O, dicho en cristiano: que la fuerza nos acompañe, en este año que empieza hoy. O que empieza ahora mismito, como nos gusta decir en mi tierra. Pero he de continuar haciéndoles saber que estoy muy indignado, es que no hay derecho, hombre. Les voy a poner el enlace a una noticia del miércoles, para que se indignen ustedes a su vez y compartan conmigo el cabreo. Han de pinchar AQUÍ. ¿Lo han visto? Desde luego, qué vergüenza. Esperen, esperen, que lo pongo en mayúsculas: ¡¡QUÉ VERGÜENZA!! Claro, al gobierno social-comunista-bolivariano del señor Sánchez, no contento con habernos tenido tres meses encerrados para que no pudiéramos salir ni siquiera a tomar un vermú a José Luis, y aislarnos luego por barrios y por comunidades, ahora se le ocurre subirnos el precio de las cartas y las tarjetas postales, para que no tengamos ni siquiera ese medio de ponernos en contacto con los seres queridos a los que hace tiempo que no vemos. Un paso más hacia la instauración de ese estado fragmentado territorialmente, de raíz soviético-chavista, que poco a poco nos va calzando este gobierno okupa, aliado de terroristas, separatistas y leninistas con coleta.
No otra cosa podía esperarse de un gabinete ilegítimo, un gobierno Frankenstein surgido con fórceps de la unión contra natura de todos los enemigos de España, que ni recupera Gibraltar, ni nos protege de los moros que vienen todos con sus cinturones bomba preparados, ni siquiera baja los impuestos, ahora que se ha visto que la sanidad privada es la que tiene que sacar las castañas del fuego a la depauperada red de centros de atención primaria y ambulatorios. Todo su esfuerzo se centra en acabar con los toros, la caza y la monarquía. Y ahora también con el servicio de correos. No se puede consentir, esto es la gota que colma el vaso. Ahora mismo nos vamos todos a la calle Serrano a atascarla con nuestros coches de gasoil, se van a enterar. Que nuestras bocinas resuenen por toda la ciudad, que esos malnacidos sepan que no nos vamos a rendir. Las consignas para hoy: ¡Correo en sobre blanco, con sellos de Franco! ¡Arriba, abajo, ni un retroceso, paquetes a destajo, sin límite de peso! ¡Las nuevas estampillas, que nos las pague Illa! ¡Libertad, libertad, libertad! ¡Frente al gobierno intruso, Almeida y Díaz Ayuso… yuso… yuso… yuso… yuso…
¡Huy, perdón! Es que me he confundido. Les quería calzar mi rollo habitual, pero me he equivocado de vinilo y les he puesto el del discurso habitual del fraCasado, un disco un poco rayado ya, después de repetirlo tantas veces durante todo el año. Contra lo que algunos piensan, yo no soy un radical ni, si me apuran, un izquierdista. Es más, tengo buenos amigos en el PP, como en casi todos los demás partidos. Pero creo que los populares deberían buscarse un secretario general con sentido de estado, que no se dedique únicamente a decir que todo lo que hace Sánchez está fatal, incluso antes de que lo haga, sin aportar una sola propuesta en positivo. A este señor, tendrían que apartarlo a un lado y dejarle que acabe sus días como concursante de Master Chef Celebrities, en donde seguro que daría la talla (por defecto). Para decir lo que este caballero lleva un año entero repitiendo machaconamente, ya tenemos a Abascal.
¡Mira que equivocarme de disco! Es que no sé ni donde tengo la cabeza. Debe de ser la vejez. En realidad yo quería dedicar este post a contarles brevemente mi cena de Nochevieja, en la que repetí la jugada de la celebración de la No Nochebuena. Por cierto, mi menú de huevos fritos ha causado tanto impacto que ya sé de dos personas que, después de leer mi post, lo eligieron para la noche de despedida del año. En fin, ya en la senda de la provocación antinavideña, decidí hacer un guiño más claro a mi tierra y cenarme un auténtico pulpo a feira. Hombre, lo que pasa es que en Madrid no se puede uno hacer con un pulpo recién pescado, como los que ven en la foto de abajo, ni disponer de una pareja de señoras con mandilón blanco, provistas de sendas tijeras recias de cocina, arre carallo, para que te vayan cortando porciones a medida que se van necesitando.
