Sí señor, así está siendo para mí la semana que se termina mañana y toco madera, no se vaya a joder al final. Al comienzo del anterior fin de semana, me llamó mi compañera M. y me hizo saber que mi jefa y ella contaban conmigo como moderador o maestro de ceremonias para las dos sesiones del Jurado que seleccionará finalmente a los ganadores de Reinventing Cities II y que tendrán lugar los días 10 y 17 de mayo. Teníamos que organizarlo todo, redactar la convocatoria y enviársela a todos y cada uno de los miembros del Jurado, así como a los equipos finalistas, que tendrán la oportunidad de presentar sus trabajos y defenderlos. Y había que tomar unas cuantas decisiones previas para lo cual nos teníamos que reunir ya los tres. Así que nos citamos finalmente el lunes a las 8.30 de la mañana en el edificio APOT, porque era el único hueco que les quedaba a ellas en su apretada agenda de inicio de la semana.
El domingo por la noche saqué el despertador del armario donde lo había guardado y me lo puse a las 6.15 para poder desayunar tranquilamente, afeitarme, ducharme y vestirme debidamente. Sensaciones recuperadas de la vieja normalidad. Salí de casa poco después de las 7.30, cogí el coche y llegué a la hora convenida. Tuvimos la reunión, cerramos todos los detalles y flecos pendientes y luego me quedé por allí para organizar todas las cartas con un portátil que me prestaron. A media mañana había terminado el trabajo, así que bajé a tomarme un café con un croissant donde mis amigos del bar La Dehesa del Partenón y me volví para casa. Globalmente me resultó agradable esa inmersión en la dinámica propia del pasado reciente, que ya parece tan lejano. Ahora la gente de mi curre acude a la oficina dos o tres días por semana y el resto del tiempo teletrabaja, lo cual está muy bien. Pero es básico mantener un poco ese contacto social que el Zoom no te proporciona.
Por la tarde estuve haciendo llamadas a los diferentes miembros del Jurado para comprobar que estaban al tanto, que no tenían problemas con las fechas y detectar posibles casos de incompatibilidad por amistad o trabajo en contacto estrecho con algún miembro de los equipos finalistas, un tema que hay que cuidar. El martes había vuelto a guardar el despertador, pero igual me levanté pronto, porque tenía de 9.30 a 10.30 mi clase de inglés, con el bueno de Ed que es fabuloso. Ahora se ha incorporado un tercer alumno al grupo, una mujer, y la verdad es que las clases son divertidísimas. Ed te hace hablar y luego te corrige las cosas que has dicho mal. Conversamos mucho, escuchamos audios, aprendemos nuevos giros, nos explica reglas de pronunciación y vamos avanzando, aunque los tres tenemos bastante buen nivel.
El resto de la mañana lo dediqué a escribir el post que habría de publicar al día siguiente, sobre el siniestro Mephisto y su irrupción en mi vida, subido en un patinete. Y después de comer me relajé y repasé mis notas para el Billar de Letras que teníamos a las 19.30. Tal como lo definió al día siguiente nuestro director, Ronaldo Menéndez, fue una de las sesiones más memorables de toda la historia del club. El libro que examinábamos era Panza de Burro (Andrea Abreu, 2020). Andrea Abreu es una chica canaria que tiene ahora 26 años y hace unos cuantos se vino a trabajar a Madrid como periodista o de lo que fuera, ha sido camarera de bar y dependienta de una tienda de ropa de moda. Su novela ha sido alabada por todo el mundo, es un verdadero bombazo editorial. Les pongo una imagen que colgó Ronaldo en su Facebook y otras que le hice yo a la chica, que es un encanto.
Panza de burro transcurre en un verano en las faldas del Teide y sus protagonistas son dos niñas, la narradora, en torno a los diez años, y su amiga Isora algo mayor. Ambas se manejan en el argot de la isla, son hijas de las familias que sirven a los turistas guiris (que ellas llaman guiris jediondos) y son como dos pequeños animalitos integrados en el medio. La autora no pone una sola cita explicativa a pie de página, ni utiliza cursivas o entrecomillados. La escritura fluye como una reflexión mental de una niña al borde de la explosión sexual (en las zonas tropicales la mujer madura antes), la narradora envidia las tetas que le han empezado a brotar a su amiga, igual que flores que nacen de la tierra, además de los pelos que le han salido en el pepe, como un helecho en primavera. Las historias que se cuentan se sienten al tacto, se huelen y se saborean. Son dos niñas que pasan todo el día solas, están un poco asalvajadas y son muy escatológicas y a la vez muy sensibles.
