Pasó finalmente mayo con sus
convulsiones climáticas y electorales. De esa vorágine hemos emergido con un caloret
ciertamente ritabarberano, que ya no nos vamos a quitar de encima en
todo el verano. El sábado estuve en una boda en Segovia y me pareció que los
campos castellanos estaban inusualmente amarillos para las fechas en que
estamos. Habrá que cuidarse de los incendios, que es muy pronto para tener
estas temperaturas y este ambiente tan seco. En cuanto a lo otro, parece que
por fin se ha callado doña Esperanza y ha dejado de hacer el ridículo. Supongo
que en privado seguirá rabiando y dando nerviosamente con el tacón en el suelo,
pero parece que se va quedando sin margen para dar un segundo tamayazo.
Además, los que habrían de poner la guita, como Villar Mir, se están haciendo
los rácanos y ya dicen que están encantados con la señora Carmena. Aún así, no
hay que celebrar la buena nueva hasta que sea firme, que trae mala suerte
vender la piel antes de cazar el oso.
Entramos así en un mes de junio
en el que tengo yo un programa de festejos muy apretado, que les cuento a
continuación, una vez que doy todos los saraos por confirmados y no me arriesgo
yo tampoco a vender la piel del oso antes de cazarlo. Para empezar, les diré
que vuelo a Berlín el próximo día 19, con vuelta el 4 de julio. Voy a pasar un
par de semanas en algunas ciudades de la antigua Alemania del Este, con objeto
de dar tres conferencias sobre Madrid Río en sendas universidades: Erfurt,
Dresden y Leipzig. Imagino que sentaré mis reales en Leipzig, donde vive actualmente mi hijo Lucas, y me moveré en trenes a las otras ciudades. También
me gustaría visitar Weimar y estar algunos días en Berlín, si tengo tiempo. Lo
que no sé es cómo va a incidir esta historia en el blog: lo mismo no llego a
las doce entradas mensuales habituales de este año, que lo mismo me dedico a escribir una
cada día de mi viaje. Se verá.
Pero antes quiero contarles la
serie de festejos patronales en los
que me veo envuelto de aquí al 19. En estas fechas veraniegas arrecian las
visitas de las delegaciones extranjeras, porque hace buen tiempo, terminan los
cursos lectivos y es buen momento para viajar al sur, antes de las avalanchas
del turismo ordinario (dicho este adjetivo en sus dos sentidos más comunes). Ya
les conté que hace unos días hube de atender al Gobernador del estado chino de
Zhejiang (70 millones de habitantes). Me han mandado algunas fotos de este
encuentro y el otro día se las enseñé a mi amiga china Aifel Dailín, que regenta
unos cuantos ultramarinos del barrio. Me confirmó que ella y su familia vienen de ese estado, como la mayoría de los
chinos que viven en España, y me pidió que le mandase las
fotos de la visita por Whatsapp, para ver si su marido conoce al Gobernador. Aquí tienen una.
Pero vamos con el calendario. El
día 8 por la tarde he de dar una clase sobre la historia del urbanismo de
Madrid en la
Universidad Antonio de Nebrija, que me estoy preparando con
cuidado, porque no es lo mismo hablar en una Universidad, que dirigirte a unos funcionarios chinos.
El día 9 celebraremos la fiesta de despedida de la Dirección General
a la que estoy actualmente adscrito y cuyo futuro desconocemos, así que no esta
mal que hagamos ahora una fiesta, no sea que más adelante vengan los de Podemos
y ya no podamos. El día 10 he de desplazarme a Cibeles a las dos de la tarde
para atender a una delegación de técnicos y altos cargos de las principales
ciudades de Corea del Sur, que están haciendo un curso de administración
municipal en la ENA (Ecole National d’Administration) de Estrasburgo. Este viaje es parte de ese
curso y he de darles mi conferencia habitual y acompañarles luego a visitar
Madrid Río hasta las cinco.