En Madrid, lo más práctico es comprarse una pata ya cocida y envasada al vacío. Eso sustituye al procedimiento tradicional de colgar al pulpo recién cazado en la cuerda de tender la ropa y arrearle con un palo de madera hasta que hable inglés o, en su defecto, se ablande lo suficiente como para ser comestible, sistema bárbaro del que viene la conocida expresión nos va a caer la del pulpo. Pero una cosa es comprarse uno precocido y otra no prepararlo adecuadamente. Yo me hice unas patatas cortadas como para tortilla española y me las preparé al vapor, para hacer la cama de abajo. Después, el pulpo, ya cortado, ha de calentarse un poco, para que esté tibio al ponerlo sobre las patatas. Esto se puede hacer en el microondas, pero yo les recomiendo utilizar una sartén, mínimamente pintada con aceite de oliva. El pulpo ha de moverse continuamente con una pala de madera para que no se pegue. Después, ya en el plato, se aliña con sal gorda, pimentón picante de la Vera y aceite virgen extra del llamado de rama. Una exquisitez. Vean, como el otro día, las fotos del proceso de preparación.
En fin. Les diré que estuve a punto de cenar eso sólo, con unos aperitivos que tenía preparados y con la botella de verdejo de Rueda que ven en la última imagen y que ahora mismo es el vino blanco que más me gusta, por encima de cualquier albariño o similar. Pero el texto de José Ovejero que les traje a mi último post ha hecho tambalear algunas de mis convicciones. Ya vieron que venía a decir que los que aborrecemos la Navidad tenemos un poco de snobs, de diletantes que pretenden sentirse por encima de la masa inculta que se traga todo lo que dictan las tradiciones sin analizarlo ni ponerlo mínimamente en cuestión. No es mi caso, creo, pero en cierta forma me sentí aludido. Un poco por eso, a media tarde bajé al Alcampo que estaba abierto hasta las 19.30, y me compré un paquetito de uvas sin hueso del Perú, para cumplir al menos con la tradición de las doce. Y me las comí puntualmente. La tarde de fin de año la dediqué en parte a pasar mis citas, cumpleaños y efemérides diversas a la agenda del año nuevo, como la anterior, una Moleskine de las que me compro en la papelería del barrio y que tienen un día por hoja como a mí me gustan.
El fin de año es también momento de volver la vista atrás y rescatar algunas imágenes para la memoria. Este año hay cientos de fotos sobre los mayores dramas que ha generado esta pandemia cruel. Pero yo he encontrado una estos días, que va más en la línea de esta tribuna en la que los sentimientos predominantes son los positivos por definición, por decisión mía al empezar este blog, cuando tomé la determinación de no caer nunca en la autocompasión y evitar los mensajes negativos. La tienen justo abajo. Los monjes budistas de un templo de Bangkok salen como cada día a cumplir la tradición milenaria de la recolecta de limosnas, debidamente protegidos con pantallas faciales. Tailandia es uno de los países menos afectados por el Covid, tal vez porque ya antes de la epidemia se regían por costumbres que llevan implícita una cierta distancia social. Observen también la maraña de cables de la red telefónica, una seña de identidad de todo el tercer mundo.
¿Qué decir de los libros leídos este año? Pues sin duda, el que más me ha impactado ha sido Niña, mujer, otras, de Bernardine Evaristo. Pero hoy quiero contarles que otro de los libros que les he recomendado en el blog, El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, de la periodista y escritora moldava afincada en París Tatiana Tîbuleac, sigue cosechando premios. Hace unos días ha sido galardonado con el Premio Casino de Santiago de novela europea, a medias con Lluvia fina de Luis Landero, que no he leído pero de la que me han hablado muy bien. La Voz de Galicia informó del fallo del jurado, como pueden comprobar AQUÍ. En lo que he leído a lo largo del año, predomina la obra de las mujeres, que se están abriendo un hueco importante en el campo de la narrativa, como en tantos otros. Tatiana Tîbuleac tiene una prosa poderosa y una mirada muy original sobre la realidad que observa. Suelo decir en el blog que la cara es el espejo del alma de las personas. Vean qué cara tiene esta mujer espléndida.