Genial el capítulo en el que se dedican a estregarse disimuladamente con los bordes de los pupitres de clase, o utilizando sus bolígrafos, sin otra malicia que el disfrute del placer que eso les proporciona. Después de toda la mañana estregándose ambas, te cuenta que la clase entera huele a pepe y te describe ese olor como algo parecido a lo que se te queda en la mano después de pelar y comerte unas gambas a la plancha. Andrea se vino a Madrid y poco después de instalarse se apuntó al taller de escritura de Fuentetaja. Y su profesora, cuando leyó lo que hacía, la animó a no cortarse, a lanzarse a tumba abierta con el lenguaje y esa mezcla de escatología y belleza. El resultado es un exitazo, la novela se está traduciendo ya a nueve idiomas (me gustaría saber cómo traducen pepe al noruego).
Por lo demás, fue una de las sesiones de Billar de Letras en que Ronaldo habló menos, Andrea se encontró muy a gusto en el club y nos contó todo lo que quiso, cómo algunas vecinas de su viejo barrio ya no le hablan tras leer su libro, cómo ha tenido que recurrir a una terapia para procesar su éxito y la continua matraca que le dan con entrevistas y presentaciones. Me llamaron la atención sus sensaciones al venir a Madrid, el relax que le supuso librarse del agobio de la insularidad y la necesidad de adaptarse al aire seco después de haber vivido toda su vida en una humedad extrema, bajo la panza de burro de las nubes que ocultan siempre la cima del volcán. Le conté que yo había sentido lo mismo al venir de Coruña, aunque se trate de una península, que al principio echaba de menos el mar y que me había pasado un par de años con la garganta y las narices muy resecas. La sesión terminó de una manera muy apropiada, cuando nos dijo que tenía que cortar, porque su perrita Bimba se estaba meando.
El miércoles empecé saliendo temprano a correr al Retiro, aunque esta vez no me encontré a nadie extraño. A la vuelta, después de desayunar y ducharme, repasé mi post y lo publiqué en torno a las 12. Dediqué el resto de la mañana a contestar correos y hacer llamadas de teléfono, luego me hice un pesto di rucola, me lo comí y me di un cabezadita. Porque por la tarde tenía una cita importante. Ya les conté mi intención de dar unas clases de guitarra y que mi amigo Juanmi, el lutier del barrio, me había dado dos teléfonos de posibles profesores. Al final no he llamado a ninguno de estos dos, sino a un tercero cuyo contacto me proporcionó un colega arquitecto al que conozco por su participación en varios de los concursos de Reinventing. Le llamé y le expliqué que yo lo que quiero es aprender a tocar blues, hacerme con sus acordes, texturas y técnicas. Me gustó lo que me conto, me pareció bien el precio, media hora de clase presencial a la semana, y habíamos quedado el miércoles a las 19.00.
El profe se llama Enrique Moleón y forma parte de una cooperativa vallecana de músicos, que tienen una pequeña banda que toca por ahí en las verbenas de los barrios. El local de la cooperativa está justo encima de la asociación de vecinos Nuevas Palomeras, una de las herederas del poderoso movimiento vecinal que consiguió realojar a las 12.000 familias de las chabolas del asentamiento de Palomeras, según la historia que conté en el blog en una serie de cuatro posts y sobre la que he dado recientemente dos clases en la ETSAM. Ya ven que todos los temas de este blog están interrelacionados. Como tenía tiempo, se me ocurrió ir caminando desde casa, 5,6 kms. Un paseo de hora y cuarto, por el antiguo camino de Valderribas. Otro de los motivos para ir andando era que, a mitad de camino, está el bar restaurante Casa Tomás, de mis amigos y colegas de carreras Marce y Joanna. Allí hice una paradinha para un café y continué. El profesor es cojonudo, me hizo unas pruebas, comprobó que ya domino algunos fundamentos y nos metimos de cabeza al blues.
