Como saben, el fin de semana
pasado viajé al norte con el grupo de senderistas al que me he sumado en los
últimos tiempos, a hacer un par de vías verdes de la zona de Leizarán, en
Guipúzcoa. El sábado recorrimos la vía Plazaola, desde Andoain hasta Leiza, al
otro lado de la muga con Navarra. Salimos en coche de Andoain, aparcamos a 2
kilómetros y caminamos los restantes 23 hasta Leiza. Allí nos las arreglamos
para que nos acercaran los coches para el regreso. El domingo por la mañana
recorrimos parcialmente la vía verde de Arditurri, unos 5,5 kilómetros de ida y otros tantos
de vuelta, comimos en una sidrería y regresamos a Madrid.
Podría contarles los detalles del
viaje, intentar describirles lo bonito que es el entorno, el placer que supone
caminar por estas antiguas vías ferroviarias de suave pendiente, el componente
gastronómico de estas aventuras, las peculiaridades de la cultura local. Pero
quien quiera información al respecto, puede recurrir a las guías turísticas
correspondientes, o buscar en Internet por los nombres de las vías. Hay fotos y datos para aburrir.
De lo que quiero hablarles es de
los adelantos técnicos con que contamos hoy en día y cómo esos aparatejos nos
condicionan los viajes que emprendemos. El principal es el GPS. En mis tiempos,
uno usaba el mapa de carreteras de CAMPSA, o el Michelín que te ponía de una a
cinco estrellas en los lugares que te recomendaba. Todo eso se ha quedado
obsoleto. Ahora, el móvil más sencillo te informa al minuto de por dónde vas,
qué tiempo hace en la zona o dónde puedes parar a comer. Dentro de poco uno
podrá saber si viene un atasco por un accidente, o si determinado restaurante
está ya lleno y no merece la pena que te pares.
Aunque presumo de moderno y
puesto al día, tengo que confesarles que nunca, hasta este fin de semana, había
hecho un viaje guiado por el GPS. Me explico. Había viajado de pasajero en
coches con GPS, que controlaba el conductor (por ejemplo a Viseu, en diciembre
pasado). Y también he hecho trayectos conduciendo yo y con un copiloto que lo
tiene en su móvil y te va trasladando sus indicaciones. Pero esta vez viajaba
solo, no tengo mapa de carreteras (el que tenía se quedó en mi viejo coche de
matrícula de Barcelona y ha de estar, con él, desguazado) y tenía que
arreglármelas yo solito con el aparato y la conducción.
El Toyota híbrido que me acabo de
comprar no tiene GPS, porque el vendedor me dijo que, si ya lo tenía en el
móvil, simplemente poniéndolo en el salpicadero la información se conectaría al
equipo por Bluetooth, y las instrucciones sonarían por los altavoces del
coche. Así que el día antes de salir (el jueves) estuve probando el GPS de mi
móvil. Introduje la ruta a recorrer al día siguiente, probé la opción de que me
fuera dando instrucciones en voz alta, regulé el volumen y lo dejé listo. Hice
todas esas operaciones en la oficina, con ayuda de un informático amigo.
Los problemas empezaron ese mismo
día. Cuando salí del trabajo, me subí al coche, puse mi móvil en el sitio
habitual, arranqué y me dispuse a hacer los 15 kilómetros que hay hasta mi
casa. Al instante, el GPS empezó a regañarme a través del equipo de megafonía
del Toyota: ESTA USTED YENDO POR UNA RUTA EQUIVOCADA. SI QUIERE RECUPERAR SU
CAMINO, EN LA GLORIETA GIRE A LA DERECHA, Y LUEGO OTRA VEZ A LA DERECHA PARA VOLVER
A LA RUTA INTRODUCIDA. Intenté explicárselo: verás, es que yo no voy a salir
hasta mañana y ahora voy a mi casa. Pero nada, no había forma de convencerlo,
el ventrílocuo no callaba, me reprendía todo el rato y yo iba conduciendo y no
podía pararme para desconectarlo.