2020 fue el año en que el Deportivo de la Coruña alcanzó los niveles de degradación y decadencia a los que nunca pensamos que llegaría. Durante el verano se embarcó en una cruzada de denuncias contra la Federación de Fútbol, de la que no conté nada en el blog, porque creo que las competiciones hay que ganarlas en el campo y no en los despachos, y porque nunca le vi la menor posibilidad de conseguir salvar al equipo del descenso. Ahora, el club de mi alma se arrastra por una categoría que no le corresponde por historia y por afición, y de la que no es fácil salir. Veremos lo que nos depara el año entrante. Pero, pase lo que pase con el equipo, el Depor será siempre mi club y quiero que vean la mascarilla que me pedí como autorregalo de Papá Noel, y con la que ya salgo a la calle con regularidad.
Este ha sido para mí el año de Samantha Fish, de la que llevo hablando casi sin parar desde que la descubrí en mayo. Anoche, mi diva favorita participaba junto con otros artistas y grupos en una iniciativa montada por las cinco principales salas de conciertos de rock de Nueva Orleans: Tipitina, Maple Leaf, Howling Wolf, Chickie Wah Wah y DBA. En cada una tocaba un grupo durante una hora, sin público, para que la gente los pudiera ver en streaming y celebrara así el Año Nuevo desde sus casas con buena música. El programa contaba como presentador con el actor John Goodman, el gordo de tantas películas, como El gran Lebowsky, The Big Easy y otras, un personaje prototipo de New Orleans. Yo pagué mi entrada, que valía 25€ y que da derecho a verlo en directo o, luego, durante seis meses, gratis en el podcast. El programa empezaba a las 4 de la mañana y mi intención no era para nada esperar hasta tan tarde. Así que aguanté un poco después de las uvas y me acosté como a la una y media. Vean el anuncio del evento.
NYE in NOLA significa New Year's Eve, o sea fiesta del año nuevo, in NOLA, es decir, en Nueva Orleans. Esta mañana, me he despertado pronto, como de costumbre, y he salido a conectarme en directo. Me ha tocado ver a los dos últimos grupos, la Rebirth Brass Band y Dumpstaphunk, que he dejado como fondo sonoro mientras me vestía, desayunaba, me duchaba y enredaba por la casa. Luego, me he sentado a ver en diferido la actuación completa de Samantha en el Chickie Wah Wah, acompañada por los dos negros cincuentones que la secundan en estos últimos tiempos, un concierto magnífico de una hora, si bien la falta de público le daba un toque extraño, como el de los partidos de fútbol en estadios vacíos. Un buen modo de arrancar el año. Sam ha tenido que reprogramar sus conciertos contratados para el año que viene, como han hecho Perales y los demás. El Cigar Box Guitar Festival que lleva su nombre y se celebra cada mes de enero en Nueva Orleans, se ha suspendido este año, como era de esperar.
En su Web se anuncian conciertos en USA a partir de finales de abril, que tal vez se suspendan también. La parte americana de su gira terminaría con su participación a finales de septiembre en el Blues and Brews Festival de Telluride (Colorado), el de la estación de esquí del que les he puesto diferentes vídeos. Después tiene planeado saltar a Europa, empezando por una serie de fechas en octubre en el Reino Unido, para seguir por Alemania, Dinamarca y otros lugares, pero no España. Ya le tengo echado el ojo a su concierto en el Melkweg de Ámsterdam. Sería un sueño acudir a ese concierto. ¿Será ya posible viajar a finales de octubre? Hay que verlo. Soñar no cuesta dinero y ya saben que el derecho a soñar, aunque no está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no nos lo puede prohibir nadie, según frase de Eduardo Galeano.