Así que esta es una nueva faceta para mi perfil. Por ejemplo, ¿ustedes saben algo de la escala pentatónica del rhythm and blues? ¿No? Pues yo sí, hala. Para la vuelta a casa, opté por coger el Metro en la parada del Alto del Arenal, Línea 1 directa a Atocha, porque estaba ya cansado tras mi carrera matutina y mi caminata vespertina. Pero les diré que el paseo de la ida me resultó súper grato, recorriendo todo el distrito de Retiro (a Casa Tomás siempre voy andando), atravesando la M-30 por una gran pasarela elevada y cruzando luego todo el Puente de Vallecas hasta Palomeras. Todo eso con mi guitarra a la espalda, en su funda negra en modo mochila. Y les puedo jurar que no pasé ni un segundo de miedo, de ese que denuncia Vox. Mi guitarra es valiosa, sólo la funda ya vale una pasta. Si lo que dice Vox fuera cierto, me la habrían intentado robar. Pero nada de eso. De vuelta en casa, me serví un vermú con unas aceitunas de Campo Real y me lo tomé mientras me cocinaba un revuelto de dos huevos con gulas, con su ajito y su guindilla. Con eso como cena y una cerveza Estrella Galicia, me senté ante la tele, dispuesto a ver el debate.
Me gusta esta imagen, porque ordena a los candidatos según su posición en el arco ideológico. Ya saben que yo me sitúo más o menos en la zona de Mónica García, una izquierda menos bronca y radical que la de Iglesias (que termina por cebar el voto anti de la gente más conservadora, que le tiene miedo, hábilmente manipulada por los medios de la derecha) y también una izquierda menos seria y aburrida que la de Gabilondo. Y con un componente verde que me parece imprescindible. En cualquier caso, yo no voy a hacer aquí ningún análisis político, que es algo que no le correspone a este blog, sino contar un poco qué me parecieron los personajes como tales.
Por orden. Me sorprendió negativamente Gabilondo, le vi muy viejo y muy cascado, no estaba cómodo y hasta se trabucaba en algunas frases. Eso no quiere decir que no vaya a ser un buen presidente, si consigue la mayoría, también Biden se atascaba a menudo y, en general, creo que no lo está haciendo mal, ya hablaremos de eso otro día. Los demás, en sus líneas respectivas. Ayuso ha cobrado un cierto empaque, algo ha aprendido en estos años, pero sigue siendo simple, castiza y faltona. Su discurso es pobre y elemental, y habla de algunos temas como el maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela. Pienso que habría quedado mejor disculpándose por haber llamado mantenidos a los de las colas del hambre (en realidad no les llamó perdedores porque no se le ha ocurrido, y no le demos ideas). Yo creo que se ha llegado a creer su propio discurso, hecho todo de fakes; ella se siente una especie de Juana de Arco defendiendo a España del comunismo. MAR ha hecho un buen trabajo.
Edmundo Bal se mostró como lo que es: un funcionario del Estado que sabe muchas cosas de gestión y procedimiento. Estuvo bien, pero el muro que tiene que escalar para llegar al 5% es prácticamente insalvable. Mónica García, estuvo natural, era su ocasión de darse a conocer al público en general. Se la vio más bregada en los temas sanitarios, pero mantuvo el tipo en los otros. Tuvo algún fallo gordo, como sacar un cuadro de datos y no saber decir la fuente; ahí la pilló Ayuso que ha aprendido muchas mañas (no sé si se fijaron, pero en la segunda parte del debate la presidenta estuvo mucho rato callada, dejando que los demás se pelearan entre ellos). En general, yo creo que Mónica se mostró muy empática, es una mujer que cae bien, tal vez debería aprender a hablar un poco menos deprisa.
