Alegría grande de que le hayan
dado el Nobel a Alice Munro, la gran dama de la literatura canadiense, una
señora de 80 años que escribe unos relatos ciertamente inquietantes. Y también
porque, por una vez, he acertado en un pronóstico. Soy tan inútil anticipando
el futuro, que ya casi no me atrevo a pronosticar nada. Además, el signo de
este blog ha de ser optimista, lo que me lleva a un dilema sin solución. Si, de
acuerdo con mi filosofía de la vida, hago pronósticos optimistas, dado mi casi
nulo porcentaje de acierto, propiciaré la consecución de resultados funestos. Y
si pronostico desgracias diversas, para forzar el que luego salga lo contrario,
pues estaré cayendo en ese pesimismo cenizo que tienta a tanta gente en épocas
difíciles, y del que yo huyo como de la mierda (con perdón).
En realidad, no era un pronóstico
lo que yo formulaba en mi post #140
“Sobre el próximo Nóbel de literatura”, allá por el mes de junio, sino una
lista de cuatro escritores que, en mi opinión, era una vergüenza que no
tuvieran ya ese premio. La lista se ha reducido ahora a tres: Haruki Murakami,
Paul Auster y Philip Roth. La señora Alice Munro se merece de sobra el galardón
y que ahora se hable de ella largamente y se reediten sus no muy numerosos
libros. Particularmente, yo he leído en estos últimos tiempos la colección de
relatos Demasiada felicidad, por consejo de Julián, un seguidor de este
blog que últimamente no me honra con sus visitas (o al menos ya no hace
comentarios como antes).
Alice Munro retrata entornos
cotidianos, rutinarios, acomodados, en los que se interna explorando la mente
de personas aparentemente corrientes en busca de duelos, afanes, miedos, huidas,
incertidumbres, desgracias y sucesos tremendos. Esa familia modélica, uno de
cuyos hijos decide escapar de su mundo para convertirse en un vagabundo, y la
visita que le hace muchos años después la madre, ya viuda, tras reconocerlo en
unas imágenes del telediario. O esa mujer joven que vive sola y parece moverse
sobre un alambre muy fino, en un equilibrio precario en el que sobrevive
después de una tragedia terrible que poco a poco vamos conociendo. O esa señora
mayor, sabedora de que padece un cáncer terminal, circunstancia que la hace
mantener una calma rayana en la indiferencia, cuando un asesino fugitivo se
atrinchera en su casa con ella como rehén. En el cuento Fiction, la
autora juega con la incertidumbre de lo real y lo falso, de una manera
deliciosa.
He leído otros libros en estos
últimos tiempos, en los que también se juega a entremezclar lo real y lo
imaginario, como yo intento hacer en este blog, salvando las distancias. Para
empezar, dos libros de Manuel Chaves Nogales, de los que ya hablé en el blog
antes de haberlos leído. El Maestro Juan Martínez, que estaba allí,
narra la peripecia de un bailaor de flamenco, nada menos que de Burgos. El tipo
ha emigrado a París, donde se gana la vida con su mujer, que baila con él en
los escenarios. Entonces le ofrecen un contrato en Estambul y allí le sorprende
el estallido de la Primera Guerra Mundial. A partir de ahí, su vida es un
continuo penar.
Huyendo de la guerra consigue llegar
a San Petersburgo, en donde le pilla el principio de la Revolución. Buscando un
lugar menos agitado, llega a Kiev (Ucrania), en donde sufre la interminable
serie de conquistas y reconquistas de la ciudad, por los bolcheviques y los
llamados blancos. Cada vez que Kiev cae en manos de uno de los dos bandos la
población sufre una nueva oleada de represiones. Con la idea de escapar de
aquel infierno, Martínez logra llegar a la ciudad costera de Constanza, en
donde confía en embarcar otra vez hacia Estambul. Pero allí sufrirá la tercera
de sus desgracias, después de la revolución y la guerra: el hambre. No es fácil
colarse en un barco con destino al mundo occidental, no hay consulado español,
y nuestro hombre ha de hacerse pasar por italiano para lograr su objetivo.
Mucha gente pensó que Chaves
Nogales utilizaba el recurso literario de presentarnos a un personaje ignorante
e inculto, como una especie de antihéroe, para explicarnos los grandes sucesos
que conmovieron al mundo a comienzos del siglo XX. Pero él siempre sostuvo que
el personaje era real, que lo había conocido en París en los años 30 y se había
limitado a transcribir el relato de sus penalidades. El libro es curioso y
merece la pena, como todos los suyos, pero palidece al lado de su obra maestra A sangre y fuego, una colección de nueve
relatos de la Guerra Civil, de los que Chaves también sostuvo que eran totalmente
reales.
