domingo, 10 de enero de 2021

1.012. Filomena y la señora de Cinamomo

Nada, que no ganamos para sustos, luego me dicen a mí que si voy demasiado acelerado, que si lo mío es un sinvivir y que no saben cómo aguanto el ritmo. Pero si es el mundo el que va acelerado... Ya lo han visto. Como si no tuviéramos bastante con estar luchando contra una pandemia que nos tiene confinados y jodidos, resulta que va el señor Trump y azuza a sus huestes de garrulos de Arkansas y de Nebraska a que asalten el Capitolio y se arma la de San Quintín. Y sin tiempo de recuperarnos, viene la borrasca Filomena y nos trae la nevada del siglo y de los últimos 50 años, porque yo llevo 52 en Madrid y no había visto cosa semejante, ni siquiera parecida. Les diré que el viernes, cuando empezó a arreciar de verdad la ventisca de nieve, bajé al mercado bien abrigado y teniendo cuidado de no resbalarme, y volví cargado de pertrechos para pasar el encierro al cuadrado que se pronosticaba para el fin de semana. 

Tengo a mi hijo Lucas conmigo hasta el día 13 en que volará a Paris-Charles de Gaulle, para coger allí un TGV directo a Lille. Así que diseñé diferentes menús para el fin de semana. El viernes comimos con un amigo suyo, con el que luego estuvo toda la tarde diseñando un programa informático para organizar los datos de su tesis recién presentada. Les hice un curry de pollo con arroz basmati, que les estuvo muy bueno. Para nuestra comida del sábado, mi amigo Luis el Charcutero me vendió unos callos caseros ya cocinados y envasados al vacío. Les añadí un vaso de agua grande y un bote de garbanzos cocidos, para hacerlos a la gallega. Con un par de hervores removiendo con la cuchara de madera, quedaron unos callos fastuosos. Y ayer por la tarde preparé la comida de hoy: potaje de garbanzos, espinacas y bacalao, receta ya reseñada en el blog. Quería obsequiar a Lucas con el plato que tanto le gustó a su hermano al principio de la Navidad y estos guisos están mejor de un día para otro.

El viernes por la noche ya nos acostamos con bastante nieve en la terraza, pero dentro de unos parámetros normales. Pero el sábado me desperté como a las 6 de la mañana, salí al cuarto de estar y percibí una luminosidad extraña. Pensé inicialmente que se me había olvidado apagar la luz de la terraza. Nada de eso. Era la luz glauca y fantasmagórica que desprende la nieve en su blancura. Todo estaba cubierto con una capa de unos 50 centímetros, mientras seguía nevando. Era como si entre las 12 de la noche y las 6 el cielo entero se hubiera desplomado sobre la tierra, el viejo temor de Abraracurcix el jefe de la aldea gala de Ásterix. El naranjo había desaparecido, probablemente volcado por el peso de la nieve. Es por ahora la única víctima confirmada del desastre, se supone que está debajo, tronchado y descansando en paz, bajo el sudario de nieve inmaculada que lo arropa. Era un espectáculo fabuloso. Hice un serie de fotos, de las que pueden ver algunas abajo.




Lo que se ve en la última imagen es mi bicicleta, o era mi bicicleta hasta esa noche. Es increíble que a las 6 de la mañana de una noche sin luna hubiera esa luz fantasmal. Me fui otra vez a la cama y me volví a dormir, hasta las 10. Ya a plena luz, hice otra serie de fotos, de las que les he seleccionado estas.



Si trasladamos esto a la ciudad, se pueden imaginar el impacto sobre una ciudadanía ya confinada que de pronto se encuentra con algo como esto. Bastarán dos imágenes que no sé si han visto: la chica esquiando junto a la Cibeles entre gente haciéndose fotos para la posteridad, y el destrozo del arbolado del tramo peatonal de la Calle Fuencarral, que va a costar bastante recuperar para la normalidad.

La gente empezó como siempre a imaginar memes sobre esto de Filomena y la nieve, cada uno según su propia iconografía y sus obsesiones. Aquí uno de las imágenes que más han circulado, al menos entre la mitad masculina (o más culina).

