Aterrorizado estoy, como ustedes,
supongo, tras el bárbaro ataque a la sede del periódico Charlie Hebdo en París.
Doblemente afectado porque adoro esa ciudad por la que tanto he circulado,
donde vive Philippe, mi alma gemela parisiense, y encima los hechos han
sucedido en el barrio en que vive mi sobrina, enfrente de la guardería a la que
iba el año pasado Olivia, su hija, hermana del Gran Nicolás cuyas fotos les
mostré el otro día y que, como pudieron comprobar, no tiene nada que ver con el
Pequeño Nicolás. Bastante cerca también del Boulevard Morland, donde está la
sede del APUR, en cuyas salas asistí a innumerables reuniones de trabajo del Proyecto
LASDO, por lo que puedo imaginar lo que es ver entrar de pronto a unos encapuchados
armados con AK-47, que empiezan a disparar indiscriminadamente.
Me viene a la memoria la matanza de Atocha, a unos pasos de mi casa,
el 24 de enero de 1977, hace casi 40 años. Y mi primer viaje a Colombo, con Philippe y
otro colega francés, cuando, recién empezada una reunión en el Ayuntamiento, un
suicida hizo estallar la carga que llevaba adosada al cuerpo en la puerta del
jardín por la que habíamos entrado diez minutos antes, matando al policía que acababa de cuadrarse para saludarnos y a un peatón que pasaba por allí. La violencia es algo con
lo que estamos obligados a convivir, pero no deja de sorprendernos cuando
estalla cerca de nosotros. Es 8 de enero, escribo en mi casa con un té Earl
Grey en la mano y, en este momento, está en marcha la caza del hombre que
mantiene acorralados a los autores de la terrible matanza en el norte de Francia, por fortuna lejos de
donde vive mi hijo Lucas, con quien acabo de hablar por el Skype. No sé si acabaré
hoy mi post, teniendo en cuenta que lo que quiero decir es delicado y difícil y
requiere un poco más de reflexión que la que suelo dedicar a mis textos cotidianos.
Esta mañana en periódicos, radios
y televisiones, todo el mundo ha expresado su horror, su solidaridad con
Charlie Hebdo, su condena del fanatismo y su determinación de luchar contra él,
para defender nuestro sistema de vida y nuestra libertad de expresión, de la
que los asesinados (entre ellos algunos de los mejores dibujantes de Francia)
son considerados como auténticos héroes y mártires. ¿Todo el mundo? Bueno, como
era de esperar, se han desmarcado de esta unanimidad el Ejército Islámico de
Siria e Irak, Al Qaeda en el Magreb Islámico y Willy Toledo, que es subnormal y
tiene la rara habilidad de situarse siempre en el lado equivocado. Yo también
estoy sin dudarlo en ese movimiento unánime de repulsa, ni siquiera haría falta
que lo dijera, cómo no estarlo. Es terrible que maten a gente por dibujar
viñetas. Lo que pasa es que, como siempre, quiero hacer unas reflexiones al
respecto que se salen un poco de lo manifestado por todo el mundo. ¿Qué sentido
tendría repetir lo ya dicho?
A toro pasado, la condena de este
crimen horrendo es inexcusable. Pero estas cosas hay que combatirlas también preventivamente.
¿Y cómo se hace eso? Pues con vigilancia, información permanente de qué gente
va a luchar a Siria, quién entra en determinadas páginas de Internet, quien deja de ir a las discotecas y de mirar a las chicas y hasta,
si me apuran, quién se deja la barba y se pone turbante. Por supuesto. Pero
también haciendo un esfuerzo de integración de todas las culturas, de modo que
este mundo urbano y avanzado que estamos construyendo, sea de verdad un
escenario intercultural en el que los musulmanes, como cualquier otro colectivo,
se sientan acogidos y a gusto, en el seno de una sociedad integradora y amable. Dicho esto, les
pregunto: ¿creen ustedes que una revista que publica en portada una viñeta en
la que se lee “el Corán es una mierda” contribuye a esa tarea? Por no hablar de
esa otra en la que un actor que supuestamente interpreta a Mahoma, es dibujado
desnudo, tendido en la hierba y preguntándole al director que le filma: ¿te
gusta mi culo?
