Todos esos momentos se perderán en el
tiempo, como lágrimas en la lluvia… –dice el replicante Roy Batty, Nexus 6,
ejemplar de combate, autoeficacia optima, en la escena cumbre de Blade Runner.
Por eso yo escribo un blog. Para que estos momentos que estoy viviendo no se
pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
El lunes 4 de junio amanecí en mi
habitación del Hampton Hotel de Los Ángeles, bajé a desayunar y enseguida me
fui al Metro, cargando en mi mochila uno de los dos libros gigantes de Ramón
López Lucio, para regalárselo a Shannon. La línea de Metro Expo Line sale de
Colorado Avenue, muy cerca del hotel Hampton. Hube de comprar una tarjeta (1$)
y luego cargarla con un viaje de sólo ida (1,75$). Y me monté en la terminal,
que se llama Downtown Santa Mónica, dispuesto a afrontar mi segundo día como satélite orbitando alrededor del planeta Shannon. Aquí pueden ver qué
contento iba.
En Los Ángeles hay dos medios
principales de transporte público: el Metro (en superficie excepto en el centro
de la ciudad) y el popular autobús conocido como el Big Blue Bus. No es un
mote, sino el nombre oficial; en cada parada de Metro te anuncian que tiene
conexiones con las líneas tal y tal del Big Blue Bus. Para salvar los 30
kilómetros que separan Santa Mónica del centro de Los Ángeles, hube de
recorrerme la Expo Line entera, 18 estaciones, sólo la última en subterráneo. Y
hacer allí un cambio a la Red Line para otras tres. Salí al solazo de mediodía
y muy pronto encontré el Ayuntamiento. Cuando le mostré mi pasaporte al de
seguridad de la puerta, se puso muy contento, porque dijo que él también se
llama Emilio. Shannon Ryan tiene su oficina en el piso 13 de este magnífico
edificio de los años 20 (1926, me dijo, cuando se lo pregunté y lo miró
en Internet). Aquí tienen la foto.
Shannon está actualmente asignada
a la Oficina del Alcalde de Los Ángeles. Según me explicó, la estructura
administrativa de Los Ángeles es compleja. La ciudad está dividida en 15
distritos y cada uno de ellos elige a sus concejales, en función de su
población. Al mismo tiempo, el Alcalde se elige en una competición paralela, como
persona única sin una lista detrás, con los votos de toda la ciudad. Así que
puede suceder que el Alcalde tenga que hacer difíciles equilibrios o esfuerzos
de cohabitación para gobernar su gallinero. Eso supone mucho trabajo. Shannon
me había avisado a primera hora, con pena, de que le habían puesto una reunión
a la 1pm, con lo cual no podría bajar a tomar algo conmigo, como teníamos
pensado. Y la encontré un poco disgustada por eso, pero le dije que no pasaba
nada, teníamos tres horas para compartir. Yo soy consciente de lo que supone
para una mujer joven y con familia el hecho de que aparezca en su vida, sin que
nadie le haya llamado, un abuelo haciendo turismo, sin prisa y manejando un
inglés elemental, por muy bien que le caiga. Desde Madrid, le dije que el domingo no se tenía que ocupar
de mí, sólo sugerirme un programa. Pero, de haber sabido que no podría comer
conmigo el lunes, tal vez me hubiera propuesto cenar juntos el domingo, y ahora le daba rabia.
Shannon comparte una oficina
bastante pequeña con otras dos personas: su jefe y una compañera. Estuvimos los
cuatro charlando un rato sobre nuestros respectivos trabajos y novedades. Luego
pasamos a una sala de reuniones donde les puse una de mis presentaciones sobre
la ciudad de Madrid, que les gustó bastante y a la que se sumaron algunos
compañeros más. A continuación Shannon me acompañó a ver la Sala de Plenos y
otros salones del Ayuntamiento. Y subimos al mirador que hay en la última
planta accesible, que da la vuelta completa a la torre y desde el que se ve una vista magnífica. Me estuvo explicando qué edificio era cada uno y cómo son los diferentes barrios y zonas de la ciudad. Finalmente bajamos a
la calle y dimos un buen paseo.
El Ayuntamiento de Los Ángeles
está en un barrio íntegramente dedicado a edificios administrativos, donde
están también las oficinas administrativas del Condado, el Palacio de Justicia,
la Central de Policía, la sede de Los Ángeles Times, la Catedral y el Walt Disney Concert Hall, donde tiene
su sede la Filarmónica. Todos estos edificios se organizan alrededor de un
espacio central: el Grand Park. Pasamos junto a un enorme solar limpio y
preparado como para empezar alguna obra. Le pregunté qué se iba a construir
allí y con irritación me dijo que una zona verde. Cosas de los urbanistas
–enfatizó. ¿Para qué queremos más zonas verdes en un área que cada día se queda
vacía a las seis de la tarde? Me preguntó si tenía especial interés en ver
algún edificio en concreto y entonces le hablé del Bradbury, que sabía que
estaba no muy lejos.