Les juro que llegué a casa
cansadísimo. Ya sé que se trata de un simple artilugio parlante, pero hacerse
15 kms. con una voz en off que todo el tiempo te dice que lo estás haciendo muy
mal, que te has equivocado, que des la vuelta enseguida, resulta agotador. Subí
a casa, me preparé un vermú blanco y me dispuse a sentarme a descansar. Antes,
observé que el móvil estaba prácticamente sin batería, tan agotado como yo,
después de quince kilómetros regañándome sin parar. Lo puse a cargar y me tumbé
en mi chaise longue, a disfrutar de mi bebida helada. Entonces, en el
silencio de la casa vacía, un último mensaje atronador surgió del aparato
recién enchufado: ¿QUIERE USTED REANUDAR AHORA LA RUTA INTERRUMPIDA?
No saben el susto que me llevé.
Me entraron ganas de lanzar el teléfono por la ventana, pero me contuve. Eso
sí, lo dejé sin volumen hasta el día siguiente. Y lo cierto es que el GPS me
resultó muy útil en el viaje. Con precisión exquisita me guió hasta el pueblo
de Hernani donde estaba el hotel en el que habíamos quedado. Y, ya dentro del
pueblo, con la misma seguridad y sin dudarlo, me condujo a una glorieta de las
afueras. En ese punto, proclamó: HA LLEGADO.
Miré alrededor y allí no había más que viviendas. Ni un letrero luminoso
ni nada.
En un banco de hierro, un paisano
con chapela apuraba la tahuela de su cigarrillo liado. Bajé y le pregunté por
el hotel. Se rascó detrás de la oreja y dijo: Hotel en este barrio no conosco.
Si habría, conosería, pues. Preguntando a los transeúntes logré encontrar el
hotel, que estaba en la otra punta del pueblo. En la recepción, el tipo del
mostrador escuchó mi peripecia y dijo: ¡Eso mismo es lo que me han contado
todos los que han venido antes que usted! Hoy el satélite se ha vuelto loco, o
los que lo controlan se han ido a sanfermines, pues.
Pero el GPS no es el único
adelanto. En realidad, lo de mi coche híbrido es un auténtico escándalo. Yo
sólo tengo que encenderlo y él es el que toma todas las decisiones. Si nota que
está oscuro, pone las luces. Si está lloviendo, activa el limpiaparabrisas. En
función de lo que yo le sugiero con el acelerador, él tira de las baterías
eléctricas o se ayuda con la gasolina. Si detecta que algún pasajero no se ha
puesto el cinturón de seguridad, me avisa con pitidos intermitentes, cuyo ritmo
se va intensificando hasta que consigue que se lo ponga. Y en carretera, le
pongo el cruise control, le indico la velocidad a la que quiero que vaya
y me desentiendo hasta de los pedales. Lo único que tengo que cuidar es el
volante y, en cuanto a esto, el GPS me dice dónde debo doblar.
Mi coche es tan listo que
reconoce al que intenta abrir sus puertas. Si llego yo, se abre, porque me
conoce. Si lo intenta otro, se queda cerrado. Los incrédulos dicen que eso es
porque llevo la llave en el bolsillo. Pero yo estoy convencido de que él
reconoce el tacto de mi mano, o me huele, o lo que sea. En Leiza, le dejé la
llave a un compañero para que fuera al aparcamiento y lo trajera al final de la
ruta. Le esperamos sentados en una terraza de un bar y al rato llegó corriendo
horrorizado: el coche se había resistido de todas las maneras posibles y, al
final, habían logrado traerlo por la fuerza a las afueras del pueblo. Pero
ahora estaba pitando como un loco y no sabían qué hacer para que dejara de chillar. Fuimos hasta
donde lo habían dejado y, en cuanto llegué yo, se tranquilizó.
