Ya les dije el otro día que este año se está
muriendo gente que no se había muerto nunca. Desde hace unos años, Fidel era un
frágil anciano, una especie de patético espectro de sí mismo, del que se ha
llegado a decir que su hermano y la gente que lo cuidaba se las habían
arreglado para ocultarle el acuerdo con los USA de hace casi dos años, para que
no se pillara una sofoquina con riesgo para su vida. Algo así como lo que se
contaba en la película Good Bye Lenin
(si no la han visto, deben verla ya mismo, hoy sin falta). Pero antes de este
triste epílogo, Fidel dominó Cuba con mano de hierro durante cerca de 50 años y
fue un personaje de talla mundial, que se merece un mínimo tributo en este
blog, aunque no fuera santo de mi devoción, como ya ha quedado acreditado en
varios posts de este blog en los que se ha hablado de Cuba. Por ejemplo el Post
#343 AQUÍ. El testimonio de mi único viaje a
Cuba, se completaba en el post siguiente, el divertido “Un ácrata en Rancho
Boyeros”. Los seguidores habituales del blog saben cómo encontrarlo a partir de
pinchar en el anterior.
En el momento actual de crispación, división de la sociedad
en dos mitades irreconciliables y pista libre para la chusma informatizada de
ambos bandos que se insulta sin parar en las redes asociales (a partir de ahora
las voy a llamar así), la muerte de Fidel ha causado la típica avalancha de
comentarios e insultos cruzados. A esa marea de mala educación que nos inunda,
se sumaron el otro día los de Podemos ausentándose del minuto de silencio por
Rita Barberá. El amigo Pablo-Pablito-Pablete se supera cada día. Yo le
sugeriría que, la próxima vez que su grupo se vea en similares tesituras, no se
vayan del hemiciclo, sino que se pongan de espaldas, se agachen y se tiren
pedos a coro o se bajen los pantalones. Al menos tendría más gracia. A mí me
puede gustar Fidel tan poco como Barberá a los de Podemos, pero no voy a caer
en ese tipo de comportamientos barriobajeros y generadores de más crispación.
Así que empezaré por traer la vieja tonada de Carlos Puebla en homenaje al
Comandante en Jefe. Además, al fin y al cabo era gallego, carallo. Pónganselo en grande que tiene unas imágenes muy interesantes.
Supongo que les han gustado las imágenes. Lo cierto es que la
irrupción de los barbudos en La Habana fue recibida en todo el mundo con
simpatía. Era una auténtica revolución popular, que había triunfado y había
echado del poder al corrupto y lamentable gobierno del señor Batista, derrotado
a pesar del apoyo militar yanqui. Durante años el régimen de Cuba fue visto
como un modelo para toda la izquierda, incluso socialdemócrata, de Europa. Yo
tuve un poster del Che en mi cuarto de estudiante, y eso que me había
desmarcado mentalmente del mundo soviético a raíz de la represión de la
Primavera de Praga, que me pilló en mi último verano en La Coruña, antes de
venirme para siempre a Madrid, donde llevo casi 50 años. No había entrado en la
universidad, y ya no me gustaba el rollo soviético. Y, sin embargo, no dejaba
de tener una especie de leyenda sobre Cuba.
La tuve en realidad hasta que viajé allí en 1988, tal como
cuento en el post que les he dicho. Pero lo que vi con mis propios ojos fue
definitivo. Cuando un régimen se perpetúa a sí mismo por los siglos de los
siglos, se convierte en una autocracia, en una dictadura, y las dictaduras
tienen rasgos diferenciales comunes, ya sean de derechas o de izquierdas. Por
ejemplo, designar sucesor a dedo a un familiar (Raúl, Kim Jong un, Bachir el
Assad). Franco lo intentó con su nieto Francis, al que cambió para eso el orden
de sus apellidos. Lo que pasa es que el nietísimo no estaba por la labor. Hay
otras muchas similitudes. El compungido speech
de Raúl anunciando por TV la muerte de su hermano es idéntico al de Arias
Navarro comunicando la del Caudillo, pucheros incluidos.
Y otra muy curiosa. En el Arriba
y los diarios franquistas, cada vez que se referían a Franco, lo llamaban de la
siguiente manera: Su Excelencia el
Jefe del Estado, don Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la
Gracia de Dios y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Por
la misma regla, cada vez que debían nombrar a Fidel en el Granma (único
periódico de Cuba), decían: El Comandante
en Jefe don Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Los conceptos no son
los mismos, pero la necesidad de decir todos los cargos de un personaje que
acumula todo el poder son bastante idénticos.
