Aquí estoy otra vez frente al
ventanal de la Avenida Winston Churchil, que hoy me muestra una Bruselas gris,
bajo un manto de niebla que no acaba de levantar. Cuando termine de redactar mi
post, tal vez me vista de deportista y salga a correr a un parque que he
localizado por aquí cerca. El gato Gustavo vuelve a vigilar el paso de las aves
por el cielo. Es un gato prudente, al que no gustan las alturas ni los
sobresaltos. Yo creo que debe de sufrir alguna forma de vértigo, algo inusual
entre los gatos, que revela su nivel de inteligencia y reflexión. La prudencia es
cualidad propia de los seres más evolucionados. Los irracionales suelen ser
mucho más arriesgados e insensatos.
El lunes 11, aniversario del
Armisticio de la Gran Guerra y festivo en USA y buena parte de Europa, salimos
Lucas y yo en un tren tempranero con intención de visitar Estrasburgo, ciudad
que no conocíamos, y regresar al anochecer. Por estas tierras del norte, el
atardecer es largo y perezoso pero, aun así, a la 17.30 es prácticamente noche
cerrada. Hace poco escuché que una comisión del Congreso español estaba
estudiando cambiar nuestro horario para ponernos al ritmo de Portugal y
Canarias que es lo que nos toca según el huso solar. Si hacen eso, en invierno
se nos hará también de noche a las 17.30. Creo que ya les he dicho que a mí el
horario que me gusta es el de verano. Yo no lo cambiaría en todo el año.
Lo más curioso es que dicen los
de la comisión de marras que eso de que vayamos con el horario de la mayor
parte de Europa proviene de una decisión de Franco, que quería que estuviéramos
acompasados con el horario de Berlín, para halagar a Hitler. Y como lo decidió
Franco, ya es algo malísimo y perverso. Desde luego que fue un Dictador, dio un
golpe de Estado, nos jodió durante 40 años y es el culpable de muchas cosas,
pero no todo lo que hizo ha de ser malo por decreto. Seguro que se tiraba
pedos, y no vamos a demonizar por eso a todos los pedorros. Yo no sé por qué
no dejan en paz los horarios, cada vez que hay un cambio de horario, los niños,
ancianos y personas más sensibles pasan unos días fatal. Yo tuve un gato que se
deprimía en el cambio del otoño y no se recuperaba hasta una semana después.
Estrasburgo es una ciudad
preciosa, marcada por su localización en una zona llana en la que el curso del
Rin se abre en numerosos brazos y meandros, creando una serie de islas
fluviales en las que se asientan los barrios más céntricos. La posición
geográfica de algunas ciudades marca para siempre su destino en la historia;
piensen en lugares como Lisboa o Tuy. Los romanos llegaron hasta aquí y
plantaron un campamento de la Legión al que llamaron Argentoratum. Desde el
siglo IV tiene obispo cristiano, si bien fue arrasada por los hunos de Atila en
el año 451. Reconstruida y asaltada de nuevo incontables veces, recibió el
nombre germánico de Strassburg, ciudad de carretera, que subraya su carácter de
cruce de muchas rutas, entre ellas la fluvial, puesto que el Rin era navegable
hasta aquí.
Bajo el mando del obispo, formó
parte de la Lotaringia y se integró con ella en el Sacro Imperio Germánico. En
1680 la conquistaron los franceses, pero en 1781, tras la guerra
franco-prusiana, pasó otra vez a dominio alemán hasta el fin de la Gran Guerra.
Luego, otra vez francesa hasta que las tropas de Hitler burlaron la Línea Maginot
por el procedimiento de invadir Holanda y Bélgica y entrar por el norte.
Recuerden que, para ello, arrasaron Rotterdam y amenazaron con hacer lo mismo
con Utrecht. Después de unos años de prohibición de hablar en francés (una sola
palabra en francés, escuchada y delatada por un soldado nazi, comportaba el encarcelamiento inmediato), fue liberada por el general Leclerc a finales de
1944.
