Bien, una vez liberado de las
siglas MD ya puedo escribir de lo que me dé la gana y eso era lo que pensaba
hacer, para subrayar el punto y aparte que parece haber dado la situación, y
toco madera de nuevo, porque no sabemos si va a haber un rebrote ni cuándo. Si
eso pasa, dirán que sólo ha habido 500 muertos más, qué bien, qué éxito pero,
si nos toca ser alguno de ellos, poca broma, que dirían los de Estopa. Poquita
broma. Más abajo les contaré mi salida del martes a correr por el Retiro y las
de ayer y hoy a mi oficina en el Campo de las Naciones, para hacer una tarea
que no puedo hacer desde casa. Pequeños ensayos de lo que puede ser esa
nueva normalidad a la que nos vemos abocados y en la que yo tengo claro que voy a
seguir bastante confinado de momento, hasta que se vaya aclarando el panorama.
Pero antes quiero finalizar la reflexión que me suscita un comentario anónimo a mi último post.
Aunque no lo dice directamente, del comentario de este amable y bondadoso
seguidor se deduce un reproche y una recomendación: que no debo caer en la provocación de los fachas cacerolos, porque si
les insulto, me pongo a su nivel y genero un comportamiento especular o
simétrico del suyo, contribuyendo a crispar más la situación. Tiene razón,
desde su punto de vista, pero yo quiero aclarar algunas cosas. Este blog no es
una página en la que yo pretenda difundir un determinado código de conducta,
como un catecismo. Muy al contrario, yo me considero modestamente un simple
cronista. Un cronista de la situación y un cronista de lo que va pasando por mi cabeza, de mis
anhelos, mis preocupaciones y mis sentimientos. Dice mi amiga la poetisa
rosarina Valeria Correa que el escritor es el arqueólogo de sí mismo. Pues yo
soy el cronista de mí mismo. Quiero decir que yo vivo la vida, me van pasando
cosas, las observo, tomo nota mental y, a posteriori, las analizo y las convierto en relato, en
el que, por cierto, a veces me tomo licencias para darle el punto literario que
esperan mis seguidores; no todo lo que cuento es real, como ya saben.
Así que no pretendo generar
tendencia ni presumir de majo o de moderno, ni que nadie imite lo que hago.
Conducir como un loco haciendo diagonales y cerrando a los taxistas, con la
radio a todo volumen y el puño en alto gritando It ain’t me, no es una conducta a imitar. Más bien es una conducta
reprobable. Pero yo lo hice y lo conté tal cual sucedió. Y estoy seguro de que
ustedes entendieron la tensión y la pena que me envolvieron ese día, y me
llevaron a hacerlo, y el desahogo anímico que me supuso. Por suerte no me di ningún golpe ni me paró la policía. Llegué
a casa y nada más echar la ropa a la lavadora y ducharme, me puse a escribir y
me salió lo que me salió. Utilicé palabras infrecuentes en este blog como
miserable y repugnante, supongo que influido por mi estado de ánimo, palabras
que, ahora en frío, mantengo, porque me parece que son atinadas.
Es decir, que yo primero tengo
unas vivencias, experimento unas emociones y unos sentimientos, y luego trato
de contarlo. Sin valorar si están bien o mal. Creo que eso le da a este blog un
punto de autenticidad que es uno de sus principales valores. Por otro lado,
procuro acercarme a los hechos con una mirada limpia, sin pre-juicios. ¿Y qué
son para mí esos pre-juicios con guión intermedio? Pues hay unos cuantos
bastante comunes. Por ejemplo: yo, como soy de izquierdas, todo lo que haga la
derecha me va a parecer mal, haga lo que haga. O este otro: yo, como soy de
derechas, doy por hecho que todo lo que haga la izquierda va a estar mal, aún antes
de que lo haga. Es bastante frecuente ese tipo de razonamientos. Eso lleva a
mucha gente “de la izquierda” a no reconocer por ejemplo el valor de lo que está haciendo
el alcalde de Madrid (luego hablo de él). O a gente “de derechas” a hablar mal
de Fernando Simón, y otros personajes que a mí me parecen intachables.
