Ayer mi Dépor consiguió ganar al
todopoderoso Barça y este blog no puede dejar de comentar un evento de
semejante impacto mundial, lo más grande desde la victoria de Trump. Hacía
tiempo que no se hablaba aquí de furgol
ni de mi querido Dépor, porque ya saben que a este foro sólo se suben
sentimientos positivos y mi equipo, hasta hace dos días, no transmitía más que
tristeza y la morriña de los tiempos en que fuimos grandes. Lo cierto es que
llevábamos toda la temporada con un entrenador euskaldún con cierta cara de
ajo-puerro, como pueden ver en la imagen y, a pesar de que el equipo jugaba
aseadamente, no le ganábamos ni al Tato. Yo tengo una duda al respecto; no sé
si es que el tipo era directamente un cenizo, o es que les hablaba a los
jugadores en euskera, idioma bastante difícil de procesar para quien no haya
nacido en el País Vasco y se lo hayan enseñado en la escuela desde pequeñito.
Esto del euskera es muy curioso.
Cuando yo iba al País Vasco con regularidad, hace unos treinta años, allí no
hablaba nadie euskera, salvo en algunas aldeas perdidas en la montaña. Después
de muchos años de la llamada política de inmersión lingüística, han conseguido
recuperarlo. Ahora se escucha bastante en las ciudades. Pero yo lo escucho y no
puedo evitar que me suene a macarrónico, muy distinto de la lengua fluida que
se manejaba en las aldeas. Además, los que lo dominan, suelen hablar muy alto,
como hacen los catalanes en el extranjero. Cuando el idioma trasciende de su
función de comunicación y se convierte en seña de identidad de la que ha de
hacerse alarde, no basta con hablar bajito.
Encima, el euskera se ha
reconstruido de la nada y ha debido incorporar palabras adaptadas del castellano,
como teléfonoak y similares que,
escuchadas en medio de la parrafada ininteligible, resultan bastante
llamativas. Pero eso no es lo peor. Porque el euskera, dentro del sesgo
puritano de este tipo de movimientos identitarios, resulta que carece de tacos.
Así que los euskaldunes, cuando se cabrean, siguen diciendo cagüendios, aibá la hostia y la puta que
los parió. Expresiones todas ellas que, intercalados en el discurso forzado
y ortodoxo del euskera batúa, suenan como soplos de naturalidad entre la hojarasca
académica. Otra cosa curiosa: en una ocasión, viajando en AVE hacia Hendaya,
(viaje que se relató en este blog), a un tipo con aire inequívocamente vasco lo
llamaron al móvil. El AVE está lleno de carteles que te advierten de que, si
has de hablar por el móvil, por favor te vayas fuera del vagón para no molestar
a los demás viajeros.
Al vasco Diarrea este, lo llamaron, como digo, al móvil y estimó oportuno
quedarse y mantener una larga conversación en euskera a voz en grito. Y lo
gracioso es que, entre parrafada y parrafada euskaldún, suspiraba y decía “y,
bueno…”. Así en español. Y tras decir “y, bueno…”, continuaba en vasco. Pues en
las ruedas de prensa de Gaizca Garitano, hasta hace poco entrenador del Dépor,
se escuchaba el mismo lapsus cuando al tipo le tocaba hablar en euskera, porque
un periodista de su tierra le preguntase en ese idioma. El hombre se perfilaba,
largaba su frase en euskera y luego utilizaba ese conector informal entre
frases, pronunciado en correcto castellano. Yo creo que, si vale decir “y,
bueno…” sin que te tachen de españolista, pues ya si eso, los futbolistas euskaldunes podrían empezar sus
parlamentos con el consabido “la verda’j que sí”, con el que inician sus frases
todos los futbolistas.
El caso es que los cuatro últimos partidos que dirigió este señor fueron sonoras derrotas, la última, dolorosa, frente al Club Deportivo Leganés, un recién llegado a Primera División, que nos ganó 4-0. Entonces, tomó cartas en el asunto la diretiva, que optó por cesar al euskaldún y nombrar en su lugar a Pepe Mel. Justo es reconocer que, si el anterior recordaba a un ajo-puerro, el nuevo tiene cara de rabanito (juzguen por ustedes mismos) así que todo queda en el sector de las verduras y hortalizas. Y ha sido llegar este señor y empezar a ganar partidos. PorLa Coruña corre ahora el rumor
de que a Garitano le hicieron la cama
los jugadores, porque no lo querían. No digo que sea imposible, pero ya saben
que el fútbol es un estado de ánimo y yo me inclino por creer que el Dépor
estaba deprimido y el bueno de Pepe Mel es un psicólogo experto en resucitar
equipos en declive.
