Hoy es el día en que todo el
mundo huye de la ciudad y se larga a las playas o a los lugares recónditos que
ofrece todavía nuestro planeta. El mundo se para hasta septiembre, excepto para
algunos que vamos a contramano, como los que ya vuelven de su mes de vacaciones
en julio, los que las dejan para después o los que, como yo, hemos de seguir
atados al duro banco de la rehabilitación diaria hasta conseguir un alta médica
que se va posponiendo una vez y otra vez más. A mí nunca me ha molestado
quedarme en Madrid en agosto, a pesar de que hay muchos establecimientos
cerrados y suele hacer un calor espantoso. Pero hay tan poca gente por aquí,
que la ciudad no resulta infradimensionada para determinadas actividades, como
lo parece el resto del año. Los días van acortando y, cuando empieza a correr
el aire por las tardes-noches, es un placer deambular por las calles
solitarias.
Los días previos a esta
desconexión temporal de la maquinaria del país, son momento de fiestas de
despedida y celebración del año lectivo que se termina. Ayer fui a mi oficina,
donde nuestra nueva jefa daba una copita para seguir la tradición. Ya les he
dicho que, en estos tiempos en que he estado de baja, han cambiado mis jefes y
ahora dependo directamente de una nueva Directora General, con la que todavía
no he tenido la oportunidad de trabajar de forma cotidiana, aunque, por detrás
he estado ayudando de forma más o menos paralela, acudiendo a reuniones,
recibiendo a delegaciones extranjeras y atendiendo determinadas comisiones
transversales en las que sigo ostentando la representación de mi Área de
Gobierno, durante 30 años llamada Urbanismo y ahora Desarrollo Urbano
Sostenible (DUS). Aquí les pongo una foto que me acaban de enviar desde Japón,
que da cuenta de una de estas actividades, de la que ya les hablé en el blog.
Pues, efectivamente, se trata de
los cinco jóvenes arquitectos de Tokio cuyas tarjetas les mostré en un post no
hace mucho. En el centro está mi amigo Enrique Ibáñez, organizador y guía del
viaje de estos colegas. A un lado yo y al otro la encantadora Shoko Yuzawa, que
es la que me ha mandado la foto y me ha insistido en que no deje de llamarla si
un día visito su ciudad. También tengo otra amiga japonesa que se llama Rumi
Satoh, cuya foto ya traje en su día al blog, pero que no tengo inconveniente en
repetir, y que también debería visitar el día que vaya a Tokio.
Ya he dicho en más de una ocasión
que me gusta la compañía de la gente joven, que cada vez soporto menos a los
viejos (y en consecuencia, cada vez me soporto menos a mí mismo). El jueves
tuve otro festejo de despedida del año, el de mi taller de conversación
inglesa, en el que sin embargo vamos a seguir manteniendo en agosto una reunión
semanal de los grupos de los diferentes niveles, para no perder lo aprendido,
precisamente los miércoles. Quedamos el otro día en las míticas Bodegas Rosell,
de la calle General Lacy y nos tomamos unas cuantas cervezas juntos. Como les
conté en su día, formamos este grupo unas cuantas mujeres jóvenes y yo.
Últimamente se ha incorporado también algún varón más, pero ninguno se presentó
en la cita de despedida. Así que, de nuevo, allí estábamos Ed, el profesor, yo
y un buen número de chicas de buen ver, alegres y parlanchinas.
Y aquí viene lo bueno. En un
momento dado se suscitó el tema del juego del Pokemon Go. Y resultó que todas las chicas (sin excepción) estaban
enganchadas al jueguecito. Es más, algunas presumían de ostentar el nivel 12 y
hasta el 14, que ya debe de ser la leche. Nos hicieron unas cuantas
demostraciones y pude entender de qué va la cosa. Resulta que hay un modo normal y un modo realidad virtual. En el modo normal, la cosa es como el clásico
juego de matar marcianitos (aquí capturas diferentes monstruos), con algún
componente de tamagochi, porque
también se crían huevos de pokemon que hay que cuidar y alimentar y cosas así. Es
decir, uno está sentado, saca el móvil y
se pone a jugar, como si hace solitarios. El modo realidad virtual, ya no quise
que me lo enseñaran, porque me daba hasta miedo, pero parece ser que te posicionas en el mapa, por una
georreferenciación vía satélite y has de buscar a los monstruos por toda la
ciudad. Eso genera concentraciones de gente en lugares, como puede ser un
Starbucks Café, o el Parque del Retiro, donde hay monstruos a porrillo.
