Este fin de semana, puente de la
Constitución descafeinado, salí con mi grupo senderista a la zona de Utiel y
Requena, localidades del interior valenciano. El mayor interés de esta comarca
es la llamada Fosa de Chera, un fértil valle de origen tectónico, que reproduce
en el interior de la Península las formas de la costa levantina, esa serie de bahías
sucesivas en arco, con las que comparte origen: los plegamientos producidos por
la presión de la placa africana. La fosa, originada hace 65 millones de años,
es uno de los primeros parajes declarados como Parque Geológico en España, en
1999. En el centro, el pueblo de Chera, 500 habitantes, agua abundante, viñedos,
naranjos y almendros. La población joven, como la de todo el mundo rural
nacional, ha optado por emigrar a la ciudad y descuidar el campo. Ahora el
pueblo se promociona como destino de turismo geológico, con lo que, más o
menos, va tirando.
El viernes salí de Madrid después
del trabajo y llegué a Utiel en donde teníamos alojamiento reservado para todo
el grupo. El sábado, fuimos en coches a Chera para hacer, desde allí, un
recorrido corto alrededor del Embalse de Buseo, de comienzos del siglo XX. Era
un camino cómodo, salvo un tramo de dificultad media, y se trataba de
regresar a comer al pueblo. Así que, tras aparcar los coches, pasamos por el
Ayuntamiento, para recabar información de rutas y restaurantes. En cuanto a las
rutas, nos llevamos una sorpresa: el día siguiente, domingo, era el Día Nacional
de los Parques Naturales, y en todos los de España se organizaba un recorrido conmemorativo,
con guías locales. En Chera habían preparado un ascenso al Pico Rope, 500
metros de desnivel, para el que esperaban gente de toda la comarca, e incluso
de Valencia.
Ante la coincidencia, decidimos
sumarnos al ascenso, descartando la ruta que teníamos planeada. En cuanto a la
parte gastronómica, en el Ayuntamiento nos recomendaron el Bar Machín, en el
centro del pueblo. El plato del sábado era olla
cherana, pero debíamos reservar, porque se tardan 4 horas en elaborar esa delicatesen.
Reservamos y nos fuimos al pantano. Saliendo del pueblo había una larga bajada,
hasta coger el nivel del agua. Luego un tramo llano rodeando el embalse. De allí
partía una zona escarpada que debía escalarse en paralelo a un barranco
profundo, hasta alcanzar un camino llano de vuelta al pueblo. Entre 8 y 10 kms.
La olla cherana es un guiso con tocino, manitas de cerdo, morcilla de cebolla y
otras carnes, con patata, alubias y cardo. Con eso y una buena ensalada, se da
uno un verdadero banquete. Los del Machín son muy profesionales, no es fácil servir
una comida para 24 con rapidez y sin lapsus. Se encargaban del tema las hijas
del dueño. La madre era la cocinera. El patriarca, como suele suceder, dirigía,
daba alguna orden y observaba el trabajo de sus mujeres.
El domingo madrugamos para estar
a las 9.30 en el punto de salida. Hacía un cierzo helado que cortaba la piel.
Yo iba bien abrigado, porque me había despertado el ulular del viento en mi ventana.
El recorrido era de unos 10 kms de subida al pico y otro tanto de bajada. Nos
juntamos en torno a 50 personas, la mayoría gente joven, pero, a poco de
iniciar la subida, me fijé en un personaje que no se ajustaba a los cánones montañistas.
Era un tipo mayor, con un aire mezcla de clochard
y peregrino medieval, debido sobre todo a una barba muy negra, sin recortar de
años. Se apoyaba en una cachava de madera y llevaba un perro también veterano,
que mantenía todo el rato atado. Me fijé en sus ropas y observé que no estaban
raídas y que tenían un estilo rockero-motero bastante personal. Sobre ellas llevaba un chubasquero amarillo de emergencias, cuya capucha calada le daba un
punto aun más misterioso.
No pude evitar situarme a su par
y empezamos a hablar. Bueno, hablaba él. Yo escuchaba maravillado. Trataré de
resumir en orden cronológico las cosas que me contó durante la larga subida. Está a
punto de cumplir 67 años (3 más que yo), se llama Adolfo Muñoz y es natural de
Chera. Conoce el monte como la palma de la mano y entiende a los animales y plantas
como si fueran parte de su persona. Hace muchos años, solían venir a estas
montañas los de Manises, a recolectar leña para su industria cerámica. Los
chavales (él tenía entonces 13 o 14) les vendían cuerda para los atados, que
ellos mismos trenzaban con esparto del monte. Ante mí recogió un manojo y, sin
soltar la correa del can, en un instante me montó una cuerda prácticamente
irrompible. Los de Manises pagaban a los chicos 2 céntimos de peseta el metro.
