martes, 16 de julio de 2013

151. La fiesta flamenca

¿Imaginaban que les iba a hablar de un tablao con palmeros, guitarristas y bailaoras? Pues no. Me estoy refiriendo a la fiesta de la comunidad flamenca en Madrid. Flamenca de Flandes. Como les he contado varias veces, Bélgica es hoy un país que se reduce a Balduino-o-como-coño-se-llame, el rey de todos los belgas. El resto lo forman dos comunidades que se ignoran y se odian hasta el punto de que sus miembros se niegan a usar el idioma de la comunidad contraria. Hablé de ello tras mi último paso por Bruselas, en los posts #22, #23 y #24, de los que parte la línea antinacionalista que impregna mi Blog desde entonces.

Además del rey, el otro pilar que ha evitado que Bélgica simplemente se desvanezca en el vacío es Bruselas, una ciudad que sobrevive gracias a las instituciones europeas que, por cierto, se situaron allí para que no estuvieran ni en Francia ni en Alemania, de modo que ninguno de los dos socios fundadores de la Unión Europea fuera más que el otro. Hace unos días hemos conocido la noticia de que Balduino-o-como-coño-se-llame ha abdicado en su hijo. No es raro que esté harto de presidir un país inexistente. Por cierto, ya ven que la gente de sangre azul no dimite, como los demás, sino que abdica. Lo que sea con tal de diferenciarse.

Las dos comunidades que forman Bélgica tienen en este momento estados anímicos opuestos. Los flamencos están eufóricos, molan mazo, son listos, guapos y animados y están felices de poder seguir su camino solos, sin el coñazo de los valones. Su sentimiento es parejo al de catalanes, vascos, italianos del norte y checos antes de su separación. En cuanto se consume la división de Bélgica, pasarán a ser como sus primos los holandeses. Hasta podrían soñar en federarse con ellos. En cambio los valones están jodidos, se sienten menospreciados y además en Francia no los quieren y hacen chistes de belgas, como los nuestros de Lepe. Su futuro es problemático y su sentimiento podría ser equivalente al de los eslovacos, los italianos del sur, o los mesetarios que observamos con tristeza la deriva secesionista de catalanes y vascos.

Pero volvamos a la fiesta de la comunidad flamenca que se celebró el jueves pasado en el Hotel Palace y a la que fui amablemente invitado por la Delegación de Flandes en Madrid. Como Flandes no es un país reconocido internacionalmente, no tiene todavía embajada, sino delegación. En Madrid hay, por supuesto, una Embajada de Bélgica, que representa a la Corona de su país. No creo, en cambio que haya una delegación valona, bastante fastidiados están los pobres como para ocuparse de poner delegaciones en el extranjero. 

Ya saben que los catalanes tienen más de cien de estas delegaciones esparcidas por el mundo y que, en plena crisis, el unurabla Artur Menos ha decidido no cerrar ni una sola, a pesar de que está recortando la sanidad y la educación de sus ciudadanos. Pero no pasa nada, le siguen votando. ¿O no? Pues parece que ya no. Según los últimos datos resulta que ahora el partido del señor Menos no sería el más votado. Se quedaría por detrás de Esquerra Republicana. Justo castigo por haber abierto la caja de Pandora de los sentimientos excluyentes. Si supiera algo más de historia contemporánea, tal vez hubiera oído hablar de un tal Kerensky…

Bien, mi relación con la comunidad flamenca es fluida y antigua. En 2009 fui a contar el proyecto Madrid Río a Amberes (Antwerpe, en flamenco). Fue en un congreso presidido por el alcalde de la principal ciudad de Flandes, que tiene en estudio un proyecto similar llamado Groene Singel. Desde entonces nuestra actuación es un referente para ellos, aunque todavía no han empezado las obras. En este tiempo han venido a Madrid cuatro delegaciones a las que me ha tocado repetir la conferencia sobre el río y acompañarles a visitarlo. Dos grupos de congresistas del Flemish Parliement y otros dos de técnicos. Con motivo de ello, ya me conocen en la Delegación y han tenido a bien invitarme a su fiesta.