En estos momentos de inicio del año, nada nos impide soñar con lo posible, y aun con lo imposible si ello fuera posible (esto es de Rajoy). Al fin y al cabo, el año que termina nos ha enseñado que lo que creíamos imposible era posible, puesto que ha sucedido, sólo que nosotros no sabíamos que fuese posible. Ni nos lo esperábamos. ¿Por qué entonces no plantearse objetivos imposibles? Seamos realistas, pidamos lo imposible, es la famosa consigna del mayo del 68. Mi amiga chilena Valeria me envía sus mejores augurios para el año que empieza, deseándome mucho newen para mí y mi familia. Es un término mapuche, similar al ¡Kia kaha! de los maoríes neozelandeses, que simboliza también la fuerza y la energía para vencer las dificultades. Este último ya se ha usado como título de post, así que esta vez les desearé a todos los lectores mucho newen.
Y por supuesto, les dejo de regalo un vídeo de Samantha de unos meses antes de la llegada del Covid cantando en directo Blame it on the moon, échale la culpa a la luna. Es una canción propia muy sugerente, que dice que le echará la culpa a la luna si no actúa bien, y se pregunta: si la libertad está a la vuelta de la esquina, ¿por qué tú y yo nos lo estamos haciendo tan mal? Eso de Blame it on the moon es una frase hecha muy frecuente en el inglés USA, de hecho hay al menos otras dos canciones con ese título, una de Bob Seeger y otra de Katie Melua, que no tienen nada que ver con la de Sam. No dejen de reparar en el post-climax de piano, algo que le gustaba mucho introducir a Eric Clapton. La música de Samantha es muy sexual y en el sexo el post-climax es fundamental. Sean felices. O inténtenlo al menos.
Querido brother, es digna de admiración la espectacular limpieza de su cocina y de la "hornilla" de gas en particular. Solamente quiero hacer una apreciación sobre su método pulpeiro ya que yo también soy consumidor de estos envases al vacío (el de LIDL es inmejorable). Yo utilizo el microondas y con las patas sin cortar, cosa que hago a posteriori, luego le echo el pimentón de la Vera NO PICANTE, la sal gorda y el aceite virgen extra (abundante en este meridional lugar). Los cachelos los cuezo.
ResponderEliminarCada uno tiene su librillo y no dudo que estará rico de cualquier manera.
Por mi parte y como abominador declarado de la navidad y sus costumbres he prescindido de las uvas (llevo ya varios años) y de la cena. Me beneficié una botella de vino granadino, uva tempranillo, que estaba atómico y que, por supuesto, me bebí yo sólo. Créame que no eché de menos nada.
Mis propósitos para este 2021 son: Seguir fumando y seguir bebiendo cerveza Estrella de Galicia o Alhambra en su defecto).
Le deseo a usted y a los suyos un buen año y que siga disfrutando de doña Samantha y del blues.
Un abrazo muy fuerte querido.
Querido, lo del pulpo, en general, es más ortodoxo como usted lo hace. Lo mío son variaciones. Las patacas las troceo en láminas para ponerlas luego debajo del pulpo, como una cama, pero una vez cortadas las cuezo normalmente. Lo de echarle pimentón picante es por mi gusto por los picantes. Normalmente se suele poner mitad y mitad con el dulce. Y lo de calentarlo un poco en la sartén es un truco que me enseñó mi amigo Luis el Charcutero, el que corta el bacalao en el Mercado de Antón Martín. Es la primera vez que lo hago y sale muy rico. Yo antes lo calentaba en el microondas como usted.
EliminarLe envío mis mejores deseos y especialmente que no nos pille el jodido virus. Lo demás vendrá solo, cuando tenga que venir.
Feliz Año 2021.
Leí tu texto al final de la mañana, y puedes creerme: me entró un hambre canina. Feliz año, hombre.
ResponderEliminarFeliz año. Para el hambre sólo hay un remedio.
Eliminar