En aquel tiempo, el que se hacía con
dos pesetas tenía un tesoro. Así que los críos estaban todo el día tejiendo
cuerdas a escondidas. De vez en cuando, el padre entraba y soltaba una voz:
¡¡Venga, a estudiar, leñe, que ya está bien de tanta cuerdita!! Creo que no hay
nada mejor que un pueblo para pasar la infancia. Pero a los 17 hay que
largarse, si no quieres acabar embrutecido por el trabajo agrícola y el
alcohol. Adolfo lo intuyó así y se lo dijo a su padre, quien sólo le dio un
consejo: –Hijo, ve con Dios, y procura que no se te haga de noche a las doce
del día. Adolfo se fue a Suiza, donde se buscó la vida de camarero. Estuvo seis
años, en los que aprendió inglés y francés, además de a conducir y a esquiar.
Pasó también por Londres donde conoció a la que se convertiría en su mujer, una
inglesa, amiga de Lady Di (yo voy transcribiendo lo que me contó, que cada uno elija
creerse lo que considere más oportuno).
Con su mujer decidieron venirse a
España, donde hacía mejor clima. Por su dominio de los idiomas no le costó
encontrar sucesivos trabajos de camarero en la costa, por ejemplo, en Cheste,
al lado del Circuito Ricardo Tormo. Todos los pilotos se hicieron amigos suyos,
etc. Estuvo también un tiempo cobrando el paro, donde ganaba más dinero que
trabajando de camarero. Se volvió al pueblo y su mujer y él empezaron a hacer
vidas independientes. Parece ser propietario de un par de casas, que empezó a arreglar
para vivir en ellas. Pero la vida de farándula le tiraba y se volvió a ir, esta
vez a Mallorca, a un restaurante al lado del Palacio de Marivent, donde, como se pueden
imaginar, se convirtió en el sumiller del Rey y otros delirios. Esta etapa de
su vida acabó bruscamente en el año 2001, cuando le sobrevino lo que él llama el ataque.
El ataque fue una grave trombosis
en una pierna, que se le puso negra de la gangrena. En el hospital le dijeron
que había que amputar si quería salvar la vida. Necesitaban el permiso de un
familiar (Adolfo tiene en Chera hermana, cuñado y sobrinos, que nunca han
salido del pueblo) pero, por no darles el disgusto, él mismo firmó el permiso.
Y se dejó ir al sueño de la anestesia. Tres o cuatro días después, despertó. Al
principio, no sabía ni dónde estaba. Entonces recordó y se echó mano a la
pierna. Y allí estaba. No tenía el síndrome del miembro fantasma, sino una
pierna hecha y derecha. Miró alrededor. Una enfermera que estaba por allí abrió
la boca asustada y salió corriendo del cuarto. Al minuto llegaron un montón de
médicos y enfermeras. Le miraban incrédulos y se daban abrazos entre ellos.
¿Qué había pasado?
Pues, al parecer, a punto de
cortarle la pierna, uno de los médicos citó un nuevo sistema aun en
investigación y propuso probarlo con él. Consistía en inducirle el coma,
bajarle la temperatura corporal, extraerle toda la sangre enferma del cuerpo y
reponérsela entera. Era un sistema muy arriesgado que no habían probado nunca y
del que podía salir, cuando menos, con el cerebro afectado por falta de riego.
Por eso los abrazos cuando lo vieron bien. Creo haber leído que el método está
ya más chequeado y que, por ejemplo, a Keith Richards, de los Stones, se lo hacen
de vez en cuando para limpiarle la sangre de las porquerías que se mete. El
caso es que Adolfo sobrevivió. Al rato pidió permiso para ponerse de pié.
Estaba cansado pero bien. Salió a una cabina y llamó a su hermana que vino en
el primer avión.
En ese punto le recomendaron
jubilarse. Se vino definitivamente a Chera y empezó a hacer vida de ermitaño, a andar por el monte y a recoger cosas de las basuras.
