Hace tiempo que me suscita
curiosidad lo que está sucediendo en China de unos años a esta parte. No he
visitado ese lejano país, pero no deja de parecerme asombroso que un Estado
parta del comunismo y, manteniendo el sistema de partido único, se embarque en
la consecución de una estructura de capitalismo estatal totalmente opuesta a
sus orígenes. Y que ese Estado esté en vías de convertirse en la primera
potencia mundial. Creo que es la ocasión en que el ser humano se ha acercado
más al viejo sueño de la cuadratura del círculo.
He hablado varias veces de China
en este blog. En el post #68 “Por un calendario sin meses”, les hacía una
comparativa de los diferentes calendarios en vigor, en donde se evidenciaba que
el chino es el más antiguo. Lo creó Huang Di, conocido como el Emperador
Amarillo, más de 2.500 años antes de Cristo. Este emperador visionario decidió
que estaba en el año 1, y empezó la cuenta. Por ese calendario estamos ahora en
el año 4.711 y, según los ciclos de doce años dedicados a doce animales
diferentes, este es el Año de la Serpiente. El calendario judío está ya en el
año 5.774, pero no es más antiguo, sino que hace la trampa de calcular en qué
año tuvo lugar la Creación Divina y contar desde entonces.
Los chinos son, pues una
civilización milenaria, que durante largos períodos de la antigüedad marchó a
la vanguardia de la humanidad. Mucha gente tiende a creer que occidente ha
estado siempre en cabeza del mundo, pero eso no es cierto. Antes de los griegos
y los romanos, los territorios más adelantados estaban en el entorno entre
Mesopotamia y Egipto. Tras la caída del Imperio Romano, el mundo occidental
entró en una decadencia que no remontó hasta el Renacimiento. En el Siglo VIII,
la civilización más avanzada era la musulmana (por cierto, los árabes dominaron
España entre el año 711 y el 1492, ocho siglos. Desde que los echamos, hasta el
momento presente, han transcurrido sólo otros seis. No deberíamos olvidarlo).
Y en el entorno del Siglo XV (como
quien dice: hace dos días), los chinos eran de nuevo el pueblo más avanzado,
sofisticado y rico del mundo. Si no me creen les pido que repasen mi post #91
“Los chinos, y no Colón, descubrieron América”. Después de esta época de
esplendor, China inició su declive, como cualquier otro imperio. El crecimiento
demográfico desmesurado, la pobreza, el atraso, el hambre y las sucesivas
guerras marcaron una decadencia de la que les sacó el gran timonel Mao Tse Tung
(así se llamaba en mi infancia, luego pasó a escribirse Mao Ze Dong). Mao
organizó completamente el país, sobre la base de un sistema comunista adaptado
a la idiosincrasia local, pero luego se le fue la olla, montó el desmadre de la
Revolución Cultural, y pasó a engrosar la galería de grandes asesinos del siglo
XX, junto a Hitler y Stalin, entre otros. Para entender esa deriva, ya les he
recomendado un libro estremecedor: Cisnes Salvajes, de Jung
Chang, 1991, Editorial Circe.
La historia posterior es conocida. El
sistema soviético se vino abajo y en la cúpula de poder china se extendió la
idea de hacer una simulación (no en diferido) del sistema capitalista europeo y
norteamericano, orquestada desde el Partido, que no tiene la menor intención de
soltar las riendas del país. Es algo muy sofisticado, que requiere una rígida
estructura de poder, un control absoluto de los medios de comunicación y una
dirección férrea. Hasta ahora no sabía cómo funcionaba la pirámide jerárquica
del Estado chino, pero he logrado descifrarla, leyendo aquí y allá y sobre todo
a través de un vídeo en el que uno de sus más brillantes propagandistas,
explica a un público occidental las ventajas de su sistema. Abajo les pongo el
enlace a dicho vídeo, pero antes quiero hacer algunas consideraciones más.
El sistema chino funciona como una
máquina. Es una dictadura sin dictador, puesto que el poder lo ejerce un órgano
colegiado, al que se accede por un largo proceso de ascenso que dura en torno
a 30 años. Nuestro conferenciante del vídeo deja claro que ni Obama, ni por
supuesto George W. Bush, hubieran podido llegar a presidentes en China. Ese
sistema jerárquico está integrado por aproximadamente millón y medio de keyuan (funcionarios), que controlan y
dirigen las tareas de la población trabajadora del país, estimada en unos 800
millones de obreros y campesinos. La plantilla de keyuan se renueva anualmente para reponer a los fallecidos,
jubilados o expulsados, buscando entre los mejores expedientes de las
universidades chinas punteras en cada especialidad, o bien en las extranjeras adonde acuden a estudiar los jóvenes chinos más brillantes.
