Pues sí, el bisiesto está
haciendo honor a su leyenda y no hablo a título personal. Yo he tenido una
doble mala suerte, al romperme el húmero en una caída tonta de la que salí sin
un solo arañazo más, y sufrir luego una operación, que me dejó los dos
fragmentos separados en torno a un centímetro, lo que me hizo perder tres meses
de recuperación hasta que me pudieron quitar el tornillo superior y la cosa
empezó a evolucionar mejor. Total, que llevo más de cinco meses de baja, algo
que no me ha afectado al ánimo: las cosas han venido así y hay que aceptarlas.
Y además, estoy disfrutando de una situación de privilegio, casi una simulación
de mi futura vida de jubilado, pero cobrando como activo y ayudando
moderadamente en mi oficina. Estoy a gusto y, si encima no tuviera dolores,
pudiera hacer deporte, conducir mi coche y viajar por el universo mundo, pues esto
sería ya algo parecido al séptimo cielo. Y ustedes no se quejen, que también
están disfrutando de mi dedicación al blog, mucho mayor de la que hubiera
tenido, de estar en activo.
Así que, a nivel personal, no me
quejo. A lo que me estoy refiriendo es a que, cada mañana, uno abre el
periódico acojonado, a ver qué nueva noticia de la barbarie se añade a la
anterior. Creíamos que lo habíamos visto todo con el autobusero asesino de
Niza, cuando aparece un tipo que acuchilla viajeros de tren, otro que convoca
por Facebook para que vean cómo dispara a niños y adolescentes, otro que se
hace estallar al lado de un concierto de rock y ya el colmo de los colmos: un
cura cuya misa interrumpen para cortarle el cuello y filmarlo. ¿Dónde está el
límite? No lo sé. Porque aquel aviador jordano que quemaron vivo en una jaula
ya parecía algo más allá de cualquier horror imaginable. Mientras sufrimos este
acoso insoportable, por aquí seguimos dilucidando si son galgos o podencos. Y
no sólo hablo de Rajoy y los otros inútiles incapaces siquiera de sentarse a
hablar, sino también de los catalanes, que siguen a su raca-raca, los
británicos con su Brexit y tantas otras tontunas que nos mantienen distraídos,
mientras nos están literalmente matando. Sólo falta, para redondear el año
nefasto, que gane Donald Trump y, de momento, va por delante en las encuestas.
Entre tanta animalada, a uno se
le pasan por alto otras noticias que, en otros contextos, coparían la primera
plana. Vean si no el caso del suceso acaecido en la localidad murciana de
Bullas. A lo mejor, ni siquiera se han enterado. Que exista un pueblo llamado
Bullas, ya es algo bastante alucinante, pero es que la historia tiene un tufillo
a Puerto Hurraco que echa para atrás, salvo por el hecho de que sólo hubo un
muerto y dos heridos, todos por disparos de escopeta de caza. Todavía no se
sabe mucho de lo sucedido, el suceso está en plena investigación, pero les
resumo lo que ha trascendido. El protagonista principal es un hombre llamado Mateo
Pérez Abril, de 64 años, o sea, casi de mi quinta, guardia civil jubilado, al
que los vecinos apodan El Yegüero y
describen como hombre pacífico y buena gente.
Mateo el Yegüero estuvo destinado
en el País Vasco, Madrid y Murcia hasta que, en el año 2.000, fue prejubilado
por algún problema físico y regresó a su Bullas natal, en donde conservaba una
casa de su propiedad y donde plantó unas oliveras y se hizo con unas cuantas gallinas
cuyo cuidado, junto a su afición a la caza, le mantenían entretenido en su
situación de pensionista. Todo iba bien hasta que hace unos seis años conoció a
una búlgara, llamada Koftesa, con la que estableció una relación sentimental.
La tal Koftesa es bastante más joven que él (48), a pesar de lo cual es madre
de al menos dos hijos, el mayor de 34, que ya la han hecho abuela. Y aquí se
acabó la tranquilidad para Mateo, porque su pareja arrastraba con ella un clan
que solía presentarse en su casa cada primero de mes, cuando nuestro hombre acababa
de cobrar su pensión, y se pasaban varios días bebiendo y derrochando el dinero
hasta que se acababa. Este conjunto de datos remite claramente a una
conclusión: estamos hablando de búlgaros de etnia gitana. Y ya García Lorca
dejó constancia de que los gitanos nunca se han llevado bien con la Guardia
Civil.
La familia de Mateo no acogió de
buen grado este inesperado giro en su tranquila vida y le advirtieron de que
Koftesa no era una buena compañía para él. Pero ya saben eso de que más tiran
dos tetas, etc. El caso es que la pareja decidió oficializar su relación y, el
pasado día 26 de julio, se presentaron en el Juzgado de la localidad para
registrarse como pareja de hecho. Mateo llevó como testigo a un cuñado, el
único familiar con el que se habla, porque el resto de su familia no quería
saber nada de él mientras estuviera con Koftesa. Eso dio pie a una celebración
por todo lo alto, en el domicilio del ex guardia civil, en la que participaban,
de su parte, únicamente su cuñado y, de la otra, el multitudinario clan al
completo. Era ya de noche, corría el alcohol en abundancia, un complemento
bastante peligroso para estas cosas, y los vecinos escuchaban la música a todo
volumen y las voces y risotadas de la celebración.