El día 11 a las 9 de la mañana he de
estar en un hotel cercano a mi casa, para dar una charla de una hora en
francés, sobre la situación actual de la ciudad y sus oportunidades de
inversión, a una delegación de 50 inmobiliarios del Credit Agricole, el banco
que agrupa a las mayores cajas de ahorros del país vecino. Es decir, lo
que sería aquí Bankia, si no se hubiera interferido una banda de chorizos con
la clara intención de forrarse a cuenta de los sufridos ahorradores rurales. En
Francia, este banco tiene una potente división de inmobiliarios que se dedican
a invertir. Este es una especie de viaje de empresa, con el que cada año premian
a los más diligentes. Eso explica que sólo hablen francés. Los organizadores
del viaje vinieron hace un par de meses y acordamos las condiciones de la
conferencia. Me insistieron dos veces en que, si lo prefería, podía hablarles
en español, que me pondrían un traductor simultáneo, pero rechacé el
ofrecimiento. Yo les puedo hablar en francés perfectamente. Y lo de hacerlo en
su hotel es resultado de que los lumbreras de Cibeles han decidido que sólo prestan sus
salones para recibir a otras administraciones, no a privados ni universidades,
como ya se ha contado en este blog.
Ese mismo día, a las 13.30, he de
recibir a 16 promotores alemanes, traídos por mi amigo suizo Werner. Como son
pocos les vamos a habilitar una sala en nuestra sede de Urbanismo. En este
momento de transición, espero que no les pongan problemas para entrar en el
edificio y podamos atenderles debidamente. Ese día, las personas que en estos
tres últimos años nos han aplicado un régimen puramente carcelario, ya se estarán
yendo con viento fresco. Tendré luego un fin de semana de descanso, para ver
cómo el día 13 toma posesión la nueva corporación y podemos ya relajarnos de
paranoias tamáyicas. El 16 por la
tarde asistiré a la última conferencia del ciclo del 175 aniversario de Lhardy,
dedicada a su relación con el mundo de la fotografía. El 18 he de acompañar a visitar Madrid Río a lo largo de toda la mañana, a dos profesores de arquitectura norteamericanos que vienen para unas sesiones
del máster de planeamiento en el que colaboro. A las dos he de volver
corriendo al curre para la fiesta de despedida de un compañero que se jubila. Y por último el 19 tengo mi vuelo a Berlín por
la tarde.
La forma en que me ha salido esta
historia de Alemania es digna de contarse, porque da una idea precisa de cuál
ha sido mi situación en el Trienio Negro que ya por fin termina, así como de
esos giros del destino de los que se habla a menudo en este blog y que
determinan la deriva de la vida de las personas. Mi amigo Michael Scholz,
profesor de Historia del Arte en la vetusta y prestigiosa Universidad de
Leipzig, es un enamorado de España, hasta el punto de que su mujer baila
flamenco (desconozco por ahora si es española o alemana, lo sabré en este viaje), y uno de sus hijos toca la guitarra flamenca. Este señor, a quien
no conocía por entonces, decidió incluir en su curso 2013/2014 un viaje de
estudios a Madrid, en el curso del cual visitarían Toledo, Segovia, El Escorial
y la propia Madrid. Había oído hablar de la existencia del parque Madrid Río y
puso a uno de sus alumnos a buscar información sobre el asunto.
Este alumno empezó a buscar
material y se sorprendió de la poca información que hay en la red sobre el tema. Un oscurantismo que se debe a dos factores: que los rectores municipales
son unos paletos, y que tienen miedo de que se descubran las interioridades y
las costuras de la génesis del polémico Proyecto M-30, el autoritarismo de
Gallardón y la contestación ciudadana que originó. Asuntos sobre los que yo
tengo mucha información y la cuento de la forma más aséptica que puedo, en
función del auditorio que tengo en cada ocasión y procurando no esparcir más
mierda de la necesaria. El caso es que este alumno, buscando, buscando, encontró
una conferencia mía en inglés sobre el tema, la que colgué en el blog, Post #129.
Al ver allí muchas imágenes que no conseguía encontrar en ninguna parte, me
buscó y consiguió contactar conmigo via mail.
A partir de aquí me puse en
contacto con Sholz y empezamos a comunicarnos. El viaje que tenían previsto era
en junio de 2014, pero tenían un programa muy apretado de visitas a todas las
ciudades del entorno madrileño, así que sólo les quedaba tiempo para dar un
paseo por el parque, sin conferencia previa. Vinieron finalmente y les atendí
en compañía de mi amiga N. de Hamburgo, que andaba entonces por estas tierras. Aquello
fue una especie de flechazo (académico), nos caímos bien, hicimos muchas risas y fue una visita muy agradable. Michael estaba encantado y me preguntó
si sería posible que fuera a darles esa conferencia a Leipzig. Imaginan la
respuesta. Luego, este hombre ha hablado con sus colegas de Erfurt y Dresden y
les ha contagiado su entusiasmo. Primero pensamos organizarlo todo en el otoño
pasado. Finalmente se decidió dejarlo para junio. Y aquí me tienen, listo para el viaje.
