No, si ya decía yo que, cuando
uno pierde el ritmo, luego sigue a tropezones. Son éstas semanas atípicas en
las que estoy ciertamente ocupado; en mi trabajo hay una extraña fiebre por
terminar los trabajos empezados, para dejarlos listos antes de Semana Santa, lo
que me impide distraer ratos para escribir algún post por la mañana; las tardes
las tengo también hasta arriba, he de hacer compra para tener la nevera a la
altura de las hambres de mi hijo y, para colmo, se cruzan el puente de San
José, el próximo fin de semana una boda en La Coruña y luego la Semana Santa. Todo esto altera mi natural biorritmo y me impide
atender el blog con la regularidad que me había propuesto y que he mantenido
algo más de dos meses, más de lo que esperaba. A la vuelta de estos atípicos
días intentaré recuperar las buenas costumbres, pero sin agobiarme por ello.
Por lo demás, por aquí se ha
estropeado el tiempo en estos últimos coletazos de un invierno de los más
suaves que recuerdo. Si no llego a ir a Hamburgo y Lübeck, no habría tenido que
sacar los guantes y la bufanda del armario. Dice el refrán que cuando marzo
mayea, mayo marcea. Por mí, que marcee todo lo que le dé la gana, no me gusta
el calor y prefiero este tiempo fresquito y revuelto. Lo que sí agradezco de
los tiempos que vienen es el aumento de horas de luz, combinado con el horario
de verano que estamos a punto de recuperar. Para un noctámbulo como yo, es un
placer salir a tomar el relente en los días calurosos con luz hasta las diez.
En este blog ha quedado acreditado que soy un pronosticador pésimo, y
siento que mi augurio de un inminente atentado yihadista haya roto mi tendencia
a equivocarme. Los fanáticos han sido certeros atacando Túnez, el país que
inició la primavera árabe y el único que la mantiene tras unas elecciones que llevaron
al poder a un partido laico, algo que ni Turquía disfruta en estos momentos
(Ataturk ha de estarse retorciendo en su tumba al ver en qué ha desembocado el
régimen que él creó). Cuánto daño se le hace a la admirable nación tunecina
atacando al turismo, su principal fuente de ingresos. Los otros países que emularon
la primavera tunecina han retrocedido al más crudo invierno (Egipto), a la
guerra civil (Siria) o a la anarquía total (Libia). A todos ellos los tenemos a
un tiro de piedra y la situación es bastante alarmante. No veo yo a Europa muy
decidida a atajar el problema. Al final van a tener que venir los americanos a
sacarnos las castañas del fuego (como en Yugoslavia). Si no tuvieran un
presidente tan mandiles como Obama, tal vez ya hubieran intervenido.
Y qué tremenda la historia de la pareja de abuelos que nunca habían
salido de España y a sus hijos se les ocurre invitarles a un crucero para
celebrar las bodas de oro. Y el maldito crucero tiene que ir a detenerse en
Túnez en el peor momento posible. Su destino estaba escrito. En este caso, lo
había escrito Alá. Por eso yo prefiero las sociedades laicas, porque los dioses
tienen muchas veces designios malvados. Los hijos de esta pareja entrañable han
de estar hundidos pero, visto desde fuera, casi es mejor que los hayan matado a
los dos juntos. Fue una pareja siempre unida y se han ido juntos. Y además
seguro que fueron muy felices visitando Marsella, Génova, Roma y Palermo. El
marido parece que algo se barruntaba, él no quería salir de su entorno, ya
había visto muchos cambios de todo tipo en su vida y no quería más líos. Le bastaba
con salir a caminar por el Parc de Collserola, el gran bosque que envuelve a
Barcelona con la delicadeza de una mano maternal.
A los mayores hay que dejarlos tranquilos. Mi padre se murió en 1990,
tras cuatro años de enfermedad. Así que tuvo que ser como mucho en 1985 cuando
sucedió la anécdota que no estoy seguro si he contado ya en el Blog. Acompañado
de mi madre, vino de visita a Madrid y a mis hermanos y a mí se nos ocurrió
llevarle a ver la más reciente novedad de la ciudad: el centro comercial La
Vaguada, el más grande abierto por entonces en Madrid. Después de un rato subiendo y bajando
escaleras mecánicas, entre multitudes y con una música ambiental agobiante, mi padre palideció y nos pidió por favor que lo sacáramos
enseguida de allí, que se estaba volviendo loco. En cuanto salimos a la calle
se sintió mejor. Ahora que voy teniendo años, lo comprendo perfectamente. Con
más de sesenta, uno ya ha vivido muchos cambios y no quiere más novedades ni sobresaltos.
