domingo, 31 de enero de 2021

1.019. Quién es Samantha Fish II

He estado dudando, valorando pros y contras entre dos alternativas: publicar seguidos mis textos sobre Samanta Fish, o irlos alternando con otros dedicados a temas diferentes, más de actualidad. En realidad, yo podría haber contado la historia de Samantha en un solo post, estilo telegrama, pero lo que a mí me gusta es mezclar muchos temas al mismo tiempo, saltando de uno a otro con mi mente browniana, y especialmente hablar de mí mismo. Eso estira más el asunto. Pero así es el estilo de este blog. Mis seguidores más fieles lo saben y me leen aunque no les interese especialmente el personaje Samantha, porque saben que por en medio se enteran de cómo llegué yo al Colegio Mayor, por poner un ejemplo reciente. Luego están los seguidores de segundo orden, que ven el titular y deciden que no siguen leyendo. Pues ellos se lo pierden. Finalmente me he decidido por la primera alternativa. Samantha es una mujer que no para quieta, genera continuamente noticias y no quiero quedarme atrás con ella. Y la actualidad patria, la verdad es que es bastante penosa. La pandemia sigue desbocada, las vacunas no llegan y tenemos que seguir encerrados, si bien yo sigo haciendo mis escapadas. 

Ayer, por ejemplo, me enteré de que mi admirado Héctor Abad Faciolince firmaba ejemplares de su novela más valorada El olvido que seremos (2006) en la librería Tipos Infames, con motivo del estreno de la película que ha hecho sobre ella Fernando Trueba. Así que me acerqué caminando con mi ejemplar de esa magnífica novela, que hace muchos años leí y que supongo que ya conocen; en caso contrario se la recomiendo encarecidamente. Llevé también otro libro del mismo autor, Angosta (2003), una novela también interesante, con implicaciones urbanísticas, en la que la protagonista es una ciudad de ese nombre, que en realidad reproduce su Medellín natal. Estuvo muy cariñoso conmigo, hablamos de algunos amigos comunes y me puso unos mensaje muy sentidos. Eran las horas del mediodía y encontré la ciudad preciosa, llena de gente y con los bares y restaurantes a reventar. Llevaba sin salir un tiempo, por algo que les contaré en el siguiente post y que no tiene que ver con la pandemia, y me encantó ver que seguimos sobreviviendo colectivamente. ¿Ven? de esto no se van a enterar los que han declinado leer este post al ver el título. Allá se jodan, que decimos los de Bilbao.

Pero habíamos dejado a Samantha Fish en su gira con las Girls with Guitars. A la vuelta, los ejecutivos de la Ruf Records comprueban que el disco individual de Sam llamado Runaway, que ella ha firmado ya sólo con su nombre, evitando el pomposo The Samantha Fish Blues Band, se está vendiendo bastante mejor que el de las chicas guitarreras. No obstante, aún publican un Girls with Guitars Live, con diversas grabaciones en directo, registradas a lo largo de la gira, un disco que se comercializa en formato CD y DVD. Así que Samantha arranca el año 2012 con cuatro discos en el mercado, los dos de las chicas guitarreras, el primero y el Runaway

Eso le da un impulso importante a la hora de seguir buscándose bolos por los bares de Kansas. Empieza a ser conocida a nivel local y extiende sus dominios por las zonas del entorno, llegando incluso a cantar en garitos de Chicago y Nueva Orleans. Ha sustituido ya al cura de la batería por el negrito Go-Go Ray, un músico que el año anterior ha sido reconocido como el mejor batería novel en los premios anuales del blues. De enero de 2012 es esta deliciosa grabación, que ya he puesto en el blog, pero que no tengo inconveniente en repetir. Corresponde a una jam session en un bar de Kansas y vemos ya a una Samantha espléndida, con su bajo veterano y con Go-Go Ray dándole un respaldo súper sólido. Véanlo, porfa.


