lunes, 9 de febrero de 2015

341. El de la llorera y otros impresentables

De vuelta del finde, quiero aclararles que la nueva regularidad en mi ritmo de añadir entradas al foro, que tal vez hayan observado, no es casual, sino resultado de una nueva funcionalidad del sistema, que he descubierto recientemente: la posibilidad de subir al blog borradores y dejarlos ahí sin publicar. En momentos de euforia productiva, los escribo sobre la marcha y los voy colgando en una especie de repositorio secreto. Luego procuro darles salida escalonada: lunes, miércoles y viernes. No quiero cargar más temas a la semana, porque ya he contado que hay gente a la que no le da tiempo a leer tanto. Dice mi amigo Alfred que le parece increíble esto último, pero es real: la gente activa, no jubilada, a menudo tiene todo el día ocupado por actividades agotadoras y, cuando ya se pueden sentar en un sillón a descansar, es normal que prefieran dedicar su tiempo libre a entretenimientos más atractivos y divertidos que entrar en mi blog. Es algo que yo entiendo y respeto.

Por cierto, hace unos días les dije que no me gustaba nada la palabra bodegón. Pues tampoco es manca la de borrador. Etimológicamente, un borrador es un señor provisto de una bayeta con la que deja limpia una pizarra, o de una goma Milán con la que elimina una parte de un texto que no le gusta. Esa es la primera acepción que aparece en el diccionario de la RAE. Pero la segunda, que es la más extendida, significa escrito no finalizado, primera versión de un documento sujeta a eventuales correcciones antes de convertirse en definitivo. Es tan absurdo como llamarle carnicero a un filete. En inglés, tan sintéticos y precisos, diferencian claramente eraser (persona o instrumento que borra) de draft, que es como llaman al borrador de un escrito. En fin, que yo ahora tengo una serie de drafts colgados en un archivo del blog al que ustedes no pueden acceder, y que, los días que toca, bajo uno de ellos, le hago una pequeña revisión y le doy a la tecla Publicar.

La verdad es que no sé para qué les cuento todo esto, si yo lo que quería es hablarles del señor Monedero y sus travesuras contables. Por cierto que, un señor que se apellida Monedero, parece en cierta forma predestinado a que le pasen cosas de este orden. Respecto al escándalo reciente en torno a este señor, junto con la prodigalidad de la señorita Tania Sánchez a la hora de adjudicar contratos a su familia, ayer publicaba El País un artículo de Santos Juliá, que les pido que lean antes de seguir con el mío, porque entiendo que pone el dedo en la llaga. Pueden consultarlo AQUÍ.

Algunos comentarios al respecto. En primer lugar, Santos Juliá es un historiador de reconocido prestigio, cuya voz hay que escuchar siempre. Natural de El Ferrol del Caudillo (así se llamaba su ciudad en 1940, año de su nacimiento), se ha ganado una merecida fama de riguroso e independiente de ideologías: él no es de derechas ni de izquierdas, él es un historiador, y la tarea de los historiadores es investigar en todas las fuentes posibles, hasta llegar a la verdad sin apellidos. Así lo ha hecho Juliá en innumerables libros y artículos, como una excelente biografía de Manuel Azaña. Lo primero que dice este señor es que la nueva generación de políticos ha suscitado una gran ilusión y entusiasmo ciudadano, precisamente porque se espera de ellos una actividad más limpia, honesta y presentable que la habitual de esa casta que denuncian.

Lo segundo que dice es que, ante la aparición de determinados escándalos que afectan a los suyos, las primeras explicaciones de los afectados y sus compañeros son decepcionantes y muy similares a las que daban los castosos, y eso es cierto. También dice otra cosa no menos cierta: que la escala de las trampillas de estos aspirantes a gobernarnos no es comparable a la de los escándalos de la casta. Y, en estas cosas, la escala es importante. Ya he confesado en este foro que yo tuve un móvil corporativo, cuyas llamadas pagaba el Ayuntamiento, y que lo usé para llamar al Telechino y otras cuestiones personales. Cierto que, roído por la mala conciencia, fui a consultar el asunto con los del Departamento de Comunicaciones, quienes me dijeron que el contrato del Ayuntamiento era de tarifa plana y que el número de llamadas de los funcionarios era un dato irrelevante, salvo que fueran muchas, cosa que, cuando sucedía, generaba correos de advertencia de que se estaban pasando. Yo jamás recibí uno solo de esos correos.

Pero, si yo un día me metiera en política, podrían rastrear la memoria de ese móvil y filtrar a la prensa la lista completa de mis llamadas al Telechino o a mis hijos. Cuento esto para demostrar que la escala de los fraudes sí importa. Incluso es un dato clave. No es lo mismo llevarse a casa un bolígrafo o un paquete de posits amarillos, que tener una tarjeta black. Tal vez ustedes no se han parado a mirar el detalle de lo que se han gastado los poseedores de esas tarjetas. Por si es así, les pongo debajo el link a un cuadro interactivo con la relación de impresentables, en la que hay gente de los tres partidos de la casta y de los sindicatos más conocidos. Pinchando en el nombre de cada uno, tienen la lista completa de sus gastos, y pueden averiguar en qué restaurantes comían, en qué hoteles se alojaban, a qué burdeles acudían algunos, cuanto se gastaban en lencería femenina o en los peajes de las autopistas. AQUÍ lo tienen.