Pablo Iglesias estuvo correcto, de largo es el mejor comunicador de todos los allí presentes y supo dar una imagen algo más moderada en las formas, sin perder su discurso de fondo. Estuvo muy bien cuando le dijo a Ayuso que no se riera, que estaban hablando de muertos, y tuvo que repetírselo varias veces, porque Ayuso tiene puesta esa sonrisa sardónica, como la que tenía Esperanza, y cuando te acostumbras a estar siempre con una mueca impostada, te cuesta mucho quitarla. Iglesias sí atacó con datos contrastados y con sus fuentes bien aprendidas. Al final del debate, Gabilondo remontó con algo que evidentemente traía preparado: ofrecer a Más Madrid entrar en el gobierno y pedir la ayuda externa de Podemos. Es algo muy calculado, para ganar votos y no dar miedo. Apostaría a que el autor de ese estrambote final fue el propio Sánchez, que se mueve muy bien en el regate en corto.
Y he dejado para el final a Rocío Monasterio. De verdad, creo que es un escándalo que a una señora como esta se la deje participar en debates. Es que me dio hasta miedo, cuando miraba a la cámara directamente con esa mirada fanática inquebrantable. Esta señora insulta cada vez que abre la boca. Y tiene la chulería de los pijos que se creen que han de estar siempre arriba por nacimiento. Ese mismo sentimiento de impunidad que la llevó a estar muchos años firmando proyectos de arquitectura sin ser arquitecta. Mira que trato yo de contemplar estas cosas desde una cierta distancia crítica, pero he de confesar que, cada vez que intervenía esta bruja, conseguía ponerme nervioso. Es Cruella de Ville, es la madrastra de Blanca Nieves, es la Maléfica de la Bella Durmiente, todo a la vez, es la señora de Mephisto el del patinete. Terminé el debate con una idea nítida: a mí esta señora me da más miedo que Abascal.
Pero sigamos con el relato de mi semana fastuosa. El jueves tuve otra nueva clase de inglés a primera hora, luego estuve trabajando un rato y a la una me acerqué al Ateneo de Madrid, donde tenía una cita. El Ateneo lleva dos años de obras, porque se estaba literalmente cayendo a pedazos. Y el arquitecto que dirige esa obra es mi amigo Julio de la Fuente, profesional joven y brillante, surgido del universo Europán. Así que le llamé para ver si me invitaba a ver las obras y luego sumé al plan a mi jefa y a mi compañera M. que también lo conocen y lo aprecian. Las obras están casi acabadas, el Ateneo pertenece al Ministerio de Fomento y para poder hacer esta rehabilitación, se han acogido al artículo 161, que les expliqué (en realidad, ni siquiera sé si es ese el número correcto). Eso no les libró de pasar por la tortura de la Comisión Local, que todavía no ha dado el visto bueno a las barandillas ni al tono del parqué, que piensan que se debería de oscurecer un poco con un barniz (tal como lo leen).
Ven que no exageraba en mis posts sobre este asunto. Aquí hay una Comisión que tiene que dar un OK a una obra que es una maravilla y retrasa ese OK torciendo el gesto y diciendo con aire dubitativo que tal vez el tono del suelo debería ser un poco más oscuro. Como si se tratara de una corrección de las que sufríamos los alumnos de la ETSAM en mis tiempos. La Comisión Local es la que depende de la Comunidad y, entre los presentes del equipo que nos enseñó las obras, existía la sospecha de que tal vez el tema tuviera que ver con la rivalidad Sánchez-Ayuso. Yo les dije que no. No hace falta rivalidad política alguna, es el estilo de los Conservadores de Cascarones.
Por lo demás, yo recordaba el Ateneo (donde he estado muchas veces y hasta he hablado en dos ocasiones al menos), como un lugar muy oscuro, todo revestido de maderas viejas, con butacones antiquísimos, muy al estilo de los Casinos de las ciudades de provincias. Pero Julio descubrió que en los planos originales había dos grandes lucernarios para iluminar los espacios principales. Y resulta que estaban tapados con tejas. Al recuperar los lucernarios, el lugar se ha convertido en luminoso y el resultado es fascinante.