Así que el jueves me escapé del trabajo, me puse mi traje gris de verano y me planté en el Palace a la hora señalada, las dos de la tarde. En la entrada del salón Neptuno, el Delegado Yves Wantens y su agregado económico Dirk Verlee daban personalmente la bienvenida a los invitados y me saludaron con afecto. Siempre dicen que me van a invitar otra vez a contar los proyectos de Madrid en su tierra, pero desde 2009 la cosa no se ha vuelto a concretar.

En el Salón Neptuno, con vistas a la plaza, el cuarteto de jazz del veterano Juan Muro amenizaba la reunión tocando versiones imaginativas de estándares como My Way, Et Maintenant, Ne me quitez pas, y otras. Juan Muro es un saxofonista experto que se hace acompañar por un guitarrista que ya no cumple los setenta y toca sentado. Les apoyan un bajo con coleta y un batería que sólo usa escobillas, ambos igualmente curtidos. Entre los cuatro elaboran un fondo sonoro rítmico contenido, que subraya perfectamente el punto decadente de este tipo de reuniones diplomáticas, similares en cualquier parte del mundo.

El personal se compone sobre todo de miembros de la colonia flamenca de Madrid, con predominio de gente muy joven, alegre, animosa y vestida de fiesta. Rubias de buen tamaño, como las holandesas, y tipos con pinta de jugadores de rugby. El buffet es amplio y lleno de referencias a la cultura vernácula. Hay una cola  para conseguir mini cucuruchos de patatas fritas que un camarero adorna con un chorrito de mayonesa. Hay arenque en conserva, croquetas de quisquillas y ensaladas en cuencos individuales. Y cerveza blanca a presión de la emblemática marca Hoegaarden. Además de la colonia flamenca, pululan por aquí, como en toda fiesta de este tipo, miembros de otras embajadas. Se reconocen por el atuendo indios, pakistaníes y árabes. No falta la habitual representación de las Fuerzas Armadas españolas, un marino, un aviador y uno de tierra. Sus uniformes impolutos parecen recién sacados del armario. Reconozco a una chica de la Embajada Croata que siempre deslumbra en estos fastos.

Aprovechando el descanso del cuarteto, nos calzan unos discursos institucionales en correcto castellano. El speech de Dirk Verlee es aséptico y muy cariñoso, pero el del señor Delegado es pura dinamita. Empieza dando las gracias escuetamente a los miembros de la Embajada de Bélgica por haberse sumado al acto. A continuación informa a los presentes de que el Parlamento de Bélgica por fin ha conseguido aprobar la sexta enmienda de la Constitución. De acuerdo con esta disposición, a partir del 1 de julio de 2014, Flandes va a tener total autonomía financiera y política. El resto del discurso habla de lo maravilloso que va a ser el futuro de los flamencos que, finalmente, podrán cabalgar solos y serán libres de verdad.

Tal vez el año que viene la fiesta la organice ya una Embajada de Flandes en toda regla. Y supongo que formarán dos selecciones de fútbol y todo lo demás. Un ejemplo perfecto de estado terminal de un país atacado por el virus del nacionalismo. Acaba el discurso entre aplausos eufóricos y esperanzados y reanudamos la tarea de ponernos ciegos de comida. Ahora toca el postre, para el que hay gofres, trufas y una gigantesca fondue de chocolate del tamaño de una persona, que cae en cascada por una fuente de varios pisos y se ataca con trozos de fruta ensartados en largos palillos. Una señora se echa un lamparón irreversible en la pechera y todos se aprestan a consolarla. El excelente chocolate belga es muy difícil de limpiar de un vestido blanco de organdí suizo con pechera de bodoques cosidos con punto parís.