Tengo claro que el coche
identifica mi estado de ánimo de cada día y, en función de ello, decide una
marcha más rápida o una conducción más ecológica. Y hace días que sospecho que
incluso tiene sus propios cambios de humor. Este calor asfixiante no le gusta y
le tiene disgustado. Lo he notado en una especial renuencia a cambiarse de
carril, una pereza a la hora de subir la velocidad, una respuesta muy tardía
con las luces cuando entramos en un túnel, una desgana al hacer las maniobras
de aparcamiento. He pensado que también puede ser que tenga celos del GPS, al
que le di mucha bola en el viaje de marras. No hay que ser psicólogo para saber
cuál puede ser su razonamiento: a este recién llegado le haces todo el caso del
mundo y eso que no para de regañarte. En cambió, a mí ya no me quieres como el
primer día.
El asunto me tiene muy
preocupado. Tengo que esforzarme para que mi coche se anime. No puedo dejar que
se hunda. Debo ser proactivo, positivo, optimista, para despertar las sinergias
de su alma híbrida. ¡Ay, Señor! ¡Qué trajines estos de la vida moderna, oyes!
Mi querido Emilio, me alegro de que disponga usted de un auto ultramoderno porque el que tengo yo ahora, un Opel Astra con matrícula de Coruña BJ, por no tener no tiene ni elevalunas eléctrico ni cierre centralizado. Pero, eso sí, lo he equipado con un GPS TomTom que es una delicia.
ResponderEliminarUn abrazo y me alegro haya disfrutado de sus paseos vascuences.
Más o menos así era mi viejo Seat Toledo con matrícula de Barcelona. Pero aguantó el tipo mientras tuvo embrague. El día que cambies de coche verás la diferencia. Un abrazo.
EliminarMe caguennn...!!! Quería haber sido el visitante número 10.000 pero he llegado tarde...
ResponderEliminarEs muy difícil acertar
EliminarYa veo que al volante de tu nuevo juguetito, te sientes Michel Knigth.
ResponderEliminarHe tenido que mirar en la Wikipedia a ver quién era Michael Knight. Nunca fui gran seguidor de El coche fantástico. La verdad es que desde Los Intocables no he seguido ninguna serie de TV con verdadera pasión. Últimamente me pasa mucho esto de que se hable de alguien y yo no tenga ni idea de quien es. Ejemplos de titulares recientes. Hachazo de Froome a Contador. Primera noticia de que hay un ciclista llamado Froome. No sigo el Tour desde que se retiró Indurain. Otro: Fulanito ganó el Máster Chef. Mi primera impresión: ¿Y ezo que é?
EliminarSe agradece que mantengas el blog activo durante las vacaciones de verano. Que para un estudiante como yo, el tiempo libre en verano acaba siendo casi agobiante, y estos artículos me ayudan a vencer el ataque de las paredes de mi habitación. Enhorabuena por estos artículos tan entretenidos y espontaneos.
ResponderEliminarGracias por tus elogios. No se si te conozco, aquí ha habido ya algún comentarista que se ha identificado como estudiante (por ejemplo, en la entrada del software libre), pero no sé si eres el mismo. Me hace mucha ilusión que entre gente joven a leer mis textos y comentarlos. Las cosas sobre las que escribo no le interesan a todo el mundo, pero creo que tienen, digamos, una penetración transversal (perdona la jerga técnica), independiente de características como edad, sexo, clase social o país de origen. Eso es lo que yo quiero, que gente de todo tipo encuentre un "sitio" en donde se cuelgan textos sin más pretensiones que entretener y suscitar la sonrisa, aunque también con su fondo, para hacer pensar.
EliminarUn abrazo y bienvenido al Blog.
No soy el estudiante que comentó la entrada del software libre. Soy un compañero de clase de tu hijo. Fue él, quién me hizo saber de la existencia de este blog, y desde entonces estoy enganchado.