Hay
tres niveles entre los keyuan. El más bajo lo integran los ke (gerentes de sección) y los fuke
(adjuntos a gerente de sección). El intermedio son los chu (gerentes de división) y los fuchu (adjuntos a gerente de división). El más alto, por último,
son los ju (jefes de oficina) y los fuju (adjuntos a jefe de oficina). Una
máquina perfecta, incluso a efectos terminológicos. Ke y fuke son unos
900.000, chu y fuchu 600.000 y ju y fuju 40.000. Los nuevos ingresos en el
nivel fuke, así como los sucesivos
ascensos, son estrictamente controlados por el poderoso Departamento de
Organización del Partido. Sólo los más brillantes y aplicados suben de nivel.
Por encima del nivel ju, ya no hay más puestos de funcionario. Los mejores entre los ju alcanzan el privilegio de ascender a
los niveles políticos. Algunos se integran en el Departamento de Organización
del Partido, y otros acceden directamente al Comité Central del Partido
Comunista de China, formado por 300 personas. Entre estas se eligen los 25
miembros del Politburó y, a su vez, entre estos 25 se eligen los 9 dirigentes
del llamado Buró Político, los hombres con más poder de China.
Se trata por tanto de una meritocracia.
Un sistema centralizado, burocrático y fuertemente controlado a partir de la
selección de los mejores curriculums de las universidades punteras. Aquí puede
estar su talón de Aquiles. Porque, ¿quiénes acceden a esas universidades
punteras? Pues los hijos de los altos cargos del Partido y de los magnates
privados más poderosos. Eso puede convertir algo concebido como una
meritocracia perfecta, en un sistema oligárquico clásico, como el que había en
los países soviéticos, o ahora en Cuba: oficialmente no hay clases sociales,
pero en la realidad hay dos: los del partido y los demás.
Los del Buró Político tienen el poder
suficiente como para dar cualquier golpe de timón que sus objetivos pragmáticos
requieran. Por ejemplo, estos son los que han decidido que, para lograr una
simulación perfecta del sistema capitalista, es necesario que haya 600 súper
millonarios. De momento, tienen unos 250 y son ya el segundo país del mundo en
número de millonarios (ver post #161). En su carrera hacia el primer lugar del
ranking de países más poderosos del mundo, no se pueden parar en minucias:
derechos humanos, igualdad de género, lucha contra la contaminación en las
ciudades. Pero no importa. En los clubs más selectos, como el G-20, tienen una
larga práctica de mirar para otro lado.
Lo mejor es que vean la conferencia de
que les hablo. Dura 20 minutos, pero les juro que vale la pena (está
subtitulada en español). El conferenciante es este señor que tienen aquí al
lado (no me digan que no da un poco de miedo). La cadena yanqui TED, cuyo lema
es Ideas Worth Spreading, o sea,
ideas que merecen difundirse, invita al señor Eric X. Li. Es un joven brillante
y ameno. Su discurso equipara las democracias electivas, con los regímenes
marxistas. Dice que ambos son meta-teorías que no sirven para nada. Ellos han
superado esa dicotomía creando un sistema novedoso, mucho más eficaz para
conseguir el progreso y el bienestar de su pueblo. Las respuestas a las
preguntas que le hacen al final, excluyen todo comentario. De todos modos, algo
hay que reconocerles: se ahorran mucho dinero eliminando las Elecciones.
¡Tío, el vídeo es superinquietante! La radiografía que hace de las democracias occidentales es la hostia. ¿Qué otra cosa hemos hecho en España últimamente que desarrollar un proceso de elección y arrepentimiento sucesivos? Aznar, Zapatero, Rajoy. Todos nos han decepcionado y defraudado.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarnos este tipo de grabaciones. Siempre es bueno ver cómo se nos ve desde fuera
Desde luego, el análisis que hace de las democracias occidentales y de nuestra fe en el sufragio universal como panacea para todos los males políticos, es como para pensárselo. De todas formas, como siempre, la parte propositiva, es decir, la venta de las bondades de su sistema, es bastante más floja. Piensa en Marx. Sus análisis sobre la sociedad de la revolución industrial son súper precisos. Pero sus propuestas llevaron al maximalismo soviético.
EliminarLos chinos me dan mucho miedo por dos motivos. Uno porque, si siguen adelantándonos a todos los demás en el terreno económico, puede que occidente se anime a montar un esquema parecido entre nosotros, y yo no quiero esa sociedad en mi mundo. Segundo porque, para bien y para mal, los parámetros económicos del sistema que han implantado por la fuerza, son los mismos del capitalismo occidental. Es decir, es una burbuja. Gigantesca, pero burbuja al fin y al cabo. Y el día que estalle esa burbuja, ríete tú de la crisis actual. Esta segunda cosa que temo, la veo mucho más posible y cercana que la primera, aunque espero no llegar a verla tampoco.
Un abrazo, amigo.
Aquí también existe la meritocracia. Consiste en chuparle el culo al inmediato superior hasta que alcance unos grados de excitación tal que éste le haga lo mismo al de arriba y así sucesivamente.
ResponderEliminarEso no es meritocracia, sino lameculocracia, algo muy extendido entre nosotros. Si eres suficientemente hábil con la lengua, puedes llegar muy arriba.
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