Aparte de una película cojonuda,
es ésta una expresión francesa que podríamos traducir como con la lengua fuera, o mejor echando
el bofe. Pues así voy yo por la vida en estos últimos tiempos, como saben por mi blog. Me creerán o no, pero esta semana me ha costado un esfuerzo
ciertamente heroico mantener el ritmo de posts
que yo solito me he impuesto. Normalmente no cuento aquí todo lo que hago, pero
hoy haré una excepción, para que sepan de mis actividades en la semana en curso. El lunes, después del trabajo, descansé un poco
y salí a correr. Lo normal. Luego, aunque lo que más me apetecía era seguir con
la lectura de El impostor, cumplí con
ustedes con un post en línea con los anteriores. El martes, tras mis 24 largos
de natación, apenas pude ducharme y ya tuve que salir pitando hacia Lhardy,
donde esta vez la charla corría a cargo de Juan Cruz, afamado periodista de El
País desde su fundación y antiguo editor de plantilla de Alfaguara, lo que le
ha permitido conocer e intimar con muchos escritores, como Camilo J. Cela,
Gunter Grass, Mario Vargas Llosa o Hans Magnum Enzesberger, todos ellos contertulios
habituales de Lhardy. Juan Cruz es canario, gran orador, muy simpático y
atesora en su memoria cientos de sabrosas anécdotas de sus amigos escritores.
Nadie como él para desarrollar el tema Lhardy y la literatura.
De camino a Lhardy, pasé por la Casa del Libro de Gran Vía, para
recoger un libro que había encargado. Es una novela corta que se llama Dheli no está lejos y es el libro que analizaremos en nuestra próxima tertulia del Billar de Letras. Su autor es Ruskin
Bond, afamado y veterano escritor indio de ascendencia inglesa. Me pondré con
él cuando acabe con El Impostor y ya
les daré mi impresión pero, así a primera vista, tiene una pinta estupenda. Si
tengo margen ya les contaré algunas de las anécdotas que nos narró Juan Cruz.
Al acabar, nos tomamos las cervezas de rigor, obsequio de la casa y, de camino
a mi guarida, hice una parada técnica en Casa Pueblo, agradable pub de la calle
León, para cenar una empanada argentina, con un par de vinos blancos de Rueda,
a los que me estoy aficionando últimamente. Hice esta estación en la seguridad de
que en casa apenas encontraría algo que echarme a la boca, dado que mi hijo
Kike está ahora conmigo y arrampla con todo lo que pilla por nevera y armarios.
Es una situación pasajera, hasta que me adapte a un ritmo de compras un poco
más abundantes.
El miércoles estuve muy atareado
en la oficina, preparando mi actividad del jueves que les cuento más abajo,
pero tuve un margen a última hora para escribirles un nuevo post, a partir de
la ternura que me suscitaron los nervios de mi hijo ante su primer día de
trabajo, del que, por cierto, regresó encantado, aunque me dijo que se había
sentido un poco raro en un medio en que toda la gente era muy mayor. Le
pregunté de que edades hablaba y me contestó que de 40 o así. Ya ven que todos
mis posts están relacionados y acaban
girando alrededor de unos cuantos leit
motivs. No es por presumir, pero textos como el del miércoles me llevan
poco tiempo. No tengo que buscar información, ni intercalar imágenes o vídeos.
Tampoco he de repasarlos mucho. Simplemente, un detalle de mi día a día me
lleva a una asociación mental con alguna vieja anécdota guardada en mi memoria.
Me pongo, escribo de un tirón y cierro.
Después de correr mis 6,5 kms.
por el Retiro, me vestí apresuradamente, porque a las 7.30 estaba invitado a la
inauguración de una exposición en la sede del Colegio de Arquitectos, dedicada al
patrimonio industrial español. Allí socialicé un poco con el mundillo de los
arquitectos, con el que me repelo como el aceite con el vinagre, pero tuve
oportunidad de saludar a un viejo colega a quien hacía años que no veía, y al
que encontré viejo y derrotado por la vida. Supongo que él también me vio a mí
muy viejo, pero todavía peleando, aunque es cierto que, como tránsfuga de la
arquitectura, mis batallas ya son otras. Por la noche, todavía me quedó margen
para compartir cena con mi hijo (es un cocinero espléndido), escuchar sus
impresiones del primer día y terminar de preparar mi jornada del día siguiente.
Ya voy con ello. Ayer jueves, a
las ocho menos cinco de la mañana, estaba en la estación del AVE de Atocha,
donde había quedado con mi jefa directa para viajar a Barcelona, visitar allí
la exposición Barcelona-Metrópolis, comer, tal vez asistir a un workshop que había por la tarde y
regresar de noche. Tengo que agradecer los esfuerzos de mi jefa y amiga por
integrarme en una rutina laboral un poco más ilusionante que la de los últimos tiempos, pero
he de añadir dos cosas. Una, que este tipo de viajes tendrían que ser algo normal
y cotidiano, fomentado y costeado por el Ayuntamiento, apoyo que no podemos
esperar mientras la cosa dependa de responsables como los que tenemos (hasta
mayo). Hubo que pelear duro para lograr que el día nos contara como jornada de
trabajo y no nos descontara vacaciones, algo que ya es un triunfo en las
circunstancias presentes. Lo segundo que quiero decir es que le dimos
publicidad a este viaje entre los compañeros, pero no conseguimos que se
viniera nadie más. Como he contado en algún texto anterior, yo ya he vencido la
barrera mental que me impedía hacer cosas de este tipo salvo si me las pagaban,
pero los otros parece que no han dado ese paso.
