Para empezar este texto, segundo de las Memorias del Desconfinamiento, una foto que alguien me hace llegar. En el estado de Utah, voluntarios han cortado el trafico en una carretera local para hacerles el test del coronavirus a los conductores. Con el potaje mental que tiene Trump, los yanquis no saben cómo evitar que su curva siga creciendo exponencialmente. Practicamente es la única curva desbocada en el mundo, sólo emulada por la británica, pero ésta porque empezó a combatirse más tarde gracias a la temeridad del señor Johnson, alguacil alguacilado que luego las pasó canutas y estuvo a punto de palmarla, incluso ha declarado que empezó a escuchar con toda nitidez las temidas campanitas de la gloria. Vean la foto y continuamos.
Y, hablando de Gran Bretaña, nos desayunamos ayer con una
noticia cojonuda, de las que me gustan a mí. El jefe del equipo de científicos
que asesora a Boris Johnson, Neil Ferguson, se ha visto obligado a dimitir,
después de que la prensa sensacionalista inglesa revelara que el principal
impulsor del distanciamiento social en el país, había aprovechado la
situación para reunirse en su casa con una amante, de estranjis in the night, al menos dos veces, contraviniendo lo más
esencial de las directrices que él mismo promovía. Este es un potaje muy british (recuerden el caso Profumo, hace
poco falleció Christine Keeler a los 65 años), pero tiene otras implicaciones. Para empezar,
el tipo había pasado la Covid-19, se había recuperado y, tras guardar la cuarentena
de 14 días, se había lanzado en brazos de su amada (doble
imprudencia). Y el colmo de los colmos: se trata de una señora casada. ¡¡Qué escándalo!! –proclaman las damas bienpensantes, mientras se colocan los rulos ante la imposibilidad de ir a la peluquería. ¡¡Qué vergüenza!! –braman ofendidas las escualidas spinsters londinenses, mientras acarician a sus proverbiales gatos.
Es de destacar que este señor fue
el que hizo caer de su burrez a Boris Johnson, pronosticando que, si seguía adelante
con su suicida plan inicial, el número de víctimas en Gran Bretaña estaría entre las
250.000 y el medio millón. Entonces Johnson, que ya empezaba a sentirse un poco
raro físicamente (¿qué serán estas decimillas, este come-come, estos temblores?), se desdijo y decretó el confinamiento como pedía Ferguson. Los
periódicos españoles apenas han aludido al escándalo y han publicado sólo la
foto del caballero adúltero que, por cierto, se da un cierto aire a Fernando
Simón. Pero ya saben que yo siempre que puedo me voy a las fuentes. El tabloide que destapó el
potaje es el Daily Telegraph y, como no podía ser de otra manera, publica
también la foto de la fogosa doña. Les voy a pedir que entren a verla, porque
una imagen vale más que mil palabras y aquí está la clave de todo. Es que, por una señora como esa, yo sería capaz de
tirarme al mar e intentar llegar nadando a la pérfida Albión. Han de pinchar AQUÍ.
El tipo ha tenido que pedir perdón y desaparecer del mapa, pero yo lo
entiendo perfectamente. Yo ya estoy un poco viejo para ciertos trotes, pero hubiera
actuado igual que él. Ya saben lo que dijo La Rochefoucauld: a los viejos nos gusta
dar buenos consejos, para consolarnos de que ya no podemos dar malos ejemplos. En
fin, que yo me pasé ayer el día pensando en esta señora estupenda, protagonista de un escándalo tan típicamente britton, sin podérmela quitar de la cabeza. Nada que ver con la realidad patria, centrada en el agrio debate de prolongación del
estado de alarma. Hay que ver qué enfadados y qué crispados parecen todos: Abascal, Pablo Ca,
Rufián. Cada vez que se me ocurría poner la tele y ver un cacho de esa esgrima insufrible, me empezaba a
poner malo y volvía a buscar la foto de la rubia para recuperar la fe en el ser humano. ¿Será
que los políticos españoles follan poco?
Y, para potaje, el que por fin
logró cocinar Pedro Sánchez. Todos creíamos que, con los ingredientes que tenía,
le iba a salir un bodrio incomible, pero al final logró ponerle las especias necesarias. Además,
yo me congratulo de que, tanto el PNV como el Ciudadanos de Inés Arrimadas,
pasen a tener voz e influencia en la gobernabilidad. Son dos opciones moderadas
que contribuirán a que el gobierno haga una política menos sesgada y no tenga
que depender de los catalanes. A ver si los políticos empiezan a aprender lo que es hacer política y dejan de acosarse y de insultarse. La prórroga del estado de
alarma en estos momentos era una cosa de sentido común. Hemos estado cincuenta
días confinados para algo. Es comprensible que la gente tenga prisa, pero no
podemos arriesgarnos a tirarlo todo por la borda por una salida precipitada y
descontrolada del confinamiento. A ver si la vamos a cagar.