Espinoso tema. ¿La libertad de
expresión ha de ser infinita? ¿O hay que ponerle límites? ¿Qué límites? Yo no tengo
la respuesta. Me limito a dejar la pregunta en el aire. Vivimos en un mundo hipócrita,
con mucho postureo y mucho fariseísmo. Los dibujantes, como cualquiera de nosotros,
tienen muchos marcos de autocensura. Deben cuidar de no ser machistas, ni
homófobos, ni racistas, ni antisemitas, entre otros sambenitos que te pueden
colgar si ofendes la sensibilidad de las mujeres, los homosexuales, los negros
o los judíos. En ese contexto, ¿por qué a los musulmanes sí se les puede ofender? Desde
luego que yo soy partidario acérrimo de la libertad de expresión. Pero en mi
blog no hallarán un solo comentario ofensivo contra los musulmanes. Ni contra
los católicos. Ni siquiera contra los seguidores de la Iglesia de la Cienciología.
¿Por qué? Pues por respeto a sus seguidores.
En el caso del Islam, la
respuesta a la última pregunta del párrafo precedente tiene una segunda
respuesta: por miedo. No me avergüenza decirlo, y aquí nos salimos del terreno
ético y nos vamos al otro aspecto del título de este post: el riesgo. Yo no insulto
a los musulmanes en mi blog por respeto hacia ellos pero, también, porque no
quiero que irrumpan en mi casa y me ametrallen. Ya se sabe cómo se las gastan
los fanáticos extremistas de esa creencia con quienes les ofenden. Hace diez
años mataron al cineasta holandés Theo Van Gogh por una nadería. Los de Charlie
Hebdo sabían perfectamente a lo que se exponían. Como el tipo que se tiró al
foso de los tigres en el zoo de Barcelona. O los reporteros de guerra. Si no
estaban acojonados permanentemente es que eran unos inconscientes. Y no tiene
ni puta gracia que tuvieran su sede enfrente de una guardería. Hasta hace unos
meses, había un par de policías en la puerta. Se podía haber montado una balacera
como las de Ciudad Juárez, con riesgo para los niños.
Siento decirlo, pero yo no quiero este tipo de héroes cerca de mí. Para mí, los héroes son los que se esfuerzan en tender puentes
entre las culturas, no en dinamitarlos. Ya sé que no tiene nada que ver, pero
me remito a la historia que les conté hace unos cuantos posts. Llego a mi casa
y pillo a un tipo meando en mi pared. Desde atrás le digo que me
parece mal lo que está haciendo, que hay otros lugares para eso y que qué le
parecería a él si al llegar a su casa encontrara a otro meando en su puerta. Sin volverse y con
la polla en la mano, el tipo me grita: vete ya de aquí abuelo, que te doy una
hostia que te mando de vuelta al asilo. Y yo me di la vuelta y me fui al
portal. ¿Por qué? Pues también por dos razones. Primera, porque a mí no me molesta que
vayan a la plaza con sus perros, me gusta que estén allí, aunque son un poco
bastos, pero no me molestan; lo que no quiero es que meen en mi puerta. Yo
quiero que se encuentren a gusto en la plaza y se integren en el barrio.
Segunda y principal razón: por
miedo. ¿Qué hubiera pasado si le doy un empujón o le insulto o me pongo borde? Pues que el tipo
me hubiera dado una hostia, me hubiera tirado al suelo (era más fuerte y más
joven que yo) y tal vez me hubiera golpeado la cabeza con el bordillo. Después, hala,
a jugar al victimismo. Todo el mundo condenaría el tema y yo sería un héroe del
civismo. La señora Botella le pondría una medalla a mis hijos. La violencia
engendra más violencia y ¡OJO! la pluma y el lápiz pueden ser instrumentos muy violentos.
