sábado, 25 de marzo de 2017

619. Cuestión de acentos

Sí, señor. Todo es relativo en este mundo traidor y depende de dónde pongamos el acento. Hace un par de posts escribí un texto llamado “¿Qué está pasando?” y ciertos lectores más avispados me han llamado la atención, porque dicen que empezaron su lectura esperanzados en que yo les hiciera una radiografía de lo que está sucediendo en el mundo, y enseguida se dieron cuenta de que no iba a hablar de eso, sino de lo que me iba sucediendo a mí, como hago tantas veces. A partir de eso, me dicen que el post debería haberse titulado “Lo que me está pasando”. Ya ven que el “que” del primer título tendría que perder su acento para cambiar de sentido. Por cierto, me reitero en que me parece una memez la supresión de los llamados acentos diacríticos que ha decretado la Real Academia. Por mi parte, yo voy a seguir diferenciando “solo” de “sólo”; así lo he hecho toda la vida y me parece una escritura más pulcra.

Los acentos, como las comas, son fundamentales en la redacción de un texto. Son clásicos los catálogos de frases que cambian de sentido al incluir o mover una coma. Un ejemplo. Una frase machista (Si el hombre fuera de verdad consciente de lo que vale, la mujer andaría todo el tiempo a cuatro patas en su búsqueda), con un simple movimiento de coma se convierte en su contraria, que hasta Lidia Falcón la firmaría (Si el hombre fuera de verdad consciente de lo que vale la mujer, andaría todo el tiempo a cuatro patas en su búsqueda). También hay una conocida anécdota de Carlos V, que decretó el perdón de un condenado a muerte mediante el cambio de una coma antes de firmar la sentencia. Este y otros divertidos ejemplos se cuentan en un texto de El País de hace más de dos años, que pueden consultar AQUÍ.

Además de los acentos y las comas, a veces el simple cambio de una palabra por otra, altera el ritmo de un poema y lo convierte en otra cosa. Mi amigo Gonzalo Hidalgo Bayal, el mejor escritor vivo de Extremadura (en mi opinión) y gran urdidor de palíndromos y otras curiosidades, pone un divertido ejemplo de esto en su blog. Con motivo de la adicción del pueblo a jugar a la lotería, expresa su esperanza de que un día le toque (a pesar de proclamar que nunca juega), y lo hace en un pareado de impecables endecasílabos:

                                           No pierdo la esperanza de que un día
                                           me toque a mí también la lotería

Pero, a continuación, sustituye “un” por “algún”, destrozando el endecasílabo, y el pareado deconstruido muta inmediatamente en seguidilla:

                                           No pierdo la esperanza
                                           de que algún día
                                           me toque a mí también
                                           la lotería

¡¡Ele!! No me digan que no les entran ganas de arrancarse por palmas con semejante coplilla. En resumen, que no se crean nada, que nada es lo que parece y que yo titulaba mi post “Qué está pasando” por referencia al temazo de jazz-rap así titulado, con el que cerraba el texto. ¿Y cuál es mi opinión acerca de lo que está pasando en el mundo mundial? Ja, ja. Eso es lo que quieren ustedes oír. Pues el tema es complicado y no se puede abarcar en unas simples reflexiones a la carrera. El mundo que hemos disfrutado en los últimos 70 años parece acosado por diversas amenazas, algunas de ellas internas, estructurales, esenciales del sistema. Así, a primera vista, da bastante miedo el señor Trump, un tipo imprevisible y por tanto incómodo. Pero también el malvado Putin, que es una amenaza cierta y palpable. ¿Se han dado cuenta de que el centenario de la revolución bolchevique no está siendo objeto de ninguna conmemoración? Putin tiene a su país tan anestesiado, que nadie rechista. La revolución ya no mola.

Mientras Obama y los demás líderes occidentales se enredaban en Siria en una disquisición interminable sobre si eran galgos o podencos, el señor Putin mandó sus cazas y dio un vuelco a la situación. Ahora el impresentable Al Assad es un campeón de la lucha contra el terrorismo islámico. La confusión es tal que en este momento China aparece como el garante del mundo neoliberal, del mercado libre y la globalización. Con la plaza de Tiananmen cerrada a los viandantes, excepto unas horas por la mañana. El mundo al revés. Y, para colmo, a las mentiras flagrantes las llaman post-verdades. Mi blog no está capacitado para el análisis instantáneo de una realidad que cambia cada día. Pero sí para alguna reflexión a toro pasado acerca de temas recientes, sobre los que empieza ya a haber una cierta perspectiva.