El caso es que los cuatro últimos partidos que dirigió este señor fueron sonoras derrotas, la última, dolorosa, frente al Club Deportivo Leganés, un recién llegado a Primera División, que nos ganó 4-0. Entonces, tomó cartas en el asunto la diretiva, que optó por cesar al euskaldún y nombrar en su lugar a Pepe Mel. Justo es reconocer que, si el anterior recordaba a un ajo-puerro, el nuevo tiene cara de rabanito (juzguen por ustedes mismos) así que todo queda en el sector de las verduras y hortalizas. Y ha sido llegar este señor y empezar a ganar partidos. Por
Pero aquí estábamos hablando de
furgol y del efecto Pepemel. El señor Pepe Mel, que da nombre al fenómeno
físico antes nombrado, no es un cualquiera en esta España de nuestras
desventuras. Además de entrenador de fútbol, es escritor y ha publicado nada
menos que tres novelas, bastante valoradas por la crítica. Yo tengo la imagen
de verlo sentado solo, en una cafetería de Sevilla, cuando era el entrenador
del Betis, leyendo tranquilamente un libro junto a una taza de café. Y la gente
pasaba por allí y le dejaba tranquilo, era alguien integrado en la vida
cotidiana de una ciudad del tamaño de Sevilla. Pepe Mel tiene además las
virtudes de los directores de orquesta. Sabe que a los violinistas no se les
puede poner a tocar el clarinete. Que, además de los solistas, hay otros
músicos secundarios o subordinados a los primeros, que han de interpretar su
parte con precisión, sin innecesarios virtuosismos, para que el conjunto de la orquesta
suene como una sola voz.
En ese sentido, es admirable la
recuperación que Mel ha logrado con Alex Bergantiños, el jugador de la cantera
local al que Garitano había marginado hasta el punto de que hasta ahora había
jugado cero minutos en Liga. Pepe Mel ya lo sacó en el segundo tiempo del
partido con el Atlético, para que el estadio lo recibiera con una ovación
unánime. Pero contra el Barça salió de titular y marcó el gol de la victoria.
Bergantiños es un producto genuino de la marca Galicia Calidade. Rubio como un
caudillo celta, uno tiene la impresión de que el peluquero le recorta grelos en
vez de pelos en la cabeza. De que le crecen percebes en las axilas y mejillones
en sus partes nobles, que ha demostrado tener de buen tamaño. No es un virtuoso
con el balón, pero pelea como un jabato, es un tipo recio, de una sola pieza,
al que algunos comparan por su brega con el alemán Schweinsteiger, cuyo
apellido ya les he explicado cien veces cómo se pronuncia, hasta el punto de
ser conocido como Alex Bergansteiger.
Con Pepe Mel puede ser muy útil para el
equipo, algo que el vasco Diarrea no
supo captar.
Quien sabía mucho de estas cosas
era el gran John Coltrane, el hombre que puso en negro sobre blanco los
fundamentos de la revolución del jazz que inició Charlie Parker. El jazz tiene
bastantes similitudes con el fútbol, aunque no lo parezca. Les voy a dejar de
regalo la versión de Coltrane del viejo estándar Old Fashioned. En términos futbolísticos, Coltrane inicia la
elaboración de la jugada en el terreno propio, con su inigualable saxo tenor.
Una vez cumplidos sus compases reglamentarios, pasa en horizontal sobre John
Surtees para que siga cocinando la jugada con el trombón de varas. A su debido
tiempo, Surtees mete un pase en profundidad para el piano de Earl Grant, que
corre la banda hasta el corner y da el pase de la muerte para que el gran Lee
Morgan remate la jugada con su trompeta inconfundible.
Nada de esto se podría llevar a
la práctica sin la presencia de los secundarios del grupo de Coltrane, los Bergansteiger
de turno, la mejor base rítmica de todos los tiempos, que componían Paul
Chambers al bajo y Philly Joe Jones a las escobillas. Todos estos señores
han muerto, lo mismo que el gran Juan
Claudio Cifuentes, Cifu, que nos
enseñó a escuchar estas maravillas desde el desaparecido programa de radio Jazz porque sí. Tal vez algunos de
ustedes, queridos lectores, no habían nacido todavía cuando el Cifu nos
ilustraba con su saber infinito. Qué le vamos a hacer; uno ya es bastante viejo
y sus referencias son inevitablemente old
fashioned. Disfruten con la música. Nada mejor para celebrar la victoria
del Dépor.
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