La aplicación es gratuita. Y digo
yo: cuál es el beneficio que se lleva la marca Nintendo, inventora de este
engendro. Pues no lo sé a ciencia cierta. Tal vez Starbucks y las demás tiendas
le pagan por que en su puerta pululen los monstruos a cazar. A lo mejor, una
vez que todo el mundo esté enganchado, lo conviertan en juego de pago (eso
intentaron con el Whatsapp y no funcionó: quedó claro que nadie estaba
dispuesto a pagar por ello). Pero yo creo que el principal objetivo es que
Nintendo se está haciendo con una base de datos de personas de todo el mundo,
que son un archivo valioso que pueden vender en cualquier momento. Y que luego
sirve para que te den la matraca publicitaria de la que yo me intento defender
dándome de alta en la Lista Robinson.
Esto del Pokemon Go es algo que
ha surgido (al menos en España) hace no más de dos meses. El mundo camina a una
rapidez vertiginosa y hay un factor aleatorio incontrolable que determina la
deriva de los acontecimientos. Tal vez algunos de mis lectores más recientes no
conozcan el último texto que escribí el año pasado, el Post#460,
Un robot agoniza en Navidad. Tal vez
alguno quiera leerlo o repasarlo, como lectura de verano. Era un hermoso texto,
digno de una canción de David Bowie, que contaba las andanzas de la nave
espacial Rosseta y su hijo el módulo Philae, posado sobre el cometa
67P/Churiumov-Gerasimenko. Esta historia venía a demostrar que la realidad iba
ya varios cuerpos por delante de lo que cualquier escritor de ciencia ficción
hubiera imaginado jamás. Bueno, pues el otro día salió una nueva información al
respecto.
Pueden consultarla AQUÍ.
Como tal vez recuerden, el bueno de Philae dejó de transmitir información en
julio de 2015, pero el sistema ESS de Rosseta se dejó abierto, por si la
criatura se dignaba mandar nuevas señales. Y, lo más sorprendente es que Philae
emitió un par de minúsculos bip, los días 22 y 25 de diciembre, cuyo
significado interpretaba yo libremente como “vaya, otra vez no me ha tocado la
lotería” y “feliz Navidad, mami”, respectivamente. La nueva noticia cuenta que,
a comienzos de este año, Philae fue declarado en estado de hibernación eterna,
a pesar de lo cual, el sistema ESS se ha mantenido abierto, por si acaso
resucitaba y se dignaba mandar algún nuevo mensaje, del tipo "vaya calor de
mierda", o "cuidado con Donald Trump". Ahora, a medida que el cometa se aleja del
sol, los científicos han desconectado ya el ESS, porque deben dejar un resto de
energía para que Rosseta se estrelle contra el cometa y pueda reposar junto a
su hijo por los siglos de los siglos, amén.
Lo curioso es que yo empezaba
aquel texto quejándome de la inmovilidad política tras las elecciones de
diciembre y proponiendo, ante semejante aburrimiento, alejarnos a miles de
kilómetros de la Tierra para encontrar una historia más estimulante. No tenía yo entonces ni puta idea
de que, primero, se iba a morir David Bowie y, segundo, me iba a pegar un
leñazo entrando en el Metro que me iba a tener seis meses en el dique seco.
Pero lo más insólito e imposible de adivinar entonces es que, siete meses después,
la situación política iba a seguir exactamente en el mismo punto. Esto supera
cualquier relato de ciencia ficción. En estos momentos, tenemos a Rajoy en
estado de hibernación eterna, a Iglesias cazando Pokemons y a Sánchez y Rivera
así como a punto de sentarse a hablar, en una imagen que les repito también,
porque creo que es la instantánea perfecta de en qué momento se encuentran las
negociaciones para formar gobierno.
Imagino que los cuatro
dirigentes, a los que también dediqué unas merecidas coplillas en el Post #482,
estarán ahora deseando fervientemente que las supuestas negociaciones fracasen
rápido, para poder coger sus coches y sumarse al atasco de la operación salida.
Tal vez el objetivo de Rajoy sea seguir eternamente de presidente en funciones,
lo que le garantiza tiempo suficiente para leer el Marca y lo que le pongan por
delante. Como funcionario en funciones durante más de cinco meses, sé de lo que
hablo. Sean felices.
Dice mi amiga África que ha intentado veinte veces subir un comentario, pero que "el sistema no le deja hacerlo", porque le pide todo el rato que demuestre que no es un robot (y ya está empezando a sospechar que tal vez lo sea). Bueno, pues aquí copio su comentario, ingenioso como de costumbre:
ResponderEliminarAnónimo dijo...He oído que la gente próxima a jubilarse está horrorizada ante la idea de que la generación que tiene que pagar su pensión está cazando pokemones, mientras don Rajoy de Moncloa se fuma otro puro.
Querida, siento que no te funcione el ordenador, yo creo que es por usar el del trabajo. Si insistes y consigues burlar el bloqueo una vez, ya no te vuelve a pedir más que identifiques cuantas tartas hay en las imágenes. Lo de nuestro amigo X era todavía peor. Él escribía comentarios muy largos, pinchaba en "publicar" y se le borraban enteros.
EliminarEn cuanto al comentario en sí, tienes toda la razón, es para estar asustados.