A soldier with the broken arm
Fixed his stare to the wheels of a Cadillac
David Bowie, Five Years (1972)
Cinco años para llorar, decía
Bowie que le quedaban a la Tierra, y un soldado con el brazo roto se quedaba
atónito mirando las ruedas de un Cadillac. Más de 40 años después, la Tierra ha
sobrevivido, Bowie se ha muerto y yo, como ese soldado del brazo roto, contemplo
atónito la situación de Siria, cuya guerra cumple estos días precisamente cinco
años. Cinco años de violencia, miseria y dolor, que han generado la mayor
avalancha de refugiados en Europa desde los tiempos de la Segunda Guerra
Mundial. Me dice la gente de ACNUR que el 2015 ha sido el año más difícil desde
la existencia de esta agencia de la ONU para atención de los refugiados, pero
que el 2016 se prevé todavía peor.
A poco de hacerme socio de ACNUR,
me llamaron por teléfono para darme encarecidamente las gracias y explicarme
algo de su funcionamiento. Me sentí muy abochornado por mi escasa contribución
y así se lo dije. Estás muy equivocado –me respondieron. Con cada 5 euros de
los que tú nos das, podemos garantizar en determinadas zonas que un niño se
alimente adecuadamente durante una semana. Aprovechando mi situación de baja
laboral, me he pasado un par de veces por la sede en Madrid de la organización,
que no está lejos de mi casa y me he enterado de una serie de datos sobre el
universo de los refugiados del mundo. En estos momentos hay más de 60 millones
de refugiados y desplazados en las distintas zonas conflictivas del mundo
(Siria, Ucrania y varios países africanos).
Aquí una primera precisión. Se
considera desplazados a los que
tienen que huir, dejando su casa y la mayor parte de sus bienes, pero pueden
quedarse dentro de su país. Por el contrario, se llama refugiados a los que han de abandonar incluso su país, de donde se
van con lo puesto. En estos cinco años, la guerra de Siria ha generado 6,5 millones
de desplazados y 4,5 millones de refugiados. La proporción entre ambas cifras
da idea de lo sanguinario y cruel que es este conflicto. Por ejemplo, la guerra
de Ucrania, ha generado millón y medio de desplazados, por casi ningún
refugiado. Ya me he referido a Siria varias veces en este blog, pero vuelvo a
hacerlo en este momento. En relación con el conflicto, hay dos temas
diferentes: la propia guerra y la avalancha de refugiados que ha producido. Los
trataremos por bloques.
La guerra empezó, como saben, a
partir de la revuelta montada en marzo de 2011, a imagen y semejanza de las que
brotaron en diferentes países árabes a partir de las Navidades de 2010, en lo
que se llamó la Primavera Árabe. Todas menos la de Túnez acabaron como el
rosario de la aurora. En Túnez hay un régimen democrático sostenido con
alfileres y resistiendo el acoso de toda clase de enemigos. En Marruecos,
Jordania y diversos países del Golfo Pérsico, la revuelta no llegó a
concretarse. En Argelia, Yemen y Bahrein fue duramente reprimida. En Egipto se
les permitió disfrutar de una primavera efímera, cruelmente sofocada en
diferido. En Libia la revuelta se ha cronificado, convirtiendo el país en un
lugar donde reina la anarquía, modelo Somalia, sólo que aquí enfrente, a 200
millas marinas de las costas italianas.
En Siria, la situación ha
degenerado en una terrible guerra civil. Es algo que me toca muy de cerca, porque visité ese hermoso país que
ahora virtualmente no existe, tal como lo reseñé hace más de tres años en el
Post #71,
que pueden releer si quieren. Allí, con mi ojo habitual, pronosticaba que
Bachar el Assad caería pronto. Estuvo a punto de suceder, cuando se demostró
que su régimen usaba armas químicas, pero Obama no se atrevió a dar la orden de
atacar. Obama ha demostrado en esta y otras ocasiones ser un poco mandiles, aunque quién sabe si no hubiera
sido peor el remedio que la enfermedad. Por otro lado, ojalá que no tengamos
que sufrir a Donald Trump como presidente USA. Entonces sí que añoraríamos al
mandiles.
Bachar pasó el momento más
difícil, dejó que el fundamentalismo se hiciera con el control del bando
contrario, propició el surgimiento del ISIS y su cruel califato y ahora aparece
como aliado del mundo civilizado frente a los bárbaros islamistas radicales.
Para acabar de complicar esta sangrienta partida de ajedrez, Putin ha
intervenido, sin tantos miramientos como Obama, ha revuelto las piezas y ahora
se larga para que sigan la partida. Resultado: 260.000 civiles muertos en la
propia guerra. Más los desplazados y refugiados ya reseñados. Entre los
refugiados, más de un millón están en el
Líbano. 2,5 millones en Turquía. Cantidades importantes también en Irak y
Jordania. Sólo medio millón ha intentado cruzar a Europa. 3.700 de ellos se han
ahogado en el mar a lo largo de 2015.
