jueves, 30 de marzo de 2017

620. En medio de la vorágine

En medio de la vorágine apenas encuentro lugar para escribir algunas líneas. Esta semana está siendo más variada que la anterior. El lunes por la tarde me caí del cartel de la Mesa de Urbanismo de Ciudad Lineal, porque tenía una ocupación más trascendental: asistir al club de lectura Billar de Letras. El libro que analizamos fue La soledad del corredor de fondo, un clásico que yo leí cuando era joven (ese es el momento en que hay que leerlo), pero que ahora está de actualidad por la nueva edición publicada por Impedimenta, con una excelente traducción de la escritora Mercedes Cebrián, que vino a nuestro club. Mercedes Cebrián es una escritora contrastada, que tiene varios libros publicados entre ellos el estupendo La nueva taxidermia, que contiene dos novelas cortas que de alguna forma componen un todo. También escribe poesía; acaba de publicar un libro de poemas. Y además traduce del francés y del inglés.

Mercedes conoció en vida a Allan Sillitoe, el autor del mítico texto, cuyo libro original contiene seis o siete relatos más, que también componen un todo con la novela corta que da nombre al libro. Sillitoe no fue jamás a ninguna universidad. Oriundo de un barrio pobre de Nottingham, se vio enrolado como combatiente en la Segunda Guerra Mundial. Enviado a Malasia, contrajo la tuberculosis y eso le llevó a una larga estancia hospitalaria, en la que empezó a leer de manera compulsiva toda clase de literatura. Licenciado del servicio, volvió a Inglaterra y se unió a una poetisa norteamericana, que sería ya su mujer para siempre. El estado inglés le dio un dinero, a modo de gratificación por los servicios prestados y, con él, la pareja compró una casa en Mallorca, un lugar en donde pensaron que podían vivir con poco dinero, dando clases de inglés. Allí establecidos, Allan empezó a escribir de manera errática, sin una temática definida. Pero fue su vecino y amigo Robert Graves quien le aconsejó centrarse en el mundo de su infancia y adolescencia, cuyo ambiente dominaba.

Su primer libro, Saturday night and sunday morning, fue un éxito completo. La soledad, fue el segundo, como conjunto de relatos, un formato que igualó su éxito anterior. El mundillo lo etiquetó como pionero del grupo de los llamados angry young men, algo que parece que no le hacía ni pizca de gracia. A partir de este éxito, se dedicó en exclusiva a escribir, pero ninguno de sus numerosos libros posteriores tuvo la menor repercusión. Parece que era un tipo muy solitario, que no se hubiera relacionado con casi nadie, de no ser por su mujer, mucho más mundana y sociable. Mercedes les conoció en un congreso literario por Latinoamérica e hizo amistad con ellos. Tras la muerte de Allan, en 2010, recibió el encargo de traducir esta nueva edición de La soledad, le escribió a su viuda, que ahora vive en Londres, y ella la invitó a su casa y le ayudó un montón en su trabajo, algo que se nota en el texto español. Leyendo las reflexiones de Colin Smith, el protagonista del relato que da nombre al libro, uno se mete directamente en su cabeza, olvidando que entre medias hay un escritor y una traductora. Eso demuestra que ambos son muy buenos. Como cuando un árbitro de fútbol pasa desapercibido. Le hice este comentario a Mercedes en el club y me comentó que era uno de los mejores elogios que había recibido.

El martes sí tuve que asistir a la Mesa de Urbanismo del ciclo que he estado organizando en las últimas semanas, esta vez en un centro cultural del distrito de Latina, junto a las casitas bajas originales del barrio del Lucero, un lugar que conserva el sabor de los pueblos andaluces, con sus bares y sus pequeños comercios. Ayer acudimos a Vicálvaro (el lugar donde se sitúa la iglesia de Santa María La Antigua, en donde yo localizaba mi falso funeral al final del Post #237, cuya lectura recomiendo encarecidamente a quienes no lo conozcan, por ser unánimemente reconocido como una de las cumbres literarias de este blog). He de decir que por la mañana hube de acudir a varias citas externas, para devolver el Nissan Micra, recoger mi Toyota Auris reparado y visitar al dentista para que me extrajera el dienteputo (mal rayo lo parta) y comenzara el proceso de sustituirlo por un implante.

De los coches he de decir que me ha gustado la experiencia de conducir otra vez un vehículo con cambio de marchas. Es como un juguete, como subirse a los coches de choques, algo que te retrotrae a la juventud, a la conducción macarra que yo solía practicar en mi anterior vida. Una vez recuperado el Toyota, me he vuelto a sentir como un señor (en el buen sentido y también en el malo). En cuanto al diente, pues la extracción es una maniobra molesta, pero había que hacerla. Mi piño central fue sustituido por un interino, con contrato para cuatro meses prorrogables, que espero se porte bien y no me induzca molestias adicionales. He de decirles que estoy mucho más guapo y hasta empiezo a reírme a carcajadas sin complejos. Había pensado subir al blog un retrato, pero lo dejaremos para otro día, que ya tuve bastante sobreexposición de imagen con el triple vídeo del chiste del gallego.

