jueves, 8 de abril de 2021

1.039. Desde el jamón y queso

Aquí me tienen esperando impaciente (looking forward) a que me llegue la ansiada vacuna. Con esto de pertenecer a la generación sándwich (hay que joderse), ahora estoy contemplando cómo se sigue vacunando a los octogenarios y ya han empezado a hacerlo con los sexagenarios, grupos ambos que constituyen las dos rodajas de pan Bimbo del sándwich y entre los que tengo diversos amigos que me lo van contando. Los de 70 somos el jamón y queso, así que nos toca esperar a que nos avisen. En el tiempo, estamos pues también en una especie de situación sandwich, entre la excepcionalidad del pasado inmediato sometido al albur del contagio y esa nueva situación más segura que anhelamos aunque no sabemos cómo va a resultar. Somos la generación jamón y queso en un tiempo también jamón y queso. Eso sí, a cambio parece que nos van a poner la vacuna de Pfizer, que tiene una eficacia del 95% y no da trombos ni nada. Si es así, habrá merecido la pena esperar.

Yo la verdad es que no he vivido demasiado obsesionado ni aterrorizado por la posibilidad de coger el Covid-19, salvando un pequeño bache de ánimos tras las navidades, que ya quedó reseñado en el blog y del que me sacó mi mejor amiga colombiana conminándome a que acudiera al acto de firma de libros de Héctor Abad en la librería Tipos Infames. Digamos que volví a la ciudad después de ese autoencierro, que otra vez estoy en la calle y eso me está permitiendo asistir a la deliciosa explosión de la primavera. En abril florece el llamado árbol del amor, muy común en las calles de Madrid, que echa primero las flores y un tiempo después las hojas en forma de corazón. Vean este grupo en el punto en que la calle Magdalena desemboca en Tirso de Molina. La foto es de ayer por la tarde.

Desde finales de enero, he vuelto a salir normalmente, acudiendo a la ofi de vez en cuando, quedando a comer en exteriores e interiores, dando hasta una clase presencial en la ETSAM, yendo una vez al teatro y un par de ellas más al cine. En suma, continuando con mi vida, con cierta precaución pero sin exagerar. Los contagios me han pasado rozando, prácticamente por la nariz y con insistencia: la señora que limpia en casa, los floristas, los dos del restaurante Matilda. ¿Por qué no he enfermado? Pues la verdad no lo sé, y sigo tocando madera, que esto no se ha acabado. Pero yo me precio de ser escritor y de fabular un poco imaginándome cosas. Es como un juego, no piensen que me las creo. En este caso veo varios factores posibles.

Como ya he contado, llevo casi dos años con un constipado crónico que me pillé en el verano de 2019 y que no me libra una sola mañana de despertarme atascado de mocos que he de sanear antes de poder hacer alguna otra cosa. Estoy seguro de que no es una alergia, porque no se me quitó durante el viaje de tres semanas a Madagascar, donde no hay nada en común con Madrid, ni en la flora, ni en la comida ni en el aire. A menos que sea alérgico a mí mismo, como ya dije. Y supongo que saben que estos constipados los causa una variedad de coronavirus y se ha especulado con que la presencia de este virus suave pueda tener al sistema inmunológico de una persona en alerta sobre sus primos más peligrosos. Segunda fabulación: investigadores de San Diego (California) han detectado que las estatinas, fármaco que se toma para controlar el colesterol, ayudan a prevenir el Covid. Yo llevo cuatro o cinco años tomando cada noche 5 gramos de rosuvastatina. AQUÍ la información.

Tercera leyenda. En Santiago de Compostela están utilizando con éxito inhalaciones de alcohol etílico, el mismo que tiene la cerveza o el vino, para tratar las infecciones por Covid. Yo me vengo tomando al menos una cerveza para comer, a veces sustituida por un par de copas de vino blanco, y otra más para cenar, no todas las noches, pero sí casi todas. AQUÍ la noticia. ¿No creen ustedes que, entre el alcohol, la pastilla del colesterol y el catarro crónico, puede que yo tenga una especie de escudo anti Covid? ¿Cómo dicen? ¿Que no? Nada, ya veo que no tienen ustedes imaginación. Vale, entonces, con la vida que hago, habrá que atribuirlo a la suerte. 

