¿Les suena este estribillo? Un amargado no quiso bailar/se fue a un
rincón y se puso a llorar/llegó el carcelero y le dijo así/a ver si de una puta
vez te pones a bailar el rock/todo el mundo a bailar/todo el mundo en la prisión/corrieron
a bailar el rock. Si le suena la copla y le trae recuerdos imborrables, no
falla: es usted de mi generación y está tan viejo como yo. La letra corresponde
a la versión en español que hicieron los Teen Tops del afamado Jailhouse rock de Elvis Presley. Los
Teen Tops, según la wikipedia,
funcionaron entre 1959 y 1962. Eran un grupo mexicano, concretamente del DF (o el DeFectuoso). En el resto de México se
conoce a la gente del DF como chilangos.
Era frecuente entonces que los
grupos españoles y latinoamericanos hicieran versiones traducidas de los
primeros éxitos del rock, que se vendían como rosquillas. Los Teen Tops
tuvieron un éxito arrollador en España (además de en su tierra, por supuesto),
con canciones inolvidables, como Popotitos, Ahí viene la plaga, Presumida y
tantas otras. Formaban el grupo Enriquito Guzmán, cantante, y varios amigos
suyos músicos, que respondían a los apodos de El Pollo, el Many, el Tatty y
similares. Eran los tiempos. Cuando se cansó de aguantarlos, Enrique dejó el
grupo e inició una exitosa carrera en solitario como cantante de baladas
rebosantes de almíbar, con la que haría dinero pero no pasaría a la historia
como con su grupo de adolescencia.
No fue el único conjunto que
triunfó en España con la misma fórmula, en aquellos años fundacionales previos a
la explosión de los Beatles, en un mercado raquítico que se movía por puro voluntarismo.
Uno de los mejores fue Los Llopis.
Los Llopis eran cubanos y consiguieron un notable éxito versioneando a Elvis
Presley con el sensacional Estremécete,
que no me resisto a ponerles aquí abajo. No se había inventado todavía el
vídeo, pero la canción y las pintas de los músicos son impagables. Su disco, de
1958, se vendió tanto que fueron invitados a actuar en Madrid. Tocaron en
Pasapoga, el histórico sótano del desaparecido cine Avenida, centro de la marcha nocturna de postguerra, donde llegó a actuar
Frank Sinatra.
¿Se han quedado patidifusos? Pues
imaginen el impacto de este tema en los albores de los sesenta, recién suprimido
el racionamiento y con los falangistas residuales repartidos por todos los
puestos de la Administración, cuando no reconvertidos en profesores de Formación
del Espíritu Nacional. Yo me asomaba a los diez añitos y escuchaba mucho la
radio (la TV en blanco y negro todavía estaba en mantillas). Antes de la llegada
de las versiones españolas de los éxitos del rock, las emisoras estaban copadas
por las canciones de las estrellas nacionales como Juanito Valderrama (El
Emigrante, Su primera comunión), La Ovejita Lucera y similares. También tenían
mucha difusión los temas del gran Renato Carosone, pianista napolitano
desbocado y showman muy divertido. Aquí tienen uno de sus números más conocidos.
Por entonces, no existían Los 40
Principales. Su inmediato antecedente era un programa menos ambicioso que se
llamaba Los Superventas y se emitía en Radio Nacional. Los Superventas eran
diez y la media hora de programa daba para escucharlos todos. Los Beatles,
llegaron a tener tres canciones entre las diez más vendidas. El presentador del
programa era un joven delgaducho y melenudo, de simpatía desbordada, que se
llamaba José María Íñigo. Ahora está gordo y calvo, como Ronaldo, aunque mantiene
la simpatía. La imagen actual de Íñigo es un indicativo demoledor de los
estragos que produce el paso del tiempo. Porque de eso es de lo que quiero
hablarles hoy, del paso del tiempo y cómo lo voy notando en las cuestiones
cotidianas. Lo que pasa es que, si titulo el post “El paso del tiempo”, aquí no
entra ni Blas. De modo que le he puesto un título-trampa, a ver si pican
algunos incautos. Después de más de un año de blog, uno desarrolla ciertas
mañas. No diré que me han crecido mejillones en las partes nobles, pero algo
menos pardillo que al principio sí que soy.