Y mi alegría es doble, al ver que el
señor Pablo Ca ha terminado mordiendo el polvo. Según se fueron sucediendo los
acontecimientos a lo largo de la semana, este señor proclamó a los cuatro
vientos que votaría no. Su estrategia viene de antes de la pandemia y se limita
a ponerle palos en las ruedas a Sánchez a ver si se la pega. Es muy tonto,
porque ahora mismo no podría ganar una moción de censura, es cuestión de tener
unas nociones de aritmética o incluso de contar por los dedos. Podrían
convocarse elecciones, algo muy peligroso en este momento de la epidemia, pero
Pablo Ca volvería a perder, porque todo el país ha visto ya cuál es su juego y se ha hecho una idea precisa de su talla.
Entonces ¿qué le queda? Pues lo que está haciendo: ruido, caceroladas y discursos
apocalípticos al rebufo de Vox, con un nivel de matonismo en el tono que deja chiquito al peor
Rufián. Una estrategia temeraria, porque recuerda a la que originó la Guerra
Civil: la izquierda gana legítimamente unas elecciones y la derecha no lo
acepta, se tira al monte y acabamos a hostias.
Pero vale. Este señor anunció que
votaría no, sumándose a Vox, que trae el no
de serie. Entonces se sumó ERC, que serán de izquierdas (cosa que dudo mucho)
pero antes son catalanes. Y los catalanes, una vez que perdieron su envite
independentista, están en Madrid con un único objetivo. Lo he dicho muchas
veces en el blog. ¿Ya se les ha olvidado? Atención, pregunta: ¿Cuál es el único objetivo de los partidos catalanes representados en Las Cortes? Respuesta: ¡¡DAR POR CULO!! Así
que ya estaba preparado el escenario para la tormenta perfecta, Pablo Ca rumiaba anticipadamente su victoria,
El inMundo y el ABC se relamían de gusto. Pero no contaban con que Sánchez es
un trilero, creo que no hay mejor definición de él. Movió los cubiletes y consiguió
atraer al sí a Ciudadanos y PNV. Cuando ya se supo lo que iba a pasar, El inMundo
cambió sus titulares significativamente: Barones
del PP desaprueban la estrategia frentista de Casado. Se lo juro, yo lo
leí.
Ahí está el quid de la cuestión.
Pablo Ca es un tipo sin talla política ni personal, al que le ayudaron, se
dice, a aprobar la carrera y el máster. Y que llegó al puesto donde está por
una doble carambola, debida en ambas situaciones al factor humano. Primero,
Rajoy perdió la moción de censura y se negó a dimitir, lo que automáticamente hubiera
convertido a Soraya en presidenta (le habría tocado el marrón del Covid-19).
Pero no hubo forma de convencer a Rajoy de que dimitiera, a pesar de que lo
tuvieron secuestrado toda una tarde en un restaurante dándole solysombra y
puros a mansalva. La segunda carambola: un PP un poco noqueado todavía, se
empeña en parecer moderno y convoca unas primarias, las primeras de su historia
(los anteriores secretarios generales se nombraron de manera digital, recuerden
el cuaderno azul de Aznar con su terna misteriosa). Y, como no lo saben hacer,
se les va de las manos y gana el que no querían que ganara (por cierto, al PSOE
le pasó lo mismo: el partido quería a Susanita-tiene-un-ratón).
Pablo Ca no ha presentado una
sola alternativa a las medidas de Sánchez. Lo único que hace es mirarle de
refilón con ese gesto de odio reprimido que recuerda las miradas que le echaba
Salieri a Mozart en la película Amadeus. Yo creo que es tan tonto, que se ha
llegado a creer que ha sido Sánchez el que ha provocado la epidemia. Yo tengo
muchos amigos del PP (militantes, simpatizantes y simples votantes), y
sinceramente creo que este señor no los representa, que no, que no, que no los
representa, quenoquenoquenó. Antes o después se lo quitarán de encima. No
llegará nunca a presidente. Lo cesarán y acabará dentro de unos años de
concursante de Master Chef Celebrities. Ese es mi pronóstico y ojalá viva lo suficiente para verlo.
Y otra de La Rochefoucauld: entre mis enemigos prefiero a los listos, porque de
vez en cuando me dan un respiro. Pablo Ca es de los otros, es cerril, contumaz
y cansino. Y, por cierto, al final su grupo se abstuvo, con un mensaje meridiano: si no le podemos hacer daño a Sánchez, la votación nos la bufa.