A la vista de este desmadre, yo sigo convencido de que hay que votar a alguien nuevo, porque los de lo viejo no tienen arreglo. Y tratar, como dice Santos Juliá, de que a partir de ahora rindan cuentas de su gestión. Cuentas sinceras. En conclusión, que yo sigo en la idea de dejarme coleta; que, de acuerdo con ello, me da mucha rabia que los del gobierno hayan iniciado una caza y captura de las figuras más relevantes de las nuevas formaciones que amenazan con arrebatarles el momio, pero que eso no quita para exigir una explicación consistente del caso Monedero y los que salgan en próximos días, porque en este país, todo el mundo parece tener una tendencia al comportamiento venal bastante preocupante.

Por lo demás, me encanta este párrafo del artículo de Santos Juliá: cuando el escándalo estalla y no hay manera de negarlo, se refugian en la ignorancia, repitiendo como niños: yo no lo sabía, yo no lo sabía; a renglón seguido, y una vez sorbidos los mocos, recompuesto el gesto y reafirmada la dureza de la expresión, culpan al mensajero: nos persiguen, somos víctimas de una conspiración. Eso de los mocos entronca directamente con la llorera del tipo al que alude el título de este post. Continúa tan compungido, que no ha podido ni siquiera ir a declarar en el juicio al que está sometido. Han tenido que acudir en su nombre sus hijos y su señora, quienes le han dicho al juez que el cabeza de familia no sale de la depresión que le causó la revelación pública de su conducta inadecuada. Hablo, por supuesto, del minero asturiano Fernández Villa, el tipo más carismático de la fiesta de Rodiezno, con la que Zapatero abría todos los años el curso político.

La primera vez que le dio la llorera, nadie sabía qué le pasaba ni siquiera el presidente.


Vean aquí como lo conforta Alfonso Guerra, con gesto paternal.


Pero ya saben ustedes que, tanto Guerra, como Cándido Méndez son lo suficientemente listos cómo para darse cuenta de que allí olía muy mal.


Otro sitio donde olía muy mal es la Iglesia. Hasta que llegó el Papa Curro, abrió las ventanas y ventiló, allí no había quien parase.


En los partidos castosos tienen que abrir también las ventanas. Si no, se acabarán llevando sorpresas desagradables. Fíjense en la cara que se le puso al del bigote cuando se enteró de lo que les había sisado Bárcenas. 


 Sean felices si pueden.

6 comentarios:

  1. Que hay que predicar con el ejemplo es algo que no tiene discusión. Pero nos estamos aproximando a un punto en el que el debate político se reduce a una sola cosa: el grado de honestidad del "otro".
    Por otro lado no me extraña, porque el debate político sólo se produce en los "shows" televisivos y en la radio tertuliana. Y claro, allí no se puede debatir de fiscalidad, modelo de estado, código penal, ley electoral, etc, porque bajaría la audiencia...
    Así, pienso yo, vamos a estar un tiempito hasta que aparezca el próximo bigotes; el más honrado, el más virtuoso, el más santo, el inmaculado. El Mesías de la Sexta.
    Saludos,
    Julián

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    1. Los shows televisivos son penosos y muy poco didácticos; menos mal que los niños no suelen verlos, si no, aprenderían a interrumpirse todo el rato, hablar a la vez, descalificarse, desviarse del tema central, coger el rábano por las hojas, mentir con descaro y todos los vicios que ostentan estos tertulianos. Han conseguido rebajar esos supuestos debates políticos al nivel Belén Esteban. Lo mismo pasa con las intervenciones en Las Cortes. Al final, las grandes decisiones se toman por detrás y, una vez tomadas, se venden al exterior.
      Yo no quiero más Bigotes ni Mesías. Quiero líderes con sentido común, conciencia limpia y una cierta agilidad. Cualidades todas ellas que se echan mucho de menos, el liderazgo, la honestidad y la anticipación en la toma de decisiones.
      Un abrazo.

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  2. Yo creo que lo de Tania Sánchez ha sido fruto de la inexperiencia, pero está expiando sus torpezas de manera ejemplar: ha renunciado a sus aspiraciones en IU y a su escaño en la asamblea de Madrid; ahora la justicia ordinaria puede hincarle el diente y me temo que no va a encontrar mucha chicha. En cuanto a J.C. Monedero, tendrá que ofrecer explicaciones más convincentes de las que ha dado hasta ahora y también tendrá que hacerse a un lado. Probablemente no haya hecho más que lo que hace la totalidad de los contribuyentes: Intentar pagar lo menos posible, pero al asumir el rol de martillo de herejes, no tiene más remedio que ser ejemplar.

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    1. Efectivamente, todos intentamos pagar a Hacienda lo mínimo. Aquí y en la soñada Dinamarca. Supongo que tienes razón en lo de Tania, que parece buena gente. El tal Monedero me resulta más irritante y, para Podemos, sería mucho mejor que diera una explicación o una disculpa, que no lo que está pasando ahora, que Pablo Iglesias está arriesgando su credibilidad por defenderlo, rememorando el infausto "dos por el precio de uno" con que Felipe nos amenazó un día. Viéndolo ahora convertido en Buda feliz, se explican muchas cosas.

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  3. No sé de dónde sacas las fotos, pero son cojonudas.

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    1. La mayoría están en el Google. De las de este post la más difícil de encontrar es quizá la de la monja. Como habrán advertido, se trata de un anuncio del desodorante Axe.

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