Es obvio que yo no estuve allí.
Así que todo lo que voy a contar aquí a continuación es fruto de mi imaginación
desbordante, tras escuchar entrevistas en la radio, ver los vídeos tomados por
los vecinos de mi querido Madrid Río a través de unos visillos entreabiertos
entre la modorra de la mañana de domingo, escuchar también las previsibles
declaraciones de condena y ver cómo se enuncian interpretaciones, valoraciones
y lugares comunes, con el gesto grave que corresponde. A uno ya le crecen
percebes en los cojones después de tantos años afrontando sucesos de todo tipo
y, a estas alturas, uno ya sabe qué cosas creerse y que cosas desechar por
increíbles. Con ese bagaje se puede elaborar una narración presunta de lo
sucedido, así a vuela pluma, a riesgo de que, dentro de unos días, se demuestre que las
cosas fueron justo al revés.
Dejo aquí constancia de que el
hecho de que el muerto fuera del Dépor (mi equipo de toda la vida) me resulta
absolutamente indiferente. Los ultras, o hooligans, son un fenómeno
consustancial al fútbol desde hace mucho tiempo, y forman el correlato indeseable
y absurdo de este deporte o espectáculo, junto con el dinero más o menos negro,
los presidentes corruptos, la prensa deportiva, las retransmisiones
radiofónicas a cargo de subnormales profundos, o los programas televisivos en que
se repiten diez veces a cámara lenta las jugadas desde todos los ángulos. Los
ultras son el escalón más bajo de esa infracultura y forman un estrato de
epsilones a los que el desarrollo del juego les importa un rábano (más de una
vez he visto en estadios cómo una jugada de gol les pilla a estos subnormales
insultándose sin mirar al campo, y cómo el ¡¡huy!! del resto del público les
hace desviar un instante la mirada hacia el césped, para seguir enseguida con
su guerra, en cuanto comprueban que no ha sido gol).
Se trata en general de un
personal de perfil cultural ínfimo. Esta gente se pasa la semana cultivando sus
odios, cebando su ira en las redes sociales y la prensa, en donde se valen del
anonimato para mandar todo tipo de mensajes con insultos y provocaciones.
Entren ustedes en cualquier noticia del Marca y busquen los comentarios de los
lectores en la parte de abajo. Son inenarrables. No tengo, pues, ninguna
afinidad con ese submundo, aunque sean de mi equipo. El tal Jimmy, a quien
Dios dé la paz que no ha tenido en este mundo, era un personaje lamentable, un
perdedor, posiblemente desde que empezó a ser un mal estudiante en la
secundaria, y empezó también a entender las cosas al revés y a buscar la
compañía de otros especímenes que las entendían de la misma manera. Las
trayectorias que se tuercen a ciertas edades, ya no se enderezan nunca, ni
siquiera a los 43 años.
No se tiene constancia de que
haya estudiado nada, ni que haya tenido oficio o beneficio del que ir tirando,
probablemente ha malvivido trapicheando con drogas o en algún puesto de venta
de artesanía barata que ni siquiera confeccionaba él. Todo esto lo estoy
fabulando, repito, a partir de la escasa información que se ha publicado del
personaje, pero es que a lo largo de mi vida he conocido a más de uno de estos
perdedores crónicos y me consta que su deriva partió de alguna decisión
equivocada en su juventud, o de algún condicionante familiar mal encauzado. Es
decir, que sus vidas podían haber sido de otra manera sin la incidencia de un
componente ciertamente cabrón: la mala suerte. Estos personajes, que a menudo
acaban durmiendo en la calle, me suscitan una cierta ternura. Excepto cuando
son violentos, como parece ser el caso. A menudo, estos tipos son pacíficos hasta que beben. El alcohol saca su lado más deleznable.
Ahora se duda de si habían o no
quedado para pegarse. Yo estoy convencido de que sí, 200 personas no se pegan
porque casualmente pasaban por allí. Los Riazor Blues siempre se han
caracterizado por comportamientos cobardes: buscan grupos de seguidores
desprevenidos de los equipos que visitan Riazor y les montan emboscadas. Eso
hicieron el año pasado con un grupo de seguidores del Zaragoza, que se estaban
tomando un café tranquilamente en un bar de La Coruña. Cuando se quisieron dar
cuenta, los habían molido a palos. ¿Y saben quién fue uno de los detenidos por
ese suceso, tras ser identificado sin dudas por los agredidos? Sí, han
acertado: el tal Jimmy. Lo mismo hicieron este mes de junio con un grupo de hinchas
del Atlético que celebraban el título de liga en la fuente de Cuatro Caminos de
La Coruña.
Esta última salvajada parece estar
en el origen de los incidentes de este domingo. Los del Frente Atlético, un
grupo de asesinos que acaba de contabilizar su segunda víctima mortal, no
necesitaban mayores provocaciones. A partir de ahí, parece que empezaron a
retarse por teléfono con quince días de antelación (es curioso que los jefes de
estos grupos violentos tengan los números de teléfono de los demás líderes de
banda, aunque sean, como en este caso de línea ideológica opuesta, suponiendo
que se pueda llamar a eso ideologías). La quedada estaba en marcha. Se dice
incluso que los promotores del gran desafío crearon un grupo de Whatsapp, como los que tenemos las
familias para intercambiarnos fotos de los sobrinos. ¿Y saben cómo bautizaron
el grupo? Pues exactamente como este post:
Hostias en el Manzanares. La participación de ultras del Rayo (los
denostados Bukaneros), del Alcorcón y del Sporting de Gijón, evidencia que la cosa estaba preparada de antemano.