Recuerden si no a los intelectuales serbios que jaleaban a Milosevic. ¿Acaso no
fueron ellos los que incendiaron la situación yugoslava? La gente que asume
determinados riesgos sabe lo que le puede pasar. Tengan o no la razón, que ese es otro tema. Les confieso que, la última vez que me lié a
bofetadas, tenía 14 años. Desde entonces siempre he preferido dialogar y tender puentes.
Si alguien deduce de este texto
que me estoy desmarcando de la condena del fanatismo y el homenaje a los
dibujantes muertos, y me estoy alineando con Willy Toledo, es que es tan subnormal como él.
Yo no sé quien es Willy Toledo pero siento deseos de enviarte un abrazo de infinita solidaridad con tu sentimiento y pensamiento, hoy, cumpleaños de mi ahijada Eva. Alfred
ResponderEliminarNo te pierdes nada con no conocer a dicho sujeto. Gracias por tu apoyo y feliz año.
EliminarBueno, con los católicos en general no te metes, pero ¡anda que no se nota que don Rouco no es santo de tu devoción!
ResponderEliminarRouco era un insulto para los verdaderos creyentes. Menos mal que el Papa Curro lo ha jubilado de una vez.
EliminarPues los que hacían la papanatada de "las familias" en la plaza de Colón están que no viven, porque el sucesor del gallego ha suprimido tan emocionante evento. En todo caso, es terriblemente complicado hacer humor sin tocar las narices a algún colectivo; quizá la medicina sea precisamente esa: desarrollar el sentido del humor y aceptar de buen grado los chistes que se ríen de los de Lepe, de los catalanes, de los judíos, de los negros, de los blancos, de los chinos, de los católicos, de los protestantes, de los budistas, de los de la cienciología, de las mujeres, de los paletos, de los madrileños, de los políticos, de los gays, de los machos alfa, de los informáticos, de los telecos... En fin, de todo, menos de los musulmanes integristas, que estos no tienen sentido del humor, como ya se ha visto. Es que no es fácil estar de un humor excelente cuando no se puede tomar una copa, ni degustar jamón de jabugo, ni disfrutar de la música, ni tratar a las mujeres como iguales. Una pena.
EliminarQuizá sea esa la explicación del fanatismo. Un buen jamón de jabugo bien cortado te reconcilia con el mundo. Por lo demás, yo creo que hay viñetas que son sólo una provocación, ni siquiera tienen gracia, sólo ofenden. Y que tal vez su publicación debería impedirse, por respeto a determinados colectivos. Pero no lo tengo claro.
EliminarA la vista del comentario que sigue al tuyo, me temo que tendré que dedicar otro post a aclarar lo que se dice en este. Te remito a él.
Me parece bien que intentes diferenciarte de la opinión unánime, pero supongo que no ignoras que tu versión del tema culpabiliza a los dibujantes, lo cual es una forma de justificar a los agresores. Si unimos esto a tus opiniones tras el crimen del seguidor del Depor, en donde te dedicaste a poner verde al muerto, culpándole en parte de que lo molieran a palos, pues te falta sólo un paso para culpar a la mujer violada por llevar minifalda y andar provocando por ahí a los pobres que la agredieron.
ResponderEliminarAmigo, su comentario anónimo me deja atónito. Tal vez pretende usted provocarme a mí, siguiendo su lógica, para que le conteste con un merecido exabrupto y luego jugar al victimismo. No voy a entrar al trapo, aunque no me han faltado ganas de, simplemente, eliminar su comentario, que demuestra que no ha entendido nada de lo que yo he escrito más arriba. Bien, como al anterior comentarista, le remito al siguiente post, en el que intentaré explicar mi posición, que por cierto comparte mucha gente, como me han hecho llegar por vías diferentes de este foro. De todas formas, le agradezco que se digne entrar aquí a dejar sus comentarios. Eso fomenta el debate.
Eliminar