Es un chiste muy malo, pero se lo
voy a contar. ¿Cómo? No, no. No me refiero a la victoria de Trump. Hablo de un
chiste que me contó el otro día un seguidor del blog, cuya identidad no voy a
desvelar, para que el baldón del infame chascarrillo caiga sobre mis hombros y
no sobre los suyos. Pues érase que se era, Colón que llega a América y
desembarca. Y patrullando por allí, encuentra un grupo de indios
introduciéndose por su agujero mejor protegido (también conocido como el ojete) unos extraños frutos, llamados
bananas, por entonces desconocidos en España, actividad que parece
proporcionarles un gran disfrute. Más allá encuentra a otros indios y se los
sube al barco para estudiar su cultura, rasgos y costumbres. Y estando estos
segundos a bordo paseando por la cubierta, resulta que por una ventana
sorprenden a Colón practicando el entretenimiento de los primeros, con una
banana robada al paso en su excursión por tierra, seguramente por un afán
meramente investigatorio y antropológico.
En cuanto estos indios son
autorizados a bajar del barco, lo primero que hacen es ir a chivarse a los
otros, dando grandes voces: ¡¡COLÓN OS COPIA, COLÓN OS COPIA!! Y ese es el
origen de la palabreja que designa la manipulación a la que fui sometido el
pasado viernes, según les cuento más abajo, mi particular versión anticipada
del Black Friday. Bastante Black, desde luego. Ya les advertí que el chiste era
infame. Encima, leo en la Wikipedia que es rigurosamente inexacto desde el
punto de vista histórico, al ser el plátano una fruta de origen asiático, que
fue llevada a América por Colón y su gente, y no al contrario. Respecto a las
colonoscopias, he de confesar que es la quinta que me hago, ya ven, un
auténtico vicioso. Qué le vamos a hacer, tengo antecedentes familiares por los
cuatro costados y esta es una prueba preventiva similar a un disparo al aire. A
lo mejor tienes suerte y cae un pájaro.
Como ya sabrán, la prueba
consiste en que te duermen entero y te introducen por salva sea la parte un
tubo coronado por el ojo de Dios que todo lo ve. Parece que, aprovechando que
estaba dormido, me hicieron también una gastroscopia. Doblemente escudriñadas
mis entretelas digestivas, el ojo de Dios localizó un urdangarín de unos dos milímetros, cómodamente instalado en algún
pliegue recóndito. Las fuerzas del orden procedieron a reducirlo y decretaron
su prisión preventiva, en espera del juicio en que se dictaminará si se trata
de un intruso malévolo o maligno (en cuyo caso, ya está extraído), o no es más
que un ingenuo de los llamados benévolos o benignos (en cuyo caso, mejor
todavía). El resultado del juicio, en quince días. Y el resto, bien, gracias
por el interés. Después de la prueba, me fui a casa, me comí un arroz con pollo
extraordinario (como cualquier cosa que te tomes después de 24 horas de ayuno),
me eché una pequeña siesta y continué con mi programa de festejos.
A las 8 de la tarde, estaba en la
librería-bar Tipos Infames, barrio de
Malasaña, para asistir a la presentación de la última novela de mi amigo cubano
Ronaldo Menéndez, el boss del club de
lecturas Billar de Letras. La novela se llama La casa y la isla y tiene una pinta muy buena. Ronaldo, que escribe
como los ángeles, ha publicado ya cerca de una decena de novelas y libros de
relatos, caracterizados por una temática alucinada y extrema en la que la
acción se termina disparatando en direcciones increíbles, una forma de crítica
a la realidad mediocre e insatisfactoria en que vivimos. Sin embargo, este
libro supone, en sus propias palabras, una reconciliación con el realismo. Es
una reconciliación dolorosa, que le supone revisar su propio pasado y las
circunstancias que le hicieron marcharse de Cuba y ser para siempre un
exiliado.
En la trama, aparecen personajes reales con sus nombres y apellidos y se recrean también escenarios reales. Uno de ellos,la Escuela Lenin
de La Habana.
Inaugurada en 1974 por Fidel Castro y Leónidas Brezhnev, era
el lugar en donde se instruía a los jóvenes cachorros del régimen, en busca del
Hombre Nuevo que prolongase en el tiempo los ideales de la revolución. Era una
institución en la que convivían en régimen de internado cerca de 5.000 alumnos de
ambos sexos y entre 12 y 17 años. Podían irse a sus casas el fin de semana, si
vivían cerca, y sólo dos veces al año si eran de provincias. Ronaldo fue alumno
de esta escuela de élite, que sólo duró unos diez años. Las normas eran muy
estrictas, especialmente en todo lo relativo a relaciones sexuales, el típico
puritanismo de la revolución. Pero, en los ambientes calurosos del trópico, la
cosa derivó en un despelote de relaciones mixtas, unisex, orgías e historias
que involucraban a los propios profesores. El comité que vigilaba las buenas
costumbres se vio desbordado por la continua avalancha de casos descubiertos y
hubo que cerrar la escuela.