Aquí entra la épica absurda de
ciertas películas norteamericanas, que glorifican la barbarie de estos
enfrentamientos tribales colectivos, como Rebeldes,
Calles salvajes o The Warriors, sin olvidar la pelea más
salvaje de todas: la que inicia Gangs of
New York. El lunes anterior, en el autobús de La Grela, Jimmy le comentó a
un conocido que su grupo había quedado con los del Frente Atlético antes del partido, pero no le
reveló que se fueran a pegar. También le dijo que estaba harto de que los
juzgados no le dejaran en paz, a cuenta de sus peleas continuas en cada partido
del Dépor. Y así nos plantamos en el sábado a la una de la noche, momento en
que salen los dos autobuses de La Coruña, para viajar toda la noche y llegar a
Madrid de madrugada.
Por seguir fabulando, creo que en
estos grupos se generan a veces sinergias que impiden que uno se borre de un
plan como este, aunque no le apetezca nada sumarse. A Jimmy se le ve en las fotos
escuchimizado y con el cuerpo estragado por la mala vida. No tenía media
hostia. No resulta aventurado que, con 43 años, en algún momento llegara a
pensar: ¿qué cojones pinto yo en todo esto? Con lo bien que me iría volver a la
calle de la Franja, tomarme un par de tazas más y subir a dormir junto al
cálido cuerpo de mi mujer, después de darle un beso al niño. Un plan mucho más
apetecible que pasar siete horas en un autobús barato, rodeado de niñatos, para llegar a una
ciudad que no controlo y cuyas claves se me escapan. Pero aquí entra el orgullo
de un tipo sin duda inmaduro en estos aspectos, que piensa que si se raja van a
decir que ya no tiene cojones, que está acabado. Una copa de coñac ayuda a veces
a tomar la decisión peor.
Lo demás ya lo saben. Los
autobuses, que yo sepa, no aparcan en Madrid Río, como se ha dicho, es más, ni
siquiera pueden entrar en las calles laterales. Seguramente les llevaron por la
M-30 y les dejaron cerca del Puente de Segovia. Allí echaron a andar y se
encontraron de frente con la otra manada. Y se armó el aquelarre. Como se ve en
los vídeos, empezaron por lanzarse las bengalas y cohetes que llevaban unos y
otros, lo que despertó a los vecinos, que se pusieron a filmar como locos. Al
ruido de la artillería le siguió el cuerpo a cuerpo. Los del Frente eran más y
cargaron. Los Blues recularon a la carrera. Jimmy se quedó descolgado y lo
rodearon. Del lado del Frente dicen que sacó una navaja y se defendió. Con su
perfil, yo me lo creo. Si no, es difícil entender que lo molieran a palos con
barras de hierro, destrozándole el cráneo y el bazo. Entre estos grupos hay
códigos y es raro tanto ensañamiento. Recuerden que el segundo herido más grave
tenía un par de rasguños. Y ya en la pendiente de la barbarie lo lanzaron medio
muerto a las gélidas aguas del río, de donde es muy difícil salir.
Un horror. El personaje de Jimmy
me induce, como he dicho, una cierta ternura, o más bien misericordia. Le costó 43
años llegar al lugar equivocado en el momento equivocado, 43 años de buscar esa
derrota definitiva sin encontrarla. Tuvo que pasar una noche en blanco y
desplazarse seiscientos kilómetros para llegar puntual a su cita con la muerte.
Queda claro que, para mí, él es el primer culpable de lo ocurrido. Pero hay
otros culpables. Supongo que se puede saber quien fue el lumbrera que decidió
que el partido era de bajo riesgo. Deberían inhabilitarlo de por vida para
ocupar cargos públicos relacionados con la seguridad urbana. Los dirigentes y entrenador del
Atleti que dijeron que no era problema suyo, que las hostias habían sido fuera
del estadio, mejor estaban calladitos. Y los policías municipales que observaron
pasivamente como Jimmy agonizaba en el agua helada (a uno se le ve en el vídeo
mirando, con las manos atrás), pues tuvieron también un comportamiento impropio
de su uniforme.
Y, por cierto, por la radio
empezaron a decir a las 11.30 que, según fuentes médicas, el herido estaba
clínicamente muerto. Enseguida cambiaron el mensaje y volvieron a hablar de
estado crítico. En esa tesitura se jugó el partido. Y, hasta que se terminó, no
revelaron que estaba muerto. Aquí huele mal también. Yo estaba preparándome
para bajar a verlo a un bar, pero se me quitaron las ganas. Además, este año,
para animarse a ver un partido del Dépor, hay que tomarse no una, sino varias
copas de coñac.
Por lo que cuentan las crónicas, en La Coruña no todo el mundo está de acuerdo con su interpretación de los hechos lamentables que comentamos. Mucha gente cree la versión de los Riazor Blues, de que iban tranquilamente hacia el estadio, como hacen siempre, cuando fueron salvajemente atacados, en una emboscada premeditada y alevosa, y que, si no llegan a defenderse, hubiera habido más muertos.
ResponderEliminarBueno, ya digo al principio que esta es una fabulación construida a partir de lo que yo me creo. Si se demuestra que la verdad es otra, que estos angelitos de los Riazor Blues fueron a Madrid ingénuamente a llevarles polvorones a sus abuelitas respectivas, y fueron emboscados por una banda de asesinos, pues en ese caso, me disculparé en el propio blog. Mientras tanto, yo no veo evidencias en uno u otro sentido. Y tal vez fuera momento de dejar de hablar de este tema y apoyar todos al Dépor, al que no le favorece nada esta división de opiniones. Si jugara bien y ganara, la polémica se acababa en dos minutos.
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