En el post #135 “Tahití y el
fútbol” les hablaba yo de pasada de las islas de Saint Pierre y Miquelon, como ejemplo
de resto colonial francés, similar a Tahití. Pero, mientras Tahití tiene
estatus de Departamento, estas dos islas, situadas junto a la costa atlántica
del Canadá, constituyen una “colectividad de ultramar”, especie de comunidad
autónoma que gobierna un Presidente del Consejo Territorial, elegido cada
cuatro años por los poco más de seis mil habitantes de este desolado paraje.
Saint Pierre y Miquelon está a 25
kms. de las costas de Terranova y se beneficia de la riqueza pesquera de la
zona. De eso vive la mayoría de la población, porque el lugar no tiene unas
grandes posibilidades de explotación turística, sometido como está a duros y
largos inviernos. Su pequeño tamaño excluye también al turismo ecológico y de
senderismo, que a veces salva este tipo de lugares. En realidad, este
territorio sobrevive por la ayuda continua de la metrópoli y los sobresueldos
que se ofrecen a los franceses dispuestos a irse a un sitio tan lejano, a
cubrir anualmente los puestos de funcionario. Casi nadie repite.
Parece que los primeros blancos
que llegaron al lugar fueron unos balleneros vascos (uno de ellos un tal Mikel,
del que viene el nombre Miquelon). Pero luego, las islas fueron conquistadas y
reconquistadas veinte veces por franceses e ingleses, en sus guerras
interminables del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuyos combates encarnizados tan
bien retrata la película El último mohicano. Cada vez que alguien la
conquistaba, se cargaba a unos cuantos pobladores y deportaba a los demás a
alguna zona del Canadá, para sustituirlos por sus propios colonos.
Este desmadre termina en
1815, tiempos de Napoleón III. La población francesa, asentada definitivamente
en las islas, goza al fin de una larga temporada de tranquilidad. Los lugareños
se dedican a vivir de la pesca sin que nadie les moleste. A comienzos del XX,
sin embargo, su economía afronta un prolongado declive que pone de manifiesto
el absurdo de su misma existencia como departamento de Francia. Viene a
salvarlos la Ley Seca de Estados Unidos. Saint Pierre y Miquelon se convierte
en centro neurálgico del contrabando de alcohol y punto de entrada en América
de los vinos franceses, llegando a recibir la visita, en 1927, del mismísimo Al
Capone, que es recibido como un Jefe de Estado.
La crisis del 29 y la abolición
de la Ley Seca devuelven a la realidad a los esforzados habitantes del lugar.
En 1941, en plena ocupación nazi de Francia, el general De Gaulle manda uno de
los pocos submarinos de que dispone a conquistar estas islas. Los marineros
derrocan al gobierno local, leal al régimen de Vichy, y proclaman allí el
primer territorio de la Francia libre. Historias como esta, hacen que Francia le
tenga un especial cariño a este pequeño y emblemático territorio a miles de
kilómetros, cuyo mantenimiento le cuesta dinero, y cuyos habitantes, como los
de Tahití, están encantados de seguir siendo franceses, a la vista de lo dura
que es la vida en las numerosas islas vecinas pertenecientes a Canadá.
Tan contentos están, que han
formado una selección de fútbol, siguiendo la moda de las Feroe y otros territorios
minúsculos. Por comparar, Tahití tiene 180.000 habitantes y ya vieron cuál era
el nivel de su selección. Pues imaginen aquí con 6.000. Saint Pierre y
Miquelon, selección no reconocida por la FIFA, ha buscado hasta ahora rivales,
digamos, de su altura, para jugar amistosos. Su primer partido internacional
les enfrentó en 2010 a Islas Reunión. Resultado: 0-11. Poco después jugaron con
Nueva Caledonia, una selección del nivel de Tahití. Resultado: 1-16. El gol
local fue festejado en los bares de las islas como si hubieran ganado el
Mundial.
Pero Saint Pierre y Miquelón
tienen una curiosidad histórico-geográfica más: es el único territorio de
América del Norte donde se ha utilizado la guillotina. Y sólo en una ocasión. A finales de 1888, dos
pescadores confesaron haber asesinado y descuartizado a su patrón de pesca. Los
dos desgraciados dijeron que estaban muy borrachos, que habían ido a su casa a
que les diera algo de comer, habían discutido con él y lo habían matado. Después le habían cogido
el barco para llegar a Terranova y escapar. Pero el temporal los devolvió otra
vez a las islas. Juzgados en febrero de 1889, el tribunal condenó a muerte a
uno de ellos, Auguste Neel, pena de la que libraron al otro, creyendo su versión
de que había sido inducido por Neel, que no lo negó.
En las islas no había guillotina,
por lo que en los últimos tiempos habían conmutado la pena de muerte a algunos
condenados, lo que había producido un aumento exponencial de los delitos. Había
que matar a Neel como fuera y se pidió a la metrópoli el envío en barco del
verdugo de París, con una guillotina. Pero el gobierno francés dijo que lo más
que estaba dispuesto a hacer era mandar una vieja máquina desde Martinica. Se
planteó entonces el problema de buscar verdugo. Nadie de la isla aceptó el
encargo, ni siquiera los soldados de la guarnición. Pasaba el tiempo y la gente
le iba cobrando simpatía a Neel, que se portaba bien y estaba arrepentido.