Pero a mí la nieve me trae a la cabeza otra imagen que les voy a poner a continuación. Durante las Navidades de 2019, las últimas normales antes de la pandemia, el actor Arnold Schwarzenegger, entonces de 72 años, ahora tiene 73, decidió irse a esquiar, para evidenciar que sigue en una forma espectacular. Eligió la estación de esquí de Sun Valley, en Iowa, precisamente el lugar donde se inventó el telesilla y se instalaron los primeros en el mundo. Y, miren por dónde, resulta que allí se encontró a un colega aun más viejo y más duro que él, dispuesto a bajar las pistas rojas, negras y del color que hiciera falta: el gran Clint Eastwood, entonces de 89 años, cuyo 90 cumpleaños celebramos hace poco en el blog. Y decidieron hacerse una foto, que Arnold colgó enseguida en sus redes sociales. Aquí la tienen.

Arnold y Clint, dos titanes veteranos en plena forma física, provenientes del mundo del cine pero también con sus coqueteos con la política dentro del partido republicano: Arnold como gobernador de California y Clint de alcalde de Carmel. Y esto nos lleva de vuelta a lo del Capitolio, un asunto del que les presumo enterados, toda la prensa lo ha contado con pelos y señales. Ahora es tiempo de recuento de daños, físicos, políticos y anímicos. A Biden le tocará reconstruir el país, dividido en dos mitades que se odian. Si tiene la suficiente inteligencia, emprenderá una serie de políticas de consenso, de la mano de los republicanos, que ayuden a este partido a descontaminarse del trumpismo y volver a una cierta moderación. Demostrará así que no es un socialista ni un radical, como decía Trump. Lo primero es coser esa gran herida del pueblo americano. Cuando cicatrice ya habrá tiempo de pensar en políticas más sociales como las que piden Sanders y Ocasio-Cortez. Esa es mi opinión, por supuesto.

En cuanto a lo sucedido, pues parece claro que Trump habita hace tiempo en una realidad paralela y ha arrastrado con él a todos los colgados de su país, a la amplia legión de paletos provistos de redes sociales que se realimentan a diario en sus delirios conspiranoicos que les llevan a creer que la tierra es plana, el Covid-19 no existe o es un invento de los chinos para jodernos, en comandita con Bill Gates que pretende que nos vacunemos todos para insertarnos un chip y tenernos controlados y, por supuesto, las elecciones han sido un gigantesco fraude al haberse basado el conteo en la aplicación Dominion, inventada desde la tumba por Hugo Chávez y capaz de convertir automáticamente los votos republicanos en demócratas. Por cierto, la empresa propietaria de dicha aplicación ha presentado ante los tribunales una denuncia por difamación contra la abogada Sidney Powell, una de las últimas personas que ha apoyado a Trump, como pueden comprobar AQUÍ

Hace tiempo que me referí en el blog a la existencia de una chusma informatizada que vive en ese mundo paralelo y que es bastante perniciosa: terraplanistas, antivacunas, partidarios de las teorías más peregrinas y negacionistas de lo que todos los demás admitimos como cierto y seguro. Resulta inaudito que la gente se crea determinadas historias, como eso de que el mundo está dominado por una banda de pedófilos con ramificaciones en los gobiernos, la empresa, la justicia y la prensa de todo el mundo en comandita. O que Obama organizaba orgías en la Casa Blanca con su señora, sus hijas, el personal a su servicio y un buen número de grandes monos que se hacían traer del zoológico de Washington. Para creerte cosas como esta, tienes que estar muy aislado, no relacionarte con nadie y ser ya un poco raro de base. A todo eso hay que sumarle ese comportamiento narcisista que lleva a la gente a grabarlo todo y colgarlo en las redes. Si han visto los vídeos del asalto, habrán comprobado que la mayoría del personal va con su móvil en ristre, grabándolo todo para la posteridad.

¿Eran conscientes estos señores de que estaban cometiendo varios delitos a la vez? ¿Y del riesgo que corrían sacándose fotos y vídeos en pleno follón? Tal vez no. El problema para ellos es que esa profusión de imágenes en manos de todo el mundo facilita su identificación y persecución, una vez que el mundo real ha decidido que el universo irreal que ellos promueven es peligroso para la estabilidad política, e incluso mental, del mundo. Y la cacería ha empezado. Recuerden que en USA está en boga la llamada cultura de la cancelación. El tipo sobre el que la sociedad decide que la ha cagado, está perdido, que se lo pregunten a Woody Allen, por ejemplo. Y los tipos que más se distinguieron y expusieron durante el asalto están siendo detenidos, como veremos. Aquí un pequeño faunario elemental, con las imágenes más destacadas.

