Algunos de mis lectores me piden
que comente algo sobre la actualidad patria, incluso echan de menos mi antaño
habitual verborrea anti-independentista. La verdad es que la situación, tal
como yo la veo, es aburrida de cojones. Aquí seguimos gobernados por el señor
Rajoy, prácticamente por desistimiento de los demás actores del esperpento. Eso
hace que nos sintamos en una especie de bucle temporal, como el de la película El día de la marmota. Atrapados en el
tiempo. Dado el nivel ínfimo de los políticos de este país, y en espera de que
algún día aparezca un líder con carisma y autoridad moral, sea de izquierdas o
de derechas (algo que, a día de hoy, parece bastante improbable), pues yo creo
que casi lo mejor es que siga Rajoy, como explicaré más abajo.
Hubo una ocasión pintiparada para
echar del sillón a este señor barbado e impasible. Me refiero, por supuesto, al
acuerdo Sánchez-Rivera, que a mí no me parecía mala idea. Pero los de Podemos,
que sólo tenían que abstenerse, no tuvieron la suficiente visión a largo plazo.
Les cegó la posibilidad del sorpasso
y el asalto inmediato a los cielos. Con su actitud cerril perdieron un millón
de votos, entre ellos el mío. Después, de la mano de Iglesias, Podemos se ha
deslizado hacia los esquemas y los postulados de la izquierda más clásica y
rancia, con los que nunca ganarán. Para ello se han fundido la línea completa
de Errejón, Rita Maestre y otras voces de enjundia. En su día me declaré errejonista, o más bien errejonudo, así que ya saben lo que
pienso al respecto. A Errejón le mandan de candidato a Madrid. Cuando
Verstringe tuvo la ocurrencia de proponer a Fraga como candidato a la alcaldía
de Madrid, el capón de Villalba lo
fulminó cual Zeus iracundo y lo mandó a las tinieblas del destierro (donde
todavía sigue). Por cierto, su sustituto en la secretaría general del partido
fue un tal Gallardón, jovenzano cachorro de la derecha, hasta entonces perdido
en el disfrute de la música y la poesía.
En cuanto al PSOE, pues se ha
medio suicidado a la manera del PASOK griego. Otra cerrazón más, la de Sánchez,
enrocado en el no es no como proyecto
político de futuro, como un bebé enfurruñado que no escucha a nadie. Después de
las segundas elecciones, parece que el tipo quería confeccionar un gobierno
modelo ensalada mixta o zarzuela de verduras varias, mezclando Ciudadanos, con
Podemos, vascos, canarios y hasta los independentistas catalanes. No incluía a los partidarios del Cantón de
Cartagena, porque no tienen escaño. ¿Se imaginan ustedes la jaula de grillos
ingobernable que hubiera sido eso? Por favor, seamos serios. El amigo Oriol
Junqueras ya mostró su capacidad colaborativa en el funesto tripartito que
provocó la vuelta al poder de los convergentes, desde entonces transmutados en
divergentes.
Con Sánchez empecinado en un afán
imposible, el partido tuvo que tomar cartas en el asunto (otra cosa es que lo
hiciera de forma poco elegante), porque Mister
Noesnó les llevaba directos al precipicio de unas terceras elecciones en
las que hubieran hecho un ridículo histórico, entregando en bandeja la mayoría
absoluta al PP. Tras la intervención de la gestora, los medios de la izquierda
se han empeñado con fruición en orquestar una campaña de llanto y crujir de
dientes atribuyendo el cese de Sánchez a los poderes económicos. Qué escándalo,
los grandes poderes de la banca y la gran empresa interfiriendo en la sagrada
voluntad de los militantes de un partido para torcer su sana deriva
democrática. Pero esto es sólo un postureo para consumo de sus propias filas.
Todo el mundo sabe que lo de Sánchez no iba a ninguna parte. Es por eso por lo
que yo opino que, ya si eso, casi
mejor que siga Rajoy que, sin hacer nada, más que esperar sentado, se ha
encontrado revalidado como presidente para otros cuatro años.
Mi silencio sobre lo que está
pasando en Cataluña. Joder, es que el tema del prusés me aburre soberanamente. Allá por 2012 empecé a dar la murga
anti-independentista, porque me parecía que mucha gente, en el estrato en el
que yo me suelo mover, no tenía claro el verdadero talante de Artur Mas y
compañía. Yo lo tenía clarísimo y me esforzaba en abrirles los ojos a mis
lectores (ahí quedan mis posts recopilados en la etiqueta correspondiente).
