Como les dije, el sábado hice un
recorrido senderista por el llamado Frente del Agua, una ruta recuperada el año
pasado por la
Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, que
es del máximo interés. La zona está situada al pié de lo que durante años se
llamó la Sierra Pobre
de Madrid, ahora rebautizada como Sierra Norte, de acuerdo con la tendencia
actual al eufemismo y la dulcificación patronímica, que impide llamar cojos a
los cojos y negros a los negros. En realidad, el nombre geográfico correcto es
Sierra del Rincón, así denominada por encontrarse entre las cadenas principales
del Macizo Central (Guadarrama, Somosierra, etc.) y la llamada Cuerda Larga,
cadena secundaria que transcurre en dirección norte-sur (es decir, es un sistema
ibérico) y divide las cuencas del Lozoya y el Manzanares.
Ambas cadenas forman una especie
de triángulo (de ahí el nombre de Sierra del Rincón), en donde se sitúan
pueblos como Montejo de la
Sierra , La
Hiruela , Prádena del Rincón y la Puebla de la Sierra. Desde junio
de 2005, la Sierra
del Rincón es Patrimonio de la
Biosfera , declarada como tal por la UNESCO y único territorio
de la Comunidad
de Madrid que ostenta esa categoría. En el borde sur de esta comarca se sitúa
el pueblo de Paredes de Buitrago, de donde parte la ruta del Frente del Agua.
Antes de la guerra, el nombre de este pueblo era Paredes de la Sierra y allí tuvieron
lugar una serie de hechos históricos de los que quedan vestigios importantes. Ya les he
contado mi teoría de que la
Guerra Civil española fue en realidad un golpe de Estado
fallido, cuyos promotores pretendían que durara cuatro o cinco días, pero encontraron una inesperada resistencia de la población, que hizo que la cosa se
enquistara y se prolongara tres años.
Lo acontecido en este frente, fue
básico para que el devenir de los hechos fuera de esa forma. Como pueden constatar en
cualquiera de los textos históricos que existen, el alzamiento fue un éxito en
numerosas provincias (como La
Coruña ). Entre ellas estaba Segovia, que pasó al bando
llamado nacional, prácticamente el propio 18 de julio. En el extremo opuesto
estaba Madrid, donde la rebelión fue sofocada por el pueblo en armas. Eso
convertía la divisoria montañosa entre ambas provincias en un lugar del máximo
interés estratégico. En previsión de ello, el día anterior al alzamiento había
salido de Madrid una partida de falangistas con la misión de hacerse con el
túnel ferroviario de Somosierra, entonces en construcción, pero ya practicable,
a falta de tender las vías. Los falangistas se hicieron con la posición, pero
fueron observados por un peón caminero, que bajó a Buitrago a dar el aviso a
sus superiores.
Según el relato de los lugareños
de la zona, recogido en libros y testimonios registrados, el mismo 18 de julio
parte de Buitrago una expedición de voluntarios republicanos que rápidamente
reconquista el túnel, por el que pretendían los alzados abrir un paso expedito
a las tropas al mando del general Mola. Pero además de éste, había un segundo
objetivo estratégico esencial. Los rebeldes pretendían hacerse con el control
de los embalses de Puentes Viejas y El Villar, construidos a principio del
Siglo XX por el Canal de Isabel Segunda, y que abastecían de agua a la capital.
Porque, como ya les he contado, el agua que ahora surte a Madrid proviene de un
sistema de pantanos, en su mayor parte construidos por Franco. El dictador,
impresionado por la pertinaz sequía de finales de los 40, se puso a
construir embalses como un loco y no sólo por el gusto de decir eso de queda
inaugurado este pantano.
Pero en los 30, todo el
suministro de agua a Madrid dependía de Puentes Viejas y el Villar. Conscientes
de ello, ambos bandos se apresuran a mandar tropas a la zona. El 25 de julio,
un batallón nacional comandado por García Escámez logra conquistar el puerto de
Somosierra y recupera el túnel, que se convierte en puesto de mando, hospital
de campaña y polvorín de los alzados. Una vez consolidada la posición, las
tropas siguen hacia el sur, pero son frenadas por la Brigada 13 republicana, al
mando del capitán Francisco Galán, hermano del también capitán Fermín Galán,
cabeza de la sublevación de Jaca, capturado, juzgado y fusilado en 1930 y
declarado héroe por la
República un año después. Los combates se estabilizan, pero
los nacionales reciben el apoyo de stukas alemanes que bombardean las
posiciones enemigas con saña.
La batalla de Somosierra durará
hasta noviembre de 1936. Las tropas republicanas defienden arduamente los embalses hasta la llegada de refuerzos artilleros soviéticos. En ese momento, las fuerzas se equilibran, el frente se estabiliza y ambos ejércitos proceden a fortificar sus
posiciones con bunkers, fortines, trincheras, casamatas y nidos de
ametralladoras, a ambos lados de la línea del frente, en el que ya no habrá más
combates hasta la derrota de la
República , en abril de 1939. Estas construcciones se quedaron
allí en tiempos de paz, en muchos casos semienterradas y cubiertas por la
maleza. Además, los programas de repoblación forestal de Franco convirtieron en
bonito pinar un terreno hasta entonces pelado y yermo. Las viejas casamatas
eran utilizadas por los lugareños para los usos que se pueden imaginar: cagadero,
escondite de productos del contrabando, escenario para un revolcón amoroso,
etc.
Ahora, la Comunidad de Madrid ha
rehabilitado estas construcciones (solamente desbrozadas y limpiadas; no han
añadido un solo revoco), han creado un sendero que las une todas y han
instalado unos carteles explicativos muy didácticos. Eso permite diferenciar la
técnica constructiva nazi de la soviética. Los puestos republicanos se
construyen a contra ladera, semienterrados y con su abertura segmentada en troneras abocinadas. Los
nacionales aprovechan la roca para elevarse y tienen una sola tronera semicircular sin abocinar. Los primeros están camuflados y son más defensivos. Los segundos
son prominentes y priman la vigilancia del entorno. Abajo tienen una muestra de
cada uno. La Comunidad
de Madrid ha invertido 62.000 € en este proyecto.
La senda que permite esta visita
es circular, de unos 12 kms., con salida y llegada en Paredes de Buitrago. Cada
vez que cruza la línea del frente, un pequeño marcador metálico lo indica. El
puesto de mando nacional es la más grande de estas construcciones rehabilitadas y conserva medio borrados unos letreros laterales de Arriba
España con el escudo del yugo y las flechas. Los soldados de ambos bandos
hacían aquí una vida rutinaria y tediosa, una vez pasado el mes de noviembre de
1936, en que se desarrollaron los últimos combates de verdad. Los paneles
instalados por la Comunidad
desvelan algunos de los detalles de la vida cotidiana de la tropa. La
alimentación era básica, normalmente frugal, más abundante en el lado nacional.
Los días en que les llegaba una comida más copiosa de lo normal, unos y otros se echaban a
temblar: eso indicaba la posibilidad de un ataque.
La paga era otro elemento clave
para mantener la moral de voluntarios y movilizados. En ambos bandos se valoraba la puntualidad del cobro a fin de mes. Los republicanos recibían
10 pesetas diarias, una suma muy alta para la época, aunque la inflación
desbocada en el territorio fiel al gobierno la iba dejando cada vez más
escueta. Curiosamente, los franquistas tenían una paga de 3 pesetas, de la que
se descontaban 2,50 por los conceptos de alojamiento, comida y equipo de
combate, por lo que sólo les llegaban 50 céntimos diarios. Sin embargo, en la
zona nacional, las familias pudientes de la retaguardia habían organizado un
sistema de ayudas privadas, canalizado a través de las Juntas Municipales, que
aportaba a los soldados hasta 5 pesetas diarias. Curiosa diferencia también,
sintomática de dos sistemas económicos diferentes, uno de izquierdas y otro de
derechas.
Para entretener el tiempo libre,
los soldados de ambos bandos, cuyas posiciones estaban a la vista, se
insultaban a gritos y a veces hasta se disparaban algunos tiritos al aire,
rápidamente reprimidos por los mandos, que no querían desperdiciar munición y
castigaban a los revoltosos con marchas a paso ligero por las zonas seguras. Juan
Acosta, nonagenario que vive en la zona, asegura que se llegó a celebrar un
partido de fútbol entre ambos bandos, en el paraje conocido como Peña
del Alemán, por el que atraviesa la línea del frente. Acosta no recuerda el resultado, pero si el detalle de que ambos bandos aportaron sendos árbitros, para dirigir cada uno de los dos
tiempos de juego. También relata que, una vez transcurrido el tiempo pactado, los mandos de las dos tropas lanzaron unos cuantos cañonazos de advertencia, para evitar cambios de
bando y confraternizaciones excesivas.
En fin. Si los nacionales hubieran conquistado pronto estos embalses, la guerra se habría terminado enseguida. Pero, como dice Diego Moreno, mi hermano de Tijuana, el hubiera no existe y es tontería hacer disquisiciones al respecto. Me queda contar que en
una de las casamatas republicanas encontramos a un defensor en buen estado de
salud. El grupo se apresuró a tomarle una foto: la que les pongo aquí abajo.
Sean buenos.
Después de pelearte con los fantasmas de la Gerencia y constatar que eres un muerto viviente del edificio APOT, ahora te transmutas en defensor republicano. Desde luego, eres Enric Marco, ya nos lo has demostrado, no hace falta que insistas en ello.
ResponderEliminarBueno, no te lo tomes a mal. El salir en las fotos, da un poco la escala y aumenta así la información. Aquí se puede entender mejor la tronera abocinada de las fortificaciones del modelo soviético. Por supuesto también alimenta el ego y todas esas cosas que me dicen mis críticos. Pero sobre todo, le pone un poquito de humor a un texto bastante serio.
EliminarY podría ser también una buena ilustración para lo de "al que asome la cabeza duro con él, Fidel, duro con él".
Saludos.