Me voy mañana a La Coruña, donde
tengo una boda el sábado, y me vuelvo el domingo. Luego viene la Semana Santa y
hasta la vuelta de vacaciones no recuperaremos las rutinas habituales. Creo que iré a trabajar los días lectivos de la semana próxima, puesto que no tengo
ningún plan al respecto y prefiero guardarme los días libres para luego.
Supongo que escribiré algunos textos en esos días pero, de momento, voy a
cortar un poco. Tengo varios textos empezados sobre temas diversos, pero
necesito un poco más de tiempo para cocinarlos debidamente. Además, hoy estoy un
poco vago y flotante, y me apetece dejar fluir la pluma hacia donde quiera ir.
Algo así sugiere la lectura del
libro Delhi no está lejos, (Ruskin Bond, Automática 2012) sobre el que
debatimos el otro día en Billar de Letras. Ruskin Bond, ese señor mayor cuya imagen ven abajo, vive en una aldea india, donde no tiene ordenador y duerme en una habitación
llena de goteras, en compañía de diez o doce niños a los que apadrina e instruye
(aunque no adopta) y una señora para todo, que se encarga de la intendencia.
Una vez por semana, baja al pueblo más cercano y conversa en la rebotica de una pequeña librería con lectores o
admiradores que quieran compartir un rato con él. Es un escritor muy conocido
en la India, con una larga trayectoria en la literatura infantil, y ha optado
voluntariamente por un modo de vida, opuesto al que se puede desarrollar en una
ciudad actual, que le permite estar en contacto con la naturaleza y dar rienda
suelta a su vagancia.
En cuanto al libro, pues no sé si recomendarlo en este blog, es un texto corto, entrañable, muy cariñoso, en el que no ocurre aparentemente nada. Muestra con acierto la diferencia cultural entre el universo rural de esta zona de la tierra que no conozco y el mundo occidental en el que yo me muevo. He de leerlo otra vez, porque soy un ansioso y lo devoré prácticamente en dos tardes, pensando en que al final sucediera algo que le pusiera la guinda a la no-historia que cuenta. Ya sabiendo de qué va, supongo que disfrutaré más de los detalles que impregnan todo el texto. Lo que sí me parece muy interesante es la figura de Ruskin Bond y, desde luego, la sesión de discusión sobre el libro en la que participaron el editor y la traductora, una mujer menuda, inteligente y apasionada, que ha vivido cinco años en la India, dando clases de español en una Universidad.
En cuanto al libro, pues no sé si recomendarlo en este blog, es un texto corto, entrañable, muy cariñoso, en el que no ocurre aparentemente nada. Muestra con acierto la diferencia cultural entre el universo rural de esta zona de la tierra que no conozco y el mundo occidental en el que yo me muevo. He de leerlo otra vez, porque soy un ansioso y lo devoré prácticamente en dos tardes, pensando en que al final sucediera algo que le pusiera la guinda a la no-historia que cuenta. Ya sabiendo de qué va, supongo que disfrutaré más de los detalles que impregnan todo el texto. Lo que sí me parece muy interesante es la figura de Ruskin Bond y, desde luego, la sesión de discusión sobre el libro en la que participaron el editor y la traductora, una mujer menuda, inteligente y apasionada, que ha vivido cinco años en la India, dando clases de español en una Universidad.
Esta mujer nos contó cosas muy
interesantes. Dijo que el indio medio es un tipo poco hospitalario, bastante
antipático y muy machista, anclado en unas costumbres rígidamente marcadas por
la estructura de castas y la mentalidad más arcaica (esas son castas y no la
que denuncia Pablo Iglesias, o la casta postiza del Ayuntamiento de la que
hablaba yo en un post reciente). Dijo que todo eso del despegue económico de la
India es un bluff, centrado en unas pocas islas en el territorio, donde los ricos venden
talento informático, pero la cosa no va más allá de los resorts para turismo
de superlujo que abundan por la India y en todo el tercer mundo. La cosa es tan
absurda que la meca de esta nueva línea, la ciudad de Bangalore, se rige por el
horario norteamericano del oeste. Una ciudad en medio de la India vive medio de noche, para
acompasarse al horario yanqui.
Sin embargo, como toda persona
que haya estado en la India y no de turismo de lujo ni buscando esa falsa
espiritualidad que también venden los indios, esta mujer se quedó enganchada en
ese mundo tan particular, hasta el punto de que dice sin dudarlo que la vida es aquello y no este mundo falso y maravilloso en el que vivimos los occidentales,
apenas un 7% de los habitantes de la tierra. Aquello es la vida real y lo
nuestro una película de Spielberg, repitió varias veces en sus intervenciones
en el club. Como supondrán, no se refería a La lista de Schindler. Ella ama con pasión esa India real, que no tiene nada que ver con las islas de riqueza, y añora sus años en aquellas tierras.
Contó también que en su
Universidad había muchas mujeres estudiando, pero las familias las mandaban
allí sólo para poder poner el título universitario en los posteriores anuncios
matrimoniales en los que las ofrecerán al mejor postor, o para mejorar su
posición en un enlace ya pactado con otra familia desde niños. A veces, alguna de estas chicas volaba por su cuenta, se rebelaba y se
buscaba un noviete, o intentaba conseguir un trabajo en vez de regresar a su
pueblo y eso generaba un conflicto terrible. En una ocasión hubo que cerrar la
Universidad y esperar protegidos por la policía, porque venían los padres de
una alumna, directamente a matarla. Habían hecho una alta inversión mandándola a estudiar y ahora no quería volver. Añade la traductora de Ruskin Bond, que la sociedad india va avanzando lentamente
en estos terrenos, como evidencia la actitud de la Universidad en este
caso, y la ayuda de la policía, dos conductas que hace unos años hubieran sido
impensables.
Así que, una delicia esto de la
India, un lugar que no he visitado jamás y sobre el que no tengo una curiosidad
extraordinaria, porque no me gustan la miseria y el atraso. Conozco un poco Sri Lanka, donde
las cosas son parecidas, pero en versión light, porque allí no son
hinduistas, sino budistas, el machismo es mucho menor, como consecuencia de los
largos años de la señora Bandaranaike como presidenta del país y además son menos pobres. De todas formas ya ven que, más que el libro que analizábamos, me interesó la India y la figura de su autor. No cabe duda de que este señor es una
buena persona, bondadoso, solidario y un tipo encantador. ¿Sólo por eso ya hemos
de considerarlo un buen escritor? Dándole la vuelta a la pregunta, conecto con
lo que planteaba mi amigo Paco Couto, mi hermano de Vigo, en su último
comentario. ¿Puede ser que una mala persona sea un buen artista o
escritor? Pues desde luego que sí. Existe incluso un libro al respecto que resume la vida de varios genios que fueron unos auténticos cabrones: Locos Egregios, del doctor Vallejo Nágera (él mismo un elemento muy poco de fiar)
Un
ejemplo, podría ser Camilo José Cela, gran escritor, pero no tan buena persona.
Por supuesto, es una valoración personal mía, aunque hay datos contrastados al
respecto, como sus años de trabajo como censor durante el franquismo. Juan Cruz nos contó hace unos días una anécdota reveladora. Una tarde salía de comer en Lhardy con don
Camilo, que entonces tenía la manía de coleccionar botellas de buen vino
firmadas por personajes famosos. En la planta baja, se encontraron a Nuria
Espert que entraba acompañada de un caballero. Se saludaron protocolariamente y
se separaron. Entonces Cela quiso saber quién era ese señor. Juan Cruz se lo dijo:
se trataba nada menos que de Jean Genet, autor de Las Criadas, la obra que
Espert ensayaba en ese tiempo para su próximo estreno. Cela se apresuró a
comprar una botella de vino para que se la dedicara Genet. Pero en ese lapsus,
el genial y radical autor francés había también preguntado a Espert quién era
aquel caballero anciano tan peculiar y había recibido información precisa. Cuando Cela le
abordó con la botella, su respuesta fue decirle que por supuesto que se la
firmaría. Cogió su pluma y escribió en la etiqueta: A Camilo José Cela,
escritor a quien nunca conmovió la sangre de Machado. Jean Genet.
Tremenda dedicatoria.
Paco sacaba este asunto a
propósito de Ike Turner, reconocido canalla, aunque a la vez músico
extraordinario. Coincido con él en que los mejores discos de Tina Turner fueron
los que hizo en colaboración con su entonces marido. Como muestra les dejo un
blues de libro, en el que se puede constatar a la vez la fiera delicadeza de
Tina y la maestría guitarrera de Ike, un tipo que, en la parte final, parece incapaz de frenar su fraseo
vertiginoso, en una especie de hemorragia musical demoledora. El tema está grabado en 1969 y se llama El
Blues de las 3 de la mañana por lo que aprovecho para dedicárselo al amigo Alfred,
trasnochador irredento, que hoy estoy yo especialmente sensible con mis
seguidores más fieles, los que hacen posible que esta tribuna sobreviva en
buenas condiciones de frecuencia y amenidad. Que pasen ustedes una buena Semana
Santa.
Agradezco muy de veras tu dedicatoria, acabo de leer tu blog, mejor tu post,, como es costumbre a altas horas de la madrugada, no por insomnio, sino porque son mis horas más lúcidas que no son ni muy lúcidas ni muchas. Hago mias las palabras elogiosas de tu amigo Paco Couto en el anterior. Casualmente mañana, si vienes por carretera, nos cruzaremos en el camino. A mi me gusta conducir todavía, y más si es por la N-VI que en ocasiones recorro por la autovía, por la antígua N-VI o por la antiquísima, aquella que cruzaba un viejo puente de tiempos de Isabel II en el rio Cruzul o bajaba en dirección a Villafranca todo el puerto del Cebreiro y por la que, afortunadamente, todavía se puede circular sin tráfico y con gallinas por el medio.¿Te acuerdas?. Seguro que sí. Feliz finde en La Coruña, recuerdos a la familia y un abrazo para tí.
ResponderEliminarGracias, amigo, y lo mismo para ti. Claro que me acuerdo de la vieja carretera. Como te pillara un camión subiendo Piedrafita, era imposible adelantarle. Aun recuerdo los sudores de mi padre con su seiscientos, único conductor de la familia por entonces, que terminaba de bajar el puerto completamente exhausto, por lo que solíamos hacer noche en Villafranca o hasta en Astorga, ya pasado el Manzanal, para reanudar el camino al día siguiente. Necesitábamos dos días para una ruta que ahora se hace en cinco horas.
EliminarSiguiendo su razonamiento, en la anécdota de Cela el verdadero hideputa es el amigo Genet. Su dedicatoria es una auténtica cabronada.
ResponderEliminarPues no lo había pensado, pero tiene usted razón. Los dos eran unos cabritos.
EliminarMola eso de la fiera delicadeza. Es tal cual. Aunque podría ser también delicada fiereza. Y los punteos de Ike, pues sensacionales: un virtuoso.
ResponderEliminarKómo lo zabe, pisha
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