1.- Richard Barnett, 60 años, de Arkansas, el prototipo del garrulo de la América profunda. Entró en el despacho de Nancy Pelosi, posó las patas encima de su mesa, le dejó una carta en un sobre oficial que le mangó, y una moneda de 25 centavos por el uso del sobre. Está en el trullo bajo diversas acusaciones, entre ellas una relacionada con la desaparición del portátil de la señora Pelosi. Las fotos corresponden a la ficha policial después de ser detenido, la fechoría en sí misma y un posado previo en un acto supremacista.




2.- Adam Johnson, 36 años, de Tampa (Florida). El prototipo del gañán informatizado. Así muy listo no parece, yo creo que agarró el atril de la presidencia del Congreso para simular que se lo llevaba y que un colega le hiciera la foto. Dudo que pensara que podría salir con semejante trasto en medio del caos. Otra vez la ficha policial y la foto por la que le inculparán. Probablemente salga libre bajo fianza.



3.- Jake Angeli, 32 años, de Arizona. El tipo disfrazado de Braveheart con cuernos de vickingo. Prototipo del marulo irredento, hasta el punto que en Galicia fue objeto de toda clase de memes identificándolo como oriundo de Catoira y otros lugares. Es actor y probablemente ha llegado a creerse su propia actuación. Lleva años disfrazándose de esa manera y apareciendo por todos los eventos de la alt-right, la extrema derecha blanca y supremacista. Le encanta que lo entrevisten y prácticamente su actividad en el Capitolio asaltado se limitó a hablar ante las cámaras, posar en diversos lugares y gritar Libertad-libertad-libertad (les suena la cantinela, ¿no?). Está bastante grillado, pero no tiene nada de tonto. Él mismo se presentó a la policía de Phoenix para entregarse y declaró que él se había limitado a acudir al llamado de su presidente, que es legalmente su comandante en jefe y al que admira. ¿Podrán realmente acusarlo de algo? Las imágenes de su arresto no han trascendido, pero pueden ver aquí su aspecto real, un par de fotos de las miles que le tomaron en el Capitolio y hasta el vídeo de una entrevista que le hicieron el pasado mes de mayo. 



En unos días seguramente caerán muchos otros, como el pollo que podemos ver abajo. Todos estos son payasos, que saldrán a la calle sin demasiados problemas. Lo que pasa es que el asalto fue real, hubo cinco muertos y se vivieron escenas de pánico, como la que tienen aún más abajo.


Qué hacer con esa turbamulta. Bueno, hay que medirla y diseccionarla. Quiénes fueron los violentos, quiénes cometieron delitos (incluyendo el policía que disparó a la chica de San Diego). A Trump le votaron 74 millones de personas, quizá más de la mitad ciudadanos que votan siempre republicano, como los que en España votan siempre PP, aunque les presenten un candidato muy feo o una candidata muy tonta. Entre la otra mitad hay mucho conspiranoico y mucho colgado, pero la mayoría no creo que sean muy violentos, aunque guarden armas de todo tamaño en sus ranchos. Se va a requerir una labor pedagógica importante, casi como esos procesos de desintoxicación mental a los que se somete a la gente que cae en las garras de determinadas sectas. Y algunos tendrán que responder por sus delitos, cuando les juzguen y se los prueben. Los tres que he puesto más arriba, imagino que saldrán bastante bien librados y podrán reanudar sus vidas. De ellos depende el regenerarse o no.

En realidad, a mí me pasa que trato siempre de ponerme en el lugar de la gente, aun de la gente a la que no entiendo. Y tengo una tendencia innata a ser compasivo con ellos. Yo, en toda esta historia, creo que solo hay una persona que tiene delito, y es el señor Trump, al que ya le daré su ración el día que doble de verdad. Recuerdo que al gran Julio Cortázar le preguntaron en una entrevista si odiaba a alguien en el mundo, y de entrada respondió que no. Luego dudó, pensó un poco y añadió: Bueno, excepto a Ronald Reagan. Algo así me pasa a mí, precisando que Trump no le llega a la suela del zapato a Reagan, ni personal ni políticamente. En fin, ya que hemos traído a colación a Cortázar, les dejaré de regalo un pequeño fragmento de 62-Modelo para armar, la novela que escribió en la resaca de Rayuela

