Qué
raro que los periodistas no hayan abusado del juego de palabras que titula este
post, con lo ocurrentes que andan últimamente ciertos plumíferos. Alguno sí lo
ha usado ya, así que no puedo reclamar el copyright. A medida que nos
acercamos al punto G de la situación (elecciones locales y autonómicas), se van definiendo
las estrategias y, a salvo de sorpresas que siempre pueden producirse, algunas
cosas están ya bastante claras. Primera, creo que la de Esperanza será la lista
más votada, no para gobernar con mayoría absoluta, pero sí para tener un margen
para negociar. En cambio, en la
Comunidad , puede ganar Gabilondo. ¿Por qué? Pues por varias
razones. Gabilondo tiene más carisma y empaque que Carmona, el rival de
Esperanza. Y Esperanza tiene más empaque y carisma que Cifuentes, la
contrincante de Gabilondo.
Aparte
de esta simetría obvia, hay un hecho irrebatible. La población de la Comunidad tiene una
media de edad muy por debajo de la de la capital. La gente joven, con o sin
hijos, se ha largado de la ciudad al extrarradio y esa gente es, en general,
menos conservadora. En la ciudad nos hemos quedado los turistas y cuatro
abuelos más carcas que los botijos, con honrosas excepciones, como la del que
suscribe. Hace poco vino a tomar café con los de la oficina un compañero que se jubiló
hace años. Es un hombre que cuenta con mi aprecio y a quien tengo por
inteligente y buena persona. En cuanto empezamos a hablar de las elecciones,
nos cortó con una afirmación categórica: él ha votado siempre al PP y
piensa seguir haciéndolo en todas las elecciones futuras que se convoquen, pongan a quien
pongan en la cabeza de las listas.
Como
ese señor hay muchos. También hay alguna gente moderada que votó en su día al PP y que
no tienen a Esperanza entre sus preferidos, pero son pocos. Éstos tal vez se inclinen por Ciudadanos
o se abstengan. Por lo demás, yo no necesito leer las encuestas para saber que Gabilondo
sacará (en la ciudad de Madrid) muchos más votos que Carmona. Y que Carmena
sacará (en la ciudad de Madrid) muchos más votos que el candidato de Podemos a la Comunidad , de quien ni siquiera recuerdo el nombre. Es que, lo queramos o no, en este país se vota o bien al partido que el votante piensa que
defiende sus intereses históricos, o bien a la persona que encabeza la lista, por su simpatía y el buen rollo que transmite, pero nadie se lee los programas de unos u
otros.
En
cuanto a las personas, pues la cara y la forma de comunicar su discurso dicen mucho de cada candidato. Y a los mayores como yo nos basta a veces con ver la pinta del sujeto. Por
ejemplo, a mí no me sorprende lo que está pasando con la señora Díez; hace
tiempo que supe quién era, sólo con verle la cara, y he dejado constancia de
ello en varios posts de este foro. Pues igualmente sé quién es Carmena y quién
es Carmona. Para bien y para mal (correlativamente), lo llevan en la cara. Bueno, además de la cara, a veces hay que tener
también en cuenta el culo, con perdón. Me refiero a la noticia que publicaba anteayer El inMundo y que pueden consultar AQUÍ.
Me abstendré de hacer comentarios chuscos, tan alejados del buen gusto que
suele presidir este blog, y sólo añadiré que, después de dicho artículo y la
foto que muestra, me está empezando a caer bien esta chica y retiro lo de la falta de carisma, discúlpenme, es que no la había visto por detrás y no imaginaba que llevara el carisma en semejante lugar. Porque Gabilondo me
tira mucho, que si no…
Volviendo
a la contienda local, mi esperanza (no Aguirre, sino la otra) es que sumando
los escaños de Carmona y Carmena, más las migajas que pueda rebañar la Izquierda Hundida
y Peleada, reúnan mayor botín que peperos y ciudadanos juntos. Mas que nada porque sería
bueno que el Gobierno municipal cambiara de una vez de signo. Lo digo exclusivamente
como ciudadano. Porque, por lo que respecta a mi posición profesional, creo que
el resultado será de tal fragmentación que requerirá difíciles negociaciones y
pactos. Para cuando la cosa se aclare, yo estaré ya a las puertas del retiro
(no el parque, sino el otro). Algunos colegas me dicen que soy un imprudente,
que voy dejando constancia en el blog de todas mis reflexiones, que los
candidatos tienen equipos que buscan en Google por palabras. Por ejemplo:
buscan Esperanza y encuentran lo que se escribe de esta señora todos los días.
Y lo mismo Carmona, Carmena y los demás. Así que todos leen lo que yo digo cada
día y tras las elecciones nadie me querrá en su equipo, por haber hablado de más,
en vez de estarme calladito.
Tienen
razón, supongo, pero el mío no es un comportamiento suicida o imprudente. Por el contrario, proviene de una decisión meditada y calculada. En
realidad, yo parto del convencimiento de que ya nadie me va a querer, que los
que gobiernen traerán a sus propios colaboradores, que soy demasiado viejo para
que nadie se interese por incorporarme a su hipotético equipo. Que si gana la
izquierda dirán que huelo a Gallardón y si gana la derecha dirán que tengo
pinta de socialista. Pero hay aún una razón más poderosa: que yo ya no tengo
ganas de trabajar en el Ayuntamiento. Que quiero todo el tiempo para mí, para
cultivar mi blog y seguir corriendo y nadando y viajando y tener margen para ir
al cine, ver exposiciones, tal vez escribir una novela e intentar publicarla y,
sobre todo, cuidar a mis amigos, que los tengo bastante abandonados
últimamente, con esta vida de locos que llevo.
Hace
unos cuántos posts escribí un texto que se llamaba A 480 días del final,
o algo así. Una eternidad después, repasé la cuenta y me horroricé de ver lo
poco que había menguado la cifra, así que ya no la voy a comprobar más. Pero en dicho post
planteaba una serie de posibilidades alternativas, que se han reducido
drásticamente para quedarse en una sola. Porque he ido a confirmar datos en la Seguridad Social
y me han explicado cómo es exactamente la cuestión. Y resulta que, para que me
cuenten como trabajado el exceso de mili que hice (9 meses), tendría que tener algo cotizado de antes. Y no es el caso. Mi interpretación de la Ley era literal, pero ahora he
sabido que esa Ley la hizo el señor Zapatero y requiere un posterior reglamento
que los cabrones de sus sucesores no tienen prisa por hacer. Mientras tanto, a falta de reglamento, la interpretan de la manera más restrictiva.
En
la introducción de la Ley
se dice que la mili supuso para muchos la interrupción de su
carrera laboral y que su objeto es compensar a los ciudadanos por ese perjuicio. Pero en su articulado se determina que el exceso de mili se reconocerá en todos los casos y a todos los efectos.
Pues el Gobierno actual se agarra al preámbulo para aplicar la Ley a su conveniencia. A mí la
mili no me interrumpió la carrera laboral. Sólo me impidió iniciarla a tiempo.
Los de mi sindicato dicen que podría pelearlo, pero paso bastante. Así que, si
quisiera redondear los 35 años cotizados (algo que, ahora mismo, no sirve para
nada), debería seguir trabajando hasta el 1 de octubre de 2017. Y yo me quiero
ir ya. En consecuencia, he decidido que me largaré en cuanto pueda, lo que me lleva hasta el 19 de junio
de 2016, la primera de las alternativas que les conté. Antes no puede ser.