Dicen que la suerte hay que trabajársela, que no se puede ir por la vida acojonado, que si vas con miedo te las dan todas en el mismo papo. Con mi actitud optimista, positiva y despreocupada, tendría bastante ganado si así fuera. En tal caso, cuando más riesgo he corrido es en esas dos semanas de enero en que me asusté, dejé de salir y me encerré preocupado por todo. La tristeza te baja las defensas y es muchas veces la antesala de la enfermedad física. Pero, si una cosa he aprendido en 70 años, es que de la suerte nunca hay que presumir. Yo más bien me inclino a creerme mis tres fábulas anteriores, no sé, tal vez al menos alguna tenga algo que ver. Mi incapacidad supina para el pensamiento mágico me impide incluir aquí las rogativas a San Benitiño de Rabiño o la energía de los buenos deseos de mis seguidores del blog. Sea como sea, les repito que estoy deseando ardientemente que venga el señor Vacunin, que no Bakunin. Cuando esté vacunado, podré empezar a pensar en viajar a La Coruña a ver a mi familia de allí, por ejemplo. Y, no sé qué situación tendremos para el verano, pero yo confío en que para enero estemos más o menos listos para viajar fuera de España. De aquí a enero son cuatro días, en esta tesitura en la que el tiempo corre despacio y deprisa a la vez, sabia frase de mi amiga indonesia Tantri.

Otro buen amigo mío, el parisiense Alain Sinou, dice que el año que viene tal vez me vuelva a invitar a dar una clase en su máster. Ana Ruiz-Bowen, para la que di una charla telemática en febrero, también contaría conmigo para una conferencia en Lille. Así podría visitar a mis dos hijos. Y Samantha Fish ha retrasado el comienzo de su gira europea hasta después de Navidad 2021. Estará todo enero de 2022 en Gran Bretaña y saltará al continente en febrero. Ya tengo dos fechas marcadas en mi calendario: el 10 de febrero en el Bataclan de París y al día siguiente en el Melkweg de Ámsterdam. Podría hasta ir a los dos y quedarme unos días más en Ámsterdam con mi amiga R. Otra posibilidad es que la vea primero en alguno de los conciertos que tiene programados en tierras británicas, donde tengo unos cuantos amigos que visitar también. Todo esto ya sé que es el cuento de la lechera y no debería de contarlo aquí, por si trae mala suerte hacerlo. Pero esto es una tontería: cuando Mark Watts nos confió en Oslo que la señora Carmena era una de las favoritas a presidir el C40 en los tres años siguientes, no dije nada en el blog por esa razón. Y luego dio igual que me lo hubiera callado.

Todo esto tiene que ver con mi intención de dar la vuelta al mundo de ciudad en ciudad visitando a mis contactos, mayoritariamente femeninos. Hace poco escribí un mensaje en el grupo de Whatsapp que montamos tras el workshop de Portland en el verano de 2017, contando que me he jubilado y que, en cuanto se relaje la situación mundial, tengo el plan de ir a visitarlos sucesivamente a todos. Al instante me contestaron entusiasmadas tres damas: Shannon Ryan de LA, Clare Haley de Londres y Valeria de Santiago de Chile. También coseché una respuesta negativa, recomendándome que espere un poco todavía: el bueno de Antònio Carlos Velhoso, de Río de Janeiro, dice que de momento no es oportuno ir a Brasil, que está la cosa chunga. Falta mucho para que yo pueda poner en marcha ese plan. Los de mi peña de amigos viajeros, con los que he visitado Birmania, Chile y Madagascar, me han mandado un folleto con un plan de viaje a Namibia. Tiene una pinta fabulosa. Pero hay que esperar.

Después de mes y medio de jubilado, lo voy llevando bastante bien. Es cierto que me ha ayudado la cantidad de bolos que me han salido (no por casualidad, he sido yo quien ha lanzado los anzuelos al río) y que de momento parece que paran un poco (tengo uno más comprometido para julio y ya). En estos meses he dado dos clases telemáticas y una presencial en la ETSAM, una para la Université Catholique de Lille, otra para el máster de Ciudades Creativas de Alcalá de Henares, he participado en un encuentro Bogotá-Londres-San Francisco-Madrid y he hecho una visita guiada al Madrid Río. Esa euforia docente ha culminado con mi clase del otro día en inglés para la École Polytechnique Fédéral de Lausanne, que es en cierta manera un salto de calidad importante para mí y que tiene una intrahistoria que se merece un post específico.

En los tiempos que vienen, voy a estar bastante ocupado con la preparación del Jurado final de Reinventing Cities II, para lo que estoy ayudando en la confección de las plantillas de cada proyecto finalista que les facilitaremos a los miembros de dicho Jurado. Además de esto, el martes próximo empezaré en el grupo de inglés al que me he apuntado, con mi amigo Ed. Ayer hicimos la prueba de nivel y Ed comprobó que he mejorado mucho desde que hacíamos el taller de conversación. Me situó en un nivel B-1 alto y me dio a elegir entre tres posibles grupos, en función del esfuerzo que quiera hacer: un B-1 normal, con dos chicas jóvenes, un B-1 alto con un compañero y un B-2 con dos señoras cincuentonas. Le pedí que fuera él mismo quien eligiera cuál consideraba más adecuado para mí y quedamos en la posibilidad intermedia, que también me iba bien de horario. Así que empezaré el martes con un colega, una hora los martes y una hora los jueves, ambos días a las 9.30. No me viene mal tener una actividad fija dos días a la semana, que me marque unos puntos de referencia en medio del caos temporal en el que vivo.