Se notan las tablas que esta mujer ha cimentado en su gira por Europa con las chicas. Es ya una celebridad local, todavía no puede vivir del invento, pero su caché va subiendo, a sus conciertos acude bastante gente y empieza a viajar para actuar en otros estados, en ocasiones es su propio padre quien la lleva en el coche familiar. Porque ella sigue siendo una niña buena de Kansas City, que ha cogido la ola adecuada y empieza a surfear por todo lo alto. A la izquierda ven una foto de esos tiempos, ya ven qué cosa más tierna. Y es entonces cuando le llega el gran espaldarazo. En la edición de 2012 de los premios nacionales del blues, que se celebran a finales de cada año, resulta reconocida con el premio al mejor artista emergente, el Best New Artist Debut Award. El acto de entrega de premios se celebra en un teatro de Memphis y Samantha acude arropada por toda su familia y claramente superada por la situación, con un traje que quiere ser elegante pero resulta bastante pueblerino. Vean qué conmovida aparece, a sus 23 añitos, posando con su premio en la mano.

Y de aquí al cielo. En 2013 graba su siguiente disco Black Wind Howlin', en el que consolida todo lo apuntado en los anteriores. Es un buen disco, que supera al Runaway y aumenta el número de composiciones propias. Hará una gira para presentarlo por las principales ciudades USA: San Francisco, Los Ángeles, o Nueva York, donde toca por primera vez. En todas partes suscita mucha curiosidad y le hacen entrevistas. He aquí algunas de las preguntas, y sus respuestas sorprendentemente maduras, seguras y rotundas. ¿Usted, siendo una mujer joven, no ha sentido que tratan de manipularla y hacerla de menos en un mundo tan masculino como el de la industria discográfica? Desde luego que sí, y es bastante enojoso y cansino, pero yo ya entro sabiendo lo que me espera y me defiendo con mis armas; sin embargo, he de decir que a la vez soy consciente de que mucha gente acude a mis conciertos precisamente porque soy mujer, si no fuera así no tendrían tanta curiosidad, así que lo uno por lo otro.

Más preguntas. ¿Por qué se viste de forma tan llamativa y sexi? ¡Oh! Es un homenaje a la forma en que mis compañeras de secundaria se maqueaban cada vez que había una fiesta; esto no va sólo de cantar y tocar bien, ni siquiera de componer, también es importante la forma en que te presentas ante el público. ¿Qué le aconsejaría usted a una chica que empezara y quisiera seguir su camino? Dos cosas; en primer lugar que no se deje convencer por los que le presionarán para hacer el tipo de música que ella no quiera hacer, que luche por seguir siendo siempre ella misma; y luego, que se entere bien de cómo funcionan las tripas del negocio del disco y el showbiznes, para que nadie la engañe. ¿Si no se hubiera dedicado a la música, hacia dónde habría enfocado su vida profesional? Sin dudarlo, a algún tipo de trabajo social; en este país hay mucha gente hecha polvo, que están muy mal, personal y anímicamente y yo tengo un espíritu muy positivo, soy muy empática y estoy segura de que les podría ayudar mucho, un tipo de tarea que también me gusta. 

En fin, Sam ha dejado de ser una niña y se ha convertido en una profesional de la música entregada a su carrera. Ahora tiene ya un grupo fijo, con el formato power trio, formado por Go-Go a la batería y el bajo Chris Alexander. Ha hablado con los fabricantes de guitarras de la marca Delaney, para que le construyan un prototipo propio de guitarra personalizada, con el símbolo del pescadito de cuya boca suben unas burbujas, que ya aparecía en la contraportada de su primer disco al lado del nombre de los músicos. Con esas señas se lanza a un maratón de conciertos por todo el país. Es incansable y empieza a vivir prácticamente en la carretera. Veamos una actuación de esos tiempos. Aquí, le ha dado unos moscosos a Chris Alexander, porque no todo el mundo aguanta su ritmo, y lo ha sustituido por un tipo con aires de friki, un rango de personas por las que empieza a mostrar una total afinidad (ya saben que a mí me pasa lo mismo y que en mis excursiones senderistas los compañeros ya sabían que, friki que aparecía por allí, friki que se me pegaba). La canción es una de sus composiciones del último disco, que se llama Go to Hell, o sea Vete a la Mierda. Este vídeo es de enero de 2014 y pueden observar que, en apenas dos años, Sam ha cambiado todo: su imagen, su aplomo, el sonido de su guitarra, su voz más segura. Estamos ya ante la auténtica Samantha Fish en todo su esplendor, segura, poderosa, dominante, entregada a su música con toda su alma. Compruébenlo.

