Leo en la prensa una noticia
sorprendente: Juan Barranco se retira de la política. Luego le escucho en la
radio despidiéndose emocionado. La sorpresa para mí no es que se jubile, sino
que todavía estaba. Me había olvidado completamente de él. Tuve ocasión de
verlo de cerca una vez y me sorprendió lo pequeñito que era, como una especie
de gnomo de Blanca Nieves envejecido. En las fotos y la televisión no se
aprecian estos detalles. De todos modos, yo no debería reírme mucho, porque a
mí me abordan a veces algunos compañeros con esa misma sorpresa: ¡Coño! ¿pero
tú no te habías jubilado? No, yo es que soy un funcionario amortizado y estoy
alcanzando la completa insignificancia. Aun no me he vuelto invisible del todo,
pero estoy en ello.
Cerca de cumplir los 64 (ya
saben, coincidiendo con el inicio del Año de la Cabra ), creo que lo que pasa
es que la mejora general de la medicina, la alimentación y la calidad de vida
han aumentado la esperanza de vida unas décadas. Antes, a mi edad, la gente
eran auténticos ancianos. Ahora, sin embargo, uno puede seguir haciendo de
todo, sobre todo si se mantiene en forma física y mental. La jubilación
a los 65 es una reminiscencia de otros tiempos, porque, en definitiva, de lo que se
trataba era de tenerte trabajando mientras aguantaras. Ahora están estudiando retrasarla
pero, con lo lenta que es la maquinaria administrativa, a mí ya no me pillan.
En 1964 se estrenó una película
que, más o menos, anticipaba esta dinámica. Se llamaba Los dinamiteros
y no tuvo apenas éxito (su director, desanimado, no volvió a hacer ninguna otra y se dedicó
a los documentales). La historia habla de tres abuelos, encabezados por el que interpreta el genial Pepe Isbert, que coinciden cada primero de mes en la cola de la
mutualidad que les paga la pensión, donde comparten sus penas y su dificultad
de llegar a fin de mes. Hasta que un día se hartan y deciden atracar esa oficina para poder vivir unos años como reyes, para lo cual se entrenan concienzudamente. Si no la han visto,
búsquenla en algún videoclub (otra institución en vías de extinción). Les
prometo que merece la pena.
Algunas noticias recientes hablan
de personajes longevos que siguen al pie del cañón. Aquí tienen la imagen
actual de Francisco García Salve, con un pelo blanco de puta madre y aspecto
muy saludable. García Salve fue alguien muy popular en los 70, bajo el
sobrenombre de El cura Paco. Esta foto, en la que aparece en compañía del
padre Gamo, otro ex-cura obrero de la época, está tomada el martes pasado, en
un colegio público de Vallecas, con ocasión de la presentación de un libro biográfico sobre este hombre, que tiene ahora 84 años. El cura Paco es aragonés, de una
familia bastante pobre de los Monegros. Viendo que era inteligente, su padre lo metió de novicio con los jesuitas. Tras varios años ejerciendo de cura, se
trasladó a Vallecas, se alojó en una chabola y empezó su tarea de ayuda a los
más desfavorecidos, que le llevaría a ingresar en las ilegales Comisiones
Obreras.
Detenido por sus actividades
subversivas, fue uno de los acusados en el famoso Proceso 1001, junto a
Marcelino Camacho y otros. Allí se le condenó a tres años de cárcel. Ya en
libertad, en 1976 colgó los hábitos y se casó. Aún a finales de ese año fue
detenido de nuevo y pasó unos meses a la sombra, por encabezar una
manifestación contra la detención de Santiago Carrillo, al que acababan de pillar disfrazado de lagarterana y con una peluca al más puro estilo Glitter Band. En 1981, el cura Paco fue expulsado del Partido
Comunista, por prosoviético, montaraz y partidario de la invasión de Afganistán. El mismo
Carrillo cuya petición de libertad le había costado su última detención, iba ahora de eurocomunista moderado, lo que no le impedía conservar unas actitudes autoritarias,
que le llevarían a, prácticamente, cargarse el partido un año más tarde.
El cura Paco, ya seglar, terminó la carrera de derecho que había
empezado en la cárcel y pasó a ganarse la vida como abogado laboralista,
tarea a la que dedicó todos sus afanes hasta que se jubiló a los 72 años. Doce
años más tarde, ya ven qué buen aspecto tiene.
Otra historia diferente. Aquí
tienen a la mujer más vieja de Escocia, que el lunes cumplió 109 años y lo
celebró en el asilo de ancianos de Aberdeen donde vive desde hace bastante tiempo. Como es una
celebridad, acudió la prensa al evento y le hicieron una entrevista. Cuando le
preguntaron cuál era su secreto para llegar así de bien a una edad tan
longeva, confesó que los secretos eran dos: comer mucho porridge, y
evitar a toda costa el contacto con los hombres. Esta mujer es soltera y no
tiene hijos, porque ha llevado sus dos normas a rajatabla, y dice que los
hombres son unos pesados, que ya se sabe a lo que vienen y que, al final, sólo
crean más problemas de lo que se merecen. Eso sí que es una mente preclara.
