Bueno, pues me está pasando algo
que no sé si atribuir a las meigas (como el maleficio que le impide al Depor
ganar sus partidos: en el último, iba ganando de uno y, se metió un gol en
propia meta en el último minuto, díganme ustedes si esto no es cousa das meigas). Me refiero a que,
desde hace un par de semanas, no hago más que enterarme de nuevos casos de personas
que, como yo, se han roto el húmero izquierdo en accidentes fortuitos.
Empezamos por el amigo Alfred, seguidor irredento de este blog, que ya lo contó
en su comentario hace pocos días (espero que tu rehabilitación progrese
adecuadamente, querido amigo). Seguimos con una compañera del Club de Lectura.
El martes recuperamos la sesión aplazada (aparte los dos accidentados, el
problema que alegaron los demás es que no se habían terminado el libro) y no
pude saber nada de las circunstancias del accidente de esta señora, porque se
trata de una mujer que vive en Colmenar Viejo y, no pudiendo conducir, parece
que no tiene medio de venir al club, ni de volver luego a su casa.
Hace poco, hablando por
teléfono con mi hermano mayor, me comentó que, unos días antes, una vecina de
su bloque se había caído por las escaleras y se había roto el húmero izquierdo.
Por último, un amigo que está siguiendo una terapia para sus diversas neuras,
consiguió por fin la semana pasada que su psicóloga le diera el número de un
psiquiatra que debía completar o ampliar su tratamiento. Llamó al número
indicado y se enteró que el psiquiatra estaba de baja por una fractura de
brazo. En fin, que esto es una verdadera epidemia, que vigilen, que se protejan,
que pisen con cuidado por donde quiera que vayan, que esto de andar por el
mundo tiene últimamente un peligro de la hostia. Por lo demás, harto de tener
que repetir la historia de mi caída, para los numerosos amigos y conocidos que
se han interesado por mí en estos días (y que podrían haber leído mi blog y no
dar tanto el coñazo), pues me he inventado un par de historias falsas, a la
manera en que Valle Inclán disponía de unas cuantas versiones delirantes sobre
la forma en que había perdido su brazo.
Según una de estas historias, iba
yo en el Metro con mi bolsa de chocolatinas Cadbury, cuando fui rodeado por una
pandilla de delincuentes de aspecto inequívocamente albano-kosovar, firmemente
decididos a quitarme los bombones. Al ver que me defendía con decisión y arrojo
sin fisuras, no encontraron mejor modo de robarme que quebrarme el brazo en que
llevaba el regalo para mis compañeras de oficina. La otra toma falsa parte del
hecho cierto de que estoy cada día más guapo. Tanto que el día de autos fui salvajemente
atacado por un oso que me confundió con Leonardo di Caprio. Hablando de di
Caprio, me congratulo de que le hayan dado por fin el Óscar, ya era hora, es un
actor muy bueno y se lo merece holgadamente. Su interpretación en El renacido es sobresaliente, aunque la
película, en mi modesta opinión, es un bodrio indigerible. Bodrio, según la
RAE, es un guiso elaborado con buenos ingredientes, pero estropeado por una
deficiente elaboración. En este caso, además, le falta un ingrediente que para
mí es básico: un guión bien trabajado.
Es que al invento, diseñado para arrasar en taquilla, se le ven las
costuras. Le pase lo que le pase al protagonista, va a sobrevivir de manera increíble
hasta el final de la interminable película. Le ataca un oso que lo deja medio
muerto, se le infectan las heridas, lo dejan por muerto, cuando lo que está es
mal enterrado, cae al agua de un río que lo arrastra por rápidos y cascadas y
(el colmo) huye a caballo de los indios en un galope vertiginoso que acaba en
un abismo por el que caen caballo y jinete. Resultado: se mata el caballo.