La deriva autoritaria de Fidel no
se apagó hasta que le dejó el poder a su hermano. Hubo en esa deriva unos
cuantos puntos de no retorno, como la represión del escritor Heberto Padilla,
obligado a una cruel autocrítica, o la ejecución del general Arnaldo Ochoa, el
héroe de Angola, tras una burda acusación de narcotráfico, por cierto, poco
después de mi visita a la isla. Si a esto le unimos el desastre económico de
las zafras especiales y otras ocurrencias, la cabezonería de resistir a pesar
de la ruina que supuso el cese de la ayuda anual soviética, el hambre del
período especial, el sistema de vigilancia con un chivato del régimen en cada
manzana, la falta absoluta de libertad, componen un fresco bastante tétrico. Pero el bardo
oficial Carlos Puebla animaba desde siempre a una mayor represión, como ven
aquí.
Ya sé que la educación y la
sanidad son gratuitas y muy buenas (salvo el adoctrinamiento ideológico), pero
es que en las librerías de La Habana, no se encuentra nada salvo García Márquez
y tratados de Historia de Rusia, Geografía de Rusia, etc. Y no hay Internet,
salvo en algunas bibliotecas y centros culturales. Y hay sólo un canal público
de TV y un solo periódico también del régimen, en los que personajes como
Leonardo Padura no existen. Lo que sí es cierto es que desde que está Raúl al
mando, se está intentando una especie de capitalismo, a la imagen del chino,
pero mucho más torpe. Eso ha generado la aparición de gente con mucho dinero y
también gente muy pobre, como los llamados palestinos, que instalan sus
chabolas al Este de La Habana. Raúl ha dicho que deja el poder en 2018 (si se
llega a enterar su hermano le da dos hostias y ojo que no vaya a venir del más
allá).
Fidel
Castro era un hombre de otros tiempos, ahora ya una caricatura de lo que fue. Una
reminiscencia de la Guerra Fría. Un
comentarista ácido que no se olvidaba de su pasado, cuando fue un Zeus tronante
que regañaba a su pueblo en epístolas de siete horas. Un anacronismo
viviente, una antigualla, un testimonio de lo que fue el Siglo XX, el tiempo en
el que yo viví la mayor parte de mi vida. Un siglo en el que los políticos eran
líderes y no títeres de los grandes intereses económicos. No se imaginan cuánto
echo de menos ese liderazgo que llevaban en la sangre personajes como De
Gaulle, Adenauer, Kennedy, Kruschev o Willy Brandt. Fidel se negó a retirarse
del todo y por eso lo embromaban con trucos como el que le hicieron dos
locutores de Miami, fingiendo ser Nicolás Maduro, a los que llamó comemierdas y
mariconzones.
Muerto Fidel, habrá de ser el
pueblo cubano el que decida su destino y encuentre su libertad. Que ese camino
sea pacífico o sangriento dependerá de la cerrazón de Raúl y/o su sucesor. Si
quieren leer un análisis al respecto, bastante bueno en mi opinión, pinchen
AQUÍ . Pero el otro día les hablé de mi
amigo cubano Ronaldo Menéndez. Ronaldo fue un esperanzado hijo de la
Revolución, educado en la escuela pública castrista, en donde desarrolló su
talento innato para la narración y la creación literaria. Pero, a los 23 años
abandonó la isla porque se asfixiaba. Ahora lleva otros 23 años fuera y su
reflexión tras la muerte de Fidel es amarga. Les dejo con ella. La ha colgado
en su perfil de Facebook así que no
creo que le moleste que la reproduzca (algo que, por otro lado, honra y
prestigia a este blog). Que pasen una buena semana.
Acaba
de morir la persona que ha determinado mi vida durante 46 años. Mi padre murió
hace tres, y no tuve esa sensación de orfandad del alma. Cuando tenía 9 años
representé en teatros de toda Cuba el discurso de Fidel Castro en su famoso
alegato del juicio del Moncada, cosa que le ocurre al personaje de Anabela en
mi novela 'La casa y la isla', y gané todos los premios. Hoy sufro una
sensación extraña, cuya primera idea clara es: a mis 46 años debería pertenecer
a la generación de la transición, formar parte del grupo histórico que abra
puertas y ventanas para esa isla. Pero las puertas y las ventanas seguirán cerradas.
Soy de la generación de la falta de ilusión, del dolor, y del silencio.
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