El cava para el postre es de San Sadurní de Noia y el cuarteto de Juan Muro regresa para interpretar una serie de temas más calmados para la sobremesa. Cuando atacan el Misty de Erroll Garner, el fantasma del mejor jazz de Boston y New York en los felices veinte parece sobrevolar los salones art nouveau y algunas parejas se animan a bailar al conjuro de la perezosa melodía, subrayando el punto atemporal y decadente de la fiesta. Entre vapores alcohólicos, me viene a la cabeza la idea de sacar a bailar a la belleza croata, pero se me adelanta un negro de traje gris marengo impecable, que muestra su dentadura perfecta en una sonrisa resplandeciente. Ante ello, opto por marcharme. El delegado y su agregado económico están otra vez en la puerta despidiendo a los invitados, que empiezan a desfilar.

Afuera, la luminosidad cegadora y una bocanada de calor me rescatan para el mundo real. Los taxistas de la puerta se exhiben ante mí como pavos reales, pero no entro al engaño y camino rumbo a casa, procurando ir por la sombra. ¡Ah! ¿Qué no recuerdan el Misty de Erroll Garner? Pues aquí les dejo una de las mejores versiones, la de la simpar Ella Fitzgerald. Disfruten de ella. 

  

6 comentarios:

  1. Extraordinaria melodía para bailar con una belleza croata. O de donde sea. Una pena que se entrometiera un negro en su camino.

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    1. No lo sabe usted bien. Imagine que esa melodía maravillosa brota de un saxo tan bueno como el de Juan Muro y sube en volutas por las columnas del Palace. Imagine que lleva ya al cuerpo cuatro cervezas Hoegaarden y una copa de Codorniú extra brut. Cualquier cosa parece posible en ese entorno mágico. Quizá me quedé extasiado y no estuve rápido.
      De todas maneras, el negro también era muy guapo. Hacían una pareja estupenda.

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  2. Mi querido amigo, tengo una duda: ¿Tintin era flamenco o valón?. Y ahora una pregunta: ¿Estuvo invitado el Duque de Alba?.
    Un abrazo.

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    1. Hergé era valón, por supuesto. Escribía en francés. Y los valones parece que son un poco como Hernández y Fernández (sabes que en el original eran Dupont et Dupond). Por cierto, en Bruselas hay un museo de Tintín muy interesante.
      En cuanto a tu pregunta, si te refieres al actual duque consorte, pues no me pareció verle por allí. Aunque con la birra blanca no veía yo demasiado claro.

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  3. Emilio estás muy pez en monarquías contemporáneas; el rey Balduino se murió hace tiempo, le sucedió su hermano Alberto II, pero abdicó y desde hace unos días tienen los belgas un rey nuevo, de 53 tacos, se llama Felipe y está casado con una señora de 40 que se llama Matilde y se peina como Grace Kelly, una rubia muy mona y muy pija.
    Aparte de esta familia real y de Tintín, los belgas tienen al detective Poirot, que también será valón, porque se sulfura mucho cuando lo toman por francés.

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    1. Estoy muy pez en monarquías en general, sólo leo el Hola en el dentista y hace mucho que no voy. En mi post #24 "Últimas horas en la capital de un Estado inexistente", no me salía el nombre del rey de Bélgica. Cada vez que intentaba acordarme, me salía Balduino. Se me ocurrió llamarle "Balduino-o-como-coño-se-llame" y así se ha quedado para textos sucesivos.
      A los belgas ilustres que citas, habría que añadir al gran George Simenon, un escritor complejo, torturado, equívoco. Y además muy prolífico, más de 90 novelas. Aunque su personaje emblemático, el comisario Maigret, se desenvolvía preferentemente en París, en cuya Prefectura Central trabajaba. Y, cada día, al salir del curre, solía recalar en Chez Paul, el pequeño restaurante que aún subsiste en la Place Dauphine (post #14)

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