Durante un tiempo en Europa se
les tendió aparentemente la mano. Alemania estaba dispuesta a acoger a un
millón de sirios y tenía todo preparado. Los demás estados de la Unión se
resistieron y se hicieron los remolones, como Eslovaquia, que hizo el ridículo
internacional al aducir como excusa que carecía de mezquitas en su territorio.
Pero, al final, todos aceptaron unas cuotas a regañadientes. Luego, vinieron
los tremendos atentados de París y los gobiernos más xenófobos aprovecharon
para plantear su veto, con la excusa de que entre los refugiados entrarían
yihadistas camuflados. ¡Por Dios! Con los sistemas de información que tenemos.
La cosa es justo al revés. Los sirios que pretenden llegar a Europa son la parte
más culta de una sociedad muy civilizada, que yo visité y reconocí. Son ellos los que huyen de los yihadistas y no al revés.
El colmo de la indignidad es dar
dinero (nuestro dinero) a Turquía para que los retenga allí. Y hacer la vista
gorda con los incumplimientos flagrantes de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en ese país. La semana pasada mandaron al ejército a la sede del
principal periódico de Turquía, Zaman, en pleno Estambul. El diario, crítico
con el régimen de Erdogan, quedó clausurado, sus directores y periodistas
detenidos y sustituidos por una administración estatal, y la gente que
protestaba por ese atropello a las mismas puertas de la sede, dispersada con mangueras y
gases lacrimógenos. Pero no importa. Integremos a Turquía en la Unión. Qué más
da. Total ya tenemos los regímenes filofascistas de Hungría y Polonia, Eslovaquia
mirándose el ombligo, Eslovenia y Croacia manteniendo la pureza étnica resultante
de la guerra, o Letonia con su examen de ciudadanía como el que sin duda pondrá
en su día esa Catalonia que, por
suerte, al menos para mí, is not Spain.
Viva la Pepa.
La sociedad civil estaba, sin
embargo, dispuesta a acoger y ayudar a nuestros hermanos sirios, dentro de un
orden, por supuesto. Arriba tienen la imagen de la pancarta desplegada en
Cibeles por el equipo de la señora Carmena, por cierto, alcaldesa que presume
de no ser de ningún partido, y lo demuestra día a día. Teníamos en Madrid
diversas infraestructuras preparadas para acoger la previsible avalancha.
España se comprometió a alojar a 160.000 refugiados. ¿Saben cuántos hemos acogido
finalmente? Se lo digo yo: 18. No, no. No son 18.000. Son 18. En noviembre
llegaron 12, 11 eritreos y un sirio. En diciembre, llegaron otros seis, todos
de Eritrea. No sé cómo puede alguien no estar indignado con este tema. La
organización Intermon-Oxfam ha reunido más de 100.000 firmas, entre ellas la mía, contra el acuerdo
que se pretende firmar con Turquía y las ha presentado en el Congreso. Abajo la
imagen. Sean buenos.
De acuerdo en que la postura europea es impresentable y todo lo que quiera, pero ¿cree usted que estábamos preparados para recibir a los millones de personas que querrían venir a nuestro paraíso occidental? Porque políticas como la que propugnaba Merkel hasta hace dos días tienen un efecto llamada inmediato.
ResponderEliminarNo digo que la solución que ahora se está a punto de aprobar sea perfecta o admirable. Solamente que, para criticarla, habría que adjuntar alguna alternativa seria y sostenible, porque, si se abre la mano de forma universal, la avalancha se puede llevar por delante nuestra acongojada sociedad del bienestar, ya asediada por una crisis económica que no afloja.
Respeto su opinión, pero no la comparto. Nuestro problema en Europa es que estamos gobernados por líderes que no representan la natural solidaridad de sus pueblos. Unos pueblos que no han olvidado los horrores de la Guerra Mundial pasada. Con 50 millones de muertos. Y muchísimos desplazados y refugiados que sobrevivieron gracias a las ayudas de otros, como las que ahora se niegan a los sirios.
EliminarEn el Ayuntamiento de Madrid no nos limitamos a colgar una pancarta. Los funcionarios recogimos comida no perecedera durante semanas, además de mantas, ropa de niños y mayores, juguetes y otras donaciones voluntarias, que entregamos a organizaciones como ACNUR. Si en países como Líbano o Jordania están acogiendo a centenares de miles de personas, en nuestra civilizada Europa no deberíamos de escatimar esfuerzos.
Otra cosa que le digo. El cegar las rutas de Serbia, Macedonia y otras, será causa de que se abran otras nuevas, que ya veremos si no son a través de España. No se pueden poner puertas al campo.