También continúo corriendo y, desde Navidad lo estaba haciendo dentro de casa, porque el Retiro estaba cerrado desde la tormenta Filomena. Pero empezaba ya a estar harto de dar vueltas por dentro de mi casa y corría el riesgo de volverme loco como el oso blanco de la Casa de Fieras del Retiro, para los que lo recuerden. El pasado día 1 de abril abrieron por fin el parque. El viernes Santo me tocaba correr pero estaba diluviando, así que repetí en indoor. Pero este lunes ya salí al Retiro y lo encontré maravilloso. Cierto que ha sufrido los estragos de Filomena, pero durante casi tres meses se ha librado de los filomenos que tiran porquerías al suelo y machacan las praderas de césped. Así que el parque está exultante. Y no es lo mismo correr en casa que al exterior. En casa venía haciendo 50 minutos. En mi primera incursión al Retiro hice 40.30 minutos para recorrer los 6,5 kms del circuito que tengo medido, pero al día siguiente tenía agujetas, por las cuestas como la de Moyano. Esta mañana he repetido, que es lo mejor que se puede hacer para las agujetas y he bajado a 39.45. Cierto que llevaba todo el rato en la cabeza el Slow down de los Beatles y eso siempre ayuda. Escúchenlo y me dicen. ¡¡Wowww!! 1964. John Lennon desencadenado.

Y, después de correr, ducharme, desayunar y publicar este post, me dispongo a coger el coche para ir al edificio APOT, donde tengo algunas cosas que hacer antes de comer en el bar de mis amigos. Así que ya ven que mi vida no ha cambiado sustancialmente con esto de la jubilación, dedico mucho tiempo a Reinventing y Samanthing (según la definición de mis hijos), sigo leyendo bastante, quedo a comer con amigas cuando puedo y no me sobra tiempo para mucho más. Y aún tengo pendiente empezar a dar algunas clases de guitarra, para lo cual mi amigo Guitar Man Juanmi me ha facilitado dos contactos, una señora y un caballero. Yo lo que quiero es que me enseñen acordes de blues, practicar ritmos, explorar texturas y técnicas, como lo define Sam, para mejorar mi desempeño, pero con el simple objetivo de divertirme, que no otra cosa puedo esperar a los 70. Entre pitos y flautas, ya hemos pasado la Semana Santa, sin el coñazo de las procesiones. Salvo la procesión que va por dentro, que esa es inmune a las pandemias.

Uno de estos días de Semana Santa, me volví a acercar a Madrid Río a hacer fotos de la nueva imagen del río renaturalizado, en el que se han abierto todas las represas y se le ha dejado que fluya libremente. Eso ha generado una serie de islas que están llenas de patos y otras aves, como ya les conté y se explicaba en el vídeo que les puse. En esas islas han salido unos árboles de ribera que ya son más altos que muchos de los pinos del parque. Algo que cambia radicalmente la imagen del proyecto que ganó el concurso Madrid Río, en el que cada arbol estaba situado previamente en un plano del proyecto y respondía a un diseño bastante rígido. Ahora la naturaleza está recuperando su dominio y el lugar está precioso. Es un cambio decisivo: de un parque súper diseñado y con pretensiones, propio de esa era que hemos dado en llamar el antropoceno, a dejar que la naturaleza formalice las cosas a su aire, en una composición orgánica y aleatoria. Es una de las líneas actuales del diseño de zonas verdes, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, lo que se llama soluciones basadas en la naturaleza nature based solutions. Les dejo con algunas de las fotos que tomé. Que ustedes lo pasen bien.




2 comentarios:

  1. ¿Está usted seguro de que correr a ritmo de "Slow down" con 70 años es una idea saludable? A mí me parece demasiado rápido. Yo le sugeriría "And I love her", por citar una canción a ritmo más lento, sin salirnos del universo Beatles.

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    1. Disculpe, pero le veo a usted más ducho en temas musicales que de running. ¿Qué quiere, que vaya andando? Slow down es un ritmo perfecto para una velocidad correcta a mi edad. Aunque imagino que está usted de coña. En cualquiera de los casos, muchas gracias por su comentario

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