Yo procuro valorar el factor
humano, aprendo mucho sobre las personas observándolas, viendo cómo se mueven, cómo hablan. Y
puedo estar más o menos escorado, pero me considero del partido del sentido
común, como mi comentarista anónimo. Desde esa posición, el mensaje que ha
propalado Vox me parece repugnante y ya quedó dicho. No he dicho lo mismo del fraCasado,
un personaje que creo que no tiene discurso alguno y por eso mimetiza el de
Vox. Junto con Rivera, hicieron piña en la manifestación de Colón, consiguieron el gobierno de Andalucía y declararon un cordón sanitario hacia el resto
del mundo. Eso dejó libre el espacio del centro y por eso Sánchez sacó más diputados
que nadie. Pero no le bastaban y tuvo que buscar apoyos por el otro lado,
porque los del cordón sanitario no estaban dispuestos a apoyarle. Así que se abrazó a
Iglesias, aunque ya había dicho por activa y por pasiva que no le gusta cómo le
huele la coleta y que le quitaba el sueño aliarse con él. Y con Rufián, cuya
halitosis mental tampoco creo que le entusiasme. Pero ¿qué iba a hacer? Era el cabeza de lista más votado y recibió el encargo del Rey para formar gobierno. Y lo logró por los pelos. Desde entonces, el fraCasado le acosa, pero no con argumentos, sino con cacerolas. Y, ya en la última sesión de control o de tortura al gobierno, ha sacado su última arma a la desesperada: echar a ladrar a la perra Cayetana, a la que había mantenido con bozal durante los meses anteriores.
Esa dinámica dual, maniquea y perversa la ha roto
la señora Arrimadas con un movimiento sutil, que le va a aportar a medio plazo
muchos votos por el centro. Ahora sólo falta que el PP recupere sus hechuras de
partido de gobierno, se quite de en medio al fraCasado y se ponga el cordón
sanitario por el otro lado. Ese es mi sueño. Si no, vamos de culo. Después de nuestras penúltimas elecciones, en Europa se tiraban de los pelos sin entenderlo: entre los
dos partidos del centro reunían una mayoría holgada para poder gobernar cómodamente, pero era imposible
formarla, porque Rivera estaba empecinado en seguir en la Plaza de Colón. Si
Rivera no hubiera sido tan obtuso, ahora el vicepresidente de Sánchez sería él y no Iglesias y
hasta podía haber enchufado a Malú de ministra de Cultura, y discúlpenme esta
pequeña maldad. Un año antes, Sánchez y Rivera habían pactado un gobierno de
unidad (ya les he traído varias veces la foto de su apretón de manos). Pero ese
pacto se lo cargaron a medias entre el PP y Podemos.
Yo me había entusiasmado mucho
con ese pacto. ¿Saben por qué? Pues porque creo que estamos en una crisis
económica muy profunda, y me refiero a la que empezó en 2008, no a la corona-crisis que
viene, que esta es de una envergadura diferente, que da mucho miedo. El único precedente que tenemos de una crisis como la de 2008, es el crash del 29, del que
va a hacer pronto 100 años. Y de esa crisis gigantesca salió el mundo
occidental, liderado por USA, de la mano de un señor llamado Roosevelt, que
estableció una batería de medidas de impulso económico, que mezclaban ideas de
izquierdas y de derechas. El resultado: un mundo gobernado por el mercado
libre, pero con unas leyes de mercado rígidas, justas y que garantizaban la
libre competencia. Esa estructura permitió salvar el horror de la Segunda
Guerra Mundial y comenzar el mayor proceso global de mejora de la calidad de
vida que ha visto el ser humano en toda su historia. Y todo fue bien hasta que
llegaron Reagan y Thatcher con su funesta desregulación, germen de todas las
crisis sucesivas.
Y ahora llega la corona-crisis. Para afrontarla, habría que promover otra New
Deal con inyecciones gigantes de fondos que nos permitieran a todos ponernos a trabajar en pos de un mundo
mejor. Pero tenemos un problema grave de salida: la falta de líderes que tiren de este carro. Hay una falta de liderazgo en el mundo que es terrorífica y está
en el origen de muchos de nuestros problemas. Así que veremos por dónde salimos.
De momento, en España estamos doblando la curva de los contagios. Si no fuera por lo de mi amigo
Guille, yo estaría encantado: estoy feliz en mi confinamiento. He recuperado
habilidades que tenía en hibernación, como la cocina, la jardinería, la
guitarra o los castillos de naipes de ocho pisos. Me siento protegido en mi
casa con terraza. Fuera hay un mundo hostil, contra el que hay que protegerse
con mascarillas, guantes y mucha cabeza. Un simple descuido y la puedes cagar.
