Pues aquí me tienen en Marsella,
como ya les anuncié, instalado en el Golden Tulip Hotel, un confortable
establecimiento hotelero de tres estrellas situado en el Quai du Lazaret, una de las partes en que se divide el paseo
marítimo de esta ciudad costera. He venido para participar en el meeting anual del Réseau des opérateurs et amenageurs de la ville durable en Mediterranée.
La organización de esta conferencia ha tenido a bien pagarme un vuelo regular
de Iberia y dos o tres noches de hotel. El sarao empieza mañana por la tarde. Yo
podría haber volado mañana, pero he preferido venir hoy para tener un día
adicional aquí para dedicarlo a mi ocupación favorita: vagabundear por una ciudad
grande sin una dirección fija, un poco a instinto, ayudado sólo por un plano.
Mi vuelo, de menos de 2 horas, salía de la T-4 a las 12.45. En el aeropuerto me
esperaba un amable conductor con un cartel con los logos de la conferencia, junto
con dos colegas de Rabat que acababan de aterrizar en otro vuelo. Nos ha dejado
en el hotel y me ha preguntado si necesitaba algo. Nada, le he contestado, me
vienen muy bien estas 24 horas pour flâner par la cité, et me concentrer pour la
conference.
Ya he proclamado hasta la
saciedad que me encantan las ciudades grandes, que es el lugar donde me siento
más a gusto, que si a mí me dejan en medio del campo me pierdo seguro, mientras
en una ciudad me muevo como pez en el agua. La ciudad es mi medio natural. Por
eso entenderán que en Japón me maravillara Tokio y también Kyoto, que es una
ciudad bastante grande. Entre ambas hicimos diversas visitas, típicas de los
tours turísticos, que les voy a resumir en este post, con algunas fotos de cada
lugar. Desde Tokio hicimos un par de excursiones de un día, a Kamakura y Nikko.
Kamakura es un lugar con mucho turismo interior, porque está muy cerca de Tokio
y tiene playa. Aquí visitamos el templo zen Kencho-ji y el gran Buda gigante de
bronce de 13,5 metros, famoso por ser la única pieza de cierto tamaño que
sobrevivió a un tsunami en el siglo XV.
Nikko es otro lugar cercano a
Tokio, en donde hay un grupo de templos declarados patrimonio de la humanidad.
Tiene de especial que fue el lugar elegido por el gran shogun Tokugawa Ieyasu,
el unificador de Japón del que ya les hablé, para que allí reposaran sus
restos. Muchos siglos antes, el primer templo fue fundado por un monje budista
que llegó ante el río y no sabía cómo cruzarlo. Entonces, dos serpientes
entrelazaron sus cuerpos y trenzaron un puente para él. Ante semejante
portento, al tipo no le quedó más remedio que construir un templo allí mismo.
El río se cruza ahora por un puente de madera pintado de rojo, que te da
entrada a un lugar de ensueño, en medio del bosque. Al final de la visita, nos
comimos en el pueblo el mejor ramen que he probado en mi vida y que nos sentó
fenomenal, porque hacía bastante frío.
Después de varios días durmiendo
en Tokio, enviamos nuestras maletas grandes directamente a Kyoto en el tren
bala, mientras nos aventurábamos con una pequeña mochila en lo que suele
llamarse los Alpes japoneses, una zona muy valorada por los tours operators. Allí recalamos primero
en Takayama, donde hay que visitar el barrio antiguo, formado por un par de
largas calles con edificios de madera y tiendas de souvenirs, así como un par de mercados, con sus puestos atendidos
por señoras mayores, a las que manda la familia a que vendan los productos de
sus huertas. Aquí hay que destacar la cena que nos pegamos, a base de ternera
de Hida, que presume de ser la mejor del mundo, por delante incluso de la de
Kobe. Como ésta, se trata de una carne entreverada con muchas vetas de grasa,
que te ponen cortada en tiras, para que tú
mismo te la hagas en una plancha al centro de la mesa.
Además de eso, en Takayama nos
alojamos en un hotel tradicional, en donde nos tocó dormir en futones sobre
tatamis, y donde había también unos baños termales, separados por sexos, donde
uno entra desnudo y ha de lavarse largamente antes de entrar en las piscinas
con agua a 37 grados, los yacuzzis y saunas, etc. Allí me abordó un señor de
pelo blanco con el que estuve un buen rato departiendo sobre lo humano y lo
divino, algo muy estimulante cuando uno está como Dios lo trujo a este mundo
cruel. Para ir a los baños, el hotel te facilitaba un equipo completo de
kimono, cinturón ancho y toquilla, que en otro tiempo me hubiera robado para
llevármelo a Madrid. Con los años me he vuelto yo muy correcto, a pesar de que
el conjunto me quedaba bastante bien, como pueden ver abajo.