Por lo demás, no hicimos el
desplazamiento para darnos un paseo por las Ramblas, sino que realmente fue una
jornada intensa de trabajo. La exposición forma parte del lanzamiento del
avance de una nueva figura: el Plan Director Urbanístico Metropolitano, donde
se establecen las directrices que habrán de cumplir los Planes Generales de los
32 municipios del Área Metropolitana de Barcelona. Es un planeamiento de escala
intermedia en un lugar donde ya cuentan con un Plan Metropolitano aprobado y en
vigor. Por la mañana, nos explicó la exposición con todo detalle un arquitecto
joven del equipo que la había montado y enseguida conectamos con él. Entre
almas gemelas la conexión es inmediata. Su visión era crítica y comparamos
nuestras respectivas experiencias de planeamiento, constatando que en todas
partes cuecen habas, que los políticos son igual de impresentables en todos lados (al menos dentro de España), pero que, a nivel técnico, hay diferencias
notables.
En Cataluña hay una cultura de la
planificación que viene de antiguo y un hábito de cumplir esa planificación,
asumido e interiorizado por los promotores. Eso explica que hayan montado una
compleja estructura en cascada de planes que son de obligado cumplimiento para
los de los rangos inferiores, todo ello a partir de una Ley del Suelo regional
adaptada a la estatal. En Madrid, los Planes Generales de los municipios no
tienen por encima ningún documento de directrices, ni regionales, ni
metropolitanas, ni nada. Encima, nuestra Ley del Suelo ni siquiera está
adaptada a la última Ley nacional, Ley ésta última, de los tiempos de
Zapatero, que intentaba regular mínimamente el territorio, con criterios
racionales. Pero quien debía ocuparse de adaptarla era una señora que sólo sabe
bailar cha-cha-chá, y luego su sucesor el Caraconejo, que pasó de acompañante de la otra a las maracas, al papel estelar. Un personaje al que ya ni su
propio partido apoya. Campeones ambos de la desregulación y el liberal-esperancismo,
línea ideológica que se diferencia del liberalismo en que suprime todas las
reglas que puede, pero no para facilitar la libre y sana competencia, sino para
beneficio y solaz de amigos y amiguetes de quien la practica. Como esta
banda aterrice en el Ayuntamiento, pues que
nos pillen confesaos.
El chaval que nos contó la
exposición (magnífica a nivel de medios técnicos), se quedó con nosotros a
comer y allí constaté que era runner
de altura, con varios triatlones a sus espaldas. Por algo me había parecido tan
majo. Le he mandado un ejemplar de mi novela La Human Race, debidamente
dedicado. Al final no acudimos al workshop, porque nos abordó la experta en
participación ciudadana del equipo técnico del Área Metropolitana, que estaba
muy interesada en hablar con nosotros y con quien tuvimos una larga entrevista
en la propia exposición, en la que cruzamos también nuestras experiencias
respectivas. Llegué a mi casa a las 10.30 de la noche, a tiempo de tomarme la
excelente cena que me había dejado mi hijo. Esto de convivir con la sangre
joven tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero creo que las primeras
superan sobradamente a los segundos. Como ya había perdido la rutina de hacer
comida cada día, hace días hablé con mis amigos del restaurante La Pitarra, para que le
den de comer a crédito a mi hijo, si un día se encuentra apurado y no tiene
ganas o suficiente material para hacerse la comida o la cena. Como solución de
emergencia. Le conté esto a un amigo que está en situación parecida a la mía y
su comentario fue: ¡Eso no vale! ¡Eso es trampa!
Bien, esta mañana he tenido una actividad moderada, centrada
en contar mi jornada de ayer a los compañeros, para que se mueran de envidia y
a ver si se apuntan a la próxima, suponiendo que la haya. Por la tarde he
salido a correr de nuevo y luego he hecho la compra, porque ya casi no quedaba
comida en casa. Y aquí me tienen escribiendo, a pesar de que mañana sábado volveré a madrugar para estar a las 8.30 en la puerta
principal de la Estación de Chamartín, en donde me sumaré a una nueva excursión
senderista de un día, esta vez al llamado Frente del Agua, en el entorno de
Buitrago de Lozoya, Prádena del Rincón y otras pequeñas localidades de lo que
se conoce como la Sierra Pobre de Madrid. En fin, ya ven que vivo sin vivir en
mí, y tan ardua inercia llevo, que ya ni bajarme puedo, de este tobogán sin
fin. No rima del todo, pero puede valer. Lo cierto es que disfruto lo que puedo
de esta especie de simulación de prejubilación en diferido a la que me han
arrastrado las circunstancias. A la vista de mi relato, tal vez ya no piensen
que exageraba cuando, al principio, les hablé de mis esfuerzos heroicos para
mantener el ritmo del blog.