Ese mundo hostil empieza justo al otro
lado de la puerta. Yo salgo al descansillo ya con la mascarilla bien calada.
Vaya, ese doble diminutivo me sugiere una cuarteta: mire usted qué
maravilla, yo ya salgo al descansillo, provisto de mascarilla, y así estoy
protegidillo. Esta semana ha arrancado la Fase 1 del desconfinamiento. Y
anteayer martes salí a correr al Retiro, recuperando sensaciones. Mi última
salida había sido el viernes 13 de marzo, un día antes de empezar mi
cuarentena. Decidí salir pronto, a las 7 de la mañana, por pensar que luego
habría multitudes. No contaba con que, en una ciudad tan grande como esta, la
reflexión que uno se hace, también se la hacen otros tropecientos. El parque
estaba petao, pero ya saben que a mí
no me molestan las multitudes. Se podía correr bien, manteniendo las distancias.
Acabé un poco cansado, pero me encontré bien. He estado
entrenando indoor uno de cada tres
días sin perdonar uno solo. Empecé la cuarentena corriendo menos, pero llevaba ya muchos días
completando 50 minutos de carrera útil (dentro de mi casa no tengo modo de medir distancias, así que me programaba sobre tiempos). En el Retiro tengo recorridos medidos y el martes hice uno de 6,5 kms,
que terminé en 41.50. Está bien, porque en casa corría todo en llano y el camino del parque tiene cuestas importantes, empezando por la de
Moyano. En estas pendientes de subida y bajada son otras las secciones
musculares que han de trabajar y por eso acabé cansado y ayer tenía unas pequeñas agujetas. Por
lo demás, el parque estaba precioso. Y
ayer, después de desayunar, cogí mi coche para ir al edificio APOT, donde está la sede del Área de
Urbanismo. Ese es otro cantar.
El tráfico estaba perfecto y
aparqué en la misma puerta. Pero el edificio estaba casi vacío y la sensación
era desoladora. Me recordó las imágenes de nuestros últimos días en la sede
histórica de la calle Guatemala, cuando los últimos resistentes nos íbamos
viendo cada vez más acosados por las obras de derribo que ya habían empezado
por la otra punta. ¿Y para qué fui yo a la ofi? Pues se lo cuento. En tiempos de la señora Carmena, el Ayuntamiento aprobó una Ordenanza de Transparencia. En virtud de ella, cualquier ciudadano puede hacer una pregunta o pedir una
información y hay que contestarles cagando leches, porque en caso contrario, el funcionario encargado de esa tarea, se puede buscar un lío gordo. En lo que atañe a mi Dirección General, ese funcionario soy yo. Y tenía pendiente de respuesta un expediente concreto que, como todos los que se acogen a la Ordenanza, ha de resolverse mediante una aplicación informática que yo no puedo abrir desde mi casa.
Con el virus, todos los
procedimientos se habían aplazado sine die, pero ya han anunciado que el 1 de
junio empiezan a correr los plazos otra vez. Así que tenía que darme prisa. Ayer tuve
que redactar el informe de respuesta, meterlo en el formato de la aplicación y hacer una
serie de pasos intermedios. Al final hay que pulsar una pestañita que reza: finalizar y firmar. La pulsé y me salió
un letrero que decía: ha completado usted el procedimiento con éxito. Ufano
como un gorrión, llamé por teléfono a mi jefa, a la que, lógicamente, le debía
haber llegado el informe para firma. Ella tiene un portafirmas virtual, al que sí puede
acceder desde su casa. Pero lo miró y allí no había nada. Traté de repetir el
proceso, pero la aplicación se había bloqueado. Así que mandé un correo a los gestores del sistema pidiendo ayuda. Enredé un rato por el espacio desolado, hice varias
llamadas de teléfono para hacer tiempo, pero, como los del sistema no me contestaban, me fui.