Y aquí es donde se desata la
locura. ¿Qué le dijeron los búlgaros o qué fue lo que averiguó el antiguo
guardia civil, que le hizo llegar a la conclusión de que la había cagado o que lo
estaban estafando o chuleando? No lo sabemos, como digo. Lo cierto es que, a
media cena, el tipo se levantó, se dirigió al desván y regresó armado con su
escopeta de caza cargada. La mujer pudo huir despavorida, pero el tipo
descerrajó varios disparos a dos de sus recientes parientes, el hijo y el yerno
de Koftesa, certeramente dirigidos a sus abdómenes respectivos. La mujer avisó
a los vecinos que ya estaban en la calle alarmados por los estampidos. Llamaron
a la policía local, que llegó a la carrera. El Yegüero estaba sentado afuera, con su
escopeta todavía en la mano. Los policías dijeron: –Se han denunciado disparos
en esta casa, ¿es usted el que ha disparado? El Yegüero les miró y pronunció
una sola sílaba: Sí. Y, sin que los atónitos agentes pudieran evitarlo, se
apoyó el cañón en la garganta y apretó el gatillo. Trasladaron a los tres
heridos al hospital de Caravaca, donde el autor de los disparos ingresó cadáver
y los otros dos luchan aún por sus vidas, mientras un juez investiga lo sucedido
bajo secreto del sumario.
Un suceso terrible, del que los
diarios nacionales no dirán nada más, porque ya saben que la selección de
noticias la hace un aparato mecánico, y muy pronto habrá que dejar espacio para
la siguiente masacre del ISIS o el siguiente tiroteo en USA. Para encontrar
detalles de este asunto he tenido que rebuscar en la prensa local de Murcia. Si
pinchan AQUÍ,
pueden ver una información reciente, que no hace falta que se lean, aunque sí les
recomiendo que vean la foto del hermano del yerno herido, saliendo de visitarle
en el hospital y diciendo que él no sabe nada de nada y que nunca ha estado en
el lugar de los hechos. La foto no requiere más comentarios.
Después de tantos años viviendo
en una gran metrópolis como Madrid, uno se olvida de que España es muy grande.
Y Murcia es, con algunas zonas de Andalucía y Extremadura, el último rincón de
esa España profunda que a veces estalla en asuntos como este. Digamos que incultura, alcohol y armas a mano forman un cóctel peligroso, con un potencial destructivo que no necesita yihadistas. Buscando en
Internet, me he enterado de que el pueblo de Bullas fue escenario en 2008 de
otro caso espeluznante: el llamado caníbal
de Bullas mató a su compañero de piso e intentó meter el cuerpo en el
frigorífico para írselo comiendo poco a poco pero, como no le cabía, acabó por
guardarlo en el sótano en una tinaja. Algo similar a esto se contaba en la
excelente película de Fernán Gómez El
Extraño Viaje (si no la han visto, háganlo ya, esta misma tarde, sin más
dilación). Fernán Gómez quería titular esta obra maestra como El Crimen de Mazarrón, pero no le dejó
la censura, alertada por el Ministerio de Información y Turismo de las posibles
malas consecuencias que semejante título traería para el turismo del que vive
esta localidad de la costa murciana, no
muy lejos de Bullas.
Galicia, donde acabo de pasar
cuatro días, es otro lugar que atesora zonas rurales aisladas de la
civilización. Pero allí, el paisano que descubre desesperado que la ha cagado y
que ya no quiere seguir viviendo, suele recurrir al remedio de colgarse de un
árbol. La Galicia rural es una tierra tranquila, en la que ayuda mucho el clima
suave y el característico sentido del humor, que se plasma en los estribillos
de sus canciones más enxebres (a mi casa non quero que veñas/sempre me
follas, nunca me empreñas/¿sei que non podes?/¿sei que non sabes?/¿sei que
perdiches as habilidades?). Algo menos conocida es esta otra que les dejo
de propina. El estribillo es igualmente pícaro y punzante: e pousa, pousa, pousa, e non me toques n’aquela cousa/ e pousa, pousa
axiña, e non me toques n’aquela cousiña. Pues eso, sean felices. Y no se
quejen tanto del calor, coño, no me toquen n’aquela cousa. Ya llegará el otoño.
La verdad es que si el pueblo se llama Bullas, no es de extrañar que estén todo el día montando bulla. En Galicia la gente es tranquila en general, pero a veces a alguno le da la "toulada" y la arma buena también. El extraño viaje es una película buenísima, yo la tengo y la veo de vez en cuando y siempre descubro nuevos matices. Parece de Hitchcock. Y lo de Pousa, Pousa me suena de haberlo escuchado en alguna romería, pero no le había prestado atención a la letra.
ResponderEliminarQue tenga buen verano y que se le arregle de una vez el brazo. Cuando se ponga bueno, algunos echaremos de menos tanta producción de buena prosa, temas de interés y fina ironía.
Lo mismo le deseo a usted. Como me temía, de la historia de Mateo el Yegüero no se ha vuelto a decir una sola palabra en la prensa nacional. Por los medios murcianos he sabido que uno de los dos heridos ha muerto. Es lo que tienen los tiros al abdomen. Yo creo que un tipo que ha sido guardia civil durante años, maneja sus armas con suficiente precisión como para pensar que les disparó intencionadamente en ese preciso lugar. Subsiste mi pregunta: ¿qué sería lo que le dijeron los búlgaros para desencadenar semejante reacción? Mateo se ha llevado la respuesta a la tumba.
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