ResponderEliminarPues te reitero la bienvenida. Después de contestarte, repasé la entrada del software libre y resulta que no era un estudiante, sino un informático, supongo que de la Universidad de La Coruña, que había terminado Filosofía y tenía que trabajar de lo que podía.Espero que a tí no te pase lo mismo. La química es también una forma de filosofía, pero con muchísimas más aplicaciones prácticas.
EliminarPor lo demás, Lucas me había hablado de un compañero que iba a ir a la fiesta de la Graduación sólo por darme un abrazo. Si eres tú, al final no te encontré y no pude conocerte. En cualquier caso, aquí puedes entrar a comentar lo que quieras libremente. Y también pasarle el contacto a quien pienses que le pueda interesar este pequeño foro.
Y cuídate del ataque de las paredes. Con este calor es difícil salir de nuestras madrigueras, pero hay que seguir viendo a los amigos y haciendo lo que se pueda. Yo me voy a mediodía a Escocia y no sé si colgaré algún texto nuevo en los próximoas días, aunque finalmente me llevo el ordenador.
Buen verano y tenemos pendiente ese abrazo.
Pasalo bien por Escocia y no dejes de visitar las Highlands que son espectaculares. Y si, queda pendiente ese abrazo jeje. Un saludo. Javier.
ResponderEliminarAhora que no nos oye nadie o, por mejor decir, que no nos lee nadie deberías contarnos ya cual es tu grado de satisfacción con el Toyota Auris, especialmente en cuanto se refiere al consumo, si se puede controlar éste y elegir fácilmente entre el motor eléctrico y el de gasóleo. Si la velocidad está siempre por debajo de 50 ó 60 Km./h el consumo de combustible será siempre 0, supongo.
ResponderEliminarAunque hace un tiempo que, por falta de ánimos, no realizo ningún comentario no creas por ello que no entro en tu blog, lo hago a diario en busca de algo que me haga reir o, al menos, sonreir. Me gustan siempre y espero impaciente el próximo.
Te felicito por las "etiquetas",son muy útiles y facilitan muchísimo la búsqueda de alguna entrada antigua. Me sorprende que, según creo, no haya habido ningún comentario a su incorporación al blog. Tambien por ese otro sistema de pinchar "Aquí" en lugar de poner toda la dirección de no sé qué. Este buen colaborador que tienes en Lisardo es una joya.
Me gustaría saber algo de ese libro que tienes pendiente de publicar, de la manera que se pueda, creo que es sobre Tijuana. Todavía no he logrado encontrar el que nos aconsejaste de tu amiga Angeles Sanchez, Todo lo que existe. Tampoco hay en las librerías de La Coruña el de La historia secreta de Madrid pero este sí lo pueden pedir a la editorial, claro.
No te aburro más, que sepas que sigo aquí, fiel. Un abrazo, Amigo A
Querido amigo A. Ya echaba de menos tus comentarios, siempre bienvenidos. El coche viene gastando 5,5 de media, por debajo de 5 en carretera y por encima de 6 a veces en ciudad. Él solo decide cuando tira de baterías o de la gasolina, en función de lo que le pidas. Mis hijos consumen bastante menos que yo, por la cuenta que les trae. La cosa se dispara si pasas de 120 en carretera. A 110 es como menos consume. Ya haré algún post al respecto.
EliminarLo de las etiquetas ha sido muy valorado por los lectores, lo que pasa es que casi nadie hace comentarios. Lo de pinchar AQUÍ lo pongo ahora con mayúsculas, porque con el color ese moradito, que no sé cómo cambiar, mucha gente no se enteraba. En cuanto a mi novela, digamos que está de nuevo en la cocina, tendrás que esperar.
Ya veo que aprovechas el truco de escribir comentarios a textos antiguos, para preservar nuestra privacidad. Está bien, pero también puedes comentar los nuevos cuando te parezca. Un abrazo y arriba esos ánimos. Yo llevo encima lo mío, como te puedes imaginar, pero lucho por que el personaje protagonista del Blog mantenga la alegría. Es una premisa que me he impuesto, aunque a veces resulta arduo.