Que tengan un buen finde. Y descansen, si es que se han
quedado agotados de leerme. El lunes ataco de nuevo.
Me tiene usted un tanto perplejo. Hace mucho tiempo que no se mete con el derecho a decidir, la autodeterminación y el nacionalismo catalán. Y ahora incluye una loa a la sociedad de mi tierra, a su civismo, respeto por la Ley y todo lo demás. ¿Tal vez ha empezado a comprender por qué ha surgido este movimiento?
ResponderEliminarSupongo que es usted el troll nacionalista que solía entrar por aquí de vez en cuando. Si es así, yo también le he echado de menos. Le contesto. Respecto a lo primero, no se confíe: en cualquier momento les volveré a dar caña a esos impresentables que siguen manipulando los sentimientos legítimos de un pueblo, el suyo, al que admiro y aprecio.
EliminarLo segundo, ya está contestado. En Barcelona me he sentido en un lugar diferente, pero a la vez dentro de España. He escuchado hablar español y catalán por la calle, sin problemas, sin estridencias, con educación. Ya le he dicho en alguna ocasión que entiendo que el pueblo catalán se sintiera gravemente ofendido cuando el PP impugnó o recurrió el Estatuto que habían votado las cortes catalanas y luego las españolas. Pero sigo convencido de que la secesión es un disparate y de que el clan Pujol-Más se ha sumado al movimiento de manera interesada, tal vez para darse prisa en tener una Justicia y una Hacienda propias en las que camuflar mejor sus manejos y sus corruptelas. Y que, a partir de eso, están llevando a Cataluña a una posición inviable, de la que sólo la puede rescatar el Estado español, a partir de buscar un encaje confederal, o como sea, en el que los catalanes se puedan sentir a gusto, no silben el himno de todos y hasta podamos soñar con incorporar a Portugal y formar la gran Iberia que imaginaba Saramago, y a la que nadie tosería en la Unión Europea.
En cualquier caso, me alegra saber que sigue usted ahí, al otro lado de la pantalla. Un abrazo sincero.
Desde el mismo momento en que lo anunciaste no entendí que te obligaras tu solito, como bien dices, a publicar post con caracter periódico, a piñón fijo podríamos decir. Es innecesario y creas una obligación que, en ocasiones, te será dificil cumplir. Tendrás que cumplir con tu promesa tengas o no ganas, tengas o no inspiración literaria, tengas o no tiempo. Las obligaciones no son buenas. La sorpresa de ver un post que no esperas o ver dos o tres seguidos es mejor que saber que, de antemano, tenemos entrada tres días fijos en semana. Antes yo miraba, todos los días, a ver si había una nueva entrada, ahora ya sé cuando la voy a encontrar. La verdad, me gusta menos. Piénsatelo pero no disminuyas, por favor el número total. Me parece verdaderamente heroico mantener el ritmo pero a fecha fija mucho más. En cualquier caso esto no es más que un comentario.
ResponderEliminarEl desparpajo de la chulapona y su propuesta de celebrar a puerta cerrada la final de Copa del Rey, si se producen los incívicos incidentes de ocasiones anteriores, le ha hecho ganar unos cuantos miles de votos más de los que ya tiene garantizados, lo que no alcanzo a entender es cómo piensa llevar a cabo su propuesta. Tengo escasas esperanzas en que cambien de color los ediles en el Ayuntamiento, este zarzuelero personaje tiene mucho gancho.Tengo muchas más en los escaños de la Comunidad.
Un fuerte abrazo. Alfred.
Querido Alfred el trasnochador, agradezco tus desvelos, pero no te olvides de que, como todos, yo soy Enric Marco. Deduzco de tu atribulado comentario que te has tomado al pie de la letra lo que cuento en este post. No te digo que sea falso, ni que no lo sea. Si te ha transmitido una sensación de agobio, pues ese era precisamente mi objetivo.
EliminarPor lo demás, yo prefiero llevar un cierto orden, que alteraré cuando me dé la gana, como cuando escribía todos los días con motivo de mi último viaje. Escribiendo tres posts por semana mantengo más o menos el ritmo medio que llevaba, a la vez que me pongo un límite, y a mí me gusta más seguir un cierto orden programado, como una estructura base, sobre la que luego variar cuando proceda. Si te gusta menos así, no puedo hacer nada, tal vez puedes buscar el aliciente de adivinar cuándo lo incumpliré.
Esperanza es potente y seguramente será la lista más votada, por lo que calculo que tendrá que entrar a pactos de gobierno. Y, en la posterior negociación, se comerá con patatas a cualquiera de los otros.
En cuanto a lo del himno, yo creo que tiene razón, aunque jamás la votaría. Hace unos años ya hicimos el ridículo internacional con la misma final y la pitada unánime de todo el estadio al anterior rey. Con ese antecedente tan cercano, yo también obligaría a jugar el partido a puerta cerrada, para que estos gilipollas lo tengan que ver en sus casas y le piten a su puta madre.