El Bradbury Building es un
edificio de oficinas de cinco plantas, construido en ladrillo y piedra arenisca
en 1893. Está situado en la esquina de Broadway con la Tercera. El millonario
Lewis Bradbury empleó parte de su fortuna en construirlo y, tras desechar otros
proyectos, terminó por encargárselo a George Wyman, un enamorado de la escuela
de Chicago, que ni siquiera tenía el título de arquitecto, era un simple delineante.
El Bradbury es la seña de identidad de la ciudad de Los Ángeles y está
protegido como Patrimonio Histórico Artístico desde 1971. En 1982, cuando
Ridley Scott buscaba escenarios para Blade Runner, eligió este edificio, entonces a media ocupación y en un cierto
declive. Sus decoradores se encargaron de subrayar el toque tétrico que
requería la historia.
Es ese el lugar donde únicamente
vive una persona, el ingeniero genético J.F Sebastian, que sufre el síndrome de
Methusellah y que acoge a la replicante Priss, a pesar de que intuye que le
traerá problemas. Y es allí también donde se desarrolla la mítica escena final,
la lucha desigual entre Deckard y el replicante Roy y el discurso final de este
último. El Bradbury fue restaurado años después y ahora está íntegramente
ocupado, alquilado por oficinas. Se puede entrar al espacio interior y subir a
la primera planta, pero no más arriba, y te ruegan que no hables alto para no
molestar a los oficinistas. Aquí una selección de las fotos que hicimos en este
edificio espléndido. Incluyo una de la puerta del teatro que hay enfrente, que también sale en la película.
La última es el selfie que me
hice con Shannon antes de que se fuera. Al día siguiente, la colgó en el grupo
de whatsapp que tenemos los del workshop de Portland con el siguiente
comentario: –Mirad a quién me encontré ayer por LA. Nos despedimos allí, no sin
que antes me diera una serie de indicaciones sobre por dónde seguir mi visita.
Cruzando Broadway y casi enfrente del Bradbury, está el Grand Central Market,
un centro similar al mercado de San Miguel de Madrid, lleno de puestos de venta de
comida, que en realidad son bares donde se consume lo que se compra. Me
senté en un mexicano y me comí una especie de arroz caldoso de gambas, con
maíces y cuadraditos de bacon y ligeramente picante, que me sentó fenomenal. Después de comer, me di
otra vuelta por el Brádbury, sin prisas.
A continuación, caminé por
Broadway en dirección suroeste hasta el final, y regresé por Spring. En ambas
calles hice muchísimas fotos de los edificios de oficinas art-deco, victorianos
y de la época de esplendor de los veinte. Tras dejar atrás el Ayuntamiento,
crucé sobre una autovía que va semienterrada, para visitar El Pueblo, lo que
queda del primer caserío mexicano de la ciudad, que se organiza en torno a un
parquecito lleno de mexicanos bailando carnavalitos. Queda una iglesia de
colonización, que estaba cerrada y la estación de tren y Metro de Union Station,
que es preciosa. Después crucé de vuelta la autopista para visitar
el Little Tokyo, el pequeño barrio de los japoneses en Los Ángeles. Entré en
una heladería a tomarme un helado de té verde, de los llamados Matcha, que están
buenísimos. Y desde allí caminé hasta el Metro para desandar los 30 kilómetros a
Santa Monica.
Descansé un rato en el hotel,
tiempo que aproveché para intentar hacer el checking on line de mi vuelo a San
Francisco del día siguiente. Pero era imposible. Y en medio de la refriega, me
saltó un aviso a los ojos: el vuelo de Alaska Airlines nº 1925 está cancelado.
Es algo que es habitual. No reason to get excited. Estas compañías pequeñas, si
no tienen suficientes pasajeros como para que les merezca la pena hacer un vuelo, lo cancelan y mandan a la gente a otro. Bajé a hablar con la chica
de la recepción y me confirmó que no debía haber problema. Ella me aconsejaba ir al
aeropuerto a la hora habitual, como si no supiera nada y hablar con los de la
compañía. También hice otra gestión con ella. Reservar una habitación en el hotel
para la noche del 16. Mi avión de vuelta a Madrid sale pronto el día 17 y no
quiero hacerle a Diego darse un madrugón para llevarme al aeropuerto.
Tras esas gestiones salí al
exterior y me acerqué hasta el Ocean Waterfront, en donde empecé a caminar al
azar, en dirección sur, en busca de un lugar para cenar. Lo encontré rápido, un antro de chicanos con música estupenda y ambiente romántico, que se
llama Chez J. Allí me obsequié con un salmón al pesto de buen tamaño y la
consabida cerveza IPA de presión. Y volví a dormir fenomenal, en mi cuarto
fastuoso del Hampton. Continuará.
Tu fijación con Blade Runner está fuera de toda duda. Pero hay otras películas que transcurren en Los Ángeles, como Chinatown, LA Confidential o El gran Lebowsky. Tal vez sea interesante ver sus escenarios
ResponderEliminarHay miles de escenarios de cine por aquí. También en Carmel puede uno ver la iglesia donde se rodó la escena más conocida de Vértigo. Te diré que, en relación con El Gran Lewobsky, me interesé por visitar la bolera en la que transcurren algunas de las escenas. Lamentablemente fue demolida en 2003. A cambio te diré que recorrí el paseo marítimo de Venice, donde se rodaron otras.
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