lunes, 21 de noviembre de 2016

579. Colón, James Bond y el Juancho, de colofón

Es un chiste muy malo, pero se lo voy a contar. ¿Cómo? No, no. No me refiero a la victoria de Trump. Hablo de un chiste que me contó el otro día un seguidor del blog, cuya identidad no voy a desvelar, para que el baldón del infame chascarrillo caiga sobre mis hombros y no sobre los suyos. Pues érase que se era, Colón que llega a América y desembarca. Y patrullando por allí, encuentra un grupo de indios introduciéndose por su agujero mejor protegido (también conocido como el ojete) unos extraños frutos, llamados bananas, por entonces desconocidos en España, actividad que parece proporcionarles un gran disfrute. Más allá encuentra a otros indios y se los sube al barco para estudiar su cultura, rasgos y costumbres. Y estando estos segundos a bordo paseando por la cubierta, resulta que por una ventana sorprenden a Colón practicando el entretenimiento de los primeros, con una banana robada al paso en su excursión por tierra, seguramente por un afán meramente investigatorio y antropológico. 

En cuanto estos indios son autorizados a bajar del barco, lo primero que hacen es ir a chivarse a los otros, dando grandes voces: ¡¡COLÓN OS COPIA, COLÓN OS COPIA!! Y ese es el origen de la palabreja que designa la manipulación a la que fui sometido el pasado viernes, según les cuento más abajo, mi particular versión anticipada del Black Friday. Bastante Black, desde luego. Ya les advertí que el chiste era infame. Encima, leo en la Wikipedia que es rigurosamente inexacto desde el punto de vista histórico, al ser el plátano una fruta de origen asiático, que fue llevada a América por Colón y su gente, y no al contrario. Respecto a las colonoscopias, he de confesar que es la quinta que me hago, ya ven, un auténtico vicioso. Qué le vamos a hacer, tengo antecedentes familiares por los cuatro costados y esta es una prueba preventiva similar a un disparo al aire. A lo mejor tienes suerte y cae un pájaro. 

Como ya sabrán, la prueba consiste en que te duermen entero y te introducen por salva sea la parte un tubo coronado por el ojo de Dios que todo lo ve. Parece que, aprovechando que estaba dormido, me hicieron también una gastroscopia. Doblemente escudriñadas mis entretelas digestivas, el ojo de Dios localizó un urdangarín de unos dos milímetros, cómodamente instalado en algún pliegue recóndito. Las fuerzas del orden procedieron a reducirlo y decretaron su prisión preventiva, en espera del juicio en que se dictaminará si se trata de un intruso malévolo o maligno (en cuyo caso, ya está extraído), o no es más que un ingenuo de los llamados benévolos o benignos (en cuyo caso, mejor todavía). El resultado del juicio, en quince días. Y el resto, bien, gracias por el interés. Después de la prueba, me fui a casa, me comí un arroz con pollo extraordinario (como cualquier cosa que te tomes después de 24 horas de ayuno), me eché una pequeña siesta y continué con mi programa de festejos.

A las 8 de la tarde, estaba en la librería-bar Tipos Infames, barrio de Malasaña, para asistir a la presentación de la última novela de mi amigo cubano Ronaldo Menéndez, el boss del club de lecturas Billar de Letras. La novela se llama La casa y la isla y tiene una pinta muy buena. Ronaldo, que escribe como los ángeles, ha publicado ya cerca de una decena de novelas y libros de relatos, caracterizados por una temática alucinada y extrema en la que la acción se termina disparatando en direcciones increíbles, una forma de crítica a la realidad mediocre e insatisfactoria en que vivimos. Sin embargo, este libro supone, en sus propias palabras, una reconciliación con el realismo. Es una reconciliación dolorosa, que le supone revisar su propio pasado y las circunstancias que le hicieron marcharse de Cuba y ser para siempre un exiliado.

En la trama, aparecen personajes reales con sus nombres y apellidos y se recrean también escenarios reales. Uno de ellos, la Escuela Lenin de La Habana. Inaugurada en 1974 por Fidel Castro y Leónidas Brezhnev, era el lugar en donde se instruía a los jóvenes cachorros del régimen, en busca del Hombre Nuevo que prolongase en el tiempo los ideales de la revolución. Era una institución en la que convivían en régimen de internado cerca de 5.000 alumnos de ambos sexos y entre 12 y 17 años. Podían irse a sus casas el fin de semana, si vivían cerca, y sólo dos veces al año si eran de provincias. Ronaldo fue alumno de esta escuela de élite, que sólo duró unos diez años. Las normas eran muy estrictas, especialmente en todo lo relativo a relaciones sexuales, el típico puritanismo de la revolución. Pero, en los ambientes calurosos del trópico, la cosa derivó en un despelote de relaciones mixtas, unisex, orgías e historias que involucraban a los propios profesores. El comité que vigilaba las buenas costumbres se vio desbordado por la continua avalancha de casos descubiertos y hubo que cerrar la escuela.