Mucho antes de esas sucesivas hecatombes, el espectador ya se ha desentendido
de una acción que sabe manipulada, ha procurado distraerse con los magníficos
paisajes, la música o el duro trabajo de di Caprio, pero nada de eso evita que
la mente se le vaya a sus propios y reales problemas, convencido de que el tipo
va a sobrevivir hasta la última escena, en la que ese guionista mediocre
decidirá que viva o que muera, circunstancia que ya da exactamente igual,
porque hace rato que uno está deseando que se enciendan las luces para poderse
ir a la calle a mezclarse entre la gente corriente, esa que no sobreviviría al
ataque de un oso. Por cierto, el título original The Revenant, yo lo hubiera traducido por El Revenido, puesto que la película tiene la textura del pan duro.
En contraste, Spotlight es un film extraordinario, que
les recomiendo sin ninguna duda. Es más, si no lo han visto todavía, vayan
enseguida. Vayan hoy, esta tarde. No esperen a mañana. La noche de los Óscar,
me llevé varias alegrías, además del premio a di Caprio. Por ejemplo, el Óscar al
mejor documental ganado por Amy, el
biopic sobre Amy Winehouse largamente comentado en este blog. Pero, sobre todo
los dos premios a Spotlight: mejor película y mejor guión original. Spotlight
recrea un hecho cierto: la investigación emprendida por un equipo de
periodistas del Boston Globe en 2002, sobre un caso individual de pedofilia a
cargo de un cura de un colegio con algunos de sus alumnos. El tema de la
pedofilia es tremendo, pero la película no trata de eso, sino que explica cómo
funciona un periódico serio y profesional, como se hace una investigación, qué
sucede cuando se descubre que se está entrando en terrenos peligrosos o
sensibles, cómo se resisten las presiones, etcétera.
Es una película coral, sin un
protagonista claro. Muy pronto se sabe que el primer caso investigado no es
único, se empieza a tirar del hilo y se comprueba que el problema es sistémico, como el de la corrupción en
los partidos políticos españoles. La pulsión pedófila está extendida y hay todo
un entramado dedicado a tapar los casos que afloran, mediante traslado del cura
a otra diócesis y acuerdos económicos con las familias. Al frente de todo eso está
el poderoso cardenal de Boston, monseñor Law. Este elemento, ya anciano, vive actualmente
en el Vaticano, donde han rechazado las sucesivas peticiones de extradición de los
Estados Unidos. Incluso vivía en unos aposentos de la residencia papal, hasta
que eligieron al entrañable Francisco que, en cuanto llegó, lo echó. El Papa
Curro es el primero que ha intentado luchar contra esa lacra de la Iglesia, que
tendría una solución muy fácil: suprimir el celibato. Si los curas, después de
su trabajo diario, llegaran a su casa y pudieran tocar un culo bajo las
sábanas, se acababa el problema. ¿O es que no saben ustedes que entre los curas
anglicanos u ortodoxos no hay pedófilos?
De todas formas, lo que muestra
la película es cómo se investiga un asunto delicado por un equipo de
periodistas honrados y profesionales, una especie en claro peligro de
extinción, al menos en España, donde la prensa jalea e intriga, en vez de
informar. Es, pues, un homenaje al buen periodismo, el de toda la vida, el
anterior a cebrianes y pedrojotas. Me alegré de su Óscar porque
su director y guionista no es un desconocido para mí. Spotlight es la quinta
película de Thomas McCarthy y yo he visto las dos primeras, que eran
excelentes, y les recomiendo revisen, porque merecen la pena. No he visto en cambio las
números 3 y 4, de las que leí que no eran tan buenas. La primera película de
este señor, de 2003, se llama The Station
Agent y cuenta las tragicómicas peripecias de un enano que hereda una vieja
estación de ferrocarril abandonada en un pueblo de mala muerte.
