Me refiero a mis congresos de
urbanismo, no al de diputados. Tal vez recuerden que en febrero estuve en
Londres, hace un par de meses en San Petersburgo y ahora estoy en Marsella,
aquí en el hotel Golden Tulip, haciendo un poco de tiempo por la mañana, porque
me he relevado a mí mismo de asistir a la visita técnica programada para hoy,
que cerraba las actividades del Congrés
du Reseau des operateurs et amenageurs de la ville durable en Méditerranée,
un sarao que al parecer se celebra todos los años en esta gran ciudad costera.
Cuando manifesté mi decisión de reengancharme para seguir en activo unos años
más, algunas personas se extrañaron y me preguntaron: ¿Pero no tienes ganas ya
de jubilarte? ¿De verdad te merece la pena seguir madrugando para irte cada día
al culo del mundo a pasar la mañana como alma en pena? Pues esta es mi
respuesta. Con que me salgan un par de eventos de este tipo al año ya me
compensa. Y este año me han salido tres. Las circunstancias por las que me han
invitado a participar en tales saraos han sido diferentes.
En cuanto al de Londres, la TfL (Transports for London) está estudiando
la posibilidad de soterrar las principales carreteras radiales de la ciudad, en
los tramos interiores a la M-25 (una carretera similar a la M-40 madrileña),
para hacer jardines en superficie. Organizaron el congreso Steets Ahead en febrero para lanzar la idea. Y buscaron algún
ayuntamiento loco que hubiera hecho algo semejante. Encontraron dos: Estocolmo
y Madrid. Se pusieron entonces en contacto con la empresa Madrid-Calle 30 (lo
siento, se llama así), compañía que encontraron descabezada, por haberse
jubilado en Navidad el anterior consejero delegado, nombrado en tiempos del PP
y buen amigo mío, y no haber sido nombrado aún sustituto por las nuevas
autoridades municipales. Los directivos de la empresa entraron en pánico y me llamaron
pidiendo ayuda, puesto que conocían mi facultad de contar el proyecto en
inglés. Yo les dije que sí y preparé una presentación. Antes del viaje,
nombraron a Samuel Romero nuevo consejero y este joven ingeniero, ahora también
amigo mío, se reunió conmigo y decidió dejarme contar mi rollo y acompañarme en
el viaje.
En el caso de San Petersburgo,
alguien de la Asociación Mundial del Urbanismo Subterráneo debió de conocer
nuestro proyecto Madrid Río y vio de interés que alguien lo contara en el
congreso bienal de dicho organismo, a celebrar en Piter, dado que se trata de
un proyecto que se ajusta como anillo al dedo a los objetivos de dicha
asociación. Para ello, pidieron al Gobernador de la ciudad que escribiera a la
señora Carmena invitándola a venir o designar a alguien. Y desde su gabinete ya
nos escribieron, indicándome a mí, con nombre y apellidos, como persona
indicada, para lo que pedían que se me preguntase si quería ir, puesto que
estaba de baja, etcétera. Este es el congreso que más me ha merecido la pena de
los tres y en el que creo que hice un papel mejor. Y llegamos a Marsella.
En este caso, los organizadores
del congreso tenían tres sesiones diseñadas, la primera de ellas dedicada a las
formas de colaboración público-privada en las grandes operaciones urbanas. Se
interesaron entonces por nuestro proyecto M-30/Madrid Río. Conectaron con el
arquitecto que encabezaba el equipo ganador del concurso de ideas y diseño del
parque, Ginés Garrido, pero querían también una visión contrapuesta desde la
administración que promovió y financió este doble proyecto. Ginés les dio el
nombre de José Luis Infanzón, que dirigió las obras de Madrid Río desde el
Ayuntamiento. Y este señor, actual Director General de Obras, también buen
amigo mío, fue la persona que me pidió que le sustituyera, dado que está muy
ocupado, porque no en vano está a punto de poner la ciudad patas arriba con sus
nuevas operaciones para hacer carriles bici y ganar espacios para el peatón.
Les cuento todo esto para que
vean que las cosas me vienen por caminos diferentes, pero que poco a poco se va
sabiendo por ahí que puedo responder con un mínimo de calidad a estos retos que
conllevan viajar y manejar idiomas. Lo que no sé si saben es que el asunto me
gusta como a un niño una chocolatina. Así que el martes día 1 llegué al hotel
más o menos a mediodía y conté con 24 horas para enredar por la ciudad,
descansar la mente y preparar mi presentación. El día 2 llegó Ginés por la
mañana y quedamos a la una para salir andando a la sede del congreso, más o
menos a media hora de paseo, para estar allí con tiempo, cargar nuestras
presentaciones y no tener agobios de tiempo, dado que la hora de inicio eran las
dos en punto. Pero Ginés se me retrasó cerca de 15 minutos y además venía con
un hambre de la hostia, por lo que hubimos de parar en una pizzería de la que
salían unos efluvios imposibles de ignorar. Llegamos como a las dos y diez. Y resultó
que éramos los primeros.
Esta es la primera cosa que me
llamó la atención: la puntualidad mediterránea. Unos días después de regresar
de Japón es algo muy llamativo. Aquí le llaman a eso el cuarto de hora de Aix.
Lo explico. Marsella es nada menos que la capital de la PACA. ¿Cómo? ¿Que no
saben lo que es la PACA? Desde luego, es que no tienen ustedes ni puta idea de
muchas cosas. Les pasa como a mí. Bien, la PACA es la región francesa de
Provenza, Alpes y Costa Azul. Hala, ya lo saben. El caso es que esta es una
urbe enorme, capital económica de dicha cacofónica región, ciudad portuaria,
dura, mestiza y un poco basta (digamos). Al menos así se la ve desde
Aix-en-Provence, la aristocrática, elitista y finolis ciudad del interior,
capital cultural del sur francés, en donde están, por ejemplo, las mejores
universidades de letras, especialmente la de Derecho. Los marselleses, que son
unos cachondos, como vimos el día de la visita del Club des Clubs Immobiliers de la France, devuelven el pique con
cosas como esta del quart d’huere de Aix.
Otra cosa llamativa. La
organización del congreso nos dijo que contaríamos con veinte minutos para
exponer nuestras presentaciones. Aceptamos y nos enviaron los billetes de avión
y la reserva de hotel para tres noches (dos en el caso de Ginés). Sólo entonces
descubrimos que teníamos veinte minutos ¡entre los dos! Luchamos por que nos
concedieran un poco más de tiempo, pero el formato era ese; veinte minutos por
proyecto y luego treinta finales para preguntas y debate. Creo que en mi vida
me han dado tan poco tiempo para hablar. Ginés me confesó que había estado a
punto de mandarlos a la mierda cuando lo
supo. El caso es que al final tuvimos que arreglarnos así, aunque no eran
especialmente estrictos con los tiempos máximos. Yo conté en inglés la
estructura financiera del proyecto M-30, calculo que en unos 12 minutos y Ginés
me siguió en su excelente inglés, con un tiempo algo mayor. En el coloquio,
pedí la palabra y les hice un resumen de todo, esta vez en francés, porque era
el idioma que usaban todos los demás.
La verdad es que nuestro proyecta
destacaba sobre los demás, como un huevo entre castañas pilongas. El resto de
intervinientes en el panel, mayoritariamente
norteafricanos (Egipto, Túnez y Marruecos) me produjeron la impresión que suelo
llevarme con esta gente: se trata de grandes profesionales, formados en las
mejores universidades occidentales, que hacen enormes montajes teóricos
irreprochables, pero que acaban perdiéndose en ese universo teórico sin dar el
paso a la realización de tales proyectos, arrasados por una realidad que
combina las grandes masas de chabolas y asentamientos informales, la falta de dinero
y de un marco jurídico-urbanístico adecuado y la realidad de unas
administraciones lentas, bastante corruptas (con perdón) y totalmente
ineficaces.
Frente a esto, nosotros contamos un proyecto muy caro, que se hizo a la carrera sin estar respaldado por una previa reflexión o estrategia global de planeamiento. Tras escucharles a todos, mi última intervención se centró en destacar que lo mejor de nuestra experiencia fue la forma en que la ciudad se defendió de una proposición agresiva y autoritaria, convirtiéndola en una oportunidad de lograr un espacio como Madrid Río. Ginés, ya en privado, me dijo que él aun iba más allá: que en su opinión era necesario que de vez en cuando hubiera en las ciudades convulsiones de ese tipo, que si no nos íbamos al modelo de ciudad dormida que se va quedando retrasada (doce años de Álvarez del Manzano, un personaje rancio, estilo Rajoy).
Frente a esto, nosotros contamos un proyecto muy caro, que se hizo a la carrera sin estar respaldado por una previa reflexión o estrategia global de planeamiento. Tras escucharles a todos, mi última intervención se centró en destacar que lo mejor de nuestra experiencia fue la forma en que la ciudad se defendió de una proposición agresiva y autoritaria, convirtiéndola en una oportunidad de lograr un espacio como Madrid Río. Ginés, ya en privado, me dijo que él aun iba más allá: que en su opinión era necesario que de vez en cuando hubiera en las ciudades convulsiones de ese tipo, que si no nos íbamos al modelo de ciudad dormida que se va quedando retrasada (doce años de Álvarez del Manzano, un personaje rancio, estilo Rajoy).
Bien, ya les contaré más cosas
desde Madrid, que tengo un retraso considerable: Japón, Marsella, el derrumbe
del PSOE, el gobierno de Rajoy, el premio Nobel a Bob Dylan, y hasta la muerte
de mi admirado Fermín Bouza, un galleguista que llegó a Madrid más o menos al
mismo tiempo que yo. Sean pacientes.
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