Ahora creo que no hay que seguir insistiendo, que ya todo el mundo se ha
convencido de que el secesionismo catalán está del mismo lado que los demás
movimientos nacionalistas que brotan como hongos por todo el mundo. El lado de
Trump, Farage, Le Pene, Wilders y demás.
Una característica de este tipo
de fanatismos es que, todo lo que sume, se admite sin demasiados escrúpulos
morales. Vale hacer trampas a la
Ley (y jactarse de ello, como Mas), vale cualquier tipo de
deslealtad, argucia, triquiñuela, martingala, adulteración o componenda. Si
suma, se admite. Y vale también cualquier persona que esté dispuesta a arrimar
el hombro por la causa. Eso explica que en el lío aparezcan frikis como el juez
Vidal, mi primo lejano, supongo. Finalmente, las cosas han llegado a un punto
en el que, siempre según mi opinión, sólo puede haber una solución buena: que
convoquen de una puta vez la consulta y que la pierdan. Así que, por mi parte,
adelante. Y, si finalmente la ganan y se separan, pues allá les den. Por mí
como si deciden extirparse colectivamente el apéndice (sería otra forma
paralela de ejercer el derecho a decidir). Y, como suele decirse, que Dios les
dé tanta suerte como descanso dejan. Qué alivio para los españoles el día que
nos dejen de dar la plasta identitaria.
Eso sí: si el señor Rajoy
consigue resolver este entuerto sin hacer nada, salvo esperar sentado como don
Tancredo a ver si la cosa se va pudriendo sola, entonces sí que me quito el
sombrero, me bajo los pantalones y me planto ante él diciéndole mon cul, como en el viejo chiste de Jean
Bosc en Paris Match. Así que, como les digo en el encabezamiento, casi mejor
seguimos hablando de Birmania, porque la situación internacional tampoco está
como para tirar cohetes. Y del Dépor ni les cuento. Su único objetivo es que al
final de la Liga
haya al menos tres equipos peores. Y ni eso veo yo claro.
Ya ven lo que pasa. Ustedes me
pican, me ponen el anzuelo, entro al trapo como un pánfilo y ahora sucede que
ya me he comido la mayor parte del espacio del post sin empezar siquiera a
hablar de Birmania. Les diré que, a lo largo de mi viaje, he hecho un montón de
fotos. Esas imágenes me sirven ahora como base para rescatar mis recuerdos.
Entre todas las fotos que he tomado, una de mis preferidas es la que les voy a
dejar como cierre. Una noche en Hsipaw, estado de Shan, dimos en cenar en un
lugar que tenía todas las características de ser el antro duro del lugar, adonde la gente joven acudía a beber y
confraternizar. En un momento dado, pregunté por las toilettes. Me dijeron que
estaban al fondo del edificio, atravesando un amplio local intermedio. Y en ese
local me encontré un auténtico club de snooker. Hube de esperar a que los
chavales remataran la jugada en la que estaban enfrascados, porque no me
dejaban pasar. Entonces visualicé la imagen. Les pedí permiso para la foto y
posaron con gusto.
He de aclararles que, en los
ratos libres del viaje (aviones, esperas en aeropuertos) me he leído entera una
novela que se llama Cerveza en el Club de
Snooker, única obra del escritor egipcio Waguih Galhi, publicada en 1964.
Este lunes debatimos largamente sobre este libro en mi club de lectura Billar
de Letras. Es un libro que por supuesto les recomiendo y que disecciona como
pocos el alma de un grupo de tres jóvenes egipcios que emigran por un tiempo a
Londres, tras de lo cual ya nunca serán ni egipcios ni londinenses. El problema
existencial que acecha a las personas interculturales como yo. La novela es
bastante autobiográfica, si bien en la realidad Waguih Galhi nunca volvió a su
tierra y siguió en Europa hasta su suicidio en Londres en 1969, a los 39 años. El
Club de Snooker de Hsipaw (Birmania) es la versión cutre del elitista club de
El Cairo que da título al libro. La cerveza, Myanmar de medio litro, bien
fresquita. Les dejo con la imagen en cuestión. Buen finde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario