El tiempo va poniendo a cada uno
en el sitio que le corresponde o que se merece, hasta el punto de que a veces
tiene uno la sensación de que hay una especie de armonía global, una distribución de pesos que hace que,
poco a poco, las piezas se vayan encajando solas y terminen por encontrar su
sitio en el mundo. Me explico. Menos de dos meses atrás hacíamos por aquí
conjuros cruzados para que Teresa Romero, a la que bautizamos como Teresiña de
Becerreá, saliera victoriosa en su batalla contra un enemigo terrible que se la
estaba comiendo por dentro. Hace unos días la vimos en la tele, más chula que
un ocho, con su curioso acento madrileño, sacando pecho y disfrutando de su
fama, tan efímera como merecida. Aun tiene que terminar de recuperarse,
especialmente en el terreno anímico, donde ha sufrido fuertes embates pero, viéndola
ante la cámara, parece como que ya está en su sitio.
Por aquel entonces, si lo
recuerdan, nos hacíamos cruces con la respuesta de los responsables de Sanidad,
a nivel nacional y autonómico. ¿Y dónde están ahora? Aquí quedó dicho que la
señora Mato, a la sazón Ministra de Sanidad, era una especie de ectoplasma que
no decía nada porque es imposible que la señora Nadie pueda articular una
declaración coherente. Doña Mato está ya en el lugar que le corresponde:
su chalet de Pozuelo, en donde debe vigilar atentamente el garaje, no sea que
le brote algún nuevo Porsche por arte de magia. Por cierto, hemos estado una
semana sin Ministro. ¿Ustedes han echado en falta algo? Honradamente, yo no he
notado la diferencia entre que esté la señora Mato o que no haya nadie al
frente.
En cuanto al malvado Rodríguez,
también a la sazón consejero regional del ramo, pues igualmente está por fin donde
le corresponde, en el hospital del que salió, presumiendo de facha entre las
miradas de censura de sus compañeros de profesión. Sus últimas declaraciones
revelan lo que yo ya intuía: que sus disculpas a Teresa y a su marido no eran
sinceras, que se las dictaron para salvarle la cara. En cuanto lo han dejado
suelto de nuevo, ha recuperado su discurso más casposo y ha vuelto a decir lo
que piensa. Bien mirado, es una pena que lo hayan cesado. Yo hubiera preferido
que siguiera en el puesto y que cada semana largara
un poco más. Cada declaración suya hacía
perder más votos a su partido de impresentables.
Otro que está donde se merece,
para alivio de todos los españoles, es el señor Gallardón. Es decir, en su
casita, rumiando su ofensa por no haber sacado adelante la Ley del Aborto que le ha retratado
ideológicamente para la historia. Y sin poder derrochar más dinero de los
contribuyentes. No es difícil imaginárselo en el salón de su casa haciendo
pucheros (nadie como él para los pucheros), cada vez que rememora su despecho. Los que no están, sin embargo, en el lugar que les corresponde, son esos auténticos piezas llamados Blesa y
Rato. Por ahora. Pero démosles tiempo. Todo llegará. Tengamos paciencia. Y
cuidado con Gori-Gori, que también tiene su parte de delito.
Otro que está donde debe estar es
el señor Lendoiro, don Augusto César: fuera del fútbol y en el entierro de un
delincuente con antecedentes penales más amplios y variados que los de Luis
Candelas, apoyando a ese heroico miembro de la peña que le impuso una medalla
cuando dimitió como presidente del Dépor. Es de bien nacidos ser agradecido. Y,
ya que ha salido otra vez este triste asunto, no puedo dejar de referirme a la
interpretación que se hace del mismo en clave nacionalista. El martes se jugó
en Vitoria un partido de copa del Alavés contra no sé quién. Antes de empezar,
en una de las esquinas del estadio se rindió un sentido homenaje al inefable
Jimmy, transfigurado en activista antifascista gallego, asesinado por matones
neonazis españoles, en la capital del Estado (odian tanto a España, a la que
pertenecen, que la llaman el Estado,
así a secas), adonde seguramente había acudido a visitar a su tía abuela por Navidad y traerle un poco de turrón.
Homenajes similares han tenido
lugar en otros estadios de las periferias por donde brotan esos sentimientos
disgregadores. Allá donde se encuentre el pobre Jimmy, estará henchido de
orgullo: ya saben que otro de sus amigos ha revelado que el día antes de su
viaje fatídico le comunicó su convicción de que esta vez sí, esta vez saldría
en todos los periódicos, porque o la armaba gorda, o terminaba en el río
(triste premonición). Seguramente remató la frase exclamando ¡¡Arre carallo!!