Aquí pueden leerse historias como
la de los señoritos andaluces que salen a caballo de cacería de sindicalistas,
o las expediciones nocturnas en el Madrid republicano en busca de franquistas
infiltrados, reales o falsos, daba igual, capturados a veces por una denuncia
de alguien que les debía una, y destinados a ser fusilados al amanecer. El
prólogo de Chaves está considerado como uno de los textos más lúcidos sobre nuestra guerra que se
han escrito jamás. Chaves, periodista republicano (ver post #112) autor de
grandes testimonios de la época, sostiene una teoría bastante original.
Dice Chaves que en España se
vivía muy bien hasta los años veinte. Que fruto de esa situación se llegó a
echar al rey Alfonso XIII de manera civilizada. Que si a la República le
hubieran dejado más tiempo, España hubiera progresado tranquilamente como
cualquier sociedad europea. Pero que la culpa de que eso no sucediera la
tuvieron dos ideologías foráneas, totalmente ajenas a la idiosincrasia española, el fascismo y el
comunismo, que anidaron entre nosotros y germinaron vertiginosamente alentando
lo peor de nuestro carácter, el cainismo cebado por la incultura y la miseria,
una compulsión que nos hizo descartar cualquier otro objetivo, para emplear
todas nuestras energías en zurrarnos concienzudamente durante tres años. Chaves
murió antes del fin de la guerra europea y no tuvo que sufrir la decepción de ver
cómo los ganadores no hacían nada por echar a Franco del poder e incorporarnos
a Europa.
Por cerrar el círculo de mis
libros de reciente lectura, les hablo de Limónov,
una historia novelada sobre un personaje real, el poeta ruso Eduard Limónov,
disidente de los últimos tiempos soviéticos y ahora jefe de un extraño partido
que durante un tiempo se llamó el Partido Nacional-Bolchevique, cuyas banderas
imitaban a las enseñas nazis, sustituyendo la cruz gamada por la hoz y el
martillo. A través de un personaje estrambótico, un auténtico friki de la
literatura y la política, el autor, Emmanuel Carriere, nos traza el mejor
retrato de la Rusia soviética y postsoviética, de la guerra civil de Yugoslavia
y de los últimos años del siglo XX, imprescindibles para comprender el arranque
del XXI.
Por cierto, Limónov, que
consiguió un cierto renombre como narrador en occidente, donde nunca se le
valoró como poeta, confiesa que todos sus libros de narrativa se dedican a
contar cosas que le han sucedido de verdad, porque él es incapaz de imaginar una
historia de ficción. Carriere, en cambio, imagina con precisión pasajes de la
vida de su personaje, a partir de los cuatro datos que saca de sus libros. Todo
el rato estamos dando vueltas a lo mismo. En estos meses he alternado la
lectura de estos cuatro libros con otros sobre los que no merece la pena perder
un renglón. Pero cualquiera de los cuatro que les digo es altamente recomendable.
Buen fin de semana para todos.
Ufff...!!! Me asusta usted con sus lecturas querido amigo, por un momento pensé que se trataba de nuestro ínclito Manolo Chaves. En cuanto a Auster, Dylan, Roth, Murakami, etc. sabe usted que el nóbel no lo cazan los malditos.
ResponderEliminarBuen fin de semana amigo. Ah! i gràcies per les receptes de cuina...
Un abrazo.
Buenos días, querido amigo. El Chaves del que usted habla es dudoso que sepa redactar medio folio. El que yo me refiero, no tiene ningún parentesco con él. Era un tipo que estaba en las listas de fusilables de rojos y fachas. Por eso se fue a París, pero allí resulta que los nazis también le tenían tomada la matrícula. Le recomiendo repase el post #112, en donde se cuenta su vida. Y el libro "A sangre y fuego" es muy recomendable.
EliminarHola, soy Julián. Claro que sigo el blog y hago comentarios, lo que pasa es que no firmo porque me gusta más el rollo anónimo. Y más aún, me leí tu novela "The Human Race" que me pareció muy cachonda y muy madrileña. Eso sí que es ficción de la buena. O quizá no....
ResponderEliminarDisculpa, es que no tengo forma de saber quién está detrás de un comentario anónimo. Si te gusta el anonimato, continúa con ello. La Human Race es toda ella ficción. Lo que pasa es que esa carrera existió, yo la corrí y tomé notas mentales de los escenarios y los ambientes. Algunas de esas pinceladas de realidad se mezclan con otras inventadas y así parece que todo es cierto. Pero te puedo jurar que nunca me han abrazado por error en una meta ni me ha sucedido ninguna de las demás cosas que se cuentan. Te diré también que esa carrera sólo se corrió ese año de 2008, nunca más se volvió a organizar.
EliminarPor cierto ¿cómo has conseguido la novela? Es simple curiosidad. Se editaron 500 ejemplares, el Ayuntamiento de Navalmoral se quedó unos 200 y el resto se los compré yo al editor para venderlos o regalarlos por mi cuenta. Si no te conozco, no te lo he podido dar. A lo mejor te apetece mantener el misterio, junto con el anonimato.
En cualquier caso, un fuerte abrazo virtual. Es una pena que no haya muchos más comentaristas de tu nivel (algunos sí hay, pero pocos).