Así
que, insisto, no crean que soy un imprudente o un suicida. Mi plan es pasar
desapercibido hasta esa fecha. Moverme de puntillas, para que ni siquiera sepan
que existo. Y si quieren algo de mí, que me busquen, pero van a necesitar una
linterna como Diógenes, porque no pienso estar con la mano levantada, sino de
perfil y escondiéndome dentro de mí mismo. Pero aún queda mucho hasta entonces y
hay que ir partido a partido. En mayo tendremos las elecciones. El punto G de la situación. En junio, para combatir el bajón postcoital, proyecto
un par de asuntos de mucho interés, que no los he contado en el blog porque no
están confirmados al cien por cien y trae mala suerte vender la piel antes de
cazar el oso. Luego vendrá el verano. Mi último verano de funcionario. A menos
que, entre Carmena y Carmona, alguien haga algo que me lleve a
reconsiderar mi decisión. Es difícil, porque estoy bastante seguro, pero ya saben que de un gallego no se pueden fiar mucho. Y además, todavía puede que salga un candidato sorpresa que, a fuerza de enseñarnos el carisma, le dé la vuelta a los pronósticos. Sean felices.
Yo tenía entendido que el hecho de tener 35 años cotizados era importante, incluso decisivo, a la hora de determinar la pensión que le toca a cada cual. Por eso entendía sus afanes por redondear la fecha. ¿Ahora resulta que no sirve para nada?
ResponderEliminarCreía haberlo dejado claro, pero quizá no me he expresado bien. A lo que se dice en mi paréntesis le falta un "me". Debería ser: (algo que, ahora mismo, no ME sirve para nada). Yo llevo en puestos de jefe, por encima del nivel 28, desde comienzos de 1992. Con eso, tengo garantizada la pensión máxima para cuando me jubile, lo que me toca cuando cumpla 65 años y 4 meses. Si yo redondeara los 35 años cotizados ANTES de esa fecha, podría jubilarme antes, sin perder apenas pensión. Pero eso es imposible, porque empecé a cotizar con 31. Una vez que alcance la fecha de jubilación, el hecho de tener o no 35 años cotizados es irrelevante para mí. Otra cosa es que, en unos años, decidan seguir con los recortes y eso me afecte más por no tener 35 años cotizados. Para eso me van a faltar 15 meses. Si me hubieran reconocido los 9 de exceso de mili, serían sólo 6, algo que veo asumible. Pero si tengo que trabajar otros 15 meses, además de los 15 que me quedan hasta la fecha de jubilación, me dan LOS SIETE MALES.
EliminarEspero habérselo aclarado.
Tu caracterización de las elecciones como Punto G de la situación puede tener una variante desagradable: que con su resultado se nos vuelvan a follar a los ciudadanos. Haces bien de prepararte para la depresión postcoital.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo, tus análisis sobre la actualidad casi siempre me fuerzan una sonrisa.
Tienes razón. Pero lo que hay que hacer es luchar y trabajar para convencer a la gente, digamos, de centro, de que no se abstengan. Con ellos, tal vez podríamos evitar que nos vuelvan a dar por el carisma. Ahora es la ocasión.
EliminarHay algo que no está muy claro. Dice que pretende pasar desapercibido y no llamar la atención. Eso se entiende: después de tantos años, quiere usted que lo dejen tranquilo y no le den la murga. Pero ¿no es esto un poco contradictorio con el mantenimiento de un blog en el que se muestra usted transparente para todo el mundo? ¿Quiere usted una cosa y la contraria? Se lo pregunto por aclararlo, no porque me parezca mal, todos tenemos nuestras contradicciones.
ResponderEliminarYo también tengo mis contradicciones, pero en este caso no la hay. Yo quiero pasar desapercibido en el trabajo, que nadie se entere de que existo, para vivir tranquilo y llegar a la jubilación sin más sobresaltos. Eso lo he dejado claro.
EliminarPor otro lado, algunos compañeros se preocupan de que publique determinados comentarios, porque en un futuro se podrían volver en mi contra. Y yo digo que, eso sucedería si quisiera optar a un puesto directivo. En tal caso, alguien podría soplarle al político que me ofreciera el puesto que tengo un blog y me dedico a ponerles verdes a todos. Y eso me perjudicaría en mis aspiraciones. Desde el momento en que no tengo tales aspiraciones, sino las contrarias, pues miel sobre hojuelas. ¿O no?