  

Al final, le dedica esta canción-insulto, a un tal P.I. No sé si los presentes lo entienden, yo no sé a quién se refiere, pero parece claro que la canción está dedicada a alguien que la ha defraudado, dedicatoria que subraya con un movimiento final de culo que no deja lugar a dudas. Les diré que, como amante del blues, esta es la fase musical de Samantha que me tiene completamente enamorado, la época en que interpretaba un blues muy básico, en formato trío y sacando todo el partido de su guitarra tuneada del pescadito. Pero esta mujer busca siempre evolucionar y ampliar sus límites. Y su carrera siguió luego por otros derroteros, como veremos. Así que yo estoy enamorado de una Samantha que ya no existe, pero ya saben que los amores imposibles son siempre los más auténticos. Su complicidad con sus dos colegas de grupo es total, como van a ver en las fotos de abajo. Go-Go es pequeñito y Chris Alexander no debe ser tampoco muy alto. Samantha, con su 1,70 y sus tacones estratosféricos, parece Blanca Nieves con dos de sus enanitos.




Lo que asoma de su boca en esta última foto es una cookie, no su lengua. Por si lo han dudado. En esta fase de su carrera, el número de bolos del grupo de Samantha se dispara y llega a alcanzar el increíble número de 250 al año, contando conciertos de una hora y actuaciones en estudios de grabación o en sets de TV para cantar tres canciones. Hoy toca en Michigan, mañana en Colorado y pasado mañana en Arkansas. Es una verdadera locura, pero Sam es una profesional, si tiene un contrato lo cumple, entra a todos los trapos, le gusta lo que hace y nunca se cansa: es una chica dura de Kansas City. Pero resulta inevitable que los periodistas que la entrevistan en cada ciudad como a un fenómeno de feria le pregunten cómo hace para resistir esa presión y ese ritmo. Y Samantha, fiel a su esencia, lo canta todo. 

Sabemos así que, durante los largos desplazamientos en la furgoneta del grupo, intenta abstraerse, se pone unos cascos, escucha música suave, clásica o jazz, y trata de dejar la mente en blanco. En las ciudades a las que llegan, procuran elegir hoteles que tengan un buen gimnasio, si es posible, con piscina. A Samantha le gusta nadar y hacer pilates o lo que pueda, porque es consciente de que luego, sobre el escenario, va a estar subida en unos tacones imposibles, dando saltos de todo tipo y viviendo la música como ella la vive, y ha de mantenerse muy en forma para ello. Cuida mucho la alimentación, aunque a ella le gusta todo y, por poner un ejemplo, es capaz de comerse uno de los proverbiales sándwiches de carne de Iowa, si llega a Des Moines y le ofrecen uno delante de las cámaras de la televisión local. Pero normalmente procura cenar ensaladas, como yo hago. Dice que le encantan las ensaladas con salmón ahumado, que le sientan estupendamente. Además, bebe mucha agua y procura dormir bien, al menos siete u ocho horas seguidas.

Antes de cada concierto hace media hora de ejercicios de calentamiento de voz, como le enseñaron en la universidad, porque nada peor le puede pasar que quedarse ronca como Sabina, o perder la voz por un resfriado o por no calentar adecuadamente. Y luego está la guitarra. Los que conocemos este instrumento, sabemos que las yemas de los dedos de la mano izquierda sufren mucho, que se te forman finalmente unos callos tremendos, pero que hasta que eso sucede, tienes muchas molestias y se te pueden producir heridas y grietas en la punta de los dedos, algo muy doloroso. Si tienes un concierto contratado y te pasa eso, puedes hacer dos cosas: cancelar el concierto, o bien recurrir a un remedio bárbaro: darte superglue. Y Samantha, que es de Kansas, ha recurrido a ello más de una vez y, como es una persona transparente, lo ha cantado en sus redes sociales. Abajo les pongo una imagen que ella misma colgó hace mucho en su perfil de Facebook, con este texto asociado: here’s me supergluing the cracks of my fingers: sometimes love hurts. Hala, tradúzcanselo ustedes.   

