La percepción de la belleza es
algo que evoluciona y se depura con la edad. A mí, ahora, cumplidos los sesenta,
algunos paisajes, especialmente del otoño, me emocionan como nunca antes. Y me
hacen recordar cómo, cuando era pequeño, mi padre me llevaba a ver determinadas
zonas de Galicia o de La Mancha, y trataba de trasladarme sus sensaciones sobre
algo que él captaba como maravilloso y único. A mí aquello me resultaba un
rollo interminable. Con los años he ido entendiendo la forma en que mi padre
miraba los campos sembrados y se extasiaba frente a las choperas lineales
mecidas por el viento. Algo parecido sucede con la pintura, la música clásica,
la literatura y otras formas de belleza que, a veces, te muestran de niño
intentando que las entiendas y haciéndote pasar unos ratos de aburrimiento
supino, punteados por la pregunta inevitable: ¿Falta mucho para acabar?
Como han podido comprobar los que
siguen este Blog, soy heterosexual y eso hace que, cuando alguien me habla de
belleza, así, en abstracto, a mi mente acuda por sistema la imagen de un rostro
femenino. En esto la cosa también evoluciona con la edad. Cuando uno es joven, la
belleza femenina se representa de cuerpo entero. Luego, a medida que las urgencias
hormonales se van desvaneciendo, esa imagen se va reduciendo también y se queda
en una cara, unos ojos, una sonrisa. Hoy no tengo ganas de escribir un texto
largo y voy a centrar este post en un par de vídeos, que explican lo que quiero
decirles mucho mejor de lo que yo podría expresar con palabras.
Lo que una mujer puede expresar
en una mirada al descuido, un parpadeo, el gesto de apartarse el pelo de los
ojos, es algo que colma mi ansia de disfrutar de las cosas hermosas del mundo. En
la naturaleza hay formas y colores preciosos, lo mismo que en la música.
Pero para mí nada iguala al momento en
que una mujer te formula un razonamiento, ayudándose con las manos, esas hermosas manos femeninas, y te mira un instante a los ojos, como para constatar
que la sigues, que estás de acuerdo.
Porque las mujeres siempre buscan
tu aprobación. Ellas tienen las ideas, pero necesitan que se las apruebe el
hombre, para sumar su fuerza física al proyecto. Una amiga mía muy feminista
sostiene que las notas de corte de admisión en las diferentes carreras (las que
quiere subir Lo-que-hay-que Wert), deberían ser diferentes por géneros. Porque
a los diecisiete, las mujeres son seres maduros perfectamente seguros de lo que
quieren. Mientras que los hombres somos unos gilipollas. Yo añadiría que
después también. Discúlpenme, no quiero insultar a nadie, es que estoy en un
momento bajo de mi autoestima masculina. Miro a mi alrededor y me cuesta
encontrar hombres a la altura de las mujeres que me rodean. Ellas tienen la
razón y esa también es una forma de belleza.
Aquí está mi primer vídeo. En
1989, la cantante irlandesa Sinead O’Connor grabó una canción de Prince que es
una maravilla, y su discográfica decidió promocionarla con la producción del
vídeo que aquí les muestro. Una mujer guapa, no necesita pintarse, ni ponerse
pendientes, ni siquiera tener el pelo largo. Le basta mirar de frente a la cámara
y expresar sentimientos. Escúchenla. Súbanle el volumen, pónganla en pantalla
completa e intenten sostener su mirada.
¡Qué intensidad! La cámara
inmortalizó este momento de gloria de una mujer guapísima con una voz única.
Pero la belleza es también un valor efímero. Más de veinte años después, Sinnead
O’Connor tiene un aspecto bastante diferente, no voy a tener el mal gusto de
mostrárselo. Está en Internet. Sinnead se ha dado una vida bastante baqueteada
y los años no perdonan. En 1989 estaba en el cenit de la belleza. En realidad,
sólo le faltaba una cosa: una sonrisa. La gente que se toma a sí misma tan en
serio, sufre mucho desgaste.
Para desengrasar, como quien
dice, aquí les dejo otro vídeo, centrado precisamente en la sonrisa de otra
mujer muy guapa: Audrey Hepburn, actriz admirable que envejeció mucho mejor a
partir de su capacidad para sonreír. Un admirador ordenó esta serie de fotos
de sus sonrisas, sobre la música inolvidable de la gran Edith Piaff.
Disfruten de ella y que pasen un buen fin de semana.
¿Lo que sugiere su amiga es que a las mujeres les pidan una nota de corte más alta en la selectividad? ¿O tal vez más baja? No lo entiendo. ¿Y a eso lo llaman feminismo?
ResponderEliminarMás alta, desde luego. Es un tema polémico. Lo cierto es que hace años que las pruebas de selectividad (lo mismo que buena parte de las oposiciones a la administración) registran resultados mucho más brillantes entre el género femenino. Mi amiga compatibiliza su ideología feminista con su condición de madre de varios hijos varones en edad de selectividad. Eso la hace dudar.
EliminarNo es un tema en el que yo tenga una opinión clara. Yo creo en la igualdad de oportunidades fría, imparcial y aséptica, sin distinción de géneros. No me gustan las llamadas "discriminaciones positivas". Pero no cabe duda que estamos ya en el mundo que hace años pronosticó Manuel Castells. Un mundo de mujeres libres, niños súper informados y hombres inseguros.
Gracias por su comentario
¿Cómo que "ellas tienen ideas, pero necesitan que se las apruebe el hombre para sumar su fuerza física al proyecto"? La fuerza de las ideas, que yo sepa, no es física. Y los hombres, ¿no necesitan que la mujer apruebe sus ideas? Héroes, reyes y emperadores no daban un paso importante sin pedir su opinión a Sibila de Cumas. Por algo será.
ResponderEliminarNo he dicho "ellas tienen ideas", como si fuera algo casual y eventual, sino "ellas tienen LAS ideas", lo cual es todavía peor. Lo que tu cuentas sucedía en la antigüedad y tal vez siga sucediendo en los países musulmanes y otros lugares sociológicamente atrasados. En occidente, siempre en mi opinión, ellas tienen LAS ideas y, por ahora, buscan la aprobación de la pareja. Dentro de poco, ni eso. Pero a mí no me parece mal. Es un mundo diferente al que tendremos que adaptarnos y, con el tiempo, se corregirán los excesos que se produzcan. Ya se están corrigiendo.
Eliminar