Al final, los encargados de hacer
funcionar la guillotina, fueron dos pescadores locales a los que habían
sorprendido robando en una casa. Aceptaron la tarea a cambio de 500 francos y la
anulación de su pena de tres meses de cárcel. La ejecución pública se llevó a cabo en
agosto en la plaza del Almirante Courbet, a la que los lugareños llaman desde entonces
Plaza de Neel. Los dos verdugos sufrieron luego el desprecio de la población y no
volvieron a ser contratados por nadie. Sin trabajo, se tuvieron que marchar en un barco a
Francia. Antes de irse, uno de ellos quiso devolver sus deudas con los 500
francos que había cobrado, pero nadie quiso coger ”el dinero de la sangre”.
Con esta historia, el director de
cine francés Patrice Leconte filmó en 2000 una película estremecedora: La viuda de Saint Pierre. Como variante
de guión, Leconte imagina que la mujer del jefe de la guarnición, interpretada
por una espléndida Juliette Binoche, se encariña con el preso y surge entre
ellos una extraña relación durante los ocho meses de reclusión. Para
interpretar al reo, Leconte convenció al gran director yugoslavo Emir Kusturica
de que hiciera su primer papel largo en el cine (hasta entonces se había
limitado a intervenciones de pocos segundos en sus propios filmes, al estilo
Hitchcock). Kusturica aporta su físico poderoso a un papel que no requiere
demasiada complejidad y no desmerece de Binoche y Daniel Auteil, que interpreta
al marido. Si no la han visto, es una película muy recomendable, de esas que
poco a poco te van poniendo un nudo en la garganta.
Kusturica es uno de los
personajes más fascinantes del cine actual. Nacido en Sarajevo de familia
musulmana de origen serbio, estudió cine en Praga y deslumbró desde sus
primeras películas, como Papá está en
viaje de negocios, con la que ganó en Cannes, o El tiempo de los gitanos. La guerra civil partió por la mitad su
carrera. Emigró a los Estados Unidos donde vivió como profesor de una escuela
de cine y tuvo tiempo de dirigir una película soberbia: El sueño de Arizona. Para interpretarla rescató de su retiro a dos
ilustres jubilados, Faye Dunaway y Jerry Lewis, que hace un papel dramático sorprendente.
De vuelta a su desmembrada tierra dirigió otras películas buenísimas, como Underground y Gato negro, gato blanco. En
todas ellas aparece como fondo el horror de la guerra civil que destruyó su
tierra. Actualmente, no puede ni entrar en Bosnia. Sus compatriotas teóricos no
le perdonan que en sus películas los serbios no salgan con cuernos y rabo. Vive
normalmente en Belgrado, donde los serbios más radicales tampoco pueden ni
verlo. Por bosnio.
Las guerras civiles es lo que
tienen. También a Chaves Nogales (#112) le tenían en sus listas de fusilables
tanto los comunistas como los fascistas. Pero nuestro hombre está por encima de
esas minucias y se dedica a hacer algún bolo como actor, dirigir cuando le
apetece una nueva película, e ir a todas las giras de su grupo musical The No-Smoking Orkestra. Fui a verlos a
Leganés y me llevé una sorpresa grande. La banda la forman unos 15 músicos que,
contradiciendo su nombre, salen a escena con esmoquin impecable. Todos menos
Kusturica, que aparece hecho un guarro por una esquina. Y luego resulta que son
una banda de jazz potentísima que toca canciones cíngaras a toda velocidad. Todos
menos Kusturica, que se limita a intentar malamente seguirles, aporreando una
guitarra rítmica muerto de risa.
Bosnia está compuesta ahora por dos comunidades
que se odian y se ignoran: la musulmana con capital en Sarajevo y la
serbia con capital en Banja-Luka. Igual que Bélgica. En realidad, este
Blog no hace más que dar vueltas y vueltas sobre los mismos asuntos. Todos los
temas son el mismo. Hasta los pedos. Me voy a Galicia hasta el lunes. Que lo
pasen bien.
Creo que hay un lapsus en las fechas: En 1815, Napoleón III tenía seis o siete años... No creo que tan precozmente tuviera intereses geopolíticos y menos cuando su primo Napoleón II era heredero "in pectore" del imperio...
ResponderEliminarTienes razón, 1815 es la fecha de la segunda abdicación de Napoleón I, mucho antes del reinado del III. Completé la información que tenía sobre estas islas en la Wikipedia pero, en vez de copiar párrafos completos, intenté aprendérmelos y mi memoria a grumos me ha jugado una mala pasada. Siguiendo con la costumbre, no corrijo el error, sino que lo reconozco y dejo constancia. Aquí sólo se corrigen las erratas.
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