Entre la hojarasca de esta vorágine, rescato un detalle de las noticias de estos días: Elton John ha cumplido 70 años. Joder, que viejos somos. Elton fue y es un pianista de primer nivel, así como un buen cantante y un compositor extraordinario, algunas de cuyas mejores canciones ya han aparecido por este blog. A modo de homenaje, les voy a traer un archivo de vídeo. El 28 de noviembre de 1974, Elton John dio un concierto en el Madison Square Garden NY, con su banda al completo y un invitado muy especial: el gran John Lennon, con el que interpreta tres temas. Por desgracia, no hay un video del evento en condiciones (o al menos yo no lo he encontrado). Pero sí que quedó grabado el sonido del fragmento en el que interviene Lennon. Sobre ese sonido, alguien ha montado diversas imágenes del concierto, muy borrosas, con fotos de ambos artistas, que eran amigos. Empieza Lennon cantando uno de sus éxitos de aquel momento, a continuación Elton hace una versión soberbia del Lucy in the sky with diamonds, en homenaje a su amigo, y terminan con una bomba: I saw her standing there, cantado a duo, que Lennon con su humor inigualable presenta como composición de un amigo suyo con el que solía tocar en el pasado y que se llama Paul. Han de pinchar AQUÍ.

Viendo estas imágenes vuelvo sobre un tema que ya se comentó en el blog. Como a Lennon lo mataron, nos quedamos para siempre con su imagen pletórica de cuarentón que jamás envejecería. Sin embargo, Elton se ha deteriorado lógicamente un montón y ahora esta hecho un pellejo malhumorado. Un caso especial de este contraste es el de los Rolling Stones. A ninguno de estos lo han matado, pero parecen haber hecho un pacto con el diablo, que conlleva una actividad mental frenética, un esfuerzo por mantenerse delgado y en buena forma y (por qué no decirlo) también una cierta dosis de maquillaje. Se ve esta evolución cuando observamos alguna foto actual de los miembros que dejaron sucesivamente el grupo. Es algo muy sorprendente. Es como si, al abandonar la vorágine que supone pertenecer a este grupo de rock, se relajen y se dejen ir a un aspecto más acorde con sus edades respectivas. Veamos algunas imágenes.


En esta primera, vemos a los Stones con su formación de los primeros 70. El segundo por la izquierda es el guitarrista Mick Taylor, que dejó el grupo en 1974. Aquí abajo tienen su imagen actual.


Los Stones se llevan muy bien con todos sus ex miembros lo que puede verse en esta imagen reciente, en la que Mick Taylor se acercó a saludar a sus compañeros y se hizo una foto con ellos.


Pero más sorprendente todavía es el caso del bajista Bill Wyman, al que podemos ver en la foto de abajo, justo cuando Ron Wood acababa de sustituir a Mick Taylor. Wyman es el segundo por la derecha.


Pues vean la pinta que tiene ahora.


Y aquí, con Keith Richards, para subrayar el contraste.

Los estragos de la edad. Por si no han captado la moraleja, aquí va: mantengan un cierto nivel de vorágine en sus vidas. En cuanto se relajen, se pueden convertir instantáneamente en unos ancianos, como le pasaba a Dorian Gray cuando se rompía su pacto diabólico. Yo voy tirando como puedo y llego a casa bastante cansado por las noches. Ayer, lo primero que hice al llegar fue tirar a la basura mi protector dental, que ya no necesitaré más con mi reluciente diente interino. Y luego dormí como un bendito. Hoy sigue la locura y dentro de un rato me voy a la Escuela de Arquitectura, donde he de dar una clase de dos horas en el Máster de Planeamiento Urbano y Territorial. Después me invitan a comer en el bar de profesores y por la tarde nos vamos a recorrer entero el parque Madrid Río. Que no decaiga.

6 comentarios:

  1. Pues tú dirás lo que quieras, pero los dos ex-miembros, con perdón, de los Stones tienen un aspecto más saludable y relajado que los titulares. Se les ha pasado el estrés y parecen vivir tranquilamente sin tanta presión. Su imagen es la que tiene la gente normal en torno a los 70 años. Los otros resultan bastante patéticos, fíjate en la mano de Richards sobre el hombro de Wyman en la última foto. Si te encuentras una mano como esa en tu hombro te llevas un susto.

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    1. Pero qué dices, tío... El de arriba está fondón y el de abajo cebolleta total. Mejor hubieran hecho en cuidarse un poco. El Richards tendrá artritis pero sigue tocando como un capo.
      A mí me ha impresionado la pinta de Bill Wyman. Si se parece a mi tío Onofre que nunca salió del pueblo...

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    2. Como suelo decir en estos casos: tengamos la fiesta en paz. O bien, haya paz entre los príncipes cristianos. La verdad es que (lo confieso) me encanta que mis comentaristas se contesten entre ellos. Yo me siento más cerca del segundo, en este caso, aunque valoro la opinión del primero, tal vez teñida de ese sentido común que yo no consigo ostentar a mis 66 años. En cualquier caso, gracias a los dos por leer mi blog y hacer comentarios.

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    3. Y lo del tío Onofre es de diez.

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  2. La imagen actual de Bill Wyman es demoledora. Espero que no esté enfermo o algo así.

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    1. Pues, por lo que sé, Bill Wyman lidera un grupo de jazz bastante poco experimental, una ocupación que le satisface como modo de vida tranquilo, muy alejado de sus años de estrés rockero. Tal vez por eso ha echado esa pinta. De tío Onofre de un comentarista anterior (gran hallazgo).

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