Pero ya saben que la capacidad de tergiversación de los nacionalistas es
infinita y no desaprovechan una sola ocasión de arrimar el ascua a su sardina
(o de agarrarse com es d’Elx, que
decimos en Valencia).
Así que, eso mismo voy a hacer yo
(agarrarme com es d’Elx). Quiero
decir que, a cuenta de hablar de que a cada persona el tiempo acaba por ponerla
en su sitio, voy a recuperar mi vieja inquina antinacionalista, que han pasado
casi dos meses desde que prometí no volver a hablar de Cataluña y ya va siendo hora
de romper esa promesa. Después de dejar el tema reposar, a ver si fermentaba,
he llegado a algunas conclusiones. Cataluña es la tierra donde siempre han
vivido los catalanes. Pero, desde hace unos años, ha surgido allí una nueva
subespecie, que vamos a llamar los catalonios (por aquello de que Catalonia is
not Spain). Yo estoy convencido de que Cataluña sí que es España, pero por
desgracia, Catalonia no.
Tal como se vio en la consulta o
lo que fuera, celebrada el pasado día 9 de noviembre, parece que los catalonios
son un tercio de la población total, dando por probable que ni uno solo se
quedara en su casa sin ir a echar la papeleta en la urna o buchaca establecida
al efecto. Pero la proporción crece sin cesar y el tema va por bastante mal
camino. Rajoy no sabe qué hacer pero es que, haga lo que haga, cada vez hay más
catalonios. Si Rajoy se tira un pedo, otros tres o cuatro catalanes se cambian
de bando. Y si no se lo tira, otro tanto. Frente a esto, los catalanes están
callados y preocupados. La semana pasada conocí a un catalán, en las sesiones
del CONAMA, Congreso Nacional de Medio Ambiente, y concerté con él una visita a
Madrid Río. Era de mi quinta y pasamos el día entero juntos, hasta que se fue
en el AVE de Atocha.
No fui yo quien sacó el tema del
soberanismo, Dios me libre, yo no sabía si se trataba de un catalán o de un catalonio,
entre los que, por cierto, también tengo algún amigo. En síntesis, su discurso
fue el que les cuento. Mi nuevo amigo del alma se autodefinió como militante
histórico del PSC, cuyo carné no había devuelto por una cuestión sentimental. Según
él, el inacabable período de mando absoluto de CiU en todas las
administraciones catalanas, con el señor Pujol a la cabeza, había sido como una
tortura para la gente medianamente progresista de su tierra y había dejado las arcas regionales exhaustas. Para él, CiU es
exactamente lo mismo que el PP: un partido de la oligarquía, defensor de una clase alta depredadora y construido a base
de clientelismo y reparto de prebendas.
El malestar generado por ese
largo mandato, cristalizó en su derrota frente a la izquierda. El problema fue
que el PSC tuvo que tirar de Izquierda Unida y Esquerra Catalana, para formar
el llamado tripartito, tanto a nivel regional, como local, en Barcelona y las
principales ciudades catalanas. Bueno, pues los cuatro años del tripartito
fueron aun peor, hasta el punto de que CiU recupero el poder, ya con Más a la
cabeza y la actual deriva soberanista, motivada por la necesidad de huir hacia
adelante y tapar las escandalosas irregularidades contables de los últimos
tiempos. ¿Y por qué fracasó el tripartito? Pues mi amigo lo tiene muy claro:
por culpa de Esquerra. Con estos señores no se puede hacer nada (lo dice mi
amigo, yo sólo lo transcribo). Además, hacían alarde continuo de su capacidad
de bloqueo. Tenim la clau, era su frase
más repetida.
Entendí perfectamente lo que me
contaba este catalán culto, progresista y sincero, porque, según mi
interpretación, en Galicia sucedió algo idéntico y eso precipitó la vuelta del
PP, del que todo el mundo estaba hasta los huevos cuatro años antes. Ya sé que
más de un comentarista me ha tachado de nacionalista español, pero nada más
lejos de la realidad. Como ya he dicho aquí, mi sueño es que un día formásemos
una federación con Portugal, la gran Iberia soñada de Saramago, para ser más fuertes en Europa (que es otra federación,
al fin y al cabo). Ningún nacionalista
gallego puede decirme a la cara que le gustan más que a mí los grelos y los
percebes, pero es que no veo la necesidad ni la conveniencia de que los pueblos
nos disgreguemos en estados pequeñitos, para que nos jodan mejor.