En la puerta estaban los del
minuto de silencio, que fuimos al final cuatro. Literalmente. Por cierto, tanto dar la murga
el fraCasado con lo del luto nacional y ahora que Sánchez lo ha decretado,
nadie dice nada. Los periódicos de la derecha ni lo nombran (yo esperaba el
titular de El inMundo: Sánchez decreta ahora
diez días de luto). Es que en el fondo esto del luto y la corbata negra les importaba un rábano, lo único que
querían era atacar al gobierno. En el penúltimo debate de prórroga del estado
de alarma se vio algo parecido. El fraCasado llegó al hemiciclo sintiéndose
ganador, después de anunciar a bombo y platillo su voto negativo que, sumado al
de ERC y otros, haría morder el polvo a Sánchez. Al ver que Arrimadas y el PNV
apoyaban a Sánchez y le fastidiaban la estrategia, optó finalmente por abstenerse, con un mensaje claro: a mí lo del estado
de alarma me la bufa, yo lo que quería es aprovechar la ocasión para echar a
Sánchez pero, si la votación no va de eso, ya me da igual.
¡¡Esto es horroroso!! Ya han visto que yo
trato de hablar de otras cosas, pero me vuelve todo el rato el fraCasado, como esos fantasmas que regresan siempre, porque corresponden a historias mal resueltas. Venga,
vamos a intentarlo de nuevo. Como les decía, una de las habilidades que he
recuperado es la cocina y esto a veces no es tanto una cuestión de recetas
magistrales, como de aprovechar lo que tienes en la nevera. Por ejemplo, un día volví a
hacerme una merluza a la gallega. Como ya advirtió mi amigo Alfred, tengo
tendencia a poner demasiada cantidad de patatas. Me sobraron, ya cocidas y con
la ajada bien empapada y las guardé en el frigorífico. Al día siguiente me freí unas
alitas con sal y romero caducado de ocho años y me sobró el aceite bien
impregnado de aromas. Y, una noche después, en la que no tenía intención de cenar
mucho, me acordé del fundamento de la ropa vieja, que se hace con los restos
del cocido.
Corté las patatas y la cebolla en trozos pequeños, lo
refreí todo en el aceite de las alitas y me hice un aperitivo delicioso, para tomar
con una cerveza. Como es un plato que he descubierto yo, tengo que ponerle un
nombre, porque esto no es ropa vieja, es otra cosa. Así que decidí llamarlo Pataca
Minuta, en recuerdo del gran Caneda, ex-presidente del Compostela, aquel que se
rascaba las vestiduras, hacía cálculos a ojo de buen cubano y se encontraba a
veces entre la espalda y la pared. Otro día me hice unas patatas picantonas de
mi cosecha, con costilla y chorizo, que estaban para chuparse los dedos.
Simplemente, hice un sofrito con ajo y cebolla bien picados a fuego lento.
Cuando ya estaban hechos el ajo y la cebolla le eché un chorro de tomate Orlando,
refreí las costillas y el chorizo en todo ello dándole muchas vueltas, le añadí
media cucharadita de pimentón picante de la Vera y eché las patatas,
previamente cascadas, que no
cortadas. Luego lo cubrí con agua, cerré la olla de presión y en 8 minutos tenía una
comida estupenda.
Hacer de la necesidad virtud es
una costumbre muy provechosa. El que puede presumir de haberlo logrado en estos tiempos duros, es el alcalde de Madrid. Desde que empezó la epidemia, él se sintió
el alcalde de todos, no sólo de sus votantes. A partir de ahí, estableció una línea
de contacto permanente con los portavoces de todos los grupos municipales, a
los que llama todas las semanas, para consensuar sus decisiones. Por eso no
abrió los parques en la fase 0,5, a pesar de la presión de los cayetanos pidiendo libertad cacerola en mano y a pesar de
que uno de ellos llegó a denunciarlo por prevaricación en un juzgado. Ahora, ha
proclamado que todos los grupos van a formar una comisión de reconstrucción
para impulsar juntos la salida de la corona-crisis.
Esta es una noticia que no ha
salido apenas en la prensa, porque lo que vende es la bronca y las cacerolas.
En El País no hicieron ni referencia. En el inMundo, lo sacaron en la última
esquinita. Les voy a dejar con el link de esa información. Han de pinchar AQUÍ.
