Continúan y no paran las
repercusiones de LA FOTO ,
la imagen de la mano en la nuca del señor Rato, presunto corrupto, tramposo y
follón, calificativo este último que no utilizo para sugerir que follara más de lo
conveniente, sino en su sentido más cervantino, el que recoge la segunda
acepción del DRAE: Vano, arrogante, cobarde y de ruin proceder. De todas esas
feas cualidades se acusa al señor Rato, al que encima atribuyen un delito de
alzamiento (menos mal que no se trata de otro alzamiento nacional). Con esto de
la detentio interrupta del señor Rato, se ha armado un enorme follón,
palabra que ahora uso en su acepción más común, como sinónimo de lío. Las
derivaciones del asunto amenazan con eternizarse. La mano al cuello de Rato corre
el riesgo de erigirse en competidora de la mano incorrupta de Santa Teresa, que
se conserva en Ronda (Málaga) cubierta de plata, para preservarla del carbono-14
y otros inventos impíos.
Al principio, la cosa olió a
chamusquina, a operación de imagen política para lavar el baldón de la indignidad
del partido en el poder. Vean, vean –estaría proclamando Rajoy de Moncloa con LA FOTO de marras–;
vean, vean: no nos tiembla el pulso a la hora de meter al trullo al más
pintado. Aquí no hay amistad que valga, la mano de la Justicia no se detendrá
ante nada. Algo así sugería yo en mi diálogo inventado que empezaba con “Rodrigo,
chavalote, etc.” La Policía
de Aduanas sacó un desmentido que nadie se creyó y lo que no entiendo es por qué
al pobre hombre al que tocó agarrar al reo por el pescuezo no le difuminaron la
cara en las imágenes publicadas, como suele hacerse en estos casos. Todo el
mundo conoce ahora el rostro de este trabajador, el Caballero de la Mano en la Nuca , a quien imagino abrumado
por esta popularidad inesperada. Seguro que, cada vez que sale a la calle, los
paseantes se le arremolinan para hacerse selfies
con él. Debe de estar pasándolo fatal. A menos que se trate de alguien con
personalidad histriónica o exhibicionista, en cuyo caso estará encantado.
En fin, que la cosa era tan
sospechosa de ser un montaje, que hasta Casimiro García Abadillo, actual
director de El inMundo, se sintió
obligado a hacer una editorial interminable, hablando de conspiraciones
secretas y rencillas varias entre diferentes cuerpos de seguridad, policías que
seguían a Rato, otros policías que, a su vez, vigilaban a los primeros, amago de
trifulca entre ambos grupos y otra serie de escenas directamente sacadas de la
mejor tradición de la serie negra. Sólo faltaba por allí el inspector Clouseau,
con su lupa a la caza del corrupto. De forma un tanto sutil, este señor se
alineaba con la tesis de que la
Justicia es independiente, de que hay gente honrada que va
haciendo su trabajo y, cuando por casualidad dan con un pez gordo, no se detienen y siguen
adelante. Que estos cuerpos de investigadores no actúan al dictado de intereses
políticos y luchas de poder. Por mí, que cada uno se crea lo que quiera.
Pero la cosa se empezó a aclarar
apenas un par de días después, el viernes pasado, cuando la Audiencia Nacional
anunció que la fianza fijada por el juez Andreu para el sangrante caso Bankia,
que era de 800 millones de euros, quedaba instantáneamente rebajada, nada menos
que en un 96%, hasta quedarse en 34 milloncetes de nada. La parte que le hubiera tocado
pagar a Rato, que era de 133 millones, por arte de magia se veía jibarizada y
bajaba a 5,6. El ínclito Gori-gori respira aliviado: ya no tendrá que
proseguir con la demanda contra su antecesor al frente del tinglado, y sin
embargo amigo. Un tipo de cuya amistad muy pronto todos renegarán, aunque por
ahora guardan las formas, porque Rajoy de Moncloa todavía no se ha
referido a él como ese señor.
