Qué bonito es
madrugar
Y cantar con
alegría,
Que te digan
al pasar:
Mariquita, buenos días
¡Ele! Alégrense, hombre, que ya
estamos en abril, ha venido la primavera que la sangre altera, han cambiado el
horario y ya podemos salir de cañas hasta las tantas sin que se haga de noche.
Esto no hay quien lo pare, ahí mismo llega la Semana Santa, enseguida el verano,
en un pispás las Navidades y vuelta a empezar. Cuánto tiempo para disfrutarlo,
para recorrer del mundo hasta el confín, para seguir la deriva del planeta, entre
los eructos de Trump, las bravuconadas de la señora Le Pene, a la que confío en
ver mordiendo el polvo de la derrota en poco tiempo (en breves instantes, que diría José María García), las venenosas insidias de la bruja May de torva
mirada, o los esfuerzos de Puigdemont por promocionar exteriormente el prometido mundo de Yupi
de la futura Cataluña independiente, parque temático del buenrollismo y la
fantasía, que dejará chiquito a Eurodisney. Vamos, hombre, siempre adelante,
disfrutemos de la bienaventuranza que supone vivir en el mejor lugar del
planeta, y poder salir a la calle a caminar con una melodía en la cabeza, como
el protagonista de la coplilla anónima que les he puesto en cabeza.
Desde que volví de Birmania me he
desenvuelto a un ritmo un tanto vertiginoso inducido por la necesidad de
desempeñar algunos trabajos de tarde, compatibilizarlos con mis ocupaciones
vespertinas habituales, fines de semana con excursiones a las Batuecas, que es
como decir las Quimbambas, más consultas médicas, extracciones dentales y vicisitudes
varias. No podía estar todo este tiempo sin coche, estando como está cortada la
Línea 8 de Metro, lo que hace aun más inaccesible la isla de Alcatraz en la que
tengo la base de operaciones desde la que he de desplazarme a todas partes. Me
ha venido de perlas el pequeño Nissan Micra, en el que he vuelto a disfrutar
del placer de practicar la conducción de motero, dando acelerones, haciendo
súbitas diagonales y buscando atajos imposibles para irritación de taxistas y
recalcitrantes del volante que se creen en posesión de la exclusiva de la
conducción macarra.
La música es un acompañante
imprescindible para estas aventuras. He de decirles que, en cuanto he
recuperado el Toyota Auris, he pasado a una conducción majestuosa y tranquila,
de estirpe más bien budista, para la que suelo acompañarme de saxos históricos
del jazz como Coltrane o Dexter Gordon, mientras con el Micra me ponía a los
Ramones a todo volumen, además de otros rockeros acelerados de los que les
hablo a continuación. Por ejemplo un disco de antología de Chuck Berry, que en
estos días ha pasado a mejor vida y se supone que estará ahora haciendo el paso
de la oca por las pistas de baile celestiales. ¿Cómo? ¡Ah! Que qué educado me
he vuelto con eso de pasar a mejor vida. Es un eufemismo muy utilizado en el
castellano, que resulta certero en algunos casos, aunque su objetivo es
dulcificar un asunto del que no se quiere hablar directamente. En general, me
parece mucho más poético el inglés to pass
away, que lleva implícita una indefinición más coherente con el misterio de
lo que hay al otro lado. Algo que no se conoce, porque nadie ha regresado jamás
para contarlo.
Que sí, que vale, que me estoy
poniendo trascendente y no es eso lo que se espera de este blog. Volvamos a
Chuck Berry. Hace unos cuantos posts, trajimos al blog una composición de este
señor, el mítico You never can tell,
que tradujimos por Nunca se sabe. Era
la canción que le pedían a Bruce Springsteen en Leipzig y no la tenían en el repertorio,
por lo que empezaban a hacer diferentes ensayos hasta dar con el tono preciso
para la voz del Boss. El vídeo es maravilloso, pero un amigo muy metido en el
mundo de la música me ha dicho que lo vea con atención. Que en realidad es todo
un show del señor Springsteen. Que la canción la tienen todos ensayada veinte
veces. Eso no quiere decir que sea un fraude, sino todo lo contrario: un
montaje maravilloso, un bonito cuento de hadas que la gente disfruta
creyéndose. He de decir que he visto el video muchas veces y que, una vez que
has escuchado esta docta opinión de alguien de dentro del mundillo, pues no es
muy difícil advertir un cierta sobreactuación del Boss en los primeros momentos
(como la que se usa para contar un cuento a un niño) y un nivel de perfección
musical en cuanto se ponen a tocar que resulta un poco sospechoso.
Les invito a que lo escuchen otra
vez (al final del Post #604)
y me den sus opiniones al respecto. La mía, como no podía ser de otra manera,
es…Nunca se sabe. Pero también les
digo que, de ser algo precocinado, estaríamos ante una ficción verosímil. Interesante
matiz: no es lo mismo verdadero que verosímil. Lo verdadero a veces es muy inverosímil.
Las cosas más disparatadas que yo cuento, he de insistir mucho en que me han
pasado de verdad. Mi accidente en el Metro, si no llego a enseñar la imagen de
la radiografía, nadie se lo hubiera creído. Es increíble. En este caso, la
canción de Chuck Berry forma parte de la cultura general, todo el mundo la
conoce y no es muy difícil creerse que entre un grupo de buenos músicos norteamericanos,
se conozca la letra y los acordes básicos sobre los que se sustenta. Por si lo
han olvidado, esta canción, en la interpretación de su autor, era la melodía
que sonaba en la mítica escena del baile en Pulp Fiction, cuando Travolta y Uma
Thurman se vienen arriba, tal vez una de las mejores escenas de baile jamás
filmada. Repasémosla.