Entre los músicos del rock hay
casos de longevidad admirables. El más conocido, el de los Rolling Stones, que
debutaron en 1962, por lo que llevan más de 50 años en la carretera. Mick
Jagger (71), Keith Richards (71), Charlie Watts (73) y Ron Wood (67), salieron
en 2014 de gira por 19 países y dejaron abierta la posibilidad de repetir en
este año de 2015. En la memoria, conciertos memorables, como el del Vicente
Calderón, el 7 de julio de 1982. Allí estábamos los colegas sobre el césped,
desde varias horas antes para pillar buen sitio, cuando el cielo se cubrió de negros nubarrones amenazantes. Un poco antes de la hora, empezaron los rayos y
truenos, en medio de un chaparrón considerable. A la mente de muchos se nos
vino la idea de que el concierto se suspendería; los músicos podían
electrocutarse con sus guitarras y teníamos todavía muy reciente la espantada de Lou
Reed por mucho menos (Post #242).
Pero entonces sucedió el milagro.
En medio del diluvio y al resplandor de los relámpagos, Keith Richards atacó
el riff introductorio del Under my thomb, y allí salió Mick Jagger dando
brincos bajo la lluvia, sobre el fondo oscuro surcado por las siluetas de los rayos. La locura, que todo lo cura. Los presentes se
transmutaron en coruñeses impasibles a la lluvia, espectadores de un concierto
histórico, en el que, por cierto, acabamos completamente secos. Muchos años han
pasado desde entonces, todos estamos más viejos, pero los Stones siguen a lo
suyo. No les sorprenderá saber que, en sus giras actuales, viajan acompañados
de una unidad médica especializada en cuidados geriátricos. Hace tiempo que la
revista musical Rolling Stone (que, a pesar de su nombre, no tiene ninguna
vinculación con el grupo) anticipó esta caricatura premonitoria que les pongo abajo.
No es el único caso de músicos
longevos que siguen en la brecha. B.B. King, que tiene 89 años, hasta hace
poco andaba tocando por ahí, aunque tenían que subirlo al escenario en silla de
ruedas. La fabulosa Wanda Jackson, la reina del rockabily, tiene 77 y hace poco
publicó un nuevo disco significativamente titulado The party ain’t over (La fiesta no ha terminado). Abajo pueden comprobar cómo cantaba en directo esta mujer ¡en 1958! para que vean que no exagero con el título de reina del rockabily. La canción se llama Hard Headed Woman, es decir, mujer cabezota. Ahora Wanda está
lógicamente más mayor, pero se conserva muy guapa y sigue cantando igual de bien.
Parece que el caso de mayor
longevidad entre músicos (según el libro Guiness) es el del hawaiano Bill Tapia,
virtuoso del ukelele, que estuvo en activo hasta su muerte, en diciembre de 2011, a los 107 años.
También tengo un vídeo para ustedes de este venerable caballero. Corresponde a una de sus últimas giras internacionales. La actuación tiene lugar en Japón en 2005. Es decir que el hombre tenía entonces 101 años, como se indica al final de la grabación.
Por último, una recomendación
dietética. Si quieren llegar con dignidad a estas edades, al menos dos veces
por semana, coman carne roja. Así lo proclamaba una campaña publicitaria
australiana de hace dos o tres años, que les dejo de propina. Que pasen un fin
de semana maravilloso, amigos ancianos dinamiteros seguidores de este foro. El
lunes más.
Pero ¿de qué museo has sacado semejante colección de momias? En fin, estas historias hacen más creíble la del abuelo que saltó por la ventana y se largó. A lo mejor resulta que la vida empieza a los 90. Hoy he leído que Siza está con un proyecto inspirado en la novela de Saramago "La balsa de piedra", sobre el nacimiento de la península ibérica. Así que "viejóvenes" hay en todos los ámbitos.
ResponderEliminarPrecisamente, el abuelo que saltó por la ventana y se largó, era un antiguo dinamitero, al que le preparan en el asilo donde esta internado una fiesta de celebración de su 100 cumpleaños. Aprovechando el follón del evento, se escapa por una ventana y comienza las delirantes aventuras que se cuentan en ese libro tan divertido.
EliminarSiza está bastante mayor y sería mejor que se dedicara a la arquitectura, que es lo suyo, porque, como urbanista, es bastante peligroso. El día en que escribamos la historia urbanística de esta ciudad, habrá que agradecerle a la señora baronesa Thyssen que amenazara con subirse a un árbol. Se evitó de esta forma un estropicio de proporciones bíblicas.
...y...¿no tendrías otro vídeo de venerables longevos laborando en la pradera del Apot, una jornada con productividad, bajo el paradigma de "salvemos la nómina" y el atento taconeo de "chikenface"?, con un afectuoso xaludo...
ResponderEliminarVaya, veo que has abierto una página propia, querido amigo X. Por mi parte, estoy contando los días que me quedan de esclavo desterrado, para salir a la libertad y poder dedicar nueve horas más cada día a mis actividades más dinamiteras. Un abrazo.
EliminarPues la fabulosa Wanda Jackson desafinaba bastante, supongo que habrá mejorado con los años.
ResponderEliminarAmigo, no le veo yo muy ducho en cuestiones musicales. Wanda Jackson es una mujer con formación musical, a la que Elvis Presley convenció de aprovechar sus posibilidades vocales en los registros del rock. Le puedo asegurar que no ha dado una nota falsa en su vida. Cierto que, en el vídeo que les he puesto, pierde el compás un par de veces porque se acelera con los nervios del directo, etc., y obliga a sus músicos a rectificar para ponerse a su ritmo. Pero una cosa es desafinar y otra perder mínimamente el compás. So listo.
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