Mi post de hoy está dirigido a
recomendarles encarecidamente dos películas recientemente estrenadas, por si no
las han visto. Ambas me han gustado mucho y creo que tendrán un alto
protagonismo en la próxima entrega de los Óscar, dentro de unos meses. Ya sé que la
actualidad manda y que cada día hay noticias que comentar, pero hoy, vísperas
de la gran marcha de Podemos (imitación en pequeñito de la
Gran Marcha de Mao), vamos a olvidarnos por
un momento de los movimientos de Tsipras y sus Hombres de Paco, los derrotes de Bárcenas unchained y hasta del tren chino, que por fin ha salido
esta mañana para Yiwu, con el vino metido en unos contenedores frigoríficos traídos
expresamente de Alemania, a ver si les da tiempo de distribuirlo para las
celebraciones de la llegada del Año de la Cabra.
La primera se llama The Imitation Game, aunque para su exhibición en España han decidido rebautizarla como Descifrando Enigma. El film es una recreación de la poco conocida figura de Alan Turing. Este señor, cuya imagen tienen a la izquierda, era, al comienzo dela Segunda
Guerra Mundial, un joven matemático, filósofo y criptógrafo
que trabajaba en la
Universidad de Cambridge, donde había estudiado. Allí daba
clases, escribía artículos, descifraba problemas y algoritmos matemáticos que
nadie había conseguido resolver y, en sus ratos libres, hacía crucigramas como
un loco. Entonces empieza la guerra y los alemanes se afanan en machacar
minuciosamente todas las ciudades británicas, con bombardeos selectivos. Mi
hermano mayor visitó Liverpool en 1951 y no ha olvidado la imagen de la ciudad
arrasada (Liverpool tenía un puerto de gran valor estratégico).
La primera se llama The Imitation Game, aunque para su exhibición en España han decidido rebautizarla como Descifrando Enigma. El film es una recreación de la poco conocida figura de Alan Turing. Este señor, cuya imagen tienen a la izquierda, era, al comienzo de
El corresponsal en Londres de La Vanguardia era por
entonces un gallego, de Orense, que firmaba con el seudónimo de Augusto Assía y
al que luego aguardaba una larga carrera como periodista de La Voz de Galicia y otros medios locales.
Las crónicas puntuales que este señor enviaba a su periódico fueron agrupadas después
en dos libros publicados en la España
de posguerra. El primero se llama Cuando
yunque, yunque (1946) y el segundo Cuando
martillo, martillo (1947). Ahora, la editorial Libros del Asteroide los ha
rescatado y los va a publicar por primera vez en un solo volumen. El día 2 de
febrero se pondrán a la venta en todas las librerías españolas y esta es otra recomendación
que les hago: la pluma de Augusto Assía era certera y su testimonio del máximo
interés. Se preguntarán ustedes por el sentido de los dos títulos de los libros
de Assía. Pues es muy fácil. El primero cuenta la época en que el Reino Unido
resistía como podía el ataque terrible de la aviación nazi. En cambio, en el
otro, se da referencia de la segunda parte de la guerra, en la que los británicos
contraatacan y empiezan a ganarla.
¿Y qué fue lo que hizo que la
tendencia se invirtiera? Pues, además de otros factores (la locura nazi de atacar Rusia,
la intervención de los USA), el elemento clave fue lo que se cuenta en la película que
les digo. Los alemanes habían desarrollado una máquina que encriptaba todos los mensajes donde ordenaban los ataques a barcos, ciudades y posiciones
aliadas. Para descifrar estos mensajes se necesitaba una clave que la máquina modificaba
diariamente. Cada noche a las 12 el aparato cambiaba la clave y eso impedía que sus enemigos interceptasen sus comunicaciones. El nombre de la máquina era
precisamente Enigma. Los ingleses fichan a Turing y lo ponen al frente de un
equipo de investigación con importantes medios a su disposición. El equipo se
monta en una instalación militar llamada Bletchley Park, en Buckinghamshire.
La película cuenta el desarrollo
de esta increíble investigación, hasta que logran descifrar la forma de funcionar
de Enigma. Por cierto, tanto la máquina alemana como su antídoto aliado son auténticos
forgendros, llenos de cables, tubos,
enchufes y conexiones diversas. El trabajo de Turing y su grupo permite al
mando aliado descifrar al fin los mensajes alemanes. A partir de ello, se decide
abortar algunos ataques, pero se permiten otros, para que los nazis no
sospechen que se les ha descubierto el tinglado (lo que les hubiera llevado a
organizar otro diferente). El tema plantea problemas éticos inquietantes,
porque en esos ataques se producen víctimas. Pero a partir de ese momento, el Reino
Unido pasa de yunque a martillo.