Por ejemplo. ¿Recuerdan que todas las elecciones y consultas celebradas en 2016 dieron un resultado justo al revés del que se esperaba? Sin ánimo de ser exhaustivo: el Brexit, el no a la paz en Colombia, la elección de Trump, las segundas elecciones españolas con el pronosticado sorpasso de Podemos, los referéndums de Renzi. Seguro que se me olvidan varias. ¿Tiene esto algún significado? ¿Tal vez la mala suerte, o el mal fario del año bisiesto? Ni ustedes ni yo creemos en estas cosas, aunque a veces juguemos a las meigas y los conjuros. ¿Entonces? ¿Es que la gente es tonta, se deja convencer y vota lo que menos le conviene? No, señores/ñoras. La gente no es tonta. Lo que sucede es que la gente está cabreada. Muy cabreada. Y aprovecha cualquier ocasión que le dejan (por ejemplo, votando) para expresar su malestar. Para saldar cuentas.

¿Y por qué está la gente cabreada? Joder. Esta sí que es la pregunta tonta del día. ¿Recuerdan ustedes el adjetivo mileurista? No hace ni diez años, se designaba con este calificativo, de claro matiz peyorativo, a los auténticos pringaos que sólo ganaban 1000 euros/mes. A día de hoy, un chaval al que le paguen 500 euros/mes en un empleo eventual de repartidor de paquetes, se siente un privilegiado. ESO es lo que está pasando. A esto lo llamaban LA CRISIS y los grandes magnates se mostraban preocupados y compungidos. Pero, diez años después, la crisis ha hecho que los de arriba sigan ganando dinero (algunos incluso más que antes) mientras la mayoría de la población se va poco a poco empobreciendo. Y luego vamos y les preguntamos si les gustaría seguir en Europa, o quieren la paz en Colombia, o serían tan amables de soportar a la señora Clinton cuatro añitos de nada al frente de su país. La cosa está bien clara. Y la moraleja es obvia: mientras la gente esté cabreada, es muy peligroso hacer consultas. Los esperanzados catalonios harían bien en tomar nota de esto.  

Hala, ya les he contado lo que querían. Ahora déjenme en paz, que yo de lo que quiero hablar es de acentos y de comas, un sector del conocimiento que no está en riesgo. Hace unos días me dieron malas noticias acerca de la evolución de mi brazo, algo que me hizo sentir como cuando en el juego de La Oca le mandan a uno a la casilla de salida. Así que bastantes líos tengo yo en la mente como para encima preocuparme de la salud del mundo… En esta situación, recurrir al humor es la mejor receta. El mundo de los chistes es amplio; prácticamente todas las culturas y todas las etnias practican el chiste como forma de socialización. Pero cada chiste requiere un tipo de lenguaje. Por ejemplo, el clásico del tímido que llega a un bar, pide un café, el camarero imponente le pregunta ¿SOLO? y el otro responde: “Bueno, pónganme dos”. Ese ha sido siempre un chiste oral. Y, con el castellano de toda la vida (mal que le pese a la RAE), nunca podría ser escrito, porque el malentendido surge de que el camarero pregunta por el “solo” adjetivo y el cliente lo recibe como un “solo” adverbial, que en la escritura clásica llevaba acento en la primera o.

Les voy a dejar de propina otro chiste, que tiene que ver con los acentos (otra clase de acentos). Este chiste tampoco podría ser nunca escrito. Así que he tenido que recurrir a un lenguaje diferente. El del videoselfie. Como el blog no me deja subir archivos demasiado pesados, lo he troceado en tres cortes, que corresponden a las tres partes del chascarrillo. Porque se trata de la conversación que sostienen en un tren español, un inglés, un francés y un gallego, los tres tratando de hablar castellano, con sus acentos respectivos. Disfrútenlo. Verán que, para la performance, hasta me he puesto el fastuoso kimono que me traje de Kyoto. Buen finde.





2 comentarios:

  1. Muy buena la representación del chiste. ¿No ha pensado usted en apuntarse al Club de la Comedia?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como ya expliqué en la comida de jubilación de mi amigo X, tendría un problema serio con el régimen de incompatibilidades del Ayuntamiento...

      Eliminar