Les hablo de una novela que me ha
impresionado. Se llama Cirkus Columbia, se publicó en 2003 en Croacia y en 2011
en España, Sajalin Editores. Es un libro corto, escueto, sintético. Su autor se
llama Ivica Djikic, es articulista y redactor jefe de un periódico satírico de
Zagreb, donde vive, y ésta es su primera novela, que ha ganado una serie de
premios en el ámbito literario balcánico. Pero Djikic no nació en Croacia, sino
en la pequeña ciudad de Tomislavgrad, entonces Yugoslavia, ahora
Bosnia-Herzegovina. Sólo con este dato ya saben por dónde va a ir este post,
porque tal vez recuerden algo que ya he contado: que visité en su día
Yugoslavia, un país próspero, al mando del mariscal Tito, con una voz poderosa
en el concierto internacional, que le llevó a ser uno de los fundadores del
Movimiento de los Países No Alineados, junto al Egipto de Nasser, la India de
Nehru y la Indonesia de Sukarno. Una organización cuyo objetivo era desmarcarse del
mundo bipolar de la Guerra Fría.
También les he contado que he
visitado después Eslovenia (1,7 millones de habitantes) y Croacia (4,5
millones) y que me parecieron lugares dominados por las multinacionales, con
voz nula en el concierto internacional y expuestos a que los mangoneen desde
los poderes económicos, como Chipre y otros países minúsculos. Además de los
dos países que he citado, el estallido de la gran Yugoslavia generó estos
otros: Serbia, Bosnia-Herzegovina (en realidad partida en dos países que se
odian), Montenegro, Macedonia y el Kosovo. El estallido causó cien mil muertos, millones de desplazados,
etc., etc. Hace dos días y en el mismo centro de nuestra querida Europa. Les
conté con detalle los motivos profundos de este conflicto y mis miedos de que
se reprodujera algo así en España, en el Post #94,
que les recomiendo que lean, si no lo hicieron entonces, y que repasen los que
ya lo conozcan.
Ivica Djikic cuenta el drama
desde dentro. En su ciudad natal convivían serbios, croatas y bosnios
musulmanes sin mayores problemas. Después de la orgía de violencia y limpieza
étnica, Djikic emigró a Croacia. Su novela no se desarrolla, sin embargo, en
Tomislavgrad, sino en un pueblo pequeño. Como yo les contaba, las ideas
nacionalistas, sacadas de la Caja de Pandora por politiquillos frecuentemente
movidos por intereses menos nobles de los que proclaman (aunque también los hay
honestos), prenden con mucha mayor facilidad en los lugares pequeños, rurales y
aislados, y entre gente más bien ignorante. Djikic situa la acción de su novela
en una pequeña ciudad imaginaria, lo que se llama en el idioma local una kasaba, palabra de origen árabe.
Se trata de una novela coral, en
la que no hay un protagonista. Realmente, el protagonista central es la propia kasaba, cuyas opiniones recoge el texto.
Un ejemplo. Hay una mujer, llamada Lucija, que cada mañana se despierta y lo
primero que hace es salir a su balcón y gritar: ¡¡Que os den por culo a todos!! ¿A qué se debe esto? A que, años
atrás, su marido la acusó de una supuesta infidelidad y, antes de abandonarla,
le dio una soberana paliza en plena calle mayor, rompiéndole varios huesos.
Nadie salió a defenderla y por eso ella los desprecia a todos y les grita cada
mañana. Ahora cito textualmente cómo cuenta la novela lo de la paliza:
Cuando ella cayó al suelo empezó a patearla,
con una pierna y otra, una y otra, parecía un robot de una película de ciencia
ficción, moviéndose a bandazos. Toda la calle oyó cómo Lucija gritaba y
aullaba, pero a ninguno se le ocurrió reaccionar. Un hombre tiene derecho a
arrearle a su mujer, pensaba la ciudad, y si le arrea es que ella se lo ha
merecido, porque nadie está tan loco como para zurrar a su mujer sin razón
alguna. Y si realmente está loco, mejor no meterse con él.
Acojonante. Página 10 de la
novela. La obra está dividida en cuatro partes bien diferenciadas y con cambio
de narrador. En la primera se describe la vida en este pueblo antes del conflicto
armado que estalló en 1991. La gente trabaja en el campo o pasan el día
bebiendo rakija, el aguardiente
local, acompañado por trozos de queso. Por las noches, los jóvenes y no tan
jóvenes, van al único lugar de recreo, un cine, en donde siguen comiendo,
bebiendo y tirándose pedos (sic) y donde acaban todos borrachos y tiran los restos de comida a la
pantalla. Los más ebrios caminan luego de la iglesia a la comisaría y de la
comisaría a la iglesia, buscando bronca, aunque no suelen encontrar con quién
pelearse, y todo el rato cantan a gritos la misma canción: Qué bonito es el bazar de Mostar. Ese es el escenario en que
transcurre la primera parte.
