Aquí sigo de baja médica, procurando
aprovechar esta especie de ensayo de la vida de jubilado que me espera dentro de poco. La verdad es que, si no
tuviera molestias en el brazo y contracturas diversas en torno al hombro y el
costado, estaría como un cura. Hay que ver lo que ha avanzado la traumatología
en los últimos años. Cuando yo era joven, una fractura de húmero se trataba
alineando los dos trozos, por así decirlo, a huevo. Manteniéndolos presionados
en su sitio, se procedía a rodear el brazo con una escayola desde el hombro a
la muñeca y listo. En general, eso te lo hacían (con suerte) con anestesia
local, de modo que solías ver las estrellas. La escayola pesaba como un demonio
y te hacía diversas rozaduras en los extremos, aunque también es cierto que
servía para presumir por el barrio, que las chicas te firmaran, etcétera.
El brazo se mantenía así 40 días,
durante los que dormías fatal, tenías dolores tremendos, por no hablar de
picores en zonas donde era imposible rascarse. Pasado ese plazo, uno acudía al
hospital, en donde la escayola se rompía a martillazos (en tiempos más recientes había unas sierras radiales que te juraban que sólo cortaban la escayola, pero
hacían un ruidito que alimentaba toda clase de sospechas). Entonces te
descubrían lo que un día había sido tu brazo, ahora reducido a una especie de
braga lastimosa. Eso iniciaba un largo proceso de rehabilitación para recuperar
la musculatura y recobrar la simetría propia de un ser humano que no sea
tenista profesional.
Nada de eso hacen ahora. Ya les
expliqué cómo me operaron el 22 de febrero para ponerme un clavo de titanio de
25 cm. sujeto en sus extremos por dos tornillos asegurados al hueso. Salí de
quirófano con un vendaje fuerte bien apretado. Tres días después, antes de
darme el alta, me cortaron ese vendaje con unas tijeras y me dejaron el brazo
al aire, con un par de apósitos sobre las dos heridas de la operación y un
cabestrillo con instrucciones de no quitármelo ni para dormir (me dieron otro
especial para ducharme con él). A continuación tuve un par de consultas en clínicas de ASEPEYO. En la segunda, me quitaron ya la mitad de los puntos. Y
llegamos así a la consulta del día 8 de los corrientes, en la que hube de
regresar al hospital, y de la que no les he contado nada todavía.
Me desplacé al hospital en taxi, me
registré y me mandaron a radiología donde me sacaron diversas tomas. Y pasé a
la consulta de traumatología. El doctor Gárate y un compañero examinaron las
radiografías y me dijeron que todo estaba perfecto. Me quitaron el resto de los
puntos que tenía y me pusieron nuevos apósitos “para no manchar la camisa con
posibles supuraciones”. Pero me dijeron que, a partir de la siguiente ducha ya
no necesitaría desinfectar las heridas ni ponerme nuevos apósitos. El brazo al
aire. En cuanto al cabestrillo, me lo podía ir quitando. Si me daba miedo,
podía hacerlo de forma progresiva, empezando por quitármelo dentro de casa.
Para salir a la calle y para dormir, podía mantenerlo de momento, o irlo
eliminando también. Y me emplazaron a volver al hospital el día 22 de marzo.
Se produjo en ese momento una
circunstancia curiosa. El colega de Gárate dijo: –El 22 yo no estoy. Gárate
miró un calendario y contestó –Ah, yo tampoco. Lógico: el 22 de marzo es Semana
Santa. Rápidamente, Gárate añadió: –No importa, tiene que ser el 22, le
atenderá el doctor Carrasco (o Castaño, o Cascorro, algo empezado en ce), que
está de guardia. Entonces caí en la cuenta. El 22, segunda consulta en el
hospital, es justo un mes después de la operación. Y el día 8, primera consulta
en el hospital, se cumplían justo los quince días de la misma. Es un protocolo,
como todo ahora en la medicina. Me explicaron varias cosas. El proceso de
consolidación del hueso alrededor de la rotura, dura tres meses. Durante este
tiempo, el organismo desarrolla una actividad, llamada osteogénesis, que finaliza con la formación del callo de fractura. Lo que no sé es por
qué unos profesionales capaces de poner un nombre tan bonito, sugerente y
cargado de resonancias helenas, como osteogénesis, pueden luego designar al
resultado con esa denominación tan horrorosa. Cuando yo era joven, uno oía
hablar de un callo de fractura y enseguida pensaba en una mujer muy fea. Con
perdón.