Tal como yo lo veo, y así lo
vengo proclamando desde hace más de 300 posts, los nacionalistas tipo Esquerra o
similares, lo que están haciendo es perjudicar a sus pueblos respectivos, abocándolos
a una situación mucho peor que la actual. Como el que escupe al cielo, o el que
orina contra el viento. Lo malo es que el escupitajo o el pis, en este caso,
mancha a mucha más gente y, especialmente, a los que no están por la labor. En mi
reciente viaje por Europa, descubrí una cornisa decorada con una sabia máxima
al respecto en latín. Fue concretamente en Ámsterdam, muy cerca de la Leidseplein , y aquí
abajo tienen la imagen.
Está bien claro: el homo sapiens
no orina contra el viento. Cierto que al sujeto al que les muestro en la imagen de más abajo, tal vez sea un poco aventurado considerarlo dentro de la subespecie homo sapiens. Lo que parece claro es que este también es un pieza. Y, como los otros, acabará encontrando su sitio. Sean
felices, pasen un buen finde, yo me voy de senderismo, ya les cuento.
También Teresiña de Becerreá estaba mejor calladita. En cuanto a los ultras del fútbol, en algún sitio se tienen que integrar los yihadistas en los países donde no hay yihad (de momento). Y tienes razón, Cataluña es España y viva freixenet.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en las tres cosas que dices. De Teresiña me interesó la imagen, el acento, el aplomo y la entereza. Lo que decía no era de gran interés y no justificaba una entrevista tan larga. He de confesar que, a los diez minutos, le quité el sonido para no estropear lo bueno. Hay que comprender que una auxiliar de enfermería no tiene por qué ser Castelar, aunque no sería el primer caso que me encuentro.
EliminarLo de los yihadistas en un país sin yihad es una reflexión muy interesante. Los jóvenes han de buscar algo contra lo que luchar, para dejar salir la frustración de estos tiempos difíciles. A estos hooligans el fútbol les da igual, sólo buscan alguien a quién odiar para cargar adrenalina. Lo que pasa es que a mí no me gustan los violentos y añoro los tiempos en que mi padre podía llevar al estadio a un niño pequeñito como yo, sin miedo y sin preocupación de que escuchara o viera cosas peligrosas para su formación.
Y en cuanto a lo último, supongo que lo dices irónicamente, pero es verdad y por ahí iba mi reflexión: un grupo cada vez más numeroso de yihadistas sin yihad ha inventado de la nada un ente que han llamado Catalonia y que, evidentemente no es España. Cataluña sí, y veremos cómo acaba esa peligrosa dicotomía.
Un abrazo.
Desde que dijo usted que ya no iba a hablar más de Catalunya y el nacionalismo, creo que no ha habido un sólo texto en el que no haya hecho al menos una referencia, más o menos velada, a este asunto que le obsesiona y le da tanto miedo. Ahora recupera la senda anterior: regresa de las referencias veladas a los insultos. Mientras el proceso avanza imparable, usted mantiene un inmovilismo similar al del señor Rajoy.
ResponderEliminarEn cuanto a su supuesto amigo catalán, no sería de extrañar que fuera imaginario, es muy raro que de pronto aparezca alguien que casualmente sostiene las mismas opiniones que usted.
Bueno, como dicen que el que calla, otorga, pues he decidido romper el silencio que me había autoimpuesto para evitar la hartura de un tema que aburre a los semáforos (fuera de Cataluña). Se lo creerá o no, pero, cada vez que en la radio se habla del soberanismo de los catalonios, los índices de audiencia caen a cero. La gente cambia enseguida de canal. Me lo han dicho personas que trabajan directamente en la evaluación de audiencias.
EliminarEn cuanto a lo segundo, pues, aunque le parezca extraño, hay mucha gente en su tierra que piensa como mi amigo, que no es el amigo invisible que usted sugiere. Lo que pasa es que no le voy a dar más datos sobre él, que no quiero que llenen la fachada de su casa de grafitis llamándolo español y otros epítetos infamantes hoy en día en ese reino de nunca-jamás que es su soñada Catalonia.
Abrazos y besos.
La verdad es que, así mucha pinta de homo sapiens, no tiene el pavo.
ResponderEliminarSin ofender a los pavos...
EliminarMás bien es un homo catalonicus...
EliminarVale, dejemos ya el cachondeo, que nuestro amigo el troll soberanista se merece un poco de respeto.
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