La novela empieza cuando vuelve un
emigrante, Divko, que se fue a Alemania a trabajar en las obras públicas y se
hizo de oro. Podría haberse quedado en Frankfurt, donde vivía muy bien, pero
tiene que volver, como hacen los indianos, porque ¿de qué te vale ser
millonario, si los de tu pueblo no se enteran? La kasaba tiene que contemplar tu riqueza, para que ésta cobre su
verdadero sentido. Así que el tipo llega con un Mercedes, una esposa y un gato.
Días después, el gato se pierde (la investigadora Susanne Shötz dictaminaría
que el animal intentaba volver a su casa de Frankfurt). Todo el pueblo se
dedica a buscarlo. Y hay un chaval, de unos doce años que lo encuentra, después
de muchas otras cosas que suceden y que no les voy a contar.
La acción se corta y empieza el
segundo bloque, compuesto por los diarios que escribe el chaval de 12 años. Empieza
contando desde su punto de vista la vida en el pueblo y cómo, de pronto, surge
el conflicto armado. Es realmente terrorífico. En mitad de la clase de Historia
del Arte, irrumpe el director del colegio y dice que han empezado los disparos
en las montañas cercanas, por lo que pide a los alumnos que se vayan a sus
casas ordenadamente y sin correr y añade que ya les avisará cuando puedan volver a clase. El
chaval precisa que ese curso nunca se completó y que años más tarde recordará
ese verano como el único de su vida en el que no tuvo que recuperar las
matemáticas. También cuenta cómo descubre algo que desconocía: que algunos de sus vecinos eran serbios y que, según ciertos oradores callejeros, son los
culpables de todas las desgracias del lugar.
El tercer bloque narrativo lo
cuenta un joven que decide irse a Zagreb cuando empiezan las hostilidades,
alguien que podría ser una especie de alter ego del autor. No les voy a dar más
detalles porque les recomiendo que se compren el libro y lo lean. Los bloques
son muy claros: antes de la guerra, la guerra desde el pueblo, la guerra desde
Zagreb y el pueblo una vez recuperada la paz. Esta cuarta parte es muy triste. Hay
personajes realmente destrozados. Divko ha perdido el juicio. Se ha gastado su
dinero en comprar el Cirkus, una especie de tiovivo abandonado. Cada día se
sube en una silla, lo pone a funcionar y se pasa el día girando en el aire con cara de felicidad, una metáfora
del absurdo. El antiguo alcalde, que era paneslavista y seguidor de Tito, ha vuelto
para pasar allí su vejez. Sus reflexiones, como las de los otros personajes un poco inteligentes que han ido saliendo en la historia, son bastante tétricas. La
kasaba seguirá inmutable, pero ahora todos son más pobres y más desgraciados. El
estallido de violencia ha sido el triunfo de la estupidez.
Si tienen todavía alguna duda
sobre qué es exactamente el nacionalismo, sólo tienen que leer este libro. Lo
siento, pero el antinacionalismo forma parte de mi esencia más íntima. No
concibo que alguien pinte una raya en el territorio y diga: de aquí para
adentro, nos vamos a arreglar solos, vamos a construir una arcadia en la que
todos vamos a ser felices. Eso es lo más retrógrado que existe. Las soluciones
a los problemas mundiales han de ser transversales. Lo sabe cualquiera con dos
dedos de frente. Así que, por mi parte, seguiré dando leña con el asunto. No
soy el único que piensa que el derecho a decidir es algo propio de las
personas y no de las comunidades étnicas. Les dejo de propina un artículo reciente de
Fernando Savater en esa línea. Pueden consultarlo AQUÍ. Le pondría mi firma debajo. Que pasen una buena semana.
Excelente texto. Me han entrado unas ganas tremendas de comprarme el libro. De hecho, ya me he pasado por FNAC, La Central y La Casa del Libro de Gran Vía. En todas estaba agotado, pero lo he encargado. Estoy deseoso de escuchar las otras opiniones de una kasaba capaz de expresar tan claramente los conceptos que cita textualmente (aunque nos parezcan una barbaridad).
ResponderEliminarGracias por descubrirnos a este autor.
De nada. Espero que te guste. Yo ya he regalado varios.
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