Así que durante tres meses no
podré desarrollar actividades de riesgo, como correr o nadar. Y he de tener
cuidado de no caerme. Cada día que pasa sin que me dé un golpe, es un triunfo
en el proceso de creación del callo ese de los cojones. Por lo demás, la
consulta del próximo día 22 tendrá por objeto, entre otras cosas, ponerme en
contacto con un recuperador, para ver cómo he de hacer la
rehabilitación de mis músculos y tendones. Pero ya me han explicado una serie
de ejercicios para ir haciendo hasta entonces, con la idea de que, cuanto
más lleve avanzado, mejor recuperación tendré. En el caso ideal, no sucedido
con nadie, de que el 22 estuviera perfectamente, ya no necesitaría recuperador.
Lo que supongo es que tendré que seguir haciendo ejercicios y estiramientos
hasta el verano, si no más.
Como se habrán imaginado, en cuanto
llegué a casa después de esa consulta, me quité el cabestrillo y lo guardé en
un cajón. El problema es que, en los días anteriores a ese momento, ya no tenía
apenas molestias y, a partir de la supresión del cabestrillo, brotaron como
hongos una serie de contracturas, dolores, tumefacciones e inconvenientes
varios, agravados además por la práctica de los ejercicios que me han prescrito. En esa tesitura estoy ahora. Ya saben que no me gusta quejarme en el
blog, pero digamos que me tira la sisa de la hostia. Especialmente por las
mañanas. Mi amigo Juanmi el Guitarrero, vicioso del kickboxing y otras
actividades violentas, dice que él se ha roto tantos huesos que, a partir del número 30, dejó de contarlos. Y que, durante todos los procesos de recuperación, se
levantaba baldado por las mañanas, hasta que el cuerpo iba distribuyendo el
tres-en-uno, o lo que sea que calma los dolores matutinos.
Por lo demás, no tengo ni idea de cuándo me darán el alta. Mientras, procuro seguir con
mi vida normal y tengo menos tiempo para dedicar al blog del que esperaba,
porque no paro quieto. Así que, por ahora, esta será la última información sobre
mi evolución post-quirúrgica. Que tengo muchas otras cosas de las que hablarles. Por
ejemplo, sobre mi cambio de coche (eso sí que no se lo esperaban). Creo haberles
contado que había adquirido mi Toyota Auris con un sistema similar al leasing, aunque no es un leasing. Bueno,
no se preocupen, que ya se lo explicaré todo con pelos y señales. Hemos de
hablar también de la novela Cirkus Columbia, que examinamos en el último Club de
Lectura y que da para un post exclusivo también. Y, por supuesto, hablaremos de
la felonía suprema que está perpetrando la Unión Europea con los refugiados
sirios.
Esta vez no me digan que no me
adelanté a anunciarlo. Mi Post #453,
“Todos somos Petra Laszlo”, está fechado nada menos que el pasado 2 de diciembre.
Allí adelantaba yo por dónde iban a ir los tiros. Y recuerdo que muchos
lectores me llamaron por teléfono, sorprendidos por el tono cáustico del texto,
tan infrecuente en un foro generalmente humorístico y optimista. Más de uno me
sugirió que estaba un poco paranoico con este asunto, que me estaba adelantando, que al final Europa sería
hospitalaria como siempre y que no íbamos a dejar tirada a la pobre gente que huye de
la terrible guerra siria. Ahora, como socio de ACNUR, tengo datos detallados.
Así que ya les anuncio tres próximos posts: uno sobre el cambio de coche, otro
sobre Cirkus Columbia y otro sobre la indignidad colegiada de los países de
esta vieja Europa de nuestros pesares. Una Europa en la que, al
mismo tiempo, Londres se está planteando gastarse un dineral en la construcción
de un sistema de túneles urbanos, que dejaría en juego de niños el proyecto
M-30. Este es el mundo que tenemos. Hala, que lo pasen bien.
¡No me lo puedo creer! ¿De verdad has prescindido del maravilloso Toyota Auris, del que contabas tantas maravillas?
ResponderEliminarEn cuanto a lo de los refugiados, tienes toda la razón y hay ya muchas voces en contra de ese acuerdo tan perverso.
Un abrazo.
Lo del coche ya se explicará. Paciencia. De todas formas aun no puedo conducir. Respecto a lo segundo, un grito unánime: ¡¡UNIÓN EUROPEA, INSENSIBLE Y FARISEA!!
EliminarAbrazos.