Y aquí viene lo más grande. Esos
dos colosos, esos dos estadistas que fueron De Gaulle y Adenauer decidieron
entonces que se habían acabado las guerras. Se dieron un abrazo, dijeron que “pelillos
a la mar” y proclamaron la unión indisoluble de sus países para siempre, germen
de la actual Unión Europea. Subieron al carro a algunos comparsas para
disimular: Italia y los tres del Benelux. Fijaron la capital en Bruselas, para
que no estuviera en un lado ni en otro (por eso Bélgica no se ha dividido aun
en dos países). Situaron algunas instituciones centrales en Luxemburgo por el
mismo motivo. Y convirtieron a Estrasburgo en capital de la reconciliación.
Estrasburgo está del lado
francés, pero desde el Estado y la región de Alsacia se promueven continuamente
políticas de hermanamiento con Alemania, tanto fiscales como culturales. La
ciudad se apoya en la misma raya de la frontera, por lo que su área metropolitana
incluye un barrio alemán, denominado Khel. Los rótulos de las calles son
bilingües. Y las autoridades educativas, que no se parecen en nada a Lo-que-hay-que-Wert, imponen el aprendizaje
del alemán desde los niveles de primaria. No se crean que aquí no hay también
nacionalistas, es un virus generalizado. Estos personajes de mente preclara
promueven en cambio el uso y aprendizaje del alsaciano, una lengua arcaica,
como el bretón o el euskera, tan difícil como éstos y con idéntica utilidad
fuera del terruño vernáculo.
En su papel de territorio de la
reconciliación, alberga importantes instituciones como el Parlamento Europeo,
el Tribunal de Derechos Humanos o el Consejo de Europa. Todos ellos ocupan
enormes edificios fuera del maravilloso centro histórico, situado en una isla
del Rin de forma elíptica, la Grande Île,
íntegramente declarada Patrimonio de la UNESCO, como ejemplo de ciudad
medieval. En su centro, la Catedral de Nôtre Dame de Strasbourg, testimonio del
antiguo poder del obispo, la cuarta catedral más alta del mundo. Esta
construida en la piedra arenisca de la región y data del siglo XV. Es de estilo
gótico flamígero, que en francés se dice gothique
flamboyant. El trabajo de piedra es de una complejidad y delicadeza
sorprendentes.
La ciudad tiene un estupendo
servicio de tranvías de doble raíl, inaugurado en 1994. El área metropolitana,
con 1,2 millones de habitantes, es la cuarta de Francia, después de París,
Marsella y Lille. Tiene un montón de sedes bancarias, una Bolsa, varias
Universidades y Escuelas Politécnicas, además de la sede central de la ENA, la
poderosa Escuela Nacional de Administración de la que salen todos los
funcionarios de Francia y por la que han pasado los principales políticos
franceses de los últimos tiempos.
Abajo les pongo un enlace con
algunas de las fotos que hice. Estuvimos todo el día callejeando por allí,
aprovechando que el tiempo estaba despejado. Hay muchísimas cosas que ver en
esta ciudad. Paramos a comer una hamburguesa en L’Academie de la Bière, un lugar con mesas de madera sin mantel,
grandes jarras de cerveza a presión, buenas hamburguesas de carne roja, música
de blues de calidad y público de moteros y músicos veteranos. Estos son mis
lugares favoritos (¿conocen el Boot’s
Hill de Majadahonda?). Y regresamos en el tren de las 18.15, que ya salía
de noche. En Nancy estaba también despejado, pero hacía un frío del carajo (perdón,
del demonio). Cenamos unas salades
gourmandes y nos recogimos pronto, que mi hijo trabajaba al día siguiente.
Mi tren a Bruselas no saldría hasta las 13.20, por lo que tendríamos margen de
comer juntos y despedirnos. La excursión a Estrasburgo, extraordinaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario