente a
las escuelas que llevan su nombre. Ahora está restaurada, pero yo la recuerdo,
más o menos, en el estado que se ve en la foto, con la mitad de las letras de bronce robadas por los vándalos. El tipo sostiene un
papel en una mano y señala con la otra para atrás, como hacia la playa del Orzán.
De niños le atribuíamos este discurso apócrifo: “Aquí tienes el Orzán, toma
papel y vete a cagar”.
En las Escuelas Eusebio da
Guarda, Picasso no fue un buen estudiante, puesto que todas sus energías las empleaba
ya en la pintura, dedicación febril que no abandonaría en toda su vida. Tras conseguir
que algunos cuadros se mostraran en escaparates de la Calle Real, en febrero de
1895, con 13 años, monta su primera exposición, que se hace acreedora de una elogiosa crítica en La Voz de Galicia. Pero ese mismo año, su padre es trasladado a Barcelona.
Parece que el genio no olvidó nunca esos años decisivos y siempre tuvo el sueño
de contar con alguna placa en la ciudad dedicada a su memoria. Pero no
consiguió tenerla en vida. El otro día, finalmente, coincidiendo con la
apertura al público de su exposición, se descubrió una pequeña placa en la fachada
del Museo de Bellas Artes. La exposición de la que les
hablo, reúne 81 piezas del autor, 13 de ellas mostradas al público por vez
primera, y se completa con más de 100 obras de artistas gallegos de la época. El
evento es de tal calibre, que la inauguración de la muestra corrió a cargo de
los Reyes de España, expresamente venidos para la ocasión, como pueden comprobar AQUÍ, en la página del Ayuntamiento.
Y hablando de Reyes de España,
seguro que ustedes tampoco saben que el último intento de magnicidio para
cargarse al padre del actual Rey, se planeó en 1985, con motivo del Desfile de las
Fuerzas Armadas en La Coruña. Militares golpistas, descontentos con el fracaso del 23-F (del que por cierto se cumplen hoy 34 años), pensaron en volar la tribuna de autoridades, llevándose de paso por delante a Felipe González. Hasta llegaron a anunciarlo en El Alcázar y todo. Por fortuna, la cosa fue abortada a tiempo. Ya sé que no se creen muchas de las cosas que cuento, y además
no tengo ganas de escribir más, así que lo mejor es que les ponga el link a la
noticia. AQUÍ
lo tienen.
Ya que te pones galaico, ¿algún comentario sobre O Noso Derbi?
ResponderEliminarNo hay mucho que decir. El Celta es mucho mejor equipo, globalmente y línea por línea. Tiene un buenísimo portero, una defensa regular (no eran los titulares), unos medios espectaculares y unos delanteros también muy buenos. Llevan varios años juntos y tienen unas rutinas establecidas. Frente a eso, el Dépor tiene un portero buenísimo, unos defensas malos, unos medios regulares y unos delanteros malos. El Dépor intentó compensar la desventaja saliendo muy fuerte, pero el fuelle le llegó para los primeros veinte minutos. Luego aguantó el chaparrón como pudo. Lo importante es que sigue teniendo tres o más equipos por detrás. Ese es su objetivo este año. Sobrevivir este año como pueda, y el que viene. Después podrá fichar mejor. Si cae a segunda, podría hasta desaparecer.
EliminarNo tenía yo noticia sobre la publicación de un nuevo libro de nuestro común amigo Suso (Suso y su hermano, intimo amigo como sabes, vivían enfrente de mi casa en la muy coruñesa Avenida de Chile). Sabía de su libro "Yacentes" que leí en su tiempo y me pareció muy ocurrente tal y como es él. A ver si lo encuentro y lo compro. Parece que a los arquitectos se les da bien la literatura, de lo cual me alegro. Ni es mi caso. Cuando acabe de leer "Shakey" (biografia autorizada de Neil Young) y otra biografía de Zappa que ya tengo comprada intentaré leer el libro de Suso.
ResponderEliminarPor otro lado tiene usted razón en que hoy por hoy el Celta nos lleva años luz futbolisticamente hablando. El Celta es un equipo muy bien armado y además juegan francamente bien. Esperemos que a nosotros nos vengan años mejores...(Loureda, Chapela, Picachón, Manolete...).
Un abrazo querido amigo.
Yacentes tiene un golpe genial: uno de los protagonistas, el ruso Dimitri, que creo que es el capitán del barco en el que transcurre la historia, al final se descubre que no es ruso ni nada. En realidad es un paisano que se llama Demetrio y resulta ser de Corcubión. El contubernio este tiene muy buena pinta, lo que pasa es que yo tengo una cola de lectura importante.
EliminarEn cuanto al Dépor, pues yo confío en que al final haya tres equipos peores que él. Hay unos cuantos candidatos claros: el Levante, el Córdoba, el Elche, yo creo que son bastante peores que nosotros. A un nivel más parejo estarían el Granada, el Almería y algunos otros. Veremos.
Un abrazo.