Les pido que se fijen especialmente en
la foto. El alcalde habla presentando su estrategia. Le escuchan con respeto desde
su derecha Pepu Hernández (PSOE), Ortega Smith (Vox) y Begoña Villacís
(Ciudadanos). Con la misma atención y reverencia, por la izquierda Marta
Higuera y Rita Maestre, que comparten la portavocía de Más Madrid. Un ejemplo de que se puede poner por delante lo verdaderamente importante y no las rencillas y rencores. Para ello hace falta mano izquierda, buena voluntad y un mínimo de talla política. Deberíamos exigir a los políticos de Las Cortes, que adoptaran este modelo y dejaran ya de
pelearse. Por cierto, Almeida podría ser un buen secretario general del PP. Ahí queda apuntado. Sean felices y cuídense mucho.
Es evidente una falta de categoría política en los líderes actuales, Almeida como excepción que confirma la regla, pero, si nos dedicamos a meditar unos minutos a la procedencia de ellos, nos damos cuenta que absolutamente todos empezaron como "cerilleros" (homenaje a Padilla, cerillero del Café Gijón según D. Camilo José) de su propio partido; la mayoría carecen de estudios superiores o lo hacen "a distancia" mientras corren a traerle tabaco y café al jefe. Me acuerdo cuando usted y yo libábamos cerveza en Quinteiro o en el Avión en el año 1976 que había una ilusión por la Política (con mayúscula) y esto era debido a personajes que habían mamado muchos años de dictadura y se habían dedicado a estudiar las posibilidades reales de un sistema democrático. Gente muy bragada en diálogos y pactos con gran solvencia política. Y ¿Qué queda de eso hoy querido brother? pues subnormales vividores profesionales del cuento y, para más inri, con puertas giratorias.
ResponderEliminarMe alegro que vaya retomando usted su nueva anormalidad y deseo que pronto podamos brindar con unos "bock-barra".
Un abrazo querido.
De acuerdo en su razonamiento. En los partidos, el que es un poco brillante le acaban haciendo la vida imposible y se va o lo expulsan. Así que suben los más mediocres y dóciles al aparato, los cerilleros como usted los nombra acertadamente.
EliminarYo creo que si apareciera alguien medianamente bueno, de izquierdas o de derechas, arrasaba. Tampoco andan muy allá en este tema en los demás países, pero eso es consuelo de tontos.
Yo, mientras no pueda dar abrazos a los amigos y a las amigas, paso bastante de bocks-barra. Ya me calzo yo mis birras de Estrella Galicia en mi casa, sin riesgo alguno.
Un abrazo.
Le encuentro un poco menos animado que en los tiempos recientes. Lo comprendo y respeto sus sentimientos, pero espero que se le pase, le necesitamos entero para la pelea que nos va a tocar. Tiempos duros, efectivamente. Desconocía los detalles de la forma de actuar del Alcalde de Madrid, pero es estimulante que haya personas que se comporten como nos gustaría que fueran todos los políticos. Hay que apoyarle, que todos los esfuerzos serán necesarios.
ResponderEliminarUn abrazo y ánimo.
Bueno, eso del ánimo va a ratos, como suele decirse. No estoy mal, me considero un privilegiado, puedo trabajar desde casa y me pagan a fin de mes (por ahora). El alcalde Almeida nos ha sorprendido a todos. Nadie imaginaba que tuviera esa talla política.
EliminarGracias por su apoyo.
He de reconocer que me ha sorprendido Martínez Almeida.
ResponderEliminarA tiulo anecdótico, decir que yo también he recuperado la guitarra. Por último señalar que discrepo en los de "gran Caneda"; la escena protagonizada por Jesús Gil y él hace años fue absolutamente vergonzosa.
Estupendo lo de la guitarra, es una compañera buena para muchos momentos.
EliminarEn lo de Caneda no hay discrepancia, sino que no has captado la ironía.
Jajaja. Es que últimamente estoy bastante espesa. Una cosa que siempre me llamó la atención de Caneda es que siempre hablaba de si mismo en tercera persona, como si fuera la reina de Inglaterra 😉
ResponderEliminarPues mira, desconocía ese dato de la tercera persona. Lo de espesa, lo dices tú, yo jamás te aplicaría ese calificativo. Esta es una tribuna plural; si me has seguido en los últimos tiempos, habrás comprobado que aquí entra gente más de derechas y más de izquierdas, y yo procuro tratarlos a todos igual, porque los quiero, básicamente. Mi ilusión es que crezca mi número de seguidores. En ese sentido, tú eres bienvenida aquí (y lo sabes) estés o no más o menos espesa. Un abrazo a metro y medio de distancia (de momento).
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