La siguiente estación fue la aldea de Shirakawago, también patrimonio de la humanidad, que se caracteriza por la construcción de sus casas, de estilo gasso-zukuri (manos unidas en oración), así llamada por sus tejados hechos de paja y muy inclinados, para que resbale por ellos la frecuente nieve. Antes de llegar, se pasa por un mirador desde el que se hacen fotos panorámicas de la aldea. Allí hay unos fotógrafos que te hacen fotos de grupo con sus máquinas, que luego puedes comprar si quieres quedarte con un recuerdo. También te hacen instantáneas con tu propio móvil, si se lo dices. Estos fotógrafos, hablan lo justo para su trabajo, pero en todos los idiomas del mundo, con su cara siempre sonriente. Cuando nos vieron llegar y nos escucharon empezaron a gritar: ¡Ah! ¡España! kereketagaunafoto?, España, nokobramos, kereketagaunafoto? A veces he llegado a pensar que los japoneses tienen los ojos rasgados de reírse todo el rato.
La siguiente estación fue la aldea de Shirakawago, también patrimonio de la humanidad, que se caracteriza por la construcción de sus casas, de estilo gasso-zukuri (manos unidas en oración), así llamada por sus tejados hechos de paja y muy inclinados, para que resbale por ellos la frecuente nieve. Antes de llegar, se pasa por un mirador desde el que se hacen fotos panorámicas de la aldea. Allí hay unos fotógrafos que te hacen fotos de grupo con sus máquinas, que luego puedes comprar si quieres quedarte con un recuerdo. También te hacen instantáneas con tu propio móvil, si se lo dices. Estos fotógrafos, hablan lo justo para su trabajo, pero en todos los idiomas del mundo, con su cara siempre sonriente. Cuando nos vieron llegar y nos escucharon empezaron a gritar: ¡Ah! ¡España! kereketagaunafoto?, España, nokobramos, kereketagaunafoto? A veces he llegado a pensar que los japoneses tienen los ojos rasgados de reírse todo el rato.
El lugar es precioso, pero es que
encima llegamos el día de la Fiesta del Sake. Ese día se monta una feria con
muchos chiringuitos, fritangas y puestos de venta de recuerdos. Además de comer
algo con una lata de cerveza, has de comprarte una taza de cerámica para el
sake. Se hacen diversos actos solemnes, para conmemorar la producción del
primer sake de la temporada. Hay desfiles y actuaciones de una especie de mimos
con animación musical en un estrado. Finalmente, la concurrencia se sienta en
el suelo en hileras y empiezan a pasar las camareras con el sake a granel, del
que te ponen todas las veces que quieras. Sólo tienes que tener tu taza
preparada. No les extrañará saber que acabamos en el autobús cantando Japón patria querida, aunque el sake es
un licor lechoso de escasa graduación, no más que un vino. También hay otro más
destilado, transparente, tipo aguardiente, pero de ese no había en la fiesta.
El autobús nos llevaba a
Kanazawa, ya cerca del mar de Japón, donde hicimos noche, antes de salir para
Kyoto. Creo que el resto de mis aventuras japonesas se van a quedar para otro
post. Como les digo, a mí lo que me gusta son las ciudades grandes y
cosmopolitas. Como Marsella, que es la segunda ciudad de Francia, con millón y
medio de habitantes en su área metropolitana. En el próximo post les hablaré
algo sobre esta magnífica urbe mediterránea, que tiene más cosas en común con
Valencia, Nápoles o Argel, que con el resto de Francia. He pensado que tal vez
yo soy tan urbanita porque nací en La Coruña, un lugar bastante cosmopolita,
dentro de sus limitaciones. Tan urbano como para inventarse un lenguaje propio,
el koruño. Esto es algo que ha
surgido por la parte de Monte Alto, como respuesta a las tensiones lingüísticas
entre el gallego y el castellano. El koruño
es una lengua mestiza, que aúna elementos del calorro con el lenguaje de la
calle, además de tiempos verbales e inflexiones puramente galaicas. Y, como no
podía ser de otra manera, el koruño tiene su propio órgano de difusión digital,
que se llama el Neno! Les pongo una copia de pantalla, para que vean que no me
lo estoy inventando, pero abajo les facilito una transcripción, porque sé que
es difícil de leer esa letra tan pequeña.
El pie de foto reza: El buga reventao, que ya no vale ni para
chindarle las llantas. Y el texto de la noticia, que firma el redactor llamado
El Bragas, dice lo siguiente. No tuvimos
una desgracia por un pelamen de “las bisonte”. Sobre las diez de la matina, a
un operario de grúa ke levantaba un paletuni de ladrillos dun kel del trinke,
se le fue la carga y la chindó a plomo en la puta calle. El pastel todo cayó
encima duna furgalla, ke kedó mimetizada con el adokinao de Ángel Rebollo. Los
julais de prevención y los maderos investigan la película por si el notas ke
pilotaba la movida desayunara un anisaco o todo se debe a que el chimpín de
juja ese tenía más brejes ke la plaza de Azcárraga. El Neno! No pudo pillar la
opinión de la peña porque en Monte Alto la peña se levanta cuando le sale del
cimbel y al cierre del Neno! el único pavo ke paraba por allí respondía al
nombre de “Catrufo” y, a pesar de negar la presencia en los hechos, los
operarios comunicaron a los maderos ke llevaba fumando calamares y tocándose la
huevada desde ke llegaron, lo ke hizo que la madera lo parcheara y lo
identificara, por si les hiciera la 13-14.
Sensacional. Humor koruño del más
genuino. Sean felices. Entre tanta foto de Japón, aun no les he contado qué
carallo he venido a hacer en Marsella, pero todo llegará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario