viernes, 24 de abril de 2015

372. Zapatero/Gallardón

Sí, sí, está bien el título, no está equivocado. No es zapatero remendón. El pasado día de Navidad colgué en el blog un texto, el Post #324,  en el que hablaba de Pablo Iglesias y el rey Felipe, y mucha gente se echó las manos a la cabeza pensando: pero ¿qué tendrán que ver dos personajes tan opuestos? Cuatro meses después han visto la conexión. Con motivo de la visita de Felipe a Bruselas, el otro le ha regalado la serie Juego de Tronos y ha quedado como un cura. La mirada de complicidad entre ambos es harto expresiva. A veces un solo gesto resulta más revelador que cien discursos. En esa misma visita, los de la Izquierda Hundida han hecho el ridículo mostrando una actitud casposa similar a la que adoptaron los batasunos con motivo de la intervención de su padre ante las Cortes de Guernica, cuando interrumpieron su discurso cantando puño en alto el Eusko Gudariak.

Busquen el vídeo y lo comprobarán. A quien más ofendieron fue a los oídos de los melómanos, porque desafinaban de cojones y este es un pecado especialmente grave en la tierra donde se inventaron los otxotes. Más inteligente fue, por ejemplo, la actitud del profesor Tierno Galván, ateo confeso, al que tocó como alcalde hacer de anfitrión del mismísimo Papa de Roma, dilema que resolvió recibiéndolo con un discurso en perfecto latín. Un crack, el viejo profesor. El sentido del humor, la sutileza, la educación y la imaginación siempre estarán por encima de las actitudes cerriles.

En fin, que si el rey y el líder de Podemos pueden compartir post, ¿por qué no Zapatero y Gallardón? Si es verdad lo que dicen mis amigos preocupones (que cada personaje público tiene un ejército de ayudantes buscando cada día en Google lo que se dice de sus jefes), podemos hacer el ejercicio de imaginar que ambos llegan a leer este texto. ¿Qué sería lo primero que se les vendría a la cabeza? Posiblemente, el primero pensara: ¿por qué me meten en el mismo saco con ese cabrón? Y el segundo: ¿por qué me meten en el mismo saco con ese idiota? He dicho pensarían; ninguno de los dos llegaría a decir en voz alta tales pensamientos, son bastante más educados que batasunos, izquierdahundidos y otros portentos patrios.

Lo cierto es que lo que pretendo contar en este post son dos anécdotas simétricas que, de alguna manera, conectan a estos dos señores. Dos anécdotas que me sucedieron a mí, que nunca he tenido ocasión siquiera de saludar a ninguno de los dos. Sí pude observarles de cerca a los dos juntos, en un acto en el que se inauguraba algo relacionado con el Pasillo Verde Ferroviario, creo que una exposición o algo por el estilo. Yo era entonces lo suficientemente importante como para que me invitaran a hacer de figurante o palmero, en un acto en el que intervenían los presidentes nacional y regional. Recuerdo que ambos me impresionaron por su buena planta. Los dos me pasaban la cabeza, enfundados en trajes perfectos y con gabanes bien cortados a la moda. Mi primer pensamiento fue que ambos podrían haber sido jugadores de baloncesto.

Vamos con las anécdotas. La primera, supongo, debió de ser a mediados del 2000. Zapatero acababa de ganar la Secretaría General del PSOE. Aquí he de hablarles de mi amigo Y. Le llamo así, porque la X la tengo ocupada como saben y, si pongo su inicial real, cualquiera podría identificarle. El amigo Y es compañero mío de curso y ejerce como arquitecto en León, donde ganó una plaza por oposición. De vez en cuando viene a Madrid y solemos quedar con él los colegas del Foro para tomar unas cañas y arreglar el mundo. Ese día, después de un rato bebiendo, se produjo la siguiente conversación: Ya veréis, ya veréis ahora, con Zapatero/ ¿qué?/ nada, es que allí en León lo hemos sufrido en directo y lo conocemos bien/ ¿y qué?/ no, nada, que ya veréis lo que es este señor/ pero, ¿a qué te refieres?/ es que no os lo podéis imaginar/ joder, tío, explícanoslo, aunque sea en líneas generales/ no, no, es que no os lo puedo explicar, es imposible, tenéis que verlo vosotros.

No mucho después empecé a comprender lo que quería decir el amigo Y. Exactamente cuando el tipo salió proclamando la máxima Bajar los impuestos es de izquierdas. No tanto por la naturaleza de la gilipollez, sino por su pose al formularla. Mirando circularmente al auditorio, con gesto ufano, la boca levemente fruncida y un cabeceo casi imperceptible, como diciendo: fíjate, qué cosa más cojonuda se me ha ocurrido, oyes, es que soy la hostia. A lo largo de su andadura como presidente tuve muchas más ocasiones de entender lo que quería decir mi amigo y por qué no había podido explicármelo. 