No voy a hablar del colesterol,
la pérdida de energía y flexibilidad, la memoria en retirada y ese tipo de
desgracias, sino de cuestiones más imperceptibles que se te van colando poco a
poco. Un ejemplo. Cuando yo tenía veinte años, iba a los conciertos de rock y
era de los más altos. Veía sin esfuerzo el escenario completo, rodeado como
estaba de españolitos de la época, de baja estatura proverbial. Con los años,
la raza ha ido mejorando, yo creo que a base de Pelargón y otras sustancias
dopantes. El caso es que con el paso de los años tuve que empezar a estirar el
cuello, luego a ponerme de puntillas, y ahora es que directamente no veo nada
por mucho que me esmere. Siempre tengo delante una barrera de jugadores de
baloncesto.
Otro indicador. Cuando yo era
joven, llevaba el pelo largo y tenía el bigote muy negro. Con esa pinta, más
los vaqueros ajustados y la chamarra de cuero negro de motorista, pues daba un
cierto miedo a la gente. Lo notaba por ejemplo cuando me ponía detrás de una
señora que estaba sacando dinero de un cajero en la calle, para esperar mi
turno. A la primera ojeada, la señora se ponía visiblemente nerviosa, miraba a
todos lados y, en muchas ocasiones, anulaba la operación y salía pitando. Con
el paso del tiempo, la aparición de las canas, la calvicie galopante y los
atuendos menos agresivos, el fenómeno se fue dulcificando poco a poco. Ahora,
cuando me pongo detrás de una señora ante un cajero, en cuanto me ve se remueve con retemblores satisfechos en una especie de esponjamiento de tranquilidad. Por el simple hecho
de envejecer, he echado aspecto de buena persona.
La cosa tiene sus ventajas. Por
ejemplo, antes era llegar a un control de tráfico de la Guardia Civil, y
pararme a mí seguro. A veces en toda una hilera era el único que paraban. Tenía
cara de sospechoso, como el protagonista de Bajarse
al moro. En aquellos tiempos, cuando se preveían controles, existían
ciertas estrategias. Por ejemplo, llevar detrás una bolsa de la compra con una
barra de pan sobresaliendo. No sé qué efectos aportaba la barra de pan a la
imagen del conductor, pero en cuanto la veían te decían: circule. Ahora, cuando
enfrento un control de alcoholemia, no necesito ninguna estratagema. Le miro de
frente al guardia y al instante me da paso. Con las canas y la calva tengo una cara de
sobrio que echa para atrás.
El bigote blanco ayuda bastante.
Muchos de mis compañeros de mostacho se lo afeitaron a tiempo y ahora parecen
más jóvenes. Yo perdí la oportunidad. Bueno, la verdad es que me lo afeité en
una ocasión, pero mis hijos, que eran entonces muy pequeños, se echaron a
llorar y empezaron a preguntar: “¿Quién es ese señor?”. Así que me lo tuve que
dejar otra vez. Y hasta ahora. Cambiar de imagen no es nada sencillo, sino que cuesta un
gran esfuerzo. Vean por ejemplo lo que le sucede a la famosa Miley Cirus, aquí a la izquierda. La
gente la tenía conceptuada hasta hace dos días como angelical niña Disney. Y
ella se ha hecho mayor y ahora quiere parecer una chica sexi, para lo cual saca la lengua todo el rato. No
sé si en los USA eso de sacar la lengua resultará muy erótico. En España la
lengua de Miley Cirus no nos excita demasiado. Ya estamos curados de espanto
después de ver a Mónica Naranjo enseñando las amígdalas, cuando cantaba aquello
de SobrevivirEEEEEEE.
Este texto se me ha ido definitivamente
de las manos, así que, como hemos aterrizado en el mundo de la farándula, terminaré
con una noticia curiosa de estos días, por si se les ha pasado. Resulta que Mia
Farrow ha estado siempre presumiendo de ser la madre del único hijo biológico
de Woody Allen, por nombre Rowan. Los demás hijos de Allen son
adoptados. Ahora que el chico se ha hecho mayor, la señora Farrow ha tenido que
confesar que no está segura de que Allen
sea su padre. ¿Por qué? Bueno, como saben, la anterior pareja de Mia fue Frank
Sinatra (el mismo que cantó en Pasapoga). Vean la foto del chico y juzguen por
sí mismos. Duerman bien.
