jueves, 18 de julio de 2013

152. Kusturica en Saint Pierre

En el post #135 “Tahití y el fútbol” les hablaba yo de pasada de las islas de Saint Pierre y Miquelon, como ejemplo de resto colonial francés, similar a Tahití. Pero, mientras Tahití tiene estatus de Departamento, estas dos islas, situadas junto a la costa atlántica del Canadá, constituyen una “colectividad de ultramar”, especie de comunidad autónoma que gobierna un Presidente del Consejo Territorial, elegido cada cuatro años por los poco más de seis mil habitantes de este desolado paraje.

Saint Pierre y Miquelon está a 25 kms. de las costas de Terranova y se beneficia de la riqueza pesquera de la zona. De eso vive la mayoría de la población, porque el lugar no tiene unas grandes posibilidades de explotación turística, sometido como está a duros y largos inviernos. Su pequeño tamaño excluye también al turismo ecológico y de senderismo, que a veces salva este tipo de lugares. En realidad, este territorio sobrevive por la ayuda continua de la metrópoli y los sobresueldos que se ofrecen a los franceses dispuestos a irse a un sitio tan lejano, a cubrir anualmente los puestos de funcionario. Casi nadie repite. 

Parece que los primeros blancos que llegaron al lugar fueron unos balleneros vascos (uno de ellos un tal Mikel, del que viene el nombre Miquelon). Pero luego, las islas fueron conquistadas y reconquistadas veinte veces por franceses e ingleses, en sus guerras interminables del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuyos combates encarnizados tan bien retrata la película El último mohicano. Cada vez que alguien la conquistaba, se cargaba a unos cuantos pobladores y deportaba a los demás a alguna zona del Canadá, para sustituirlos por sus propios colonos.

Este desmadre termina en 1815, tiempos de Napoleón III. La población francesa, asentada definitivamente en las islas, goza al fin de una larga temporada de tranquilidad. Los lugareños se dedican a vivir de la pesca sin que nadie les moleste. A comienzos del XX, sin embargo, su economía afronta un prolongado declive que pone de manifiesto el absurdo de su misma existencia como departamento de Francia. Viene a salvarlos la Ley Seca de Estados Unidos. Saint Pierre y Miquelon se convierte en centro neurálgico del contrabando de alcohol y punto de entrada en América de los vinos franceses, llegando a recibir la visita, en 1927, del mismísimo Al Capone, que es recibido como un Jefe de Estado.

La crisis del 29 y la abolición de la Ley Seca devuelven a la realidad a los esforzados habitantes del lugar. En 1941, en plena ocupación nazi de Francia, el general De Gaulle manda uno de los pocos submarinos de que dispone a conquistar estas islas. Los marineros derrocan al gobierno local, leal al régimen de Vichy, y proclaman allí el primer territorio de la Francia libre. Historias como esta, hacen que Francia le tenga un especial cariño a este pequeño y emblemático territorio a miles de kilómetros, cuyo mantenimiento le cuesta dinero, y cuyos habitantes, como los de Tahití, están encantados de seguir siendo franceses, a la vista de lo dura que es la vida en las numerosas islas vecinas pertenecientes a Canadá.

Tan contentos están, que han formado una selección de fútbol, siguiendo la moda de las Feroe y otros territorios minúsculos. Por comparar, Tahití tiene 180.000 habitantes y ya vieron cuál era el nivel de su selección. Pues imaginen aquí con 6.000. Saint Pierre y Miquelon, selección no reconocida por la FIFA, ha buscado hasta ahora rivales, digamos, de su altura, para jugar amistosos. Su primer partido internacional les enfrentó en 2010 a Islas Reunión. Resultado: 0-11. Poco después jugaron con Nueva Caledonia, una selección del nivel de Tahití. Resultado: 1-16. El gol local fue festejado en los bares de las islas como si hubieran ganado el Mundial.

Pero Saint Pierre y Miquelón tienen una curiosidad histórico-geográfica más: es el único territorio de América del Norte donde se ha utilizado la guillotina. Y sólo en una ocasión. A finales de 1888, dos pescadores confesaron haber asesinado y descuartizado a su patrón de pesca. Los dos desgraciados dijeron que estaban muy borrachos, que habían ido a su casa a que les diera algo de comer, habían discutido con él y lo habían matado. Después le habían cogido el barco para llegar a Terranova y escapar. Pero el temporal los devolvió otra vez a las islas. Juzgados en febrero de 1889, el tribunal condenó a muerte a uno de ellos, Auguste Neel, pena de la que libraron al otro, creyendo su versión de que había sido inducido por Neel, que no lo negó.