Para mí ya está todo bien claro. Los poderes
fácticos supieron de antemano que se iba a producir ese anuncio y, en un momento preelectoral
especialmente delicado por los catastróficos pronósticos de voto al PP, quisieron
contrarrestar sus efectos con una imagen para la galería que contentara el ansia de
revancha de los preferentistas y demás estafados. Así que se organizó la
escenografía, se llamó a fotógrafos y cámaras de televisión (había incluso cadenas
extranjeras) y, en cuanto se dio la señal, procedieron a detener a Rato
(sólo un rato y sin esposas), los fotógrafos dispararon sus máquinas e
inmortalizaron el instante mágico: la mano que aprieta, en plena faena. LA FOTO. Una vez más, el
mensaje es el medio, como dijo McLuhan. El problema es que se pasaron un pelo
al tratar de hacerlo verosímil. Que sobreactuaron. Que, si el tipo es un
criminal, no se entiende que lo detengan sólo un rato. Y, si no lo es, sobra la
mano al pescuezo.
Al ver que el escándalo no hacía
sino crecer, que el tiro les estaba saliendo por la culata, para calmar el
malestar y los murmullos generalizados, mandaron al Congreso al flamante director
de la Agencia Tributaria ,
un figurante hasta ahora sin diálogo que, rodeado de micrófonos, taquígrafos y
congresistas ávidos de escuchar sus explicaciones, se vio en el momento de
gloria con el que sueña todo mediocre, y no pudo evitar la tentación de la
jactancia. Con aires de perdonavidas, el tipo proclamó a los cuatro vientos: “En
la Agencia Tributaria
disponemos de los datos de todo el mundo, y son la repera patatera”. Fin de la
cita. Isaías Lafuente, director de la Unidad de Vigilancia Lingüística de la Cadena Ser ,
un equipo que cada semana desmenuza con humor las meteduras de pata de los
oradores patrios, destaca que estamos ante una combinación innovadora de términos.
Que hasta ahora se usaban las expresiones es
la repera limonera (equivalente de es
la reoca, por ejemplo), o bien es un
rollo patatero (equivalente de es un
rollo macabeo). Pero nadie había hablado de la repera patatera.
A partir de esa constatación, este
señor nos advierte de que estemos atentos, y vigilemos si la expresión se
generaliza y se convierte en habitual. No creo que eso suceda y me baso en un
antecedente que ha obviado el bueno de Isaías Lafuente. En la campaña de 2000,
en la que el señor Aznar optaba a la reelección (que obtuvo), en un mitin
celebrado en Toledo dijo, refiriéndose al PSOE: En tema de responsabilidades, lecciones, cero; pero cero... escuchadme un momento, no cualquier cero, ¿eh? CERO PATATERO –remachó a voces entre las ovaciones de sus fieles.
Expresión que no se ha incorporado al lenguaje de calle, salvo entre cuatro
peperos irredentos. Así que no se equivoquen y combinen cada sustantivo con el adjetivo que le corresponde. Cada oveja con su pareja: el cero, pelotero; la pera,
limonera; el rollo, patatero y los peperos irredentos, acojonados con la que
se les avecina. Aquí el vídeo para los incrédulos habituales.
Aunque, bien pensado, a lo mejor
el de la Agencia Tributaria no es tan tonto y lo han mandado justo para que haga lo que ha hecho: decir
una estupidez lo suficientemente contundente como para que a partir de ahora
todos hablemos de la repera y nos olvidemos de LA FOTO , la mano y el
propietario del pescuezo que sujetaba. Porque resulta bastante insólito que envíen
al Congreso a un alto cargo (de alto sueldo, de baja estofa), y el sujeto se
limite a decir inconsistencias. Vaguedades. Flatus vocis.
Y esto del flato nos lleva hasta la última acepción del DRAE para la palabra follón:
ventosidad emitida sin ruido. No sé si este señor se tiró algún follón durante
su comparecencia, lo que ha trascendido es únicamente su desafortunada expresión,
origen de toda clase de merecidos retruécanos de los analistas de la prensa,
como ESTE
de La Voz de
Galicia.
En fin, queridos lectores: no
sean follones, ni se tiren follones en público, a ver si se van a meter en un
follón. Eso sí: follen lo que puedan. Las ocasiones que se pierden ya no
vuelven más. Recuerden el
evocador pasaje de Murakami en Kafka on the
shore: Lost opportunities, lost possibilities,
feelings we can never get back again. That’s part of what it means to be alive…