Pero el legado de Turing no acaba
aquí. Porque, sobre la base de la máquina por él diseñada, se empieza a
desarrollar la línea científica que terminará con la creación de los
ordenadores. Es decir, que, si ustedes pueden leer ahora mis posts en una tablet o un smartphone, es
gracias a Turing, algo que todos los informáticos reconocen. Este señor es el
padre de los lenguajes binarios en que se basa el funcionamiento de las
computadoras que, por cierto, al principio se llamaban máquinas de Turing. Lo
que pasa es que, después de la guerra, alguien le denuncia por homosexual, algo
que entonces era un delito penado con la cárcel y estamos hablando de la
civilizada Inglaterra, no de Afganistán o Uganda. El juez que le condena le da
a elegir entre la prisión o aplicarse una terapia química de castración. Turing
elige lo segundo, y las malditas pastillas le llevan al suicidio, unos días
antes de cumplir los 42 años. Y, de ahí, al ostracismo.
Para suicidarse lo que hizo fue
inyectar cianuro en una manzana y comérsela tranquilamente. Y ese es, según
algunos, el origen del emblema de Apple, una manzana mordida, homenaje de Steve
Jobs a su maestro. No se ve esto en la película, que, sin embargo desarrolla
una teoría inquietante: que Turing tenía un funcionamiento mental diferente al
normal y por eso es capaz de imaginar cómo podría pensar una máquina, algo que
una persona normal no hubiera conseguido jamás. Por eso descifra el funcionamiento
de Enigma y sienta las bases de la informática. Toda la película muestra este
comportamiento anormal de Turing, que arranca en la propia infancia. Se han
escrito algunos artículos que dicen que la película exagera este aspecto y que
el tipo era menos raro. A mí me da igual, tras la trama del film hay un buen guionista
que reinterpreta el personaje de Turing para convertirlo en una creación
cinematográfica sobresaliente.
La otra película que les
recomiendo es La Teoría del Todo, una historia desarrollada también en los exclusivos ambientes académicos
ingleses, unos años después. La película cuenta la vida de Stephen Hawking, el
científico postrado en una silla de ruedas por una ELA, que se convierte en best seller con una teoría sobre el
origen del universo. Aquí lo impresionante es que al tipo le diagnostican la ELA a los 20 años y le dicen
que le quedan apenas dos años más de vida. Pero Hawking, poseedor de un
cerebro privilegiado, se rebela contra ello y consigue retrasar ese fin: como
ustedes saben, está todavía vivo, tiene 73 años, tres hijos y varios nietos. Para
ese admirable ejercicio de supervivencia, es básico el papel de su mujer Jane, en cuyo libro de
memorias está basado el guión de la película.
Jane se casa con él cuando ya está
enfermo y lo cuida de una forma conmovedora. Los actores elegidos para interpretar
a los dos protagonistas son extraordinarios y retratan perfectamente la vida de
esta atípica pareja. Ellos nos hacen ver que Hawking, a pesar de estar
paralizado y deformado, sigue teniendo la mente de un cachondo, capaz de coquetear
con las enfermeras que le cuidan, o vacilarle al público que acude a sus conferencias y ruedas
de prensa, en las que contesta por medio de un aparato que reinterpreta sus
pestañeos y mínimos movimientos. La conocida voz robótica de ese aparato fue
elegida personalmente por Hawkings, que desechó otros sonidos más humanos. La
pareja, ahora separada, asistió a una visualización previa de la película,
junto con los actores que los reencarnan. Al encender la luz, una lágrima
resbalaba por la mejilla de Hawking. Con su voz metálica, articuló dos
palabras: Bastante acertada, antes de
marcharse del lugar.
Hala, ya tienen dos planes a
elegir para las tardes de este fin de semana tormentoso. Porque, a lo mejor, la
mañana del sábado la tienen reservada. No sé, digo yo. Rajoy tiene tanto miedo
a los de la coleta, que ha conseguido que Obama desplace la tormenta de New York hacia el oeste y monte una ciclogénesis expansiva para joder la Gran Marcha. Pero da igual: nosotros
podemos con todo.
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