En fin. Que una cosa sea cierta
no implica automáticamente que sea creíble, como solía decir Truman Capote. Este
extraordinario escritor se nutría para sus narraciones de las cosas que le iban
pasando cotidianamente, aunque las reinterpretaba a su aire. Los personajes de
sus libros eran sus amigos y eso llevó a muchos de ellos a enfadarse con él y
romper su amistad, ofendidos porque revelara a todo el mundo ciertas
intimidades, cuando no autenticas mentiras o falsedades. Acusado por muchos de
una especie de deslealtad con ellos por escribir sobre sus interioridades,
Capote se defendió con una frase legendaria: –Todo lo que yo escribo es verdad,
lo que pasa es que hay que saber diferenciar la verdad de la estricta narración
de lo sucedido. Es difícil añadir algo a esta frase certera.
Pero cerraremos este post con un
par de aspectos colaterales. Por un lado, es un hecho irrebatible que el rock
es una cultura que se realimenta y se mantiene por todas partes. En España el
rock goza de buena salud. Y el testigo del buen rock lo ha tomado (entre otros
cientos de grupos) un conjunto valenciano que se llama Los Zigarros. ¡Hala! Ahora
me van a decir que habían oído hablar de ellos... Aquí van a ver cómo cerraban un
reciente concierto en su tierra. El tema se llama Dispárame y es una auténtica bomba. Les prevengo que al final se
ponen un poco pesaditos a la hora de acabar el tema pero, como en el caso de
Springsteen, nada es casual; esta es una vieja técnica para que ya no te pidan
más bises, te tiras una hora cerrando una canción y agotas a los oyentes.
Súbanle el volumen y disfruten.
El otro fleco. Hemos dicho que la
de Pulp Fiction es tal vez una de las
mejores escenas de baile jamás filmadas. La mejor, en mi opinión, sigue siendo
la de Chaplin en La Quimera del Oro. La
chica, que interpreta una semidesconocida Georgia Hale, se propone darle celos
a su pesado pretendiente bailando una pieza con Charlot. El problema es que
nuestro héroe pierde el cinturón en los primeros compases y pasa lo que pueden
ver a continuación. Buen mes de abril.
Una precisión. La voz que suena en la escena de Pulp Fiction no es la de Chuck Berry.
ResponderEliminarY respecto a tu pregunta, pues yo creo que es todo un montaje del Boss, pero que él no trata de disimularlo (y, por tanto, engañar al público). Por eso sobreactúa. Cómo cuando empiezas un cuento infantil con el érase que se era...
En lo primero, touché. Gracias por la precisión, no había caído en ello. En lo segundo, creo que finalmente estás en lo cierto. Esa explicación casa con su carácter perfeccionista y su sentido del humor. Se dice que todo lo ensaya veinte veces. Y te puedo asegurar que, si el Boss hubiera querido disimular, nadie hubiera notado el montaje.
EliminarPero ¿qué mamoneo es este? ¿Cómo que no es la voz de Chuck Berry? ¿Y tú le dices que sí? ¿Vaya oído que tenéis ustedes, ambos dos!
EliminarTranquilo, hombre, a ver si te va a dar un flus. Bueno tienes razón. No tengo excusa, es un error mío en la contestación, lo que pasa es que, si esto son reflexiones a la carrera, pues las respuestas a los comentarios son también a la carrera. Cuando leí lo que dice el primer lector, me puse otra vez el vídeo y me pareció que la voz no era tan aguda como la habitual de Chuck. Luego parece que sí que era. No tiene mayor trascendencia, este es un foro en el que se admiten correcciones y también correcciones de las correcciones. Al final entre todos perfeccionamos el resultado.
EliminarPues yo sigo creyendo que lo de Bruce no está preparado. Qué fácil te dejas convencer por vete a saber qué músico..
ResponderEliminarYo no estoy convencido de nada. Mi opinión es "nunca se sabe", como digo más arriba. Te puedo decir que un colega escuchó al Boss cantando esa misma canción en Bilbao hace un porrón de años. Quizá, esta vez no la tenían en el repertorio, pero todos la habían tocado alguna vez. Y es cierto que Bruce parece sobreactuar un poco en los inicios del vídeo.
EliminarEn conclusión: nunca se sabe. Pero sea como sea, el Boss es el más grande ahora mismo.
No entro en la polémica del Boss. Lo que me alucina es la escena de Chaplin. Este hombre era uno de los mayores genios de la historia del cine. Por ser puntillista, le diré que lo que pierde no es el cinturón sino una vulgar cuerda. Por eso luego se anuda otra que ve por allí. Los buscadores de oro eran tan pobres que no tenían cinturones. O tal vez se los habían comido, como las botas en otra escena memorable
ResponderEliminarSí señor. Tiene usted toda la razón. En un medio tan pobre como el de los buscadores de oro en Alaska que retrata Chaplin, la gente no tenía cinturones de cuero y se amarraba los pantalones con una cuerda, lo que en La Mancha se llama una guita, elemento de utilidad universal, que también solía usarse para asegurar las maletas y que no se desparramara su contenido. Agradezco su precisión.
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