En un café de París, el grupo de argentinos exiliados, del que forman parte los inefables Calac y Polanco, discuten a voces como de costumbre en su lenguaje privado que nadie más entiende. Tienen como mascota al caracol Osvaldo, lo han puesto a andar por la mesa de mármol y los demás clientes se han quejado al camarero Curro que es gallego. En una mesa cercana, la señora de Cinamomo, también argentina, está tomando el té con su sobrina Lila y desaprueba la conducta de sus paisanos. Este personaje, como la señora de Gutusso, sale en diversos textos cortazarianos, personificando a esa gente que se opone a toda innovación en las conductas y se escandaliza por cualquier cosa. Si vivieran ahora, estas señoras votarían al PP o a los republicanos, sin pararse a pensar si su candidato es el adecuado. Y, por supuesto, se harían cruces con el asalto al Capitolio. En fin, que me voy a comerme mi potaje. Les deseo un buen fin de domingo y una semana productiva. Aquí el fragmento del que les hablo.

—Vos, Curro —dice mi paredro—, hubieras hecho mucho mejor en quedarte en Astorga, aquí en París desentonás demasiado, pibe. Sos realmente el gallego insano de que habla fray Luis de León, aunque algunos digan que se refería a un viento.

—Ustedes guardan la babosa, o yo llamo a un flic —dice Curro, guiñándonos un ojo a la vez que levanta la voz para dar satisfacción a la señora de Cinamomo que prolifera en la cuarta mesa a la izquierda, del lado del boulevard Saint-Germain.

—Está bien —dice Juan—, puede retirarse. —Bisbis bisbis —dice Feuille Morte.

Todo esto, como es natural, le parece sumamente estúpido a la señora de Cinamomo ya que, hay que ser francos, parecería que una señora ya no puede venir a pasar un rato de sano esparcimiento en un café.

—Te lo dije, Lila, vas a ver que terminarán en la cárcel, parecen locos y se pasan todo el tiempo sacando cosas raras de los bolsillos y diciendo estupideces.

—No se aflija, tía —dice Lila.

—Cómo no me voy a afligir —le contesta—. Me da una deprimencia, te juro...

—Usted quiere decir una depresión —pretende corregirla Lila.

—Nada de eso, m’hijita. La depresión es como algo que te va haciendo bajar y bajar, y al final quedas más aplastada que una raya, acordate de ese animal del acuario. En cambio la deprimencia te va subiendo todo alrededor, vos te debatís pero es inútil, y al final lo mismo quedas por el suelo como una hoja.

—¡Ah!— dice Lila, que es respetuosa.

4 comentarios:

  1. ¿No pensarás palear la nieve de tu azotea con un modelo tan fresquito como el de la alegre Filomena? Si lo haces, no dejes de subir la foto. Genial el fragmento de Cortázar. Aguardo expectante tu filípica a Mr. Trump, en cuanto "doble", esto se alarga demasiado, que venga el puntillero ya.

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    1. No pienso hacer semejante barbaridad y tú lo sabes. Cortázar siempre es maravilloso. Y estoy de acuerdo, el amigo Trump se está poniendo pesadito.
      UN abrazo, amiga.

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  2. Creo que la toma del Capitolio es la imagen de la decadencia estadounidense. Ahora harán la mejor literatura, la mejor pintura, la mejor música. Es su Siglo de oro. Como el nuestro, que vivimos con la decadencia imperial y Felipe IV. También me puedo equivocar.

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    1. Amigo Mariano. Tal vez tengas razón. Pero, desde que lo conocí hace 15 años, mi amigo de Tijuana Diego Moreno lleva pronosticando que estamos ante el comienzo de la decadencia del imperio, igual que le sucedió a los romanos y a todos los imperios anteriores. Y lo que pasa es que mi amigo está cada vez más viejo y América sigue tan pancha. No tienen sólo la mejor música, literatura, pintura y cine. También tienen los mayores presupuestos en investigación, lo que les da mucha fuerza. Ahora han de competir con los chinos y aguantar la mosca cojonera de los rusos, pero yo creo que seguirán adelante. Siempre que logren cicatrizar la herida social de los cuatro años de Trump. Los que no nos comemos una rosca somos los europeos. Lo nuestro sí que es decadente.
      Abrazos.

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