La mayoría de los vídeos que les llevo poniendo en el blog desde mayo, corresponden a esta época dorada, que culmina con la publicación en 2015 del sexto disco de Samantha, titulado Wild Heart, Corazón Salvaje, para mí el mejor de todos sus álbumes. Todas las canciones son composiciones suyas y la serie de títulos es impresionante: aquí están Bitch on the Run, Road Runner, Place to Fall, Blame it on the Moon, o la que da título al álbum. Letras sombrías o que hacen referencia a sus vivencias en su gira permanente, compuestas en sus ratos de descanso entre conciertos. El mundo del blues se rinde ante este gran disco y, en los Independent Blues Awards de 2016, se lleva cinco premios: artista del año, mejor artista femenina de blues, mejor CD de blues, mejor canción de modern roots y premio Road Warrior, guerrera de la carretera.

Cualquier otro artista habría considerado que había encontrado ya su estilo y se habría acomodado para seguir recogiendo beneficios: era la reina del blues y podía vivir holgadamente del invento. Pero para Samantha esto es coronar una cima. Algo que sólo la estimula a seguir buscando nuevas montañas que escalar. Samantha se ha convertido en un fijo en determinados festivales, como el Cigar Box Guitar Festival, el Crawfish, ambos de Nueva Orleans, o el Blues and Brews de Telluride (Colorado). Allí se la espera como la estrella del festival, compartiendo cartel con Tab Benoit y otros ídolos. Pero ella ya está maquinando otros planes. Cualquiera que la viera actuar con Go-Go Ray y Chris Alexander, captaría un grado de complicidad que podría hacer pensar que iban a seguir juntos para siempre. Vean por ejemplo el siguiente vídeo que les propongo.

Samantha domina la escena completamente. Canta un tema que no es suyo, llamado When you hold me tight, cuando me abrazas fuerte. Es una canción apasionada que explica todo lo que siente su cuerpo cuando su amante la acaricia (por cierto, está compuesta por un hombre enamorado). La cámara la sigue a ella cantando y tocando fenomenal. Cuando el punteo, la cámara se abre y vemos que Chris Alexander sigue de moscosos y el sustituto es esta vez el pequeñito de rasgos chicanos que hemos visto en algún vídeo anterior, completamente acojonado ante Sam. Esta vez parece más suelto, pero verán que no se atreve a mirarla a los ojos. Es que es mucha Samantha. Tras el punteo y las frases finales, parece que va a terminar, pero sigue improvisando. El batería Go-Go la mira inquisitivamente, como diciendo: qué, jefa, ¿rematamos? Pero Samantha le tiene reservada una broma, porque se pone a mirarle con sus ojos más dulces, haciendo ver que la frase final Please don’t ever let go, por favor nunca dejes que esto se estropee, está específicamente dedicada a él. Una broma, que el aludido encaja con cara de circunstancias, mientras el público estalla en aplausos muerto de risa. Véanlo.


En septiembre de 2016, la banda, ya con Chris Alexander, actúa en el Telluride y cosecha un éxito apoteósico. Están en plena forma, ninguno de los tres parece cansado. Pero entonces, sorprendentemente, desaparecen por un tiempo. Por primera vez en varios años, Samantha no acude al Cigar Box Guitar Festival, que se celebra siempre en enero y que en 2017 resulta un fiasco. No se sabrá nada de ella hasta marzo. ¿Qué está pasando? Aquí voy a tirar de mi acreditada capacidad de fabulación para imaginarme una interpretación de este vacío en la historia de una mujer cuya vida vertiginosa se ha expuesto al público hasta entonces con todo lujo de detalles y que regresará cambiada después de seis meses de fundido en negro. Han visto cómo ha ido cambiando el aspecto de Samantha, que ya no es más aquella jovencita tímida y larguirucha. Ahora es toda una dama de la escena.