La verdad es que mucha cara de hijo biológico de Woody Allen no tiene, el mozo. Debería usted dejar que los textos se le escaparan de las manos con más frecuencia. A mí son los que más me gustan.
ResponderEliminarGracias. Lo malo es que, a veces, la cosa se desmadra demasiado y hay que tirar el texto a la papelera (virtual).
EliminarHoy nos ha tocado ponernos nostálgicos y a mí me encanta. Te ha faltado un recuerdo a Nel blu dipinto di blu para rematar. Casi me haces llorar.
ResponderEliminarAh, no son mejillones, son percebes que están más agarrados.
Tambien los hubo, y muchos, reconvertidos en profesores de gimnasia. Para morirse de risa.
Indicativo de lo que importaba la gimnasia en aquellos tiempos. La música italiana tuvo mucha penetración en nuestra tierra, del brazo del Festival de San Remo. Incluso tratamos de copiarlo aquí con el de Benidorm, que cada año inauguraba el Secretario Provincial del Movimiento, con su bigotito recortado. El primero, en 1959, lo ganó la canción El telegrama. Aquella que rezaba: "Antes de que tus labios me confirmaran que me querías/YA LO SABÍA/YA LO SABÍA/porque con la mirada tú me pusiste un telegrama/que me decía/que me decía/etc."
EliminarEso de "a ver si de una puta vez te pones a bailar el rock" no creo que lo autorizara la censura de su tiempo.
ResponderEliminarTiene razón, es una morcilla apocrifa, versión Water de Caballeros on Impulse. Prueben a cantarla y verán qué bien suena. En realidad era un pequeño anzuelo para ver si la gente se lee mis posts con atención, o sólo en diagonal.
EliminarYa que menta usted al afamado Water de Caballeros, le propongo cantar conmigo:
ResponderEliminar"...La luenga me se traba cuando voy a hablar
y temo que el cerebro se va a reventar
por eso pienso cuando puedo pensar q
ue esta chiquita yo la quiero de verdad
cuando tomo sus manos me estremesco asi
y pienso que sus besos no podria resistir,
es algo muy raro que me hace estremecer es amor (blup) que voy hacer uhu hu uhu yei yei QUE VOY HACER...
Un abrazo meu amic y no se harte nunca de munlleta de garbanzos...por lo que pueda pasar...
No le veo muy puesto en gastronomía dels paisos catalans. Tal vez se refiere usted a las mongetes amb butifarra (buenas para los pedos). No sé si la luenga le se traba o es que sólo parla catalá en la intimidad. Le recuerdo también el pa amb tomaquet, la escudella, el arros amb fesols i naps, el pollastre amb sanfaina y el cunill amb allioli. Y de postre llet merengada. Abrazos.
EliminarMuy gráfica la descripción de las reacciones de la señora del cajero. A mi también me pasa que genero desconfianza en esas situaciones, y eso que no me considero mala persona. Tal vez no soy lo bastante viejo para parecer inofensivo.
ResponderEliminarPues disfrute usted de su juventud y lozanía. De todas formas, mi presencia todavía resulta tranquilizadora para ese tipo de señoras. Dentro de poco pensarán: voy a sacar rápido el dinero, no sea que al abuelo este le dé un flus y tenga que quedarme abanicándolo hasta que lleguen los del SAMUR. Así de dura es la vida en la urbe. Saludos.
EliminarA mí lo que me pasa es que ando muy rápido y las señoras se me asustan de cojones. Antes me mosqueaba con el tema pero ahora paso total. Hay gente que está deseando asustarse y llegar a su casa asustadísimos y sólo se relajan poniendo Intereconomía.
ResponderEliminarPor cierto, el chaval es clavao al Sinatra. Pero clavao, eh?
Clavadito. A su madre no le ha quedado más remedio que reconocerlo. En cuanto a tu problema, tal vez tengas que ir un poco más despacio, no sea que un día le dé un soponcio a alguna abuela sobresaltada. De todas formas, si escuchan Intereconomía, no es de extrañar que salgan a la calle un poco acojonadas.
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