Arrimadas estaba deseando arrimar
el hombro, valga la gilipollez. Ella sabe que por la senda que marcó Albert
Rivera el partido se autodestruiría en pocos meses. Así que se ha movido con
sutileza de mujer y se ha colocado donde ha querido. Sólo con ese movimiento puede
haber duplicado sus votantes de la última elección, recuperando a una parte de los que huyeron espantados del engendro de Rivera, que en este blog bautizamos como Ciudadanospedorros. Pero este enroque ha
producido dos efectos muy curiosos. Uno: Rufián dice ahora que vota no, porque
Sánchez ha pactado con Ciudadanos. Se cree que somos tontos, que hemos olvidado que anunció su voto negativo dos días antes del movimiento de Arrimadas. Dos: a
la luz del paso adelante de Arrimadas, varios dirigentes de su partido se han marchado
de forma estentórea y teatral. Como el que se pica ajos come, ahora ya sabemos quiénes
fueron los que aconsejaron mal a Albert, encabezados por el imbécil de Girauta,
un émulo de Jiménez Losantos, que empezó en la LCR de Barcelona (Sí, la Liga
Comunista Revolucionaria, entonces pronunciaba su apellido Yirauta) y luego fue
pasando por el PSUC, PSC, PSOE, PP y Ciudadanos. Menudo elemento.
Así que seguiremos alarmados hasta
fin de mes. A mí me da igual, yo voy a seguir confinado todo lo que me dejen.
Me encanta esto del teletrabajo y, si quieren que vuelva a la oficina, van a
tener que llevarme de la oreja. Sigo escrupulosamente las instrucciones
sanitarias y les voy a revelar un secreto: cuando vuelvo de la calle, no solo me lavo con agua y jabón las
manos, sino también el bigote. Salgo de compras una vez por semana, teletrabajo,
asisto a conferencias on line y sigo corriendo en casa. Al menos hasta que el
alcalde Almeida tenga a bien abrir el Retiro. Este señor me cae cada vez mejor,
aunque no le guste a algunos de mis comentaristas, es una pena que no sea un
poco más agraciado. Es que es tan feo que la mascarilla le favorece. Y además es el único español que se pone las gafas por encima. Debe de ser para que no se le empañen. Yo lo he intentado, pero no veo ni hostia.
Pero habíamos quedado en hablar
de potajes y les voy a contar cómo me surgió la idea. El miércoles de la semana
pasada, yo tenía que subir al Mercado de Antón Martín, así que le mandé un Whatsapp
a mi amigo Luis el Charcutero, anunciándole que iría a media mañana y con la lista de las cosas que quería. Me contestó lacónico: OK, ven a la una. De
camino empecé a darle vueltas en la cabeza a algunos conceptos, en esos circunloquios con los que entretengo mis paseos
y que luego desarrollo en el blog. Y de pronto me vino a la cabeza una analogía:
cuarentena/cuaresma. Efectivamente, la Cuaresma es una verdadera cuarentena. Un
período de cuarenta días en que la gente se recoge para preparar la celebración
de la Semana Santa. A nosotros este año se nos ha pasado la Semana Santa sin
enterarnos, encerrados en otra cuarentena de fuerza mayor.
Así que, en cierta forma, lo que
estamos haciendo es una especie de cuaresma. Y la Cuaresma es un concepto
ligado en la memoria de mi infancia coruñesa a un plato delicioso: el potaje de garbanzos, espinacas y
bacalao, que preparaba siempre mi madre por esas fechas. El potaje es para mí
como la magdalena de Proust, créanme. Así que llegué al mercado y me agencié un
paquete de espinacas listas para comer, antes de dirigirme al puesto de Luis.
Enseguida averigüé por qué me había citado a la una. Había hecho lo mismo con
varios de los clientes más cañeros y prestigiosos del barrio. Cuando estuvimos
todos allí, abrió una botella de Verdejo de Rueda y escanció vinos para todos.
El más llamativo era un tipo hirsuto, de grandes patillas y chupa de cuero, que
decía que estaba muy nervioso con esto del desconfinamiento que ya se
anunciaba y que no podía sujetar su cuerpo, sentimiento que exteriorizaba sobreactuando, dando unos saltitos muy graciosos mientras gritaba: ¡Ay, qué nervioso estoy! La cosa fue ganando intensidad, Luis abrió una segunda botella y acabamos todos medio borrachos, cantando Vallecas patria querida, además del inevitable Resistiré. Luis estaba feliz y nos acompañaba la bebida con finas
lonchas de jamón que iba cortando a cuchillo. Nos contó que se le había
ocurrido la idea porque ya estaba hasta los huevos de la situación de encierro y había que abrir gas de alguna manera. Yo le pregunté si no había pensado en poner un bar, para cuando nos den suelta. Respuesta: imposible,
yo ahora ya tengo que aguantar la mala cara de mi mujer porque llego a las
nueve de la noche. Si pusiera un bar llegaría a las tres de la mañana y
borracho: divorcio seguro.