Hace unos días escribí un texto en el que contaba mi primer día de
trabajo en el Ayuntamiento y algunos de mis lectores más jóvenes me dicen que
les sorprende mi nostalgia de los tiempos del balduque, las diligencias, las
pólizas y los expedientes unidos por cuerda floja. Cómo puedes añorar esos
tiempos prehistóricos –me dicen–, en los que cualquier trámite era
complicadísimo. Según ellos, las cosas han mejorado mucho con la informática,
la trazabilidad y la digitalización de la información. No estoy yo tan seguro
de que todo haya ido a mejor. Muchas cosas sí, pero no todas. Sin ir más lejos,
el programa del que yo dispongo para procesar las alegaciones al Plan General en
revisión, es mucho más lento que si lo hiciéramos a mano. No es culpa del
programa concreto; todos tienen el mismo talón de Aquiles: la carga de la información
es ardua y lenta. Una vez cargada, se pueden hacer con ella muchas más cosas que con los viejos
procedimientos, cierto, pero el proceso de cargarla es como una tortura.
Hace más de un año, conté en el blog un divertido ejemplo de un servicio
que había empeorado con los nuevos adelantos, en concreto en el Post #136. Ahora les añado un servicio del
Ayuntamiento en el que es necesario mantener las viejas rutinas. Me refiero a
la recogida, almacenaje y gestión de objetos perdidos. Es increíble la cantidad
de cosas que la gente se deja olvidadas en la calle o los transportes públicos.
El pasado 30 de julio, el Pleno del Ayuntamiento acordó aprobar el nuevo
Reglamento de Depósito, Custodia y Devolución de los Objetos Perdidos de la
Ciudad de Madrid. El artículo 9 de dicho reglamento, determina que con los
objetos que se recuperen, se elaborará una lista mensual, que se expondrá en el
Tablón de Edictos durante catorce días naturales. De manera adicional, dicha
lista se publicará también en el Boletín Oficial del Ayuntamiento. Para que
vean que esto que les cuento es ahora y no en el siglo pasado, aquí les
transcribo el anuncio del mes pasado.
De acuerdo con lo establecido en el artículo 615 del Código Civil, y en
virtud del Acuerdo de 30 de julio de 2014 del Ayuntamiento Pleno, por el que se aprueba
el Reglamento de Depósito, Custodia y Devolución de los Objetos Perdidos de la
Ciudad de Madrid,
RESUELVO
Poner en conocimiento del público en general, la relación de objetos
hallados en taxis, EMT, Metro, RENFE, AENA, Correos, vía pública y otras
procedencias, depositados en la Oficina de Objetos Perdidos durante el mes de
febrero de 2015.
Abanicos, agendas, auriculares, bastones, bisutería, bicicleta estática,
bolsas de plástico y papel con objetos, bolsos, bolsos de viaje y maletas,
cámaras de fotos, carpetas y portafolios, carteras y monederos, carritos de
bebé, carros de la compra, cascos de moto, cuadros, discos de vinilo,
documentos nacionales de identidad, diversa documentación médica, efectivo,
gafas, funda de puros, guitarra, juguetes, libros, llaves, mochilas, móviles y
cargadores, marco digital de fotos, navegadores GPS, objetos dorados y
plateados, ordenadores portátiles, pasaportes, permisos de residencia,
patinete, raquetas de tenis y de pádel, relojes, ropa y complementos, saco de dormir, sonotone, sombrillas, tensiómetro, trípodes y trompeta.
Dichos objetos se encuentran depositados en la Oficina de Objetos
Perdidos, situada en el paseo del Molino, 7 y 9, y podrán ser entregados a quienes
acrediten ser sus dueños, en horario de ocho treinta a catorce horas de lunes a
viernes.
Ahora díganme: ¿creen que este servicio se puede regular con un programa
informático?
Más vale perder cualquiera de los objetos de la relación (incluso la bicicleta estática), que perder la vida como los ancianos barceloneses. El destino nos reserva a veces sorpresas desagradables. Mi reconocimiento emocionado a estos paisanos cívicos de destino trágico. Siguiendo su consejo he visitado la exposición Barcelona Metrópolis (magnífica) y he visto que nuestra ciudad es la que aporta más viajeros a los cruceros en el mundo. Espero que no disminuyan ahora.
ResponderEliminarNo sé si es usted el troll secesionista de otras veces, o no. En ambos casos le expreso mis sinceras condolencias. Los cruceros no es un modo de viaje que me atraiga. Nunca lo he practicado y, por ahora, digo: de esta agua no beberé. Pero nunca se sabe. La cosa va en auge y efectivamente, en Barcelona presumen del dato. Para estas cosas, cualquier indicador en el que se sea el primero es bienvenido y aprovechado.
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