Mañana, día 4 de abril, se
cumplirán 47 años del asesinato de Martin Luther King, en Memphis (Tenesse).
Martin Luther King es una figura clave en la historia de los Estados Unidos y
un personaje de talla mundial. Es el hombre que consiguió aglutinar y liderar el movimiento por
la igualdad de la población negra, a partir de su apoyo a Rose Parks, la mujer
que se negó a ceder su asiento de autobús a un blanco en Montgomery (Alabama),
iniciando con ese gesto un movimiento de resistencia imparable. King era por entonces un
simple pastor baptista, casado con una hermosa mujer llamada Corinna, que poco
a poco se hizo con las riendas del movimiento, hasta desembocar en la marcha
sobre Washington y su conocido discurso que empezaba con I have a dream…
Toda su trayectoria estuvo
marcada por el carácter pacífico de sus actuaciones, inspirado en Ghandy,
a pesar de las presiones de otros activistas partidarios de responder con
violencia a las provocaciones de la policía, el Klu-klux-klan y la población
blanca en general. Eso no le impidió sufrir él mismo esa violencia extrema en
varias ocasiones, hasta ser asesinado. En 1958, mientras firmaba ejemplares de
un libro en Harlem (New York), fue apuñalado por una mujer negra medio loca,
que le acusaba de ser comunista. Se salvó por los pelos. En 1963 una bomba
destrozó el motel en el que se alojaba, pero él no estaba dentro. En 1968,
consiguieron finalmente matarlo. Tenía sólo 39 años y ya estaba en posesión del
Premio Nóbel de la Paz.
King se había desplazado a
Memphis para apoyar la huelga de basureros negros, en cuyas revueltas ya se
había producido un muerto. El 3 de abril pronunció su último discurso, en el
Mason Temple, en el que dijo estar ya de vuelta en su vida, que estimaba plena
y llena de logros en beneficio de su comunidad. Afirmó que no esperaba alcanzar
la longevidad y que Dios ya le había permitido visualizar la tierra prometida y
con eso se daba por satisfecho, aunque no estuviera presente cuando finalmente
la alcanzaran. Unas palabras proféticas que se hicieron tristemente realidad al
día siguiente. King salió al balcón de su motel a tomar el aire y fue
tiroteado. El primero de los amigos que le acompañaban, que llegó corriendo al balcón, fue el músico Ben Branch, al que pidió que esa noche tocara en su honor Precious Lord take my hand, su
canción favorita. Pero tienes que tocarla muy bien –añadió, antes de morir.
Aquí les adjunto la impresionante versión de este hermoso tema que hizo Beyoncé en una ceremonia de los Grammy de hace unos años.
Si han visto la película Selma,
producida el año pasado por Brad Pitt y otros, estarán al tanto de muchos de estos
emotivos detalles. Pero yo quiero traer aquí una anécdota sobre cómo se
difundió la noticia en la España franquista, en aquellos años lejanos en que no
había Internet y los periódicos daban informaciones entre líneas que había que
saber descifrar. Es ésta una historia que mis amigos me han oído contar (algunos no se la creen), e incluso la narré en uno de mis libros de viajes
relacionados con mi trabajo en Sri Lanka, pero creo que está bien traerla hoy
al blog. En abril de 1968, vivía yo todavía en La Coruña, de donde me iría
finalmente en octubre de ese año para empezar mi carrera en Madrid. Estudiaba el Preu y
venía cada día a comer a casa, porque, según creo recordar, en Preu ya no había clases por la tarde.
Ese año, solíamos comer mis
padres y yo con la televisión en blanco y negro puesta a buen volumen, para ver
el telediario del mediodía. No había en esos tiempos más que dos canales:
Televisión Española y el UHF, que años después darían lugar a La 1 y La 2. En los noticiarios
se contaban las novedades del día, debidamente filtradas por la censura, tarea
que, a veces completaba mi padre con algún comentario demoledor. Un mes
después, por ejemplo, empezaron los disturbios de mayo en París y mi padre
decidió que un movimiento liderado por melenudos con la camisa por fuera del
pantalón campana no podía ser algo serio y correcto, y que pronto les daría su merecido
el general De Gaulle, que era uno de sus ídolos (también mío).