Aproveché para saludar al director Juan Armindo, que también es amigo mío y está pendiente de elecciones a mediados de mayo. Si resulta reelegido, no descarto hacerme socio, ya mi padre lo fue en los tiempos de Alfonso XIII. Y, tras la visita, me llevé a Julio y a mis amigas a comer al Can Punyetas, un restaurante catalán que hay allí cerca, donde suelen comer algunos de los diputados del Congreso que no viven en Madrid. Es un lugar donde se pueden degustar escalibadas, esqueixadas, butifarra de primera clase, arros amb cunill i pollastre, o mungetas de diversos estilos, además del proverbial pa amb tumaca. Nos lo pasamos muy bien e hicimos una larga sobremesa con la que completamos otra reunión también memorable. He de decirles que este tipo de actividades son las que motivan que mis hijos me regañen, se preocupan por mí y me digan que soy como un quinceañero, porque el Can Punyetas es un lugar interior, bastante cerrado, que no tiene terraza fuera, aunque ciertamente estaba medio vacío.
En fin, tocaremos madera por segunda vez, llevo haciendo este tipo de cosas desde que salimos del primer encierro y sería una pena que me pillara el covid en el descuento, pero no lo puedo evitar: como el escorpión del cuento, es mi naturaleza. Para mí es clave mantener el contacto con mis dos amigas, a las que debo cinco años de los mejores en mi carrera en el Ayuntamiento y me hace ilusión sacarlas de esa rutina asfixiante que hace que no puedan quedar conmigo más que a las 8.30 de la mañana. Me fui luego a casa, descansé un rato y entonces empecé a leer el siguiente libro de Billar de Letras, para el mes que viene. Se trata del volumen de cuentos completos de Carlos Castán, que acaba de editar Páginas de Espuma. Carlos Castán probablemente sea el mejor escritor vivo de relatos en español. Es un hombre de unos 60 años, que ha publicado únicamente tres libros de cuentos. Y mi también amigo el editor Juan Casamayor los ha reunido en un solo volumen. Este es un tema que se merece por sí solo un post específico y lo tendrá en breve.
El viernes no paré tampoco, pero no hice nada que merezca contarse en el blog. Tan sólo bajé al Centro de Salud que me toca, donde me informaron que la última instrucción es que a los de 70 a 75 los vacunará la Comunidad de Madrid a partir del próximo martes con la vacuna de Pfizer en los grandes hospitales de la región. De aquí al martes, espero no contagiarme, o haberme contagiado ya, toco madera por tercera vez. Tengo ya una serie de tareas obligadas que llenan mi tiempo, como practicar el blues un rato todos los días, leer los cuentos de Castán, disfrutar de la ciudad, quedar con gente y mantener vivo el blog. Además de seguir haciendo bastante samanthing. Samantha Fish es ya parte de este blog por derecho y seguiré contándoles sus andanzas. Esta noche y mañana toca en Aurora (Illinois) y vean el cartel anunciador, donde pueden comprobar el nombre con el que se presenta ahora.
Es facilísimo hacer carteles de una persona tan fotogénica. Samantha está otra vez en la carretera, como les conté, y se pasa la vida entre conciertos y viajes. Y, cada vez que se sube al escenario, lo da todo. Termina agotada y tiene que descansar, que al día siguiente normalmente hay uno o dos conciertos más. Y, como es transparente y lo canta todo, ha publicado esta foto que les dejo de despedida, en la que se la ve reventada tras un concierto pero feliz, relajándose en un sofá con una copa de vino tinto. Ella, como yo, vivimos cada día como si fuera el último y soñamos como si fuéramos a ser eternos, la máxima de James Dean. El cansancio no es un input a considerar en nuestros programas cotidianos.
Más o menos esto es lo que terminé de escribir ayer viernes, un día en el que estuve entretenido con mil cosas y no me conecté con el debate de la SER, por lo que no me enteré del pollo que se montó. Esta mañana he salido de nuevo al Retiro a hacer mis 6,5 kilómetros de rigor, antes de desayunar y ponerme a repasar este post. Como ven, ahora que tengo tiempo de sobra, mi mecánica con el blog es esta: escribo el post el día anterior y, cuando me toca, le doy un pequeño repaso y lo publico. Es un sistema que tiene el riesgo de que la actualidad vaya más rápida, como ha sucedido en este caso. El follón de ayer requiere un análisis más reposado, que les prometo, y que haría interminable este ya de por sí largo texto. Pero algo sí les quiero decir. Me parece que Pablo Iglesias acertó marchándose del plató.