Segunda de las anécdotas. En este caso, tal vez estábamos a mediados de 2003. Gallardón acababa de ganar la Alcaldía de Madrid. Aquí he de hablarles de mi amigo Z. Le llamo así, porque la X y la Y las tengo ocupadas como saben y, si pongo su inicial real, cualquiera podría identificarle. El amigo Z es compañero mío de curso y ejerce como arquitecto en la Comunidad de Madrid, donde ganó una plaza por oposición. De vez en cuando viene al Ayuntamiento y solemos quedar con él los colegas municipales para tomar unos cafés y arreglar el mundo. Ese día, después de un rato en el bar, se produjo la siguiente conversación: Ya veréis, ya veréis ahora, con Gallardón/ ¿qué?/ nada, es que allí en la Comunidad lo hemos sufrido en directo y lo conocemos bien/ ¿y qué?/ no, nada, que ya veréis lo que es este señor/ pero, ¿a qué te refieres?/ es que no os lo podéis imaginar/ joder, tío, explícanoslo, aunque sea en líneas generales/ no, no, es que no os lo puedo explicar, es imposible, tenéis que verlo vosotros.

También en este caso empezamos pronto a entender lo que quería expresar mi amigo Z. En cuanto este señor desembarcó en nuestras playas con su ejército de paracaidistas, como moscas carroñeras ocupando los cargos de confianza y creando otros nuevos. Los de esa casta impostada, que han sobrevivido a su mentor, esos que siguen arrugando la nariz cuando se cruzan con nosotros por lo mal que olemos, se aplicaron desde el primer día a desarrollar su trabajo de termitas, hasta arrasar el Ayuntamiento. Yo lo viví casi como un destrozo medioambiental, como si viniera una banda de bulldozers y echaran abajo el nicho ecológico en el que se había desenvuelto toda mi vida laboral. Doce años después, el Ayuntamiento está en la situación que ya se ha contado aquí hasta la saciedad y sobre la que no conviene insistir.

De estos dos personajes, a los que he unido por el relato de dos anécdotas mías idénticas y rigurosamente ciertas, hay que decir que los dos van tirando, mal que bien, fuera de los puestos de relumbrón y soportando todavía críticas salvajes de sus detractores respectivos. Algo muy corriente en este país de envidiosos. Pero no debemos olvidar que a ninguno de los dos lo han pillado con las manos donde no debían. No tienen cuentas en las Islas Caimán, que se sepa, y tampoco han ido por ahí pagando cenas en restaurantes de lujo con tarjetas black. En los tiempos que corren, no deja de ser un detalle a tener muy en cuenta.

Mucho después de las anécdotas que he contado, ambos políticos coincidieron en una reunión sonada. Resulta que Gallardón se había pasado de manirroto en el Ayuntamiento, y sus cuentas incumplían la Ley de Haciendas Locales, que fija los topes máximos de endeudamiento de las administraciones públicas. En esa tesitura, la ley ofrece a la administración endeudada la posibilidad de elaborar un plan de ajuste financiero que permita ir enjugando la deuda en plazos razonables. El equipo de Gallardón elaboró ese plan y lo presentó al Ministerio de Hacienda de Zapatero, que se lo aprobó. Pero, ya en su primer año de aplicación, Gallardón se lo saltó. Incumplió las condiciones de su propio Plan de Ajuste y volvió a gastar más de lo debido. Entonces fue a la Moncloa a pedir más dinero, y el otro le dijo que naranjas. Al salir, en el mismo jardín de la Moncloa, Gallardón habló con los periodistas para decir que Zapatero lo puteaba sólo por ser de otro partido y eso era malo para Madrid, etc, etc. Fue la primera vez que este señor mostró en público su famoso puchero de despecho, el que usa cuando no le salen las cosas como quiere.

Me quedo al final con ambos gestos. La suficiencia del ignorante, con que Zapatero proclamó que bajar los impuestos era de izquierdas, y el puchero indignado de Gallardón, clamando como un niño pequeño: no me ajunta porque es del PSOE y yo del PP. A veces un par de gestos resultan más reveladores que cien discursos. Como de costumbre, les deseo un buen fin de semana.  

2 comentarios:

  1. Lo de comparar a estos dos políticos en horas bajas queda muy literario, pero es irreal. Zapatero es una buena persona, tal vez superado por unos retos que le quedaban grandes. El otro es sencillamente un bicho. por diferentes motivos, los dos están donde tienen que estar: fuera de la dirección del país.

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    1. Por sus comentarios, calculo que es usted de izquierdas. Si fuera de derechas pondría verde al señor ZP y tal vez disculparía al señor ARG. Le puedo decir que las dos anécdotas son reales. El toque literario lo he puesto al unificar los diálogos. En la realidad, no fueron tan idénticos en la forma, aunque sí lo fueron en el fondo: dos personas conocedoras de los respectivos personajes quisieron avisarme de lo que venía y, ante mi insistencia para que concretaran su mensaje, se declararon incapaces de explicármelo. Tenía que verlo yo. Y lo vi. En los dos casos.
      También le digo que (los dos), en cuanto pueden, pillan cámara. A los dos les encantaría volver a la primera línea. La cosa debe de enganchar bastante.

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