Joder, esto de levantarse y poner
la radio es terrorífico, cada día te asaltan con una mala noticia. Hoy nos
hemos desayunado con la, no por esperada menos triste, de la muerte de Leonard
Cohen. Ya he dicho en este blog que para mí es el segundo mejor letrista del
rock, después de Dylan (uno de los pocos que van quedando vivos, y al que debo
una reseña de su merecido, aunque con retraso, Premio Nobel). Leonard, 82 años,
estaba ya muy flojito. Acababa de sacar un disco, en el que se limitaba a
susurrar con la voz rota de sus últimos tiempos, una serie de poemas donde ya
anticipaba la presencia de la muerte, a la que miraba de frente, sin miedo, con
una especie de nostalgia entreverada de cansancio vital.
Cuentan que, en el acto de
presentación de este disco, en Los Ángeles donde vivía, estuvo todo el rato
sentado en un cómodo asiento, con los brazos apoyados en el bastón que usaba
para ayudarse a caminar, aguantando el coñazo del acto con una sonrisa
tranquila. Cuando le toco hablar, lo hizo brevemente, con su desencantado humor
intacto. Dio las gracias “a los que han venido al acto desde muy lejos y
también a los que han conseguido llegar desde el otro lado de LA, que tiene
todavía más mérito”. En una entrevista reciente con la revista New Yorker,
proclamó que estaba esperando la muerte, que ya veía cercana. Ante la
consternación que produjo esta manifestación, salió otra vez a la palestra,
pidió disculpas y prometió ser inmortal. Este era Cohen, un tipo de fino humor,
cariñoso, seductor y de ingenio siempre vivo.
De su vida pueden leer cientos de
noticias estos días. Nació en Montreal, fue a su universidad y empezó a
publicar poemas con cierto éxito, dentro de lo que cabe. Fue saludado como el
mejor poeta joven del Canadá, pero ya se sabe que la poesía es un arte de
seguimiento muy minoritario, con el que es difícil ganarse la vida. Heredó una
pequeña cantidad de dinero y decidió comprarse una casa en la isla griega de
Hydra con la idea de recluirse a escribir en un lugar en el que apenas había
electricidad. Pero allí le surgió la chispa del amor, que en parte trastocó sus
planes. Entre los artistas que vivían en la isla, Marianne, una chica noruega
bastante guapa, sucumbió a sus dotes de seductor, dejó a su anterior pareja y
se instaló en su vida durante siete años. Marianne, a la que va dedicada una de
sus más conocidas canciones, murió hace tres meses en Oslo, de leucemia. Tenía
81 años. Leonard supo de su grave estado y le envió un emotivo mensaje en el
que le decía: te seguiré pronto.
Siguió escribiendo y publicando
poemas durante su lapsus griego, pero estaba claro que aquello no era un
proyecto de vida viable. Entonces lo dejó todo y se fue a Nueva York a ganarse
la vida como cantautor. Tenía 33 años cuando se publicó su primer disco, que
fue un bombazo. La gente descubría en las baladas susurradas de este señor,
sobre un acompañamiento suave de guitarra acústica, una autenticidad y una
profundidad de la que carecían muchos de los jóvenes ídolos del rock. Nunca se
bajó ya de ese pedestal reservado a los más grandes. Pero, a comienzos de los
90, lo dejo todo otra vez e ingresó en un convento zen cerca de LA, donde llegó
a ser ordenado sacerdote budista.
Ese era el escenario que había
diseñado para vivir el resto de su vida, pero tuvo que abandonarlo precipitadamente
cuando descubrió que su manager, una antigua amante suya a la que había
confiado la gestión de su dinero y sus propiedades, prácticamente se lo había
robado todo. Rondaba ya los 70, cuando tuvo que salir de nuevo a los
escenarios, ahora con su coqueto sombrero y su aire de chansonnier, para recibir los aplausos unánimes de su público,
encantado de que le hubieran estafado. Y aun tuvo la energía de editar tres o
cuatro discos de susurros sobre fondos musicales tenues. Descanse en paz este
genio de la poesía y de la música. En una ocasión se definió como persona no
pesimista y lo aclaró: el pesimista es un señor que se pasa todo el día
entristecido, porque está convencido de que se va a poner a llover, y yo,
sencillamente, estoy empapado hasta los huesos. Como homenaje a Cohen, les
piden que escuchen la historia de su famoso chubasquero azul.
Otro poeta nos dejó hace poco, esta vez gallego, al que conocí brevemente, pero al que admiraba mucho, después de seguir su blog El voto con botas desde hace bastante tiempo. Fermín Bouza era un hombre con dos pasiones: la poesía y la política, en una línea nacionalista gallega, bastante próxima a la sensibilidad de Beiras, aunque algo desencantado en los últimos tiempos, según confesaba en su blog. Fermín estuvo en su Santiago natal hasta 1969, año en que tuvo que salir por piernas, porque los grises, que tantos porrazos le habían dado, esta vez estaban firmemente decididos a detenerlo. Tuvo la habilidad de escaparse a Madrid y cuenta la leyenda que su padre, también insigne poeta gallego, les dijo a los policías, que le fueron a buscar a casa, que su hijo se había ido a Argentina.
Otro poeta nos dejó hace poco, esta vez gallego, al que conocí brevemente, pero al que admiraba mucho, después de seguir su blog El voto con botas desde hace bastante tiempo. Fermín Bouza era un hombre con dos pasiones: la poesía y la política, en una línea nacionalista gallega, bastante próxima a la sensibilidad de Beiras, aunque algo desencantado en los últimos tiempos, según confesaba en su blog. Fermín estuvo en su Santiago natal hasta 1969, año en que tuvo que salir por piernas, porque los grises, que tantos porrazos le habían dado, esta vez estaban firmemente decididos a detenerlo. Tuvo la habilidad de escaparse a Madrid y cuenta la leyenda que su padre, también insigne poeta gallego, les dijo a los policías, que le fueron a buscar a casa, que su hijo se había ido a Argentina.