Era
costumbre que, en aquellos telediarios, la noticia principal del día se diera
de forma escueta, para ceder la palabra enseguida al “comentarista de
fondo”, un personaje generalmente del régimen que, sentado al lado del locutor,
analizaba y valoraba el asunto. Como ya les he contado en
alguna ocasión, tengo una memoria a grumos, que me hace recordar a veces los
detalles más nimios, entre la niebla que me difumina el resto. A menudo, la memoria me juega malas pasadas, consistentes en que, sin saber porqué, me acuerdo de lo que todos han olvidado. El caso es que recuerdo perfectamente los nombres,
las caras y las voces de aquellos impagables “comentaristas de fondo”.
Estaba, por
ejemplo, Roberto Reyes, batracio calvo, iracundo y sudoroso, de ojos achinados y bigotito
del régimen que, al hablar, escupía a la pantalla. Este elemento, abogado
sevillano y Consejero Nacional del Movimiento por Madrid que acabaría en las
filas de Fuerza Nueva (datos que he recuperado de Internet), tenía predilección
por el tema de Gibraltar, asunto que le indignaba visiblemente, lo que
recrudecía la lluvia de escupitajos a la cámara. También recuerdo a Gabriel
Elorriaga, entonces joven cachorro franquista, que en democracia se reciclaría
en el seno de Alianza Popular y hoy es el padre de dos conocidos políticos de la derecha. En Internet dicen que era comentarista deportivo, pero yo lo recuerdo más como analista de las noticias del extranjero en clave
macroeconómica. A lo mejor estoy equivocado. El más pintoresco de todos ellos
era el general Cuartero Larrea que, de pie y provisto de un plano y un puntero,
explicaba con voz atiplada los movimientos estratégicos de las tropas en la guerra de Vietnam.
Y por
último, el más lamentable de todos: el inefable Luis Méndez-Domínguez, un tipo
con cara de peón caminero jubilado, con una caída de ojos que le hacía parecer
continuamente a punto de dormirse, un bigote de dudosa higiene, y una voz
gangosa con la que dejaba arrastrarse los comentarios más peregrinos. Es
curioso este personaje, al que sin duda dieron esa sinecura por algún contacto familiar con el poder. He buscado y rebuscado en Internet, pero no queda ninguna huella del
paso de este señor por Televisión Española. Era tan insignificante que su
rastro se lo ha llevado el viento. Ya saben, supongo, que en ese tiempo los
telediarios y demás programas no se grababan.
En fin. El
día en que mataron a Martin Luther King, tras la escueta reseña de la noticia,
pasaron la cámara a Luis Méndez-Domínguez quien carraspeó como de costumbre, se perfiló e inició su parlamento con las siguientes palabras:
Todos los
negros toman café. Martín Lutero King no volverá a tomar café. Francotiradores
apostados bajo su balcón le dispararon esta mañana, etc…
Tempus fugit. Aquella era una época muy dislocada. Todo iba muy rápido, Jack Kennedy, Luther King, Boby Kennedy...Yo tenía dieciséis e iba en sexto e imagino que también me disponía a tomar una caldo gallego aunque no vi la noticia en directo recuerdo que me sentó francamente mal.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como bien dices: tiempos dislocados. Esperemos que los actuales sigan bajo control aunque, con los del Ejército Islámico, está la cosa jodida.
EliminarPues la verdad es que resulta bastante increíble, pero ya nos has dicho varias veces que tus textos cuentan cosas ciertas increíbles y otras falsas que procuras hacer creíbles. Al final, literatura. Yo soy de los que prefiere historietas como la que ocupa la segunda mitad de este texto. Lo de la primera parte puede encontrarse en el Google, aunque tengo que admitir que está bien como entrada, para poner al lector en sazón.
ResponderEliminarSigue por tu senda y no intentes crear más de lo que ya haces. Lo que convierte este blog en particular es la naturalidad, la falta de otras pretensiones y el punto entrañable. Gracias por tu esfuerzo.
Gracias por tus elogios. Te aseguro que, si yo tuviera la imaginación suficiente como para inventarme historias como ésta, ahora sería un escritor famoso. Simplemente, me limito a observar lo que veo y contarlo lo mejor que puedo.
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