Sin embargo sigue viviendo en su casa de Kansas City, su padre se ocupa de sus redes sociales y la familia es una piña. Y luego está su hermana Amanda. ¿Qué ha sido de su hermana mayor, estudiante de conservatorio y multi-instrumentista acreditada? Pues han de saber que, en estos años, Amanda ha formado su propia banda de blues, que hace una música muy ortodoxa y desarrolla un trabajo bien valorado en los medios musicales, aunque limitado al área de Kansas y sin la proyección que ha logrado su hermana pequeña autodidacta. Les voy a poner un vídeo de Amanda, pero no se sientan obligados a verlo entero; pueden sólo ver el principio. Únicamente quiero que comprueben el aspecto actual de la hermana mayor de Sam y su forma de cantar.

En fin. Qué quieren que les diga. Mi amiga y lectora Elena me acusa a veces de gordofobia, cuando me preocupo de si Sam está ganando kilos. Pero yo creo que la cara y el cuerpo son el espejo del alma. Y la figura de Amanda Fish traduce muchas cosas, exterioriza un síndrome completo. Yo comprendo que debe de ser muy duro tener una hermana pequeña tan brillante como Sam, que se podía haber limitado a la puta batería, pero no, tiene que meterse en tu terreno, para superarte en todo. Amanda se esfuerza, ha estudiado como un verdadero animal, toca el bajo, el piano, la guitarra y no sé cuantos instrumentos más. Está muy valorada en los circuitos locales del blues. Pero no alcanza ni de lejos el desempeño de su hermana, que no ha pisado un conservatorio ni para entrar a pedir folletos de los cursos. En esta década prodigiosa, Samantha ha editado ya nueve discos, cuyas carátulas pueden ver aquí.

¿Saben cuántos discos ha publicado Amanda, que es dos años mayor, a lo largo de su carrera? La respuesta es dos. Es decir, Samantha es como yo en mi blog, trabaja continuamente, actúa, graba, publica y procura hacerlo bien, pero sin agobiarse. A Amanda me la imagino como la típica mujer perfeccionista, como esos bloggers que sólo sacan un post cada dos meses, porque no acaban de verlo terminado hasta que está perfecto, niquelao. Bien. Con todo esto, me he inventado un cuadro familiar que, de ser cierto explicaría muchas cosas. Porque Samantha ha tocado el cielo con el Wild Heart. Y necesita irse de su casa familiar. Necesita incluso irse de Kansas City, igual que yo necesitaba irme de La Coruña a los 17. Huir de la familia, de sus padres protectores, de su hermana frustrada, del entorno de amigos que la conocen desde pequeña, desde que era una adolescente esmirriada y larguirucha. Es hora de volar del nido. Y eso es lo que va a hacer Samantha. Pero habrán de esperar a la entrada siguiente para conocer el desenlace. Buen domingo.

4 comentarios:

  1. Bueno, espectacular Samantha, con este post ya me has ganado para su grupo de fans. Y, en cuanto a Amanda, he soportado el vídeo hasta que empieza a chillar, en una emulación patética de Janis Joplin. Como tú dices, una imagen vale más que mil palabras.

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    1. Bienvenido al club. De Amanda no quiero hablar mucho. Las dos hermanas dicen públicamente que su relación es buena y yo me lo creo. Lo que he contado en este texto es una fabulación basada en la imagen de ambas, que, como decimos los gallegos, lo mismo es cierta, que lo mismo no lo es.

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  2. Alguien debería llevar a Amanda a un dietista. Pero me temo que sea tan cabezota como su hermana...

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    1. Le digo lo mismo que al anterior. A lo mejor Amanda es más feliz en el amor que su hermana. Y hasta puede que sea cierto que muchos, como usted y yo, tenemos una cierta gordofobia inducida por la propaganda de coches y perfumes, que siempre saca a chicas muy delgadas.

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