Lo cierto es que vino a Madrid,
de donde nunca más se fue. Como él mismo decía, con su fino humor galaico, no
superó el shock de descubrir que el mundo seguía al otro lado del “telón de
grelos”. Apareció este buen hombre por Madrid y fue a caer al Colegio Mayor en
el que yo vivía desde hacía un año. Y, como gallegos, intimamos someramente. Le
recuerdo como un tipo pelirrojo, con barba del mismo tono y gafas de montura
fina, grandote, de torso fuerte y caminar cachazudo, con una mano en el
bolsillo, bamboleándose como si arrastrara con él todo el peso de su
galleguidad y su nostalgia. Tenía cinco años más que yo, pero ya parecía una
persona mayor. Empezó a estudiar Filosofía Pura y Sociología y sólo convivimos
un año, del que recuerdo su pasión por recorrer los barrios de chabolas, aun
sin realojar y su sensibilidad con las gentes que habitaban esos poblados del
extrarradio.
En una ocasión organizamos una
especie de juegos florales en los que decoramos el edificio con papel de
envolver, para que la gente escribiera allí sus mensajes, poemas o pequeños
relatos. Fermín no quería participar, por un cierto pudor y el convencimiento
de que lo suyo era el gallego, pero al final lo convencimos y, así como sin
darle importancia, se largó un poema en castellano sobre la vida en el borde de
la ciudad, que era una maravilla. No sé por qué, pero conservo en mi memoria
uno de sus versos, aquel que decía “cascos
de Coca Cola (1 litro )
rotos”. Un endecasílabo de ritmo perfecto, clásico y a la vez innovador.
Después la vida nos llevó por caminos diferentes. Leo que Fermín acabó sus
carreras y estuvo un tiempo de profesor de enseñanza media. Después ganó la
cátedra de Opinión Pública en Sociología, puesto en el que ha permanecido hasta
el final.
En estos años, tuvo tiempo de
publicar un par de novelas y dos poemarios, todo en gallego y de temática
gallega. Mantenía una relación continua con su tierra, a la que iba con
frecuencia y de cuya gastronomía seguía siendo un entusiasta. Y solía reunirse
en el café Comercial (hasta que lo cerraron) con una peña de gallegos
expatriados. Sin embargo, mantenía un blog en castellano en el que analizaba la
actualidad nacional y del que he sido seguidor durante años. A diferencia de
mí, Fermín no hablaba mucho de su vida y peripecias, pero este verano ya nos
hizo saber que se retiraba por un tiempo, por lo que se adivinaba una
intervención quirúrgica seria, de la que esperaba volver para seguir con sus
textos, breves pero intensos. Pero sólo le dio tiempo a escribir uno más. A
modo de homenaje, les transcribo las dos últimas entradas del blog de Fermín Bouza, poeta y
politólogo de mi tierra. El penúltimo, antes de su operación, corresponde al 1
de octubre y dice:
Cautivo y desarmado Pedro Sánchez, han
alcanzado sus últimos objetivos los que desean entregar el gobierno al PP. La
guerra ha terminado. Los
críticos, la mayoría unidos por la idea de dar el gobierno al PP y no permitir
un gobierno alternativo, y apoyados por prácticamente todos los medios, incluso
los teóricamente más progres, los críticos, digo, han alcanzado sus objetivos y
el PSOE renuncia de hecho a sus objetivos políticos tradicionales. Campo libre
para un Podemos renovado, denso y menos retórico de lo que con frecuencia es.
Todos hemos aprendido cosas, algunas muy graves, que iremos comprendiendo a
medida que ocurran. Una urgencia: necesitamos medios plurales para consolidar
esta debilísima democracia que pide otras voces. Lo que acaba de ocurrir, esta
especie de asalto vergonzoso al poder democrático, ya es historia. No lo
olviden y no se encanallen. Mañana ya es otro día. Dentro de unos días, cuando
me dejen, volveré. Salud y alegría. Seguimos.
Y aquí el último, de 6 de
octubre, que dice:
Acabo de dejar la UCI, en la que sigue el PSOE.
La UCI es un lugar poco recomendable para nadie. Libérenme de ese relato y
procuren no pasar por ahí. En lo mío es eficaz, pero estaba pensando en la
política torpe que ha reducido al PSOE a su estricta caricatura en la misma
sala lúgubre en que me han rebautizado a mí. Lo han convertido definitivamente
en un partido más que engaña a su militancia para que cuatro gañanes hagan las
cosas a su gusto y al de la derecha a la que quieren servir. El daño está
hecho. Las viejas cosas de la política, en las que el PSOE quería asentarse,
recomendaban que los partidos de derechas fueran realmente de derechas y los de
izquierda de izquierda. Ahora no es así: los partidos de izquierda deben
facilitar el gobierno de la derecha y esperar alguna propinilla de esta
benemérita institución. Cualquier otra cosa será castigada por Susana Díaz, de
la casta de Rosa Luxemburgo y de los Grandes Expresos Europeos.
Dicen las crónicas que falleció
el sábado 29 de octubre. Es decir, que peleó hasta el final. Como había hecho
toda su vida. Descanse también en paz, este entrañable paisano. Ya ven que
otras noticias me entristecen más que la victoria de Trump, de la que Fermín y
Leonard han tenido la suerte de no enterarse. Les pido disculpas por el tono,
alejado de mi optimismo vital habitual. Prometo recuperarlo en los textos
venideros. A veces hay que hacer un alto en el camino, para honrar a los
caídos. Buen fin de semana.
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