En la trama, aparecen personajes reales con sus nombres y apellidos y se recrean también escenarios reales. Uno de ellos,
Este es un tema recurrente en la
prosa de Ronaldo, la forma en que el poder, especialmente en regímenes dictatoriales,
intenta regular las facetas más íntimas de la persona y los absurdos a que
lleva esa obsesión. En ese orden de cosas, se cita otro asunto que sucedió en
la realidad cubana de esos años. Hablo del colectivo El Establo. Bajo ese nombre se agrupaba una serie de jóvenes
creadores literarios y artísticos, surgidos del entorno de la Escuela Lenin.
Ronaldo fue uno de los fundadores del grupo (un Club de los Poetas Muertos, en
sus propias palabras). Eran gente muy creativa y con muchas ganas de vivir,
cuya obra interactuaba con su vida en una experiencia única, llena de
performances y saraos, en sintonía con el ideal de sexo, drogas y rock’n roll.
Ellos pensaban que eso era lo que necesitaba la revolución, una vanguardia
creativa sin límites ni cortapisas. Pero se encontraron desautorizados por la
férrea censura del régimen, que prácticamente los machacó. Los que pudieron, se
marcharon al extranjero, para poder respirar, para poder vivir en un marco de
libertades que no coartara su creatividad.
Y de esto se habla también en La casa y la isla, primera novela que
Ronaldo publica en una editorial de campanillas: AdN (Alianza de Novelas),
nueva filial de la poderosa Alianza Editorial. Me compré, por supuesto, el
libro y, entre vino y vino, Ronaldo me lo dedicó con estas palabras: Para Emilio, el James Bond de la palabra y
la lectura. Es una vieja broma entre nosotros; Ronaldo asocia al agente 007
con mi chaqueta escocesa, idéntica a la que lleva Sean Connery cuando hace de
padre de Indiana Jones, y que me puse el viernes pasado para acudir a la
presentación. Porque yo fui al acto bien maqueado, con mi chaqueta de James
Bond, mi sombrero italiano y mi mejor pañuelo, como pueden ver en la imagen de
abajo.
Y, para completar mi literario y
variado fin de semana, el domingo asistí a una lectura de poemas de mi viejo
amigo Juancho Peñafiel. A Juancho, todo el mundo lo conoce por El Pelu y no hay
mote mejor asignado, porque lo del pelo del Pelu es algo legendario. Yo nunca
he tocado una mata de pelo tan apretada y espesa como la suya. Es como una
alfombra de Cachemira. Yo creo que, si llueve, las gotas desisten de mojarle y
rebotan desanimadas hasta el suelo. Durante años fue rubio, ahora ha virado al
blanco, lo que le confiere solera y le acerca definitivamente a la imagen del
borreguito de Norit. Juancho es cariñoso, tierno, entrañable. Y de pronto, ahora
que todos los amigos estamos viejos y cada vez más a verlas venir, el bueno del
Pelu se ha lanzado a tumba abierta a la poesía y produce poemas a razón de
varios a la semana.
Enterados de esa hemorragia creativa, algunos amigos le organizaron una velada ayer domingo, en casa de Patricia Villacañas, cantante habitual de los garitos mestizos de la ciudad, en donde, acompañada por un buen trío de músicos de jazz, suele desgranar sus personales versiones de temas tradicionales de la música brasileña y latina. El cuarteto se puso manos a la obra y fueron alternando un poema y una canción en una secuencia que mantuvo a todos los amigos fijos a la silla y en silencio, para no perturbar la belleza del momento. Tras los aplausos, un caldo gallego y a casa, que hoy había que madrugar. Los poemas de Juancho hablan de rock, de la crisis, de los grises que nos sacudían cuando nos conocimos, de amor y de amistades eternas. Son poemas a la carrera, como las reflexiones de mi blog: le salen así y no se molesta en corregirlos. Yo conocía algunos de sus primeros esbozos poéticos y, tras escucharle anoche, puedo dar fe de que va mejorando a pasos agigantados. Les dejaré de despedida uno de sus poemas. Tal vez no sea una poesía muy ortodoxa. Pero es auténtica.
ELLOS
NO SABEN QUE SUEÑO
(Para
Peru)
Controlados, vigilados, reprimidos,
así
vivimos bajo el capitalismo
Ellos
no saben que hay mucha rebelión apaciguada.
Ellos
hacen y deshacen; controlan bancos y estados.
Más
ellos no saben que soñamos
con
un lugar próspero a nivel planetario.
Ellos
parecen no enterarse e ignorarnos
Y
ellos no saben que sueño
que
esto se haga realidad un día:
Un
planeta habitable
donde
triunfen el amor, el respeto y la alegría.
Y
ellos no saben que sueño
que
en el mundo solo exista una raza: La raza humana,
que
allá donde vamos el horizonte no sea una llaga.
Y
ellos no saben que sueño
que
el poder sea de la gente
y
no de la dictadura del dinero.
Ellos
no saben que sueño…
Un crack, el Pelu. Les dejo con
una imagen del bardo. Algunos de los presentes dijeron que se daba un aire a
Leonard Cohen…
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