Entre medias le dije que si me podía completar el pedido con un poco de bacalao. ¿Para qué lo quieres? Para hacerme un potaje. Vale, es que, si fuera para hacerlo rebozado o con tomate, te daría unos lomos. Para guisar
lo mejor es una oreja. Se fue al fondo y vino con una oreja enorme, gigantesca, llena de
aletas pinchosas. Empecé a decirle que era mucho, pero me interrumpió: yo esto te lo corto con la guillotina en
tacos, y esta noche, lo pones a desalar. Todo. Día y medio. Cuando ya esté
desalado, apartas lo que vayas a usar en el guiso y congelas el resto. Así es
como se hace: el bacalao se congela una vez desalado. Una cosa nueva que han aprendido hoy, queridos lectores. Lo dice Luis el Charcutero, el que corta el bacalao en el Mercado de Antón Martín. Nada más llegar a casa, lo metí todo en agua día y medio y luego congelé la
mitad, más o menos. Y ya les voy a contar la receta, que llevan desde el
principio deseando que llegue este momento. Un premio a su paciencia.
La noche antes hay que poner en
remojo los garbanzos, un par de puñaos. Así que a la hora de preparar el guiso
ya tenemos el bacalao desalado y los garbanzos remojados de toda la noche y la
mañana. Yo hago el potaje en la olla a presión porque, si no, se tarda mucho en hacer. En el fondo de la olla hay que poner un par de cebollas (tres si son
pequeñas) bien troceaditas pero sin exagerar, para que se vayan haciendo a
fuego bajo con un poco de aceite. Luego se añaden un par de ajos también
troceados. Se remueve de vez en cuando con una cuchara de madera. Cuando la
cosa está ya pochada sin llegar a dorarse, se echa una cucharadita de harina y
otra de pimentón de la Vera. Se siguen dando muchas vueltas para que no se pegue y se añade el
bacalao, para que se sofría un poco. A continuación se añaden las espinacas,
medio paquete, y se le siguen dando enérgicas vueltas al conjunto hasta que las
espinacas empiezan a tener el aspecto que tendrán al final.
Entonces se echan los garbanzos,
se cubre todo con agua, se le añade sal a gusto y se cierra la olla. El tiempo
de cocción es el que indiquen las instrucciones de la olla; la mía necesita
veinte minutos. Un consejo: es mejor que se quede un poco soso. Eso se soluciona con un salero. En cambio, si sale demasiado salado, la avería es muy difícil de arreglar. A mí me salió de rechupete. Tuve comida para tres días.
Y queda el toque maestro: mientras se hace el guiso se pone a cocer un huevo
por ración. Luego, ese huevo duro se trocea sobre el plato ya servido. El
aspecto resultante es el que pueden ver abajo. Supongo que ya
saben que este tipo de platos se conservan muy bien en la nevera y están mejor a partir del segundo día. Yo aun tengo una tercera ración que me pienso comer, con su permiso, hoy a mediodía. Brindaré por su salud. Cuídense.
Tío, enhorabuena, estás sembrao. Llevas unos cuantos posts verdaderamente redondos, llenos de pequeñas joyas que le hacen a uno soltar la carcajada aunque no quiera.
ResponderEliminarDos consejos de amigo. Tus textos cada vez son más largos y debes tratar de controlar eso, si no, va a haber un momento en que alcancen una masa crítica y se vuelvan excesivos. La otra: deja de preocuparte tanto por la política, los políticos españoles son vomitivos y no se merecen que les dediques tanto espacio. Tú, al rock, al humor y a tus reflexiones sobre la sociedad en que vivimos, que son lo que hace especial este blog.
Dicho todo ello sin la más mínima acritú. Desde el cariño. Y cuídate tú también.
Agradezco tus elogios y también los consejos, aunque sólo voy a intentar seguir el primero. Desde luego que debería intentar acortar un poco mis textos. Pero lo político es consustancial a este foro. Que los políticos españoles sean vomitivos (valoración en la que coincido plenamente contigo) no quita para que aquí continuemos intentando desbrozar qué hay de cierto y qué de engaño en la llúvia de información que nos inunda cada día. Y eso es contenido político. Pero del bueno.
EliminarUn abrazo.