En las islas no había guillotina, por lo que en los últimos tiempos habían conmutado la pena de muerte a algunos condenados, lo que había producido un aumento exponencial de los delitos. Había que matar a Neel como fuera y se pidió a la metrópoli el envío en barco del verdugo de París, con una guillotina. Pero el gobierno francés dijo que lo más que estaba dispuesto a hacer era mandar una vieja máquina desde Martinica. Se planteó entonces el problema de buscar verdugo. Nadie de la isla aceptó el encargo, ni siquiera los soldados de la guarnición. Pasaba el tiempo y la gente le iba cobrando simpatía a Neel, que se portaba bien y estaba arrepentido.

Al final, los encargados de hacer funcionar la guillotina, fueron dos pescadores locales a los que habían sorprendido robando en una casa. Aceptaron la tarea a cambio de 500 francos y la anulación de su pena de tres meses de cárcel. La ejecución pública se llevó a cabo en agosto en la plaza del Almirante Courbet, a la que los lugareños llaman desde entonces Plaza de Neel. Los dos verdugos sufrieron luego el desprecio de la población y no volvieron a ser contratados por nadie. Sin trabajo, se tuvieron que marchar en un barco a Francia. Antes de irse, uno de ellos quiso devolver sus deudas con los 500 francos que había cobrado, pero nadie quiso coger ”el dinero de la sangre”.

Con esta historia, el director de cine francés Patrice Leconte filmó en 2000 una película estremecedora: La viuda de Saint Pierre. Como variante de guión, Leconte imagina que la mujer del jefe de la guarnición, interpretada por una espléndida Juliette Binoche, se encariña con el preso y surge entre ellos una extraña relación durante los ocho meses de reclusión. Para interpretar al reo, Leconte convenció al gran director yugoslavo Emir Kusturica de que hiciera su primer papel largo en el cine (hasta entonces se había limitado a intervenciones de pocos segundos en sus propios filmes, al estilo Hitchcock). Kusturica aporta su físico poderoso a un papel que no requiere demasiada complejidad y no desmerece de Binoche y Daniel Auteil, que interpreta al marido. Si no la han visto, es una película muy recomendable, de esas que poco a poco te van poniendo un nudo en la garganta.

Kusturica es uno de los personajes más fascinantes del cine actual. Nacido en Sarajevo de familia musulmana de origen serbio, estudió cine en Praga y deslumbró desde sus primeras películas, como Papá está en viaje de negocios, con la que ganó en Cannes, o El tiempo de los gitanos. La guerra civil partió por la mitad su carrera. Emigró a los Estados Unidos donde vivió como profesor de una escuela de cine y tuvo tiempo de dirigir una película soberbia: El sueño de Arizona. Para interpretarla rescató de su retiro a dos ilustres jubilados, Faye Dunaway y Jerry Lewis, que hace un papel dramático sorprendente. De vuelta a su desmembrada tierra dirigió otras películas buenísimas, como Underground y Gato negro, gato blanco.  En todas ellas aparece como fondo el horror de la guerra civil que destruyó su tierra. Actualmente, no puede ni entrar en Bosnia. Sus compatriotas teóricos no le perdonan que en sus películas los serbios no salgan con cuernos y rabo. Vive normalmente en Belgrado, donde los serbios más radicales tampoco pueden ni verlo. Por bosnio.

Las guerras civiles es lo que tienen. También a Chaves Nogales (#112) le tenían en sus listas de fusilables tanto los comunistas como los fascistas. Pero nuestro hombre está por encima de esas minucias y se dedica a hacer algún bolo como actor, dirigir cuando le apetece una nueva película, e ir a todas las giras de su grupo musical The No-Smoking Orkestra. Fui a verlos a Leganés y me llevé una sorpresa grande. La banda la forman unos 15 músicos que, contradiciendo su nombre, salen a escena con esmoquin impecable. Todos menos Kusturica, que aparece hecho un guarro por una esquina. Y luego resulta que son una banda de jazz potentísima que toca canciones cíngaras a toda velocidad. Todos menos Kusturica, que se limita a intentar malamente seguirles, aporreando una guitarra rítmica muerto de risa.

Bosnia está compuesta ahora por dos comunidades que se odian y se ignoran: la musulmana con capital en Sarajevo y la serbia con capital en Banja-Luka. Igual que Bélgica. En realidad, este Blog no hace más que dar vueltas y vueltas sobre los mismos asuntos. Todos los temas son el mismo. Hasta los pedos. Me voy a Galicia hasta el lunes. Que lo pasen bien.

2 comentarios:

  1. Creo que hay un lapsus en las fechas: En 1815, Napoleón III tenía seis o siete años... No creo que tan precozmente tuviera intereses geopolíticos y menos cuando su primo Napoleón II era heredero "in pectore" del imperio...

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    1. Tienes razón, 1815 es la fecha de la segunda abdicación de Napoleón I, mucho antes del reinado del III. Completé la información que tenía sobre estas islas en la Wikipedia pero, en vez de copiar párrafos completos, intenté aprendérmelos y mi memoria a grumos me ha jugado una mala pasada. Siguiendo con la costumbre, no corrijo el error, sino que lo reconozco y dejo constancia. Aquí sólo se corrigen las erratas.

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