Quiero también explicarles las
condiciones en que emprendo esta aventura, para que vean la incuria en la que
está sumida el Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, al menos hasta el
día 13. Para poder hacer este viaje, me he tenido que pedir vacaciones. Me la
suda. Si luego me falta tiempo para alguno de mis proyectos habituales, no me
importará pedirme los días sin sueldo que me hagan falta. Por supuesto que a los nuevos responsables que vengan les contaré, si tengo margen, lo que he sufrido en estos años. Que con esta gentuza he
tenido que acomodarme a usar parte de mis vacaciones en ayudar a vender la
marca Madrid, de forma casi clandestina. La misma clandestinidad de la mayor parte de mis actividades de esta próxima quincena. Exceptuando la visita de los coreanos que es oficial y por eso me dejan usar los salones de Cibeles, todas las demás historias me han salido por fuera. No hace falta que aclare que no me pagan ni
un duro por estas cosas. Las universidades me van a pagar en torno a 120€ por conferencia (es
poco, pero es la Alemania
del Este), más el transporte desde Leipzig a las otras dos. Con eso ya me sufrago
el vuelo y me sobra algo. Y tengo dinero como para pillar un hotel. La
conferencia será la misma en las tres ciudades y ya la tengo preparada.
No obstante, le comenté estas cosas por
Skype a mi hijo Lucas, que ya les he dicho que lleva dos meses viviendo en
Leipzig. A bote pronto me dijo: –Papá, yo vivo aquí en un piso con tres compañeros, te podemos dejar el sofá del cuarto de estar. Entonces, se quedó unos instantes
pensativo y luego matizó su ofrecimiento: –Bueno, me saldría yo al sofá, y te
dejaría mi cuarto. Un cielo de hijo. Lo cierto es que, aprovechando el sarao,
mi otro hijo Kike se ha cogido otro billete y volará a Berlín el 25, con vuelta
el 28. Es el hombre ocupado y no tiene margen para venir más días. Todavía no hemos concretado el plan para esos días en que estaremos los tres juntos. Mis conferencias
son el 24 (Erfurt), el 30 (Dresden) y el 1 de julio (Leipzig). Aún estoy
pendiente de que me digan a qué hora están previstas, para atar los hoteles. Por
lo demás, son tres ciudades interesantes y llenas de historia, de una zona que
no conozco. Ya les iré contando sobre ellas. De momento, he de ocuparme de
atender mi atareada agenda de junio. Sean felices.
Te quejas de vicio, peor sería que te prohibieran tus actividades. Piensa en positivo: puedes hacer lo que quieras, simplemente, lo que te jode es que a nadie le importa una mierda. Tal vez es que son tan cortos como parecen y no entienden el valor de tu trabajo. Es algo bastante frecuente, por desgracia.
ResponderEliminarDesde luego que podrían haberme prohibido dar conferencias. Y también podrían haberme puesto unos grilletes y dejarme encerrado en una celda umbría bajo el asfalto. O colgarme de unas poleas y aplicarme descargas eléctricas en los cataplines.
EliminarTal vez me quejo de vicio, pero creo que tengo derecho a denunciar el hecho de que un día vinieron unas personas al Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid y decidieron seguir pagándome mi sueldo pero quitarme el trabajo, excepto el cumplimiento estricto de un horario absurdo que implantaron. Y que encima, nos desterraron a la periferia, para derribar el edificio en el que trabajábamos. Suerte que, en vez de hundirme en una depresión que hubiera estado bien justificada, conseguí resolver esas nuevas coordenadas poniéndome a dar conferencias como un loco y escribiendo un blog (de lo que han salido ustedes ganando). Por eso, ahora que se van, no siento la más mínima compasión por ellos. Que se jodan y que se vayan. Y que no vuelvan a cruzarse en mi camino, a ver si todavía me voy a poner a repartir hostias.