Este es un tema recurrente en la prosa de Ronaldo, la forma en que el poder, especialmente en regímenes dictatoriales, intenta regular las facetas más íntimas de la persona y los absurdos a que lleva esa obsesión. En ese orden de cosas, se cita otro asunto que sucedió en la realidad cubana de esos años. Hablo del colectivo El Establo. Bajo ese nombre se agrupaba una serie de jóvenes creadores literarios y artísticos, surgidos del entorno de la Escuela Lenin. Ronaldo fue uno de los fundadores del grupo (un Club de los Poetas Muertos, en sus propias palabras). Eran gente muy creativa y con muchas ganas de vivir, cuya obra interactuaba con su vida en una experiencia única, llena de performances y saraos, en sintonía con el ideal de sexo, drogas y rock’n roll. Ellos pensaban que eso era lo que necesitaba la revolución, una vanguardia creativa sin límites ni cortapisas. Pero se encontraron desautorizados por la férrea censura del régimen, que prácticamente los machacó. Los que pudieron, se marcharon al extranjero, para poder respirar, para poder vivir en un marco de libertades que no coartara su creatividad.

Y de esto se habla también en La casa y la isla, primera novela que Ronaldo publica en una editorial de campanillas: AdN (Alianza de Novelas), nueva filial de la poderosa Alianza Editorial. Me compré, por supuesto, el libro y, entre vino y vino, Ronaldo me lo dedicó con estas palabras: Para Emilio, el James Bond de la palabra y la lectura. Es una vieja broma entre nosotros; Ronaldo asocia al agente 007 con mi chaqueta escocesa, idéntica a la que lleva Sean Connery cuando hace de padre de Indiana Jones, y que me puse el viernes pasado para acudir a la presentación. Porque yo fui al acto bien maqueado, con mi chaqueta de James Bond, mi sombrero italiano y mi mejor pañuelo, como pueden ver en la imagen de abajo.


Y, para completar mi literario y variado fin de semana, el domingo asistí a una lectura de poemas de mi viejo amigo Juancho Peñafiel. A Juancho, todo el mundo lo conoce por El Pelu y no hay mote mejor asignado, porque lo del pelo del Pelu es algo legendario. Yo nunca he tocado una mata de pelo tan apretada y espesa como la suya. Es como una alfombra de Cachemira. Yo creo que, si llueve, las gotas desisten de mojarle y rebotan desanimadas hasta el suelo. Durante años fue rubio, ahora ha virado al blanco, lo que le confiere solera y le acerca definitivamente a la imagen del borreguito de Norit. Juancho es cariñoso, tierno, entrañable. Y de pronto, ahora que todos los amigos estamos viejos y cada vez más a verlas venir, el bueno del Pelu se ha lanzado a tumba abierta a la poesía y produce poemas a razón de varios a la semana.

Enterados de esa hemorragia creativa, algunos amigos le organizaron una velada ayer domingo, en casa de Patricia Villacañas, cantante habitual de los garitos mestizos de la ciudad, en donde, acompañada por un buen trío de músicos de jazz, suele desgranar sus personales versiones de temas tradicionales de la música brasileña y latina. El cuarteto se puso manos a la obra y fueron alternando un poema y una canción en una secuencia que mantuvo a todos los amigos fijos a la silla y en silencio, para no perturbar la belleza del momento. Tras los aplausos, un caldo gallego y a casa, que hoy había que madrugar. Los poemas de Juancho hablan de rock, de la crisis, de los grises que nos sacudían cuando nos conocimos, de amor y de amistades eternas. Son poemas a la carrera, como las reflexiones de mi blog: le salen así y no se molesta en corregirlos. Yo conocía algunos de sus primeros esbozos poéticos y, tras escucharle anoche, puedo dar fe de que va mejorando a pasos agigantados. Les dejaré de despedida uno de sus poemas. Tal vez no sea una poesía muy ortodoxa. Pero es auténtica.

                                           ELLOS NO SABEN QUE SUEÑO
                                           (Para Peru)

                                           Controlados, vigilados, reprimidos,
                                           así vivimos bajo el capitalismo
                                           Ellos no saben que hay mucha rebelión apaciguada.
                                           Ellos hacen y deshacen; controlan bancos y estados.
                                           Más ellos no saben que soñamos
                                           con un lugar próspero a nivel planetario.
                                           Ellos parecen no enterarse e ignorarnos
                                           Y ellos no saben que sueño
                                           que esto se haga realidad un día:
                                           Un planeta habitable
                                           donde triunfen el amor, el respeto y la alegría.
                                           Y ellos no saben que sueño
                                           que en el mundo solo exista una raza: La raza humana,
                                           que allá donde vamos el horizonte no sea una llaga.
                                           Y ellos no saben que sueño
                                           que el poder sea de la gente
                                           y no de la dictadura del dinero.
                                           Ellos no saben que sueño…

Un crack, el Pelu. Les dejo con una imagen del bardo. Algunos de los presentes dijeron que se daba un aire a Leonard Cohen…



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