Desde entonces toma religiosamente Sintrón, cada día. Me contó que se levanta a
las 7, se toma su Sintrón y almuerza. Entonces se va al monte. Le dije que con
el Sintrón hay que tener cuidado de no hacerse heridas, que por un simple rasguño
te puedes desangrar. Me miró y me dijo: –¿Y por qué te crees que llevo estas
barbas? Él se afeitaba con navaja barbera y no con mariconadas Gillette. Un día
se dio un tajo y casi se muere. Entonces pensó: a tomar por culo, ya no me
afeito más. En la cima del Pico Rope, sacó su cantimplora con buen Rioja, un
cacho pan y un poco panceta. Casi llevaba más comida para el perro. Luego de almorzar, encendió un puro con aspecto de liado a mano. Se lo estaba fumando tranquilamente, cuando iniciamos la bajada, para comer en el pueblo.
Hicimos una larga bajada, por una
pista forestal y, al llegar a la plaza del Ayuntamiento, allí estaba Adolfo,
que había acortado por un atajo. Le ofrecí venir al bar a tomar una cerveza, pero
se negó en redondo. Me quedé con él, mientras el resto del grupo se abalanzaba
a la cerveza. Seguimos charlando un rato. Al poco, se incorporó a la tertulia
otro freaky local, medio ciego, medio tullido, que vendía el cupón. Adolfo
compró cuatro décimos y se los pagó. Luego dijo que dos eran para mí. Entonces compré
yo cuatro de otro número y le di dos. Le pedí al ciego que nos sacara una foto
con mi máquina y al tercer intento consiguió el resultado que ven abajo. Nos
dimos un abrazo fuerte y me fui al Machín donde ya iban por la segunda cerveza, esperando esta vez una paella también extraordinaria.
Al acabar de comer, un compañero
salió a fumar y volvió con la información de que mi amigo me estaba esperando a
la puerta del bar. Si está dentro el médico, que salga, que le quiero dar una cosa
–decía. Supongo que dedujo la profesión de mi conocimiento del Sintrón. Me
regaló dos botellas de vino de su bodega, un tinto de 1983 y un clarete de
1985. Dada la baja calidad del vino de Utiel en esa época, es previsible que
estén estropeados, aun no los he abierto. Los tenía en una bolsa de El Corte Inglés, con una fotocopia
encuadernada del diario de su madrina, escrito en los 40 con caligrafía monjil.
Mis colegas nos sacaron las fotos que les pongo abajo de todo.
Saliendo del pueblo está su casa,
donde vive con cinco perros. Es un ejemplo primigenio de síndrome de Diógenes ordenado. Adolfo recoge
cosas de la basura y las va colocando en el jardín que rodea su casa. Hay una
zona de muñecas de niña. Otra de triángulos rojos de señalización de averías. Otra
de envoltorios de plástico. Los del pueblo apenas se hablan con él y no le
dejan entrar en los bares, porque a veces saca su vena pendenciera. Lo que más
le gusta es coger un par de perros (más no los puede dominar) y un caballo, y
salir por caminos de montaña hasta Chulilla, 20 kms, en los que tarda un día. Y al día siguiente se vuelven. Antes tenía
un caballo, pero se le murió y ahora pide prestado uno a alguno de los vecinos
con los que se trata. Así que sabes también montar –le dije. No –contestó– voy
a pie. ¿Y entonces, para qué el caballo? Pues para pasearle y que disfrute
también del monte. Y para cargar la comida y los pertrechos de todos. ¿Y en dónde
duermes? ¿En dónde va a ser? Pues en una cueva. A ver si te crees que con un
caballo me van a dejar entrar en un hotel. Como ven, su discurso tiene una
coherencia plena. Es peculiar, es diferente, fabula, pero es coherente. Adolfo Muñoz,
un freaky de Chera. Todo un personaje.
Acreditada queda su capacidad de conectar con personajes marginales, fuera de los parámetros de lo que se considera "la normalidad". Esa facilidad suya no me casa con la desaferencia que manifiesta hacia otro personaje similar, externo al mundo de lo correcto: el pobre Jimmy, con el que usted no ha mostrado la misma comprensión.
ResponderEliminarLos personajes no son comparables. Adolfo no viaja a pegarse con nadie. No es agresivo. En los bares no le dejan entrar, porque al diferente se le margina y ha debido de tener alguna bronca importante que, estoy seguro, no ha empezado él.
EliminarPor cierto, la palabra desaferencia proviene del universo médico. ¿Tal vez lo es usted, o es una casualidad?