La segunda, de 2008, se llama The Visitor y cuenta la historia de un
viejo profesor viudo de una universidad cercana a Nueva York, con el que yo me
sentí muy identificado. El tipo vive en la propia universidad desde que
enviudó, y es un hombre muy entristecido, que vive una especie de exilio
interior. En las primeras escenas, los del claustro le presionan diciéndole que es el único
que falta por entregar el programa del curso y a renglón seguido se le ve con un tipex borrando el 7 de 2007, para
sustituirlo por un 8. La acción comienza cuando le dicen que ha de sustituir a
un colega de baja, como conferenciante invitado (visitor) en un congreso en New
York. Se resiste como puede, pero al final ha de ir. Vuelve a su viejo piso,
cuya propiedad conserva pero, al llegar, lo encuentra okupado por un tipo que toca los bongós en una esquina de Manhattan
y su novia. La relación que se establece entre estos tres personajes es el
meollo de esta emocionante película.
Al final, el viejo profesor aprende a tocar los bongós y recupera la alegría de vivir a partir de la verdadera amistad y del ritmo. El ritmo es algo que nunca debe perderse. Es más, yo pienso hacer una buena parte de mi rehabilitación a base de bailar. Les recomiendo que hagan ustedes lo mismo, aunque no se hayan roto ningún hueso. Háganme caso, coño, muevan el culo. Para la melancolía, nada como mover el culo. Y, para mover el culo, nada como el funk. Hace años que lo descubrió Fred Wesley, un trombonista que tiene ahora más de setenta. Ya tenía más de sesenta cuando publicó esta maravilla que les dejo como despedida: Funk para su culo (Funk for your ass). Hala, ya pueden empezar a bailar.
Al final, el viejo profesor aprende a tocar los bongós y recupera la alegría de vivir a partir de la verdadera amistad y del ritmo. El ritmo es algo que nunca debe perderse. Es más, yo pienso hacer una buena parte de mi rehabilitación a base de bailar. Les recomiendo que hagan ustedes lo mismo, aunque no se hayan roto ningún hueso. Háganme caso, coño, muevan el culo. Para la melancolía, nada como mover el culo. Y, para mover el culo, nada como el funk. Hace años que lo descubrió Fred Wesley, un trombonista que tiene ahora más de setenta. Ya tenía más de sesenta cuando publicó esta maravilla que les dejo como despedida: Funk para su culo (Funk for your ass). Hala, ya pueden empezar a bailar.
Sí señor, Valle Inclán solía contar que, acorralado por un león en la selva, hubo de cortarse él mismo su propio brazo para echárselo al león y distraerlo, mientras escapaba, así que no le va usted muy a la zaga. Lo que no hemos podido comprobar es eso de que está cada día más guapo, porque lo único que nos ha mostrado es la radiografía de su brazo deconstruido.
ResponderEliminarEn fin, que se ponga usted bien rápido y pueda seguir bailando el funk.
Bueno, luego me acusan alguno de narcisista. No he aprendido a grabar vídeos caseros y colgarlos en el blog, si no, ahora mismo le mostraría cómo bailo el Funk for your ass, o más propiamente, for my ass.
EliminarTom McCarthy, además de lo que cuentas, tiene una larga carrera como actor y es el guionista de "Up", una de las mejores películas de dibujos animados que he visto en mi vida. The Visitor la he visto y me gustó, aunque creo que debo revisarla, a la luz de lo que nos cuentas. No he visto, en cambio la del enano, ni ninguna de las otras. Coincido en que Spotlight es muy buena. En cuanto a El revenido, como tú la llamas, pues no estaba en mis planes verla. Iñárritu me carga bastante, sobre todo desde que cortó con el guionista de sus primeras y excelentes películas.
ResponderEliminarGracias por el dato. "Up" es una película de animación maravillosa, de la factoría Pixar, como las de la saga Toy Story. "Up" es mi preferida, junto a "Wall-e".
EliminarEn lo de Iñárritu coincido contigo. El guionista de sus tres primeras películas era el también escritor de relatos Guillermo Arriaga, que luego hizo un estupendo guión para "Los tres entierros de Melquiades Estrada", una película también cojonuda, y hasta llegó a dirigir otra llamada "Lejos de la tierra quemada", también bastante interesante.