No le tengo a Iglesias como a un político proclive a dar pasos por un calentón o por una ofensa instantánea. Le llevan dando leña mucho tiempo y tiene la piel dura. Pero es muy listo y yo creo que intuyó que era el momento de desnudar para el público la estrategia de Vox, un grupo fascista que no cree en la democracia, ni en los votos y mucho menos en los debates, donde se dedica a provocar y cagarse en todos los demás. Continuar con eso era seguir haciéndoles el juego y yo creo que Iglesias lo intuyó en ese momento y por eso decidió acertadamente irse. Gabilondo y Mónica no lo entendieron así y siguieron hasta el descanso. A la vuelta de ese descanso tomaron la decisión de irse también, lo que sugiere una instrucción directa de sus jefes, Sánchez y Errejón: saliros de ahí pitando, que Pablo lo ha hecho muy bien y hay que subirse a su carro; es nuestra oportunidad.
En este nuevo escenario, yo me hago una reflexión más. En los últimos tiempos se ha visto en cada nueva cita electoral un comportamiento uniforme, que para mí es tendencia. La derecha vota en bloque, son más disciplinados y menos exquisitos, les da igual que su candidato sea feo, tenga halitosis, sea un corrupto o un cabrito evidente: ellos votan siempre, votan todos, no se abstiene nadie. En cambio la izquierda es mucho más tiquismiquis y, con cualquier disculpa, se abstiene: que si esta es vieja, que si el otro se equivocó en nosequé, que si tenía una tarjeta black o maltrataba a su criada marroquí. En esta ocasión, la oferta de candidaturas de izquierda es amplia. Queda poco lugar para esas exquisiteces; raro será que a usted, querido indeciso, no le guste al menos uno de los tres. Tal vez, por eso, pueda darse un vuelco a los pronósticos. Recuerden que Carmena le ganó a Esperanza porque todos los espectadores pudieron ver cómo se enfrentaba impertérrita a una auténtica maleducada. Pues Ayuso y Monasterio han superado sus marcas de mala educación por varios cuerpos. Veremos.
Una última cosa. Esto de ayer aparece destacado en grandes titulares en toda la prensa de Madrid. En cambio, en provincias aparece en una esquinita de la portada. Échenle un ojo a La Voz de Galicia, El Norte de Castilla, el Heraldo de Aragón, el Correo o hasta la Vanguardia. En Madrid nos creemos un poco el ombligo del mundo y a la gente de provincias muchas veces se la pelan nuestros conflictos. Vox puede ser un problema nacional grave, pero en muchas zonas se ve como un asunto sólo de Madrid. Algo a ser tenido muy en cuenta. En fin, lo dicho: una semana magnífica. Ojalá sean así todas. Por mí no va a quedar. Ánimo y que pasen ustedes un muy feliz fin de semana.
Pues sí Emilio, para que no decaiga la avalancha de elogios a tu blog hoy me toca a mí felicitarte. Que si no soy objetivo, que si lo mío es debilidad, que si tal que si cual. Nada, mierda. Este post está de puta madre: About you, actividades, literatura, política en su justa medida y Samantha Fish. No podemos pedir más.
ResponderEliminarY en cuanto a la política en su justa medida tengo que decirte que estoy de acuerdo en genera con tus puntos de vista expuestos aquí. Hasta en el acierto de Pablo Iglesias, que está bien que acierte de vez en cuando después de la cantidad de errores que ha cometido.
Pues muchas gracias, amigo, por tus comentarios, me encanta que disfrutes tanto con lo que yo voy publicando, en estos tiempos pandémicos es una buena forma de seguir en contacto, a la espera de tiempos mejores en los que podamos tomar algo juntos. Un abrazo muy fuerte.
EliminarExtraordinario post, con algunos momentos geniales. Pero ninguno como la cita del maestro Ciruela. Es un refrán buenísimo, que no conocía, y eso que soy refranera como pocos. Te estás superando.
ResponderEliminarGracias querida, a mí también